jueves, 31 de mayo de 2012

Policías demasiado sarkozystas

Hay amistades que pesan como una losa. La estrecha relación personal –en algunos casos, íntima- con el ex presidente Nicolas Sarkozy ha costado el cargo a la cúpula policial francesa. Los tres máximos responsables de la seguridad del Estado –la Gendarmería al margen- fueron ayer relevados por decisión del Consejo de Ministros. Se trata del director general de la Policía Nacional, Frédéric Péchenard; del patrón de la Dirección Central de Información Interior (DCRI) –servicios secretos-, Bernard Squarcini, y del prefecto de Policía de París, Michel Gaudin. Para el nuevo presidente francés, François Hollande, y su ministro del Interior, Manuel Valls, la lealtad de estos tres hombres no estaba libre de sospecha.

La decisión del Gobierno, que algunos barones de la derecha –como el secretario general de la UMP, Jean-François Copé- calificaron ayer de “caza de brujas”, no fue una sorpresa para nadie. Hollande ya lo había advertido durante la campaña electoral, al acusar a Sarkozy de haber puesto en pie un “sistema” a su servicio en el Ministerio del Interior, lo que le valió a su vez recibir la acusación –de la parte de su rival y hoy antecesor- de  preparar una “depuración” en la Policía, una palabra que en Francia remite a la limpieza de colaboracionistas realizada tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

Más ecuánime se mostró el ex ministro del Interior Claude Guéant, histórica mano derecha de Sarkozy, quien aceptó de entrada la legitimidad del Gobierno para cambiar a los altos mandos de la policía –“sobre el principio, no hay nada que decir”, señaló- e incluso valoró la competencia profesional de los sustitutos. Particularmente el nuevo director de la Policía Nacional: “Si hubiera tenido que reemplazar a Frédéric Péchenard, es él a quien yo hubiera propuesto al Gobierno y al presidente”, subrayó Guéant.

“Él” es Claude Baland, de 61 años, quien ya dirigió la administración de la Policía Nacional entre 2001 y 2004 y que actualmente ejercía como prefecto de la región Languedoc-Roussillon. Al frente de la DCRI no se produce tampoco una ruptura radical. Todo lo contrario, pues el sucesor de Squarcini, Patrick Calvar, de 56 años, un hombre de la casa, un ex alto cargo del contraespionaje especialista en el terrorismno islamista. Más político es el nombramiento del nuevo prefecto de París, Bernard Boucault, de 63 años. Ex prefecto del Pays de la Loire y actual director de la Escuela Nacional de Administración (ENA), es un hombre próximo al primer ministro, Jean-Marc Ayrault.

En su entrevista televisiva de la noche del martes, François Hollande, justificó el cambio de estos tres máximos responsables policiales por su “proximidad” a su predecesor y avanzó que no habría más cambios. “Esto se acaba aquí”, dijo. Sin embargo, nadie cree realmente que los relevos se hayan acabado del todo. El ministro del Interior, Manuel Valls, eludió por su parte todo comentario al respecto.

Los relevados han sido enviados al “armario” (placard) como dicen también al norte de los Pirineos, alguno más vistoso que otro. El ya ex patrón de la Policía, Péchenard, será el nuevo delegado interministerial de Seguridad Vial; Gaudin pasa al Consejo de Estado, y Squarcini se queda como prefecto disponible.


miércoles, 30 de mayo de 2012

Hollande y el continente enfermo

Europa debe levantar la cabeza y puede hacerlo. Este es el mensaje que François Hollande lanzó anoche en su primera entrevista televisiva desde su toma de posesión como presidente de la República el pasado 15 de mayo. “No puedo aceptar que Europa sea mirada como un continente enfermo”, afirmó Hollande, quien recordó que la UE “es la primera potencia económica del mundo, tiene una moneda fuerte que debe defender y una capacidad de inversión muy importante”. “No podemos dejar que nos miren con piedad”, subrayó en alusión a la última reunión del G-8 en Camp David, a la que asistió por primera vez.
El presidente francés insistió en la necesidad de tomar medidas “inmediatas” –y no únicamente a largo plazo– para relanzar el crecimiento económico y se mostró convencido de que con la canciller, Angela Merkel, pese a las divergencias de partida, será posible “encontrar una vía de compromiso”. Hollande consideró imprescindible el papel motor de la pareja franco-alemana –dentro de la cual, subrayó, “hay que buscar un buen equilibrio”–, pero advirtió que debe contarse también con el resto de socios europeos: “Necesitamos a los otros, no podemos apartarles”, dijo en una velada crítica a la manera de conducirse de la pareja Merkozy.

En materia de política exterior, Hollande confirmó su decisión –“comprendida”, aseguró, por los aliados de Francia– de anticipar la retirada de Afganistán.

Y en lo concerniente al caso de Siria –cuya embajadora en París ha decidido expulsar– expresó su determinación de trabajar por un endurecimiento de las sanciones internacionales contra el régimen de Bachar El Asad. Preguntado por una posible intervención militar –como pide ya el inspirador de la intervención en Libia, el escritor y filósofo Bernard-Henri Lévy–, el presidente francés no la descartó: “Una acción militar no está excluida”, dijo, aunque a condición de que fuera en el marco de la ONU. De todos modos, dada la postura de Rusia y China –defensores de Damasco– abogó por buscar “otra vía no forzosamente militar”.

El presidente “normal” no llamó anoche a los periodistas al Elíseo, sino que se desplazó él mismo al plató de France 2, la tele pública. Una manera –como la de viajar a Bruselas en tren– de marcar distancias respecto a su antecesor, Nicolas Sarkozy, y subrayar una presidencia “simple”, “ejemplar” y “respetuosa”.

Hollande no hizo anoche grandes anuncios, y menos aún los dolorosos. El presidente aseguró que será posible reducir el déficit como está previsto y a la vez cumplir todas sus promesas electorales. Para lo cual, avanzó, “será necesario hacer esfuerzos, pero justamente repartidos”. La concreción, sin embargo, no vendrá hasta después de las elecciones legislativas del 10 y 17 de junio.

Los socialistas, empujados por la inercia de las eleccions presidenciales parten en principio como favoritos, pero con una ventaja muy corta. Un sondeo realizado por Ipsos para varios medios de comunicación franceses atribuye al PS y sus aliados ecologistas una intención de voto del 37%, al que podrá sumarse con seguridad el 8% del Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélénchon, mientras que la UMP quedaría ligeramente por detrás con un 35%. El Frente Nacional, por su parte, obtendría un 15%. Hollande no se abstuvo anoche de pedir a los franceses una “mayoría amplia, sólida y coherente” para poder aplicar su programa.


Ayrault aborda el diálogo social

El nuevo Gobierno de Hollande abordó ayer la primera toma de contactos con los interlocutores sociales. El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, y los titulares de Trabajo, Asuntos Sociales, Recuperación productiva y Función Pública –Michel Sapin, Marisol Touraine, Arnaud Montebourg y Marylise Lebranchu–, recibieron uno por uno, durante una jornada maratón, a los líderes de los sindicatos y las organizaciones patronales, con el fin de iniciar el diálogo, que debe culminar en una cumbre social antes de la Fiesta Nacional del del 14 de julio. El Ejecutivo ha prometido que toda reforma en materia económico-social se hará a través de un proceso previo de concertación. Cada participante puso el acento en sus respectivas preocupaciones. Los sindicatos pidieron ayuda ante la previsible cascada de planes de reestructuración de plantilla que se preparan, así como condiciones no restrictivas para el retorno a la jubilación a los 60 años para quien haya empezado joven a trabajar y haya cotizado 41 anualidades. La patronal pidió que no aumente el salario mínimo.




