domingo, 15 de abril de 2012

El Elíseo, más caro que la Casa Blanca

Una montaña de ostras. Dicho así parece una exageración, una metáfora. Pero no lo es. Una montaña de ostras, frescas y carnosas, se erguía en un rincón de uno de los salones del Hôtel de Matignon, la residencia oficial del primer ministro francés, con motivo de una de las numerosas y nutridas recepciones de Año Nuevo –los tradicionales Voeux– con que las autoridades, desde el presidente de la República hasta el último de sus ministros, regalan a los representantes de la sociedad civil, política y militar cada mes de enero. No hace falta añadir que las ostras eran sólo una pequeña parte –aunque brillante– de la amplia oferta de viandas y gourmandises que los presentes podían degustar acompañadas de buenos vinos y mejor champán. Era el año 2007, el último de Dominique de Villepin al frente del Gobierno, y la crisis aún no había hecho acto de presencia.

Después, las cosas no han vuelto a ser exactamente igual. Poco o mucho, todo el mundo ha tenido que ajustarse el cinturón. Las ostras han desaparecido. Pero el festival de canapés sigue reproduciéndose regularmente bajo la calidez de las molduras doradas de los palacios de la República. Los llamados “gastos de boca” (frais de bouche) representan un importante volumen de gasto a lo largo del año e ilustran perfectamente el gusto por los lujos de un Estado –“monarquía republicana” lo califican algunos de los más críticos– que parece querer reproducir los fastos de la vieja nobleza.

Viviendas “de función” puestas a disposición, gratuitamente o a alquileres risibles, de los miembros del Gobierno, palamentarios y altos funcionarios –para lo que hay un parque de 7.000 pisos–; vehículos oficiales a discreción de cargos nacionales, regionales y locales –con una flota de 75.000 automóviles, actualmente en fase de reducción–; remuneraciones de gastos por cantidades faraónicas –en algunos casos sin necesidad de justificación–, otorgan a la clase dirigente notables privilegios.

El tren de vida del Elíseo tiene también poco parangón en el exterior. Un informe comparativo realizado por el diputado socialista René Dosière –el mayor especialista sobre las cuentas de la presidencia de la República– señala que el Elíseo, con un gasto de 92 millones de euros anuales –exceptuando los viajes presidenciales–, sale mucho más caro a los contribuyentes franceses que la Casa Blanca –55 millones–, la cancillería de Berlín –41 millones– o el Palacio de Bukingham –31 millones–. Con una plantilla de 880 personas y un parque móvil de un centenar de vehículos, el Elíseo parece hipertrofiado. En el número 55 del Faubourg Saint-Honoré, los frais de bouche se llevan –con o sin ostras– 3,7 millones de euros al año, o lo que es lo mismo 10.137 euros al día. Camareros aparte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario