viernes, 20 de abril de 2012

Todos los colores salvo el verde

Nicolas Hulot, una estrella de la televisión francesa devenido icono popular del ecologismo, logró en 2007 que los principales candidatos al Elíseo –con Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal a la cabeza– acudieran a firmar su propuesta de Pacto Ecológico, que aspiraba a introducir la defensa del medio ambiente en el corazón de la acción de Gobierno. La imagen, humilde y un punto sumisa, de los aspirantes a ocupar la presidencia de la República firmando bajo la vigilante y complacida mirada de Hulot resulta hoy enormemente chocante. Cinco años después de situarse en el centro del debate político, la ecología ha quedado completamente fuera de la campaña de las elecciones presidenciales francesas de 2012. Y con ella, su candidata, Eva Joly. A no ser que haya sido a la inversa...

La mayoría de analistas y observadores hacen recaer en la espinosa personalidad de Eva Joly, la ex juez anticorrupción que instruyó en los años noventa el caso Elf –una mujer con escaso tirón mediático y que no procede precisamente del mundo del activismo ecologista–, la causa principal de la desastrosa campaña de Europa Ecología-Los Verdes, que tras haber alcanzado el cielo en las elecciones europeas de 2009 con un 16,3% de los votos se arrastra hoy con unas expectativas de voto del 2% o el 2,5%.

“Autopsia de un crash”, “Crónica de un fiasco”... Los titulares periodísticos franceses no son precisamente benevolentes con la trayectoria de Los Verdes y de su candidata. Bajo el título “Eva Joly y el hundimiento de la ecología política”, el filósofo Luc Ferry –ex ministro de Educación con Jacques Chirac–hace un severo juicio sobre el error de EE-LV al elegir a Joly como su candidata y despreciar la popular figura de Nicolas Hulot. “Con un olfato infalible, una seguridad en la aberración que no deja de impresionar, los ecologistas eligieron para representarles a la única persona en liza capaz de reducirlos a la nada”, escribía en Le Figaro.

En su artículo Ferry va más allá de las consecuencias electorales inmediatas de este error: “Por mal defendida y representada que esté, no es menos cierto que la ecología plantea cuestiones cruciales. Pasada la satisfacción superficial de ver un malecón de dogmatismo hundirse ante nuestros ojos, no nos podemos regocijarnos demasiado, sopesándolo todo, de que temas esenciales desaparezcan de la campaña”.

Curiosamente, tratándose de una tema altamente sensible –sobre todo después del accidente de Fukushima–, incluso el debate sobre la energía nuclear ha desparecido del mapa. El acuerdo electoral firmado en noviembre entre Los Verdes y el Partido Socialista cara a las legislativas de junio –por el cual los socialistas cedieron a los ecologistas circunscripciones suficientes para aspirar por primera vez a un grupo parlamentario propio– puso el tema en el centro del debate y marcó un cambio profundo: por primera vez, el PS aceptaba cerrar 24 reactores nucleares de aquí al 2025. Acusados por la derecha de todas las traiciones posibles –a la independencia energética de Francia, a los trabajadores del sector...–, los socialistas han procurado evitar este asunto durante la campaña. Y los ecologistas no han querido incomodarles.

No pueden imputarse los condicionamientos de esta alianza a Eva Joly. Como tampoco el hecho de que la crisis económica ha alterado por completo la escala de valores de los franceses. El medio ambiente se ha situado en el último lugar de las preocupaciones de los ciudadanos (3%), a años luz del poder adquisitivo (42%) y el paro (30%)

Naturalmente, Eva Joly tampoco ha ayudado. Arisca, desconfiada, su falta de empatía mediática se ha visto agravada por una oratoria lastrada por su fuerte acento noruego. Su mala imagen no facilita precisamente que el mensaje ecologista trascienda a la opinión. Menos aún cuando, por su propia trayectoria, la candidata de Los Verdes está naturalmente más preocupada por los asuntos de corrupción política y económica que por el medio ambiente.

Escudada tradicionalmente tras unas llamativas gafas de montura roja, Joly las ha cambiado en el último tramo de la campaña por unas gafas idénticas de color verde. Un guiño electoral que parece un gesto desesperado.



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