Nadal, a por la séptima

Rafael Nadal tiene al alcance de la mano escribir un hito en la historia del tenis y convertirse en el único tenista en coronarse siete veces en Roland Garros. Tras igualar el año pasado el récord de seis títulos del sueco Bjorn Borg, el tenista español –número dos del ránking– aborda de nuevo el torneo de París en condición de favorito. Sólo el actual número uno, el serbio Novak Djokovic –a quien Nadal ha batido en Monte Carlo y Roma–, y el número tres, el suizo Roger Federer –quien aspira a colarse de rondón en la final–, pueden cerrarle el camino.
El tenista mallorquín no pudo estrenarse de mejor forma en la primera ronda de la 82ª edición del torneo, ayer tarde, en el estadio Philippe Chatrier. Nadal arrancó con una victoria fácil sobre el italiano Simone Bolelli –111º del ránking mundial–, a quien batió de forma incontestable en tres sets (2-6, 2-6 y 1-6) en sólo una hora y 58 minutos. En ningún momento, el italiano, que cuenta con más derrotas que triunfos en su palmarés, puso en dificultades al manacorí. “Estoy contento de cómo he jugado. Me siento cómodo en los entrenamientos. Siento una frescura diferente a la del año pasado”, comentó Nadal al término del partido.

El tenista español empezó el primer set con nervios –“aunque menos que otras veces”, remarcó–, pero cuando el italiano le igualó 2-2 reaccionó de forma fulminante. Aunque el resultado fue el mismo, el segundo set fue algo más largo, y más costoso para el mallorquín. Bolelli aprovechó un momento de “desconcentración” de Nadal cuando éste ganaba 0-4 para remontar y por poco estuvo en el sexto juego –muy disputado– de romper el servicio de su rival y acercarse 3-4. No lo logró y la espectacular reacción de Nadal sentenció el pulso a su favor. El tercer set fue ya cuesta abajo.

El día fue caluroso ayer en París, pero en el estadio Philippe Chatrier faltaba –una vez más– la calidez del público parisino, siempre distante con el tenista español. Los franceses la han tomado con Nadal y los guiñoles de Canal Plus emitieron recientemente una nueva parodia donde el mallorquín aparecía como un émulo de King Kong, producto del dopaje. Ayer Nadal lo borró de un revés: “No me importa nada, es un tema cancelado”.

En su camino a por el séptimo título, Nadal afrontará mañana el partido de segunda ronda contra el uzbeko Denis Istomin. De momento, ayer se colgó ya el récord de haber sido el jugador más joven en ganar 150 partidos del Grand Slam. Uno más que Nadal mira con distancia: “Cuando me retire ya habrá oportunidad de contar los récords.


domingo, 27 de mayo de 2012

El vacío de Sarkozy... quiere ser llenado

La tregua habrá durado dos semanas en el seno de la derecha francesa. La paz armada firmada por los principales barones de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) con el fin de no malograr la campaña de las elecciones legislativas –para cuya primera vuelta faltan 14 días– no ha resistido la tensión del vacío. Nicolas Sarkozy no está ni se le espera. Derrotado en las elecciones presidenciales frente al socialista François Hollande, forzado a una retirada inesperada y prematura, el ex presidente francés ha abandonado las riendas del partido que tomó al asalto en 2004. Quizá algún día regrese, pero eso no es para mañana. Y mientras tanto, la UMP deberá buscar otro líder: el próximo mes de septiembre, un congreso del partido elegirá a un nuevo presidente, cargo que quedó vacante tras el ascenso de Sarkozy al Elíseo en 2007.

La lucha interna por hacerse con el liderazgo del gran partido de la derecha francesa, cara a las elecciones presidenciales de 2017, promete ser dura y sin cuartel. François Fillon ha sido el primero en dar un paso adelante y esta semana ha presentado batalla. El ex primer ministro de Sarkozy ha desatado las hostilidades contra su rival, el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, aún a riesgo de aparecer como el responsable de una guerra que puede conducir a la derecha a una segunda derrota electoral. Diversas figuras del partido, empezando por los también ex primeros ministros Alain Juppé y Jean-Pierre Raffarin, han lamentado esta situación y han llamado a mantener la paz y la unidad.

Pero esa paz y esa unidad, nuevamente reafirmadas ayer en un seminario del partido en París, no son más que fachada. Por debajo, cada campo trabaja para erosionar al contrario. Si Fillon ha salido a la palestra es porque su principal rival amenazaba con utilizar su plataforma de la secretaría general para erigirse en la única voz de la derecha y en el líder de la oposición a Hollande.

François Fillon, sin explicitar su intención de optar a la presidencia del partido, lo ha dado claramente a entender esta semana. En una entrevista publicada el viernes por Le Figaro Magazine –pero calculadamente filtrada el miércoles–, el ex primer ministro aseguraba que “tras la marcha de Nicolas Sarkozy no hay un líder natural en la UMP” y anunciaba su intención de “participar plenamente en la competición” por el nuevo liderazgo.

Acusado por Copé y los suyos de haber declarado la guerra, Fillon contestó el jueves en una entrevista en RTL criticando la “hipocresía” de sus rivales y recordando al secretario general que “no puede pretender ser el líder de la UMP sin que haya habido un debate democrático y se hayan pronunciado los militantes”.

Antiguo chiraquista, Copé, de 48 años, aspira sin ambages a erigirse en el nuevo líder de la derecha francesa y en el candidato al Elíseo dentro de cinco años, para lo que pretende utilizar como catapulta –como hiciera Sarkozy– la jefatura de la UMP que logró en 2010. Al frente de un grupo de cuadragenarios autodenominados los mosqueteros –François Baroin, Luc Chatel, Christian Jacob, Bruno Le Maire y Valérie Pécresse–, abandera el ascenso al poder de una nueva generación.

Frente a ellos, Fillon, de 58 años, pretende encarnar el retorno a un gaullismo social. En su favor tiene a la opinión pública –el 44% de los franceses lo prefiere a Copé (12%)–, lo que puede darle ventaja si la UMP celebra elecciones primarias abiertas para elegir a su candidato en 2017.






sábado, 26 de mayo de 2012

Presidente a todo tren

A François Hollande se le veía encantado, el miércoles por la tarde, al tomar en la Gare du Nord de París el tren de alta velocidad Thalys que –en 1 hora y 20 minutos– iba a llevarle a Bruselas para participar en la cumbre informal del Consejo Europeo. El mismo, por cierto, que tomó el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, quien sin embargo ocupó un vagón diferente. Sonriente y distendido, el presidente francés se entretuvo unos minutos –como es de su gusto– en saludar a otros viajeros y curiosos, estrechar manos y posar para fotos de recuerdo. No había sin embargo la misma despreocupación y alegría entre los responsables de garantizar la seguridad del jefe del Estado, martirizados por el empeño del nuevo inquilino del Elíseo en seguir comportándose –o casi– como un hombre “normal”.

¿Puede un presidente de la República permitirse el lujo de tomar el tren como cualquier francés? La pregunta está hoy en todas las bocas. Y pocos son los que la responden afirmativamente. Entre ellos no está Henri Guaino, ex consejero de Nicolas Sarkozy, para quien el episodio del Thalys no fue “ni muy profesional ni muy razonable”. “Algo así cuesta más caro, es complicado para todo el mundo”, dijo Guaino, quien añadió: “Cuando se es presidente de la República no se elige lo más cómodo o lo más divertido, sino lo más eficaz y menos costoso”.

El coste del viaje de Hollande en tren de alta velocidad a Bruselas ha sido cifrado por el Elíseo en 5.972 euros, lo que incluye los billetes del Thalys del presidente y sus acompañantes, los servicios de seguridad y el viaje del convoy de cinco vehículos oficiales que hizo el trayecto de ida y vuelta a la capital belga para poder devolver al jefe del Estado a París de madrugada (el último tren sale a las 21.15h), acabada la cumbre.

En contra de lo apuntado por Guaino, resultó más barato que el viaje en uno de los aviones de transporte del Ejército, cuyo coste es de unos 5.000 euros por hora de vuelto. Pero si costó menos fue porque no se adoptaron algunas de las medidas habituales –no se envió ningún avión de reserva a Bruselas, por considerar que la proximidad permitía enviarlo en caso de necesidad desde Villacoublay– y porque se trató de un primer viaje sorpresa, decidido en el último momento.

Si a Hollande le diera a partir de ahora por asisitir a todas las cumbres de Bruselas en tren, ello obligaría –dada la previsibilidad de los desplazamientos– a asegurar el trayecto apostando policías en todos los puentes del recorrido, lo que no parece muy barato. Por no hablar de la imposibilidad de mantener desde el tren comunicaciones codificadas. “Todo esto es muy simpático, pero no es muy profesional. Si seguimos así, vamos hacia una catástrofe”, aventuró un policía de la seguridad presidencial en Europe 1.

Para acabar de poner de los nervios a los responsables de seguridad, Hollande ha dado instrucciones de respetar, a partir de ahora, todas las normas del código de la circulación cuando se desplaza en coche: desde el límite de velocidad a los semáforos en rojo. Así volvió el presidente la madrugada del jueves desde Bruselas, en lo que empleó cerca de tres horas. Sin motoristas, sin señales luminosas. Pero como advirtió un especialista: un convoy parado ante un semáforo podrá ser ejemplarizante, pero es también enormemete vulnerable.




jueves, 24 de mayo de 2012

Rajoy y Hollande, convergencia interesada

A rey muerto, rey puesto. Mariano Rajoy y François Hollande retomaron ayer en el palacio del Elíseo el hilo de las relaciones entre España y Francia donde las dejaron José Luis Rodríguez Zapatero y Nicolas Sarkozy antes de que la campaña electoral francesa emborronara el idilio entre Madrid y París: con una total sintonía en materia bilateral y marcadas convergencias en política europea.

Las diferencias ideológicas entre el presidente del Gobierno español y el presidente de la República francesa –hoy invertidas respecto a las que separaban sus antecesores– nunca han sido determinantes en las relaciones hispano-francesas. Y tampoco lo serán ahora. Ni a Madrid ni a París les interesa estar en campos enfrentados en el tablero europeo.

Pese a partir de planteamientos a priori divergentes –Rajoy se ha alineado preferentemente con la política de austeridad de la canciller alemana, Angela Merkel–, ambos mandatarios prefirieron, pocas horas antes de la cumbre informal de Bruselas dedicada a debatir las políticas para estimular el crecimiento económico en Europa, poner por delante lo que les une y dejar en sordina lo que les separa. Si Hollande constató la existencia de “posiciones convergentes” en las “grandes prioridades”, Rajoy subrayó por su parte un “acuerdo muy sustancial” en numerosos planteamientos de la política económica europea.

El ejercicio fue tanto más fácil cuanto que hay detrás una larga herencia de trabajo en común en el seno de la UE. Y que las relaciones bilaterales –en palabras de Hollande– son “excelentes”, como muestra el hecho de que Rajoy haya sido el primer líder extranjero recibido en el Elíseo por el nuevo presidente francés. Hollande reafirmó, por otra parte, el compromiso de Francia de apoyo a España en la lucha antiterrorista. Y ambos dirigentes acordaron celebrar una próxima cumbre –después de tres años en blanco– en el último trimestre de 2012.

Fuentes diplomáticas indicaron que el encuentro, en torno a un almuerzo, transcurrió de forma muy positiva y con buena sintonía. Símbolo del acercamiento entre Madrid y París, Rajoy y Hollande viajaron por la tarde a Bruselas en el mismo tren de alta velocidad Thalys, aunque –eso sí– lo hicieron en vagones distintos.

Aunque con acentos diferentes, ambos dirigentes se manifestaron de acuerdo en la necesidad de sanear las finanzas públicas y reducir los déficit, a la vez que remarcaron la necesidad de complementar esta política con medidas que contribuyan al relanzamiento de la actividad económica. El presidente del Gobierno español apoyó en este sentido la iniciativa del presidente francés de poner en la agenda europea la negociación de un pacto por el crecimiento, por más que ambos no estén necesariamente de acuerdo en las medidas para conseguirlo. Y Hollande apoyó la reclamación de Rajoy de garantizar de forma prioritaria la liquidez del sistema financiero y hacer que el coste de la deuda sea sostenible.

“Europa tiene que dar una respuesta. Porque no podemos vivir mucho tiempo con unos diferenciales tan grandes [en los tipos de interés] a la hora de financiarse”, dijo Rajoy, quien alertó que de lo contrario “las políticas de control del gasto pueden no producir los efectos previstos”. El presidente del Gobierno español pidió al respecto decisiones urgentes y –aunque se cuidó mucho de no pronunciar su nombre, para no importunar a Berlín– sugirió una intervención decidida del Banco Central Europeo. Menos empacho tuvo el presidente francés, quien consideró que el papel del BCE como garante de la liquidez y en el fomento del crecimiento “formará parte de las discusiones en las próximas semanas”.

Rajoy insistió en París, en contra de lo que Hollande había expresado en Camp David, en que la recapitalización de los bancos españoles –que por otra parte no exigirá “una cuantía muy importante”, aventuró– puede ser asumida por España sin ayuda exterior. “El Gobierno no tiene ninguna intención de acudir a ningún fondo de rescate europeo”, afirmó Rajoy, quien añadió que lo importante es “disipar cualquier duda sobre el euro (...) Europa necesita certidumbre”. El presidente francés eludió enmarañarse de nuevo con el caso español y sólo apuntó que “los bancos que los puedan necesitar” deberían poder recapitalizarse, por ejemplo, a través del Fondo Europeo de Estabilidad. El Elíseo se preocupó ayer de remarcar que Francia no tiene ninguna intención de “entrometerse” en los asuntos internos españoles y que en el comentario de Hollande sobre la ayuda europea a los bancos españoles “no había ninguna hostilidad”.

Mariano Rajoy apoyó también la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras –como defiende Francia– para financar inversiones europeas, a condición de que sea adoptada por una mayoría de países y no se repercutan los costes sobre los clientes de las entidades financieras. Tampoco se mostró hostil a la emisión de euro-obligaciones, aunque los enmarcó en un proceso a largo plazo de una mayor integración económica, fiscal y política europea. Hollande, que defiende a ultranza la idea de las euro-obligaciones para financiar las deudas de los Estados –las antiguas o las nuevas– frente al rechazo de Alemania, tampoco la plantea como de aplicación inmediata, pero sí quiere un compromiso.

Las propuestas de Hollande, apoyadas por los socialistas europeos, recibieron ayer la adhesión del secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, en cuya opinión vienen a España “como anillo al dedo”. El líder socialista apostó por que se alumbre una nueva política económica en Europa y defendió una “flexibilización” de los plazos de reducción de los déficit.


Amenaza en el cajón

La amenaza de Francia de no ratificar el tratado de disciplina presupuestaria si no se adopta un pacto por el crecimiento económico sigue vigente, pero ha sido momentáneamente guardada en un cajón. Así lo acordó François Hollande con Angela Merkel y con Herman van Rompuy, con el objetivo de destensar las negociaciones. Así lo confirmaron ayer fuentes del Elíseo, quienes explicaron que el asunto saldrá tarde o temprano. “La cuestión de la ratificación será abordada después, cuando se haya avanzado sobre los instrumentos de la política de crecimiento y su formulación jurídica”, señalaron. En ese momento habrá que ver si el acuerdo puede ser objeto de un tratado o un protocolo paralelo o, como había planteado inicialmente París, obliga a reabrir y “renegociar” el tratado fiscal.






martes, 22 de mayo de 2012

DSK, de nuevo sospechoso de violación

Dominique Strauss-Kahn podría ser responsable de la violación de una prostituta belga a mediados de diciembre de 2010 en un hotel de Washington. Así lo cree el fiscal de la ciudad francesa de Lille (Norte), Frédéric Fèvre, que ayer comunicó su decisión de abrir una investigación por este presunto delito contra el ex ministro socialista y ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el marco del caso de la red de prostitución del hotel Carlton de Lille. Strauss-Kahn está procesado hasta el momento en este affaire por el presunto delito de “proxenetismo agravado”, al que podría añadirse el de “violación en reunión”.

Se trata de la tercera sospecha de violación que pesa sobre el ex director del FMI, que el 14 de mayo de 2011 se vio forzado a dimitir tras ser detenido por la policía de Nueva York por la presunta violación de una mujer de la limpieza del hotel Sofitel de Mahnattan. Tras acusarle formalmente de violación, la fiscalía acabó retirando los cargos por falta de pruebas, pero la presunta víctima, Nafissatou Diallo, mantiene contra él una demanda civil.

También el año pasado, la periodista y escritora francesa Tristane Banon presentó denuncia contra el ex ministro socialista por un presunto intento de violación en 2003, que la fiscalía archivó por juzgar que el delito –agresión sexual– había prescrito.

Este tercer caso de violación contra Strauss-Kahn ha sido abierto por la fiscalía a instancias de los jueces instructores del caso Carlton, que a su vez se basan en la declaración ante la policía de una prostituta belga. La presunta víctima, sin embargo, no ha querido presentar denuncia.

Los hechos se remontan a diciembre de 2010, en el marco de una de las fiestas sexuales que el grupo de Lille organizaba para su amigo, entonces director del FMI, en diversas ciudades y para las que reclutaban habitualmente a prostitutas de lujo. Entre el 15 y el 18 de diciembre, el grupo formado por los empresarios Fabrice Paszkowski y David Roquet, así como el comisario Jean-Christophe Lagarde, se desplazaron a Washington para cumplimentar a Strauss-Kahn. Todos ellos, salvo Lagarde, participaron en una velada sexual en una suite del hotel W de la capital estadounidense –cerca de la Casa Blanca– la noche del 16 de diciembre junto con dos prostitutas traídas de Bélgica, Estelle y Marion.

Este última declaró a la policía belga –que la interrogó por encargo de la policía francesa– haber sido sodomizada a la fuerza por Strauss-Kahn, que desoyó sus negativas y sus vanos intentos de zafarse. Según Marion, David Roquet acudió en ayuda de DSK y le sujetó las muñecas. La otra prostituta asegura no haber oído las quejas de su compañera.



lunes, 21 de mayo de 2012

El arte de la síntesis

Durante los once años en que ejerció como primer secretario del Partido Socialista francés (1997-2008), François Hollande ejercitó y depuró una habilidad innata para el compromiso, una inclinación profunda por la concertación y el pacto. Reunir a los contrarios, cimentar la unidad y alcanzar una síntesis siempre fue el desiderátum del hoy presidente de la República, que puso en ese objetivo todo su empeño y sus capacidades. Si durante este tiempo el viejo partido de François Mitterrand, minado por los personalismos y las corrientes, no saltó más de una vez roto en mil pedazos –tras el trauma de la derrota de Lionel Jospin en 2002, en el referéndum europeo de 2005– fue gracias a la destreza y la sangre fría de su jefe de filas.

Sus adversarios, tanto de fuera como de dentro, han querido llamar a este rasgo de su carácter –conciliador y afable, aderezado por un afilado sentido del umor– debilidad, blandura, flaqueza. Flanby, fresa del bosque... Todos los apodos que le han buscado sus camaradas denotan un desprecio íntimo hacia quien tiene la fama de evitar siempre los enfrentamientos.

Pero las apariencias engañan. “François Hollande es como un guijarro, romo y liso por fuera pero duro por dentro”, subraya la veterana cronista política de Le Point Sylvie Pierre-Brossolette. Su larga trayectoria habla por él. Solo, tras abandonar la dirección del PS a finales de 2008, el nuevo presidente francés inició entonces su larga carrera hacia el Elíseo. En su autoconfianza y determinación, sus adversarios quisieron ver un asomo de ingenuidad, cuando no de iluminación o desvarío. Sus rivales en el partido le menospreciaron y, cuando quisieron darse cuenta, había ganado las elecciones primarias y era el flamante candidato a la presidencia de la República. Nicolas Sarkozy cometió el mismo error irreparable. No se puede subestimar a Hollande. Se paga caro.

“Contrariamente a la descripción que se hace de él a veces, tiene opiniones muy firmes. Pero a la vez se muestra muy pragmático”, comentaba semanas atrás en L’Express un empresario –anónimo– gratamente sorprendido por el entonces todavía candidato. Hollande no tiene muchas relaciones en el mundo empresarial, pero quienes le han tratado valoran su seriedad, su disposición a escuchar y a dialogar.

Detrás de su aspecto campechano, de su cultivada imagen de “hombre normal”, el nuevo inquilino del Elíseo es un hombre con una muy sólida preparación. Titulado en Derecho por la Universidad de París, por la Escuela internacional de negocios HEC, por el Instituto de Estudios Políticos (Sciences Po) y por la Escuela Nacional de Administración (ENA), Hollande inició su carrera profesional como miembro del Tribunal de Cuentas, antes de abandonarla para dedicarse a la política.

Pese a su formación y su larga experiencia política, Hollande es novel en las tareas de gobierno. Nunca, a diferencia de tantos de sus compañeros de filas, fue llamado a ejercer como ministro, un hándicap que la derecha francesa ha utilizado para descalificarle. Sin embargo, su falta de currículum no debe confundirse con ignorancia. Hollande se estrenó en los años 80 como consejero en el Elíseo junto a François Mitterrand y entre 1997 y 2002 trabajó mano a mano con el entonces primer ministro Lionel Jospin.

“François Hollande nunca ha sido ministro, pero desde hace treinta años ha estado asociado al ejercicio del poder en Francia. Yo le conozco mucho, desde hace mucho tiempo, para poder presentarme como garante de cu competencia, de su transparencia, de su cultura, de su seriedad y de su fuerza moral”, dejó escrito en vísperas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el economista y ensayista Jacques Attali, un antiguo hombre de Mitterrand que no duda en llamarse “amigo” de Sarkozy.

François Hollande no es una persona dada a la improvisación. Todos los pasos que da, los prepara minuciosamente. La canciller alemana, Angela Merkel –quien, aliada de Sarkozy, no quiso conocerle hasta su elección–, ha podido comprobar cómo se las gasta su nuevo interlocutor en París. El presidente francés llegó el martes por la noche a Berlín, apenas unas horas después de ser investido en el Elíseo, con una baza de peso bajo el brazo: una alianza cuidadosamente trabajada con los socialdemócratas alemanes para actuar como una pinza sobre Merkel y obligarla a aceptar la exigencia de complementar la política de austeridad y consolidación fiscal con medidas que estimulen el crecimiento económico. El SPD, que tiene en su mano la mayoría para bloquear la ratificación del tratado de disciplina presupuestaria por Alemania, se ha alineado aquí con Hollande...

El presidente francés, que ha amenazado a su vez con no ratificar el tratado si sus demandas no son atendidas, ha atraído a sus tesis a todos los socialistas europeos. Pero confía en obtener también la complicidad de la Comisión Europea y de los gobiernos conservadores de los países del sur de Europa –España, Italia– acogotados con la política de austeridad dictada con prusiana inflexibilidad por Berlín. Tampoco van a faltar presiones desde Washington sobre Angela Merkel para que se decida a soltar lastre.
En este sentido, el viento sopla a favor de François Hollande. Las dificultades de España, Italia e –incluso– Holanda para cumplir sus objetivos de déficit pese a –o precisamente a causa de– los recortes aprobados, y el ascenso electoral de los movimientos extremistas en toda Europa son, a su juicio, señales de alarma que Alemania no va a poder ignorar.

Firme, pero flexible al mismo tiempo, éste es el presidente francés con el que tendrá que lidiar en las próximas semanas y meses Angela Merkel. La entente franco-alemana no parece correr peligro, a poco que cada parte esté dispuesta a ceder un poco en aras de un acuerdo. Y que la canciller acepte que Merkozy pasó a la historia. La personalidad política del nuevo inquilino del Elíseo, su talante, hacen poco probable un choque frontal entre Francia y Alemania, pese a los temores expresados en este sentido por el ex primer ministro francés Michel Rocard. Por el contrario, abren la vía a un compromiso. El riesgo, sin embargo, como sucedía con las alambicadas síntesis del Partido Socialista, es que el pacto que pueda alumbrarse acabe siendo totalmente insípido.


La deuda francesa se coloca bien

El primer examen de Hollande en los mercados, tan sólo un día después de su toma de posesión como presidente de la República, fue positivo. El Tesoro francés consiguió colocar el miércoles varias emisiones de deuda pública por un valor de 9.178 millones de euros sin problemas especiales y a unos tipos de interés confortablemente bajos. La mayor parte de la emisión –cerca de 8.000 millones– fue en títulos a 3, 4 y 5 años, para los que París consiguió unos tipos de interés de entre el 0,74% y el 1,72%, por debajo de los aplicados hace un mes. Algo menos bien fue la deuda a largo plazo –1.182 millones de euros a 10, 11 y 15 años–, donde los tipos experimentaron un ligero repunte. De todos modos, se mantuvieron bajos, entre el 1,19% y el 1,45%. La elección del líder socialista como presidente de la República no ha tenido hasta ahora ningún efecto directo en los mercados financieros, a la expectativa de lo que el nuevo Gobierno pueda decidir en materia económica y fiscal en las próximas semanas. Dos agencias de notación, Fitch y Standard & Poor’s, ya avanzaron el lunes pasado que el resultado de las elecciones no tendría un impacto inmediato.


Crecimiento nulo para empezar

La toma de posesión de Hollande como presidente fue saludada por el Insee con la cifra de un crecimiento nulo –0%– en el primer trimestre del año. Mal inicio para el nuevo presidente, que confía en llegar al 1,7% en 2012.


10.200 empleos netos más

No todas las noticias dadas a conocer esta semana son malas. La economía francesa creó en el primer trimestre de este año 10.200 empleos netos, después de dos trimestres seguidos de pérdidas. El aumento es tanto más notable cuanto que el crecimiento registrado en el último trimestre de 2011 fue casi nulo: del 0,1% según la última cifra revisada. Esta mejoría se debe fundamentalmente a la recuperación del sector servicios (23.700 empleos netos más), mientras que la industria perdió 9.100.





Los recortes empiezan por uno mismo

La primera medida aprobada por el nuevo Gobierno de François Hollande, reunido ayer por primera vez en Consejo de Ministros, ha sido un recorte. Pero no en la sanidad, la educación o las prestaciones sociales –al menos, no por el momento–, sino en el sueldo del presidente de la República y de sus ministros. Hollande lo había anunciado durante la campaña electoral y, siguiendo sus instrucciones, ayer el Gabinete acordó rebajar un 30% los salarios del jefe del Estado, del primer ministro y de todos los demás miembros del Ejecutivo. La oposición se apresuró a relativizar la importancia de este gesto, que se pretende ejemplarizante, al subrayar que el nuevo Gobierno francés es mucho más numeroso que el que nombró Nicolas Sarkozy en 2007 y, por tanto, costará más caro a las arcas públicas.

Con la decisión tomada ayer, el sueldo del presidente francés y de su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, pasa de 21.300 a 14.910 euros brutos al mes, mientras que el de los ministros lo hace de 14.200 a 9.940 euros mensuales. En el caso de que en el futuro se nombraran secretarios de Estado, su salario bajaría asimismo de 13.490 a 9.443 euros. Esta rebaja será inmediatamente aplicable –por decreto– para los ministros, mientras que en el caso del jefe del Estado y del jefe del Gobierno deberá esperar a la aprobación, por parte del nuevo Parlamento que surja de las elecciones legislativas de junio, de la Ley Rectificativa de Finanzas Públicas. Pero será retroactiva.

Nicolas Sarkozy fue muy criticado hace cinco años, no del todo justamente, cuando decidió subirse el salario un 170%. Lo único que hizo el ex presidente francés en aquel momento fue igualar el sueldo del presidente de la República con el que disfrutaba ya el primer ministro. Su antecesor, Jacques Chirac, en realidad cobraba mucho más, puesto que a su salario podía añadir todas las pensiones que cobra por los numerosos cargos que tuvo en su larga trayectoria política: miembro del Tribunal de Cuentas, diputado, alcalde de París...

Los nuevos ministros, cuya primera reunión duró 50 minutos, tuvieron que firmar asimismo una Carta de Deontología con una serie de reglas que se comprometen a respetar: desde evitar todo conflicto de intereses hasta renunciar a la acumulación de cargos –como alcalde o presidente de región–, e incluso respetar el código de circulación cuando se desplacen en vehículo oficial (¡se acabó el exceso de velocidad y saltarse los semáforos en rojo!). “La eficacia y la ejemplaridad son las palabras maestras de este Gobierno”, subrayó a término del Consejo de Ministros la flamante y joven portavoz del Ejecutivo, Najat Vallaud-Belkacem, de 34 años, quien ya ejerciera esta función durante la campaña electoral de François Hollande y, hace cinco años, de Ségolène Royal.

Al secretario general de la UMP, Jean-François Copé, no le convencieron nada las promesas y los gestos del nuevo Ejecutivo, que calificó de “impostura”. “El nuevo Gobierno tiene 14 miembros más que el primer Gobierno de François Fillon en 2007: hemos pasado de 15 ministros, cuatro secretarios de Estado y un Alto Comisario, a 34 ministros y ministros delegados”, remarcó el líder de la derecha, qujen aseguró que “la rebaja de salarios del 30% no puede enmascarar esta realidad: el Gobierno de François Hollande va a cosar mucho más caro al contribuyente”. Lo que Copé no dijo es que, bajo Nicolas arkozy, el Ejecutivo ascendió pronto hasta los 31 miembros.

Entre las medidas ejemplarizantes que Hollande prometió durante la campaña está también la limitación de los salarios de los presidentes de las empresas públicas, que no podrá ser más de 20 veces superior al sueldo más bajo de su empresa. La medida, sin embargo, sólo podrá aplicarse en las sociedades en que el Estado es el accionista mayoritario y –detalle importante– únicamente cuando haya un nuevo nombramiento: la legislación laboral también protege a los patrones.


Rápido, rápido

François Hollande ha entrado en funciones a una velocidad de vértigo. El nuevo presidente francés no sólo acudió a visitar a la canciller alemana, Angela Merkel, el mismo día de su toma de posesión el pasado martes –algo que ya hizo Sarkozy en 2007–, sino que además nombró también a su primer ministro, Jean-Marc Ayrault poco antes de tomar el avión hacia Berlín. Sólo veinticuatro horas después, al atardecer del miércoles, ya tenía designado al nuevo Gobierno y ayer a primera hora de la tarde, después de una fulgurante cadena de relevos en los minsterios realizada durante la mañana, el Consejo de Ministros se reunió por primera vez en el Elíseo. Una actividad que contrastaba fuertemente con una Francia entregada al largo puente festivo de la Ascensión. Al término de la reunión, el presidente francés partió en avión hacia Washington...






Quien a buen árbol se arrima...

Cuentan las malas lenguas en el siempre agitado Partido Socialista francés que Manuel Valls, ex portavoz de campaña de François Hollande y hoy flamante ministro del Interior, ha conseguido hacerse imprescindible en el equipo del nuevo presidente de la República a base de seducir –políticamente– a su compañera, Valérie Trierweiler, una primera dama que ha empezado a demostrar ya una férrea influencia. Hábil y astuto, además de ambicioso, Valls ha logrado la hazaña de erigirse en uno de los principales lugartenientes del nuevo presidente francés pese a ser un convertido reciente al hollandismo.

Nacido hace 49 años en Barcelona, hijo del pintor catalán Xavier Valls y de la italosuiza Luisangela Galfetti, el nombre del nuevo ministro del Interior había sonado insistentemente en los últimos días como uno de los serios candidatos a primer ministro. Hubiera sido el primer francés de origen extranjero –adquirió la nacionalidad francesa por naturalización en 1982– en llegar a Matignon. Pero no tenía ninguna posibilidad, y no por su origen. Manuel Valls no deja de ser un implante extraño, sobrevenido, en la galaxia de Hollande. Y, sobre todo, representa al ala más a la derecha del PS. Tildado de “sarkozysta de izquierdas” por sus posturas de firmeza en materia de seguridad e inmigración, crítico con la semana laboral de 35 horas y otros mitos de la izquierda francesa, su perfil es absolutamente indigesto, intolerable, para los socialistas. ¡Por decir que hasta el ex presidente Nicolas Sarkozy quiso ficharle!

Diputado y alcalde de Evry –una ciudad de 49.000 habitantes de la banlieue sur de París–, Valls parece especialmente tallado para la cartera de Interior, donde sin embargo puede atraerse más fácilmente los aplausos de la derecha que de la izquierda.

Manuel Valls se sabe minoritario en su partido. Pero no por ello dejó de presentarse a las primarias organizadas en otoño pasado por el PS para designar a su candidato al Elíseo, en cuya primera vuelta obtuvo un modesto 6% de los votos. Un capital escaso pero extremadamente valioso que puso al servicio de Hollande en su duelo con la primera secretaria del partido, Martine Aubry.

El cálculo se demostró acertado. Apostó al caballo ganador. No era el caso hace poco más de un año. En vísperas del seísmo provocado por la electrocución política en Nueva York de Dominique Strauss-Kahn –el gran favorito en aquel momento para batir a Sarkozy–, Valls figuraba entre los más entusiastas seguidores del ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), sin ser tampoco de la familia. La caída de DSK le dejó huérfano. Pero, como se ha visto, no inerme.

Este súbito cambio de escudería no es nuevo en la carrera de Valls, quien desde que empezó a militar a principios de los años ochenta ha atravesado por casi todas las corrientes del PS –salvo la más izquierdista-, siempre a la búsqueda de una buena sombra en la que cobijar su ambición. Alineado inicialmente con Michel Rocard, el joven Valls acabó secundando a Lionel Jospin, quien al ser nombrado primer ministro se lo llevó en 1997 a Matignon como portavoz. En 2006, tras apoyar el frustrado retorno de Jospin, Valls se unió al equipo de Ségolène Royal, de quien se erigió en portavoz y uno de los principales lugartenientes, antes de abandonar el barco tras el fallido asalto a la dirección del PS en 2008.



Un Gobierno de equilibrios

François Hollande, quien a lo largo de los once años que dirigió el Partido Socialista practicó el difícil ejercicio del equilibrismo, demostró ayer una vez más por qué se ha ganado el sobrenombre de rey de la síntesis. El nuevo Gobierno nombrado ayer por el presidente francés y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, es un complejo puzzle en el que ha combinado la exigencia de paridad entre sexos que había prometido durante la campaña electoral –de los 34 ministros, hay 17 hombres y 17 mujeres– con la representación de la diversidad de edades, de orígenes, de territorios y –delicada tarea– de corrientes del Partido Socialista y sus aliados. Casi todos los barones, con la excepción destacada de la primera secretaria del PS, Martine Aubry, y el alcalde de París, Betrand Delanoë, están presentes.

De los 34 ministros hay 18 ministros principales y 16 ministros delegados –de segundo grado–, apelación que Hollande ha preferido rescatar en lugar de conservar la de secretarios de Estado utilizada por su antecesor, Nicolas Sarkozy. La diferencia es banal: en ambos casos, forman parte del Consejo de Ministros.

Uno de los nombramientos más destacados es el del ex primer ministro Laurent Fabius como ministro de Asuntos Exteriores –número dos del Gobierno tras Jean-Marc Ayrault, pero sin el rango de ministro de Estado–, un hombre que tiene a su favor la experiencia internacional, pero arrastra el lastre de haber encabezado la campaña del no contra el proyecto de la Constitución Europea. Barón del PS enfrentado antaño a Hollande, el presidente ha compensado su presencia al frente del Quai d’Orsay nombrando ministro delegado de Asuntos Europeos a una persona de su confianza, Bernard Cazeneuve.

Al margen de Exteriores, en las principales carteras del nuevo Ejecutivo, François Hollande ha designado a hombres y mujeres de su equipo, moderados de perfil socialdemócrata. Es el caso de Pierre Moscovici –su ex director de campaña– como ministro de Economía y Finanzas, y de Michel Sapin, en Trabajo; del catalán Manuel Valls –su ex portavoz– al frente de Interior; de Vincent Peillon, en Educación Nacional; de Marisol Touraine, en Asuntos Sociales; de Jean-Yves Le Drian, en Defensa; de Aurélie Filippetti, en Cultura; de Stéphane Le Foll, en Agricultura, y de Najat Vallaud-Belkacem, como ministra de los Derechos de la Mujer y portavoz del Gobierno.

Hollande ha incorporado también al Gobierno a la hasta ahora líder de Europa Ecología-Los Verdes, Cécile Duflot, pero para ocuparse de la cartera de Igualdad de los Territorios y Vivienda, prefiriendo confiar el Ministerio de Ecología y Energía a una socialista de su cuerda: Nicole Bricq.

Una de las mayores sorpresas del Gabinete es la designación en Justicia de Christiane Taubira, como si Hollande no quisiera hacer menos de lo que hizo Sarkozy al nombrar en 2007 a Rachida Dati. Diputada de la Guyana por el Partido Radical de Izquierda –asociado al PS–, Taubira se alineó en las primarias socialistas con Arnaud Montebourg. A su lado ha colocado como ministra delegada a una de sus fieles, Delphine Batho, antigua segolenista.

Montebourg, el tercer hombre de las primarias socialistas, el joven león de la antiglobalización ha sido asimismo incorporado al Gobierno, en tanto que ministro de la Recuperación Productiva. Lo mismo que el máximo exponente del ala izquierda del PS, Benoît Hamon, ministro delegado de Economía Social y Solidaria.

Hollande ha querido tener a todos los tenores que podrían plantearle problemas desde el exterios en el interior del Gobierno, aún a costa de asumir el riesgo de que la máquina acabe chirriando. Fabius, Taubira, Montebourg y Hamon no son caracteres fáciles.

El nuevo Ejecutivo parte en cierto estado de provisionalidad, a la espera de las elecciones legislativas del 10 y 17 de junio. Jean-Marc Ayrault anunció ayer que todos los ministros que se presenten a los comicios y salgan derrotados en sus circunscripciones deberán abandonar el Gabinete, siguiendo la misma práctica aplicada por Sarkozy hace cinco años. En 2007, esta norma no escrita costó el cargo a Alain Juppé, quien no regresó al Gobierno hasta tres años después. 



Martine Aubry se queda fuera

Para Martine Aubry, la primera secretaria del PS, era o Matignon o nada. Así que ha sido nada. La líder socialista, dura rival de François Hollande –a quien no dudó en denigrar– durante la campaña de las primarias socialistas del pasado otoño, no se hacía muchas ilusiones. Pensaba que el nuevo presidente francés nombraría primer ministro a alguien de su entera confianza, como así lo ha hecho al optar por Jean-Marc Ayrault. “En esta configuracón, hemos estado de acuerdo en que no tenía sentido que yo estuviera en el Gobierno”, explicó Aubry antes de que se hiciera pública la composición del nuevo Ejecutivo. No era ésta, sin embargo, la intención del presidente francés, quien hubiera preferido integrar a su incómoda camarada en el Gobierno –colocándola al frente de algún gran polo ministerial– antes que dejarla suelta al frente del partido. La derecha hablaba ya ayer de una “cohabitación” en el PS, con una doble cabeza. Martine Aubry, sin embargo, no pretende encastillarse en la jefatura del partido y ya ha anunciado su intención de no presentarse a la reelección. El PS podría elegir una nueva dirección en un congreso en otoño.



miércoles, 16 de mayo de 2012

Sarkozy, en busca de olvido

Hace cinco años, Nicolas Sarkozy sorprendió al mundo entero entrando en el palacio del Elíseo, al día siguiente de su toma de posesión como presidente de la República, en calzón corto después de una sesión de jogging. Era el síntoma de un cambio, el gesto de un nuevo estilo, el signo de un carácter afirmado que en lugar de seducir acabaría irritando a la ciudadanía. Ayer tarde, despojado ya de sus hábitos presidenciales, convertido –según sus palabras– en “un francés entre los franceses”, volvió a enfundarse la ropa de deporte para correr de nuevo por el Bois de Boulogne, cercano al domicilio que comparte con su esposa, Carla Bruni, en el distrito XVI de París. Y cerrar un círculo...

Sarkozy, el presidente que durante cinco años acostumbró a los franceses a su omnipresencia, se ha ido en silencio. Jacques Chirac se dirigió por televisión a los franceses la víspera de su partida en 2007. También lo hizo Valéry Giscard d’Estaing en 1981, expresando visualmente su decepción y su enojo por no haber sido reelegido para un segundo mandato dando ostensiblemente la espalda a los telespectadores. Sarkozy, igualmente desengañado, ha querido marcharse en cambio con la discreción y la sobriedad que no practicó en cinco años.

Elegante son su rival y sucesor, François Hollande –a quien asoció a los actos patrióticos del 8 de Mayo–, Sarkozy no recibió ayer en cambio el mismo trato del nuevo presidente francés. Si algo chirrió en la –impecable– ceremonia de traspaso de poderes en el Elíseo fue justamente la cicatera despedida que Hollande dispensó a su antecesor. Acompañado hasta la puerta por el nuevo presidente y su compañera, Valérie Trierweiler, Nicolas Sarkozy descendió la escalinata de la mano de su esposa Carla en dirección al coche oficial que le esperaba en el patio de armas. Pero Hollande no esperó. Antes de que el ya ex presidente diera el primer paso, ya había girado la espalda y entrado en el edificio. Una vez dentro, en su discurso, le escatimó hasta el más mínimo elogio, en contraste con lo que hizo con todos los demás presidentes que le precedieron, por encima de ideologías: De Gaulle, Pompidou, Giscard, Mitterrand y Chirac.

A su salida, Sarkozy fue vitoreado por la mayor parte del público apostado en la calle del Faubourg Saint-Honoré. La UMP ya se había ocupado de movilizar a su militancia para evitar sorpresas desagradables al líder caído.

Lo primero que hará ahora Nicolas Sarkozy será descansar. El ex presidente se tomará unos cuantos días de vacaciones, probablemente en la finca que la familia Bruni-Tedeschi tiene en Cap Nègre, en la Costa Azul.

A su regreso a París tomará posesión de su nuevo despacho de ex presidente, situado en la calle de Miromesnil, a unos pasos del Elíseo. En tanto que ex jefe del Estado, la República pone asimismo a su disposición un equipo de siete personas y un vehículo con dos chóferes, así como un salario de 5.000 euros mensuales. Una retribución que muy probablemente aumentará con los 12.000 euros al mes que le reportará su ingreso como miembro de pleno derecho del Consejo Constitucional. Un presunto retiro dorado del que, a sus 57 años, Nicolas Sarkozy no quiere saber nada.

Todo indica, en efecto, que el ex presidente reanudará también su actividad como abogado en el gabinete que fundó hace 25 años con su asociado Arnaud Claude.

Pocos son quienes creen en la retirada definitiva de Sarkozy de la política. “Ya veremos”, dijo ayer el aún ministro de Exteriores, Alain Juppé. Pero para regresar algún día, antes ha de poner distancia, volverse invisible. Por eso, el ex presidente habría hecho desistir a su hijo Jean –según informó ayer Le Parisien– de presentarse a las elecciones legislativas con estas palabras: “Los Sarkozy deben hacerse olvidar”.




Un reformista moderado en Matignon

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François Hollande no ha podido elegir a alguien más parecido a él mismo para poner al frente de Matignon. Tan sólo cinco horas y media después de haber asumido el cargo, el nuevo presidente francés nombró primer ministro a Jean-Marc Ayrault, alcalde de Nantes e incombustible presidente del grupo socialista en la Asamblea Nacional desde 1997. Reformista y moderado, discreto y prudente, gran trabajador, Ayrault es un hombre ampliamente respetado en el Partido Socialista francés, donde no pertenece a ninguna corriente ni capillita.

Al igual que el presidente, Ayrault carece de experiencia ministerial previa, aunque su conocimiento del Parlamento y su prestigio entre los diputados socialistas pueden facilitarle la tarea. Lo mismo que su dominio del alemán –lengua de la que era profesor– le ayudará en una etapa en la que las relaciones con Berlín serán cruciales.

En su contra, Ayrault tiene una condena judicial de 1997 –de seis meses de prisión con suspensión y 4.500 euros de multa al cambio actual– por un caso de favoritismo en la adjudicación de un boletín municipal que él atribuye a un “error adminsitrativo”. Pese a haber sido rehabilitado en 2007, algunas voces de la derecha criticaron a Hollande por su nombramiento, recordándole su compromiso público de no nombrar a nadie que hubiera sido juzgado y condenado por la justicia.

Nacido hace 62 años en Maulévrier (Maine-et-Loire), hijo de un obrero y nieto de agricultores, Jean-Marc Ayrault es un hombre leal y amante de la estabilidad. Padre y abuelo –tiene dos hijas y tre nietos–, está casado desde hace cuarenta años con la misma mujer, Brigitte.

El nuevo jefe del Gobierno francés no forma parte de los amigos íntimos de François Hollande, con quien sin embargo ha ido construyendo una sólida complicidad. Durante once años despacharon con una perioricidad semanal, en tanto que primer secretario del PS y jefe de filas parlamentario respectivamente. Ayrault fue ademas de los primeros en alinearse con la candidatura de Hollande en las primarias socialistas, cuando sólo eran un puñado.

Jean-Marc Ayrault tomará hoy el relevo a François Fillon y por la tarde, en principio, dará a conocer la composición de su Gobierno. El barcelonés Manuel Valls, de 49 años, uno de los nombres que habían circulado para Matignon, asumirá finalmente la cartera de ministro del Interior, según indicaron fuentes del Elíseo. Diputado y alcalde de Evry –una ciudad de la banlieue sur de París–, Valls esá situado en el ala más a la derecha del PS y defiende una línea de firmeza tanto en materia de seguridad como de inmigración. En su afán por hacer fichajes sonados de la órbita socialista, Nicolas Sarkozy llegó a tentarle con un ministerio. Hollande y Ayrault podrían confiar la cartera de Economía al ex ministro Michel Sapin –autor del programa económico– y adjudicar el Quai d’Orsay al ex primer ministro Laurent Fabius.


Hollande promete ambición y sobriedad

Erguido a bordo de su Citroën DS5 oficial –un coche moderno y ecológico, pero sin pretensiones–, desafiando la lluvia y el viento que barrían los Campos Elíseos en dirección al Arco de Triunfo, François Hollande dio ayer la medida del presidente que quiere ser: firme, determinado, sencillo y algo estoico. Todos los actos de la toma de posesión del nuevo jefe del Estado francés estuvieron caracterizados por la sobriedad y una estudiada altura institucional, con el fin de romper con el estilo de su antecesor, Nicolas Sarkozy, y ofrecer una imagen a la altura de la crisis.

“Yo asumiré plenamente las responsabilidades \[del cargo\], fijaré las prioridades, pero no decidiré sobre todo, por todos y en todas partes”, subrayó Hollande en su discurso de investidura como contraste a la hiperpresidencia de Sarkozy. Del mismo modo, prometió ejercer el poder “con dignidad pero con simplicidad. Con una gran ambición por el país. Y una escrupulosa sobriedad en los comportamientos”. Justamente lo que su antecesor no hizo. Todo lo que le acabó perdiendo.

La llegada de François Hollande al palacio del Elíseo, a las 10 en punto de la mañana, quiso ya marcar las diferencias. El presidente electo entró solo. Su compañera, Valérie Trierweiler –que sin embargo iba a acompañarle durante toda la jornada–, no estuvo ahí a su lado. Elegante, su vestido de gasa negro –escogido pretendidamente de su guardarropa– estaba acorde con el espíritu austero de la ceremonia. Tampoco acudieron al Elíseo sus cuatro hijos, a diferencia de lo que hizo Sarkozy en 2007. que entró en palacio poco menos que en familia.

Entre los 380 invitados, la mayoría de carácter institucional, sólo una treintena habían recibido una invitación personal de Hollande. Entre ellos estaban varios ex primeros ministros socialistas, como Pierre Mauroy, Laurent Fabius, Edith Cresson o Lionel Jospin, pero no Michel Rocard –a quien, a causa de un inoportuno viaje a Irán, se le aconsejó no llegar antes de la hora del café–, y también varios premios Nobel franceses, como Jean-Marie Le Clezio o Luc Montagnier.

Quien no fue invitada, pese a haber expresado su interés, fue Ségolène Royal. La ex compañera de Hollande y madre de sus cuatro vástagos tuvo que esperar –como sus hijos en común, y varios centenares más de personas– a la recepción, más festiva, en el Ayuntamiento de París.

Recibido al pie de las escalinatas por Nicolas Sarkozy, Hollande se reunió durante algo más de media hora con su antecesor para formalizar el relevo, recibir los códigos de los misiles nucleares y conocer el estado de algunos dossiers reservados. Al mismo tiempo, Carla Bruni enseñó a Valérie Trierweiler las principales estancias del palacio, donde ni la antigua pareja presidencial residía ni tiene intención de hacerlo la nueva. Las dos mujeres dieron un mínimo de calidez a una despedida que fue fría y distante. Hollande entró de nuevo en el edificio sin esperar a que Sarkozy y Bruni abandonaran el Elíseo.

Tras ser oficialmente investido presidente de la República por el presidente del Consejo Constitucional, Jean-Louis Debré, François Hollande pronunció un discurso de sólo diez minutos pero de marcado acento político. El nuevo presidente pintó un panorama sombrío –“Una deuda masiva, un crecimiento débil, un paro elevado, una competitividad degradada, una Europa que tiene dificultades para salir de la crisis”–, pero aseguró que “no hay fatalidad” y llamó a los franceses a recobrar la “confianza”.

Hollande remarcó su determinación de plantear a sus socios europeos “un nuevo pacto que una la necesidad de reducción de las deudas públicas y el indispensable estímulo de la economía”. Anoche mismo tuvo la oportunidad de planteárselo cara a cara a la canciller de Alemania, Angela Merkel, a quien visitó en Berlín.

Tras el acto del Elíseo y en medio de un tiempo inclemente, Hollande acudió a realizar la tradicional ofrenda a la tumba del soldado desconocido. Saludando al público desde su coche descubierto, cuando el presidente llegó al arco de Triunfo estaba totalmente empapado, chorreando agua por todos los costados. Por la tarde, después de un expeditivo almuerzo privado en el Elíseo, rindió sendos homenajes a Jules Ferry, el padre de la escuela republicana laica –aunque también un defensor de la supremacía racial blanca, lo que Hollande condenó–, y la doble premio Nobel de física y química Marie Curie.

En el Instituto Curie, la lluvia volvió a calar el traje del nuevo presidente. Definitivamente perseguido por la tormenta, un rayó cayó sobre su avión cuando acababa de despegar en dirección a Berlín, ¿Un mal presagio?




martes, 15 de mayo de 2012

Duelo en la cuenca minera

Hénin-Beaumont, en el umbrío norte de Francia, es una ciudad obrera de 25.000 habitantes de la cuenca minera de Pas de Calais, de larga tradición izquierdista. Tierra castigada por la desindustrialización y el paro –del 19,4%, el doble de la media francesa–, donde hace años que cerraron las minas de carbón, este rincón de la Francia encolerizada será el escenario, en las próximas elecciones legislativas de los días 10 y 17 de junio, de un intenso e inédito duelo político y personal entre la extrema derecha y la izquierda radical. La presidenta del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, y el líder de la coalición Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, batallarán por el mismo escaño.

Desde el 2007, Hénin-Beaumont es el feudo político personal de la líder del Frente Nacional, que en las elecciones legislativas de hace cinco años, mientras el partido se hundía en casi todas partes, fue la única candidata del FN en pasar a la segunda vuelta, con cerca de una cuarta parte de los votos. Su trayectoria ascendente culminó el pasado 22 de abril: en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Marine Le Pen quedó aquí primera con el 35,5% de los sufragios –frente al 17,9% en el conjunto de Francia–, muy por delante del presidente electo, François Hollande (26,8%), y del presidente saliente, Nicolas Sarkozy (15,7%)

Protagonistas de una encarnizada lucha por el tercer puesto, que ganó ampliamente la presidenta del FN, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon volverán a verse las caras. Pero esta vez, el candidato izquierdista partirá en desventaja: en Hénin-Beaumont, el candidato al Elíseo por el Frente de Izquierda, con cerca del 12% de los votos, quedó casi 24 puntos por detrás de su rival...

La decisión de Mélenchon de presentarse a diputado por Hénin-Beaumont, circunscripción con la que no tiene ningún vínculo –como no lo tenía Marine Le Pen antes de 2007, por otra parte–, busca indisimuladamente un golpe de efecto mediático. El líder de la izquierda radical, cuyo resultado en las presidenciales fue vivido como un relativo fracaso –quedó bastante por detrás de lo esperado–, quiere intentar tomarse la revancha. Y aprovechar la atención que ese pulso va a despertar en toda Francia y más allá.

En una entrevista publicada ayer por el diario Libération, Mélenchon justifica su decisión en la necesidad de reforzar la dinámica del Frente de Izquierda –“Mientras no alcancemos nuestra velocidad de crucero, mi deber es ir a la barricada”, explica– y subraya que frente a Le Pen, la batalla contra la ultraderecha llegará a “su paroxismo”. Se trata de un duelo a la altura de su desmesura, cuyo principal riesgo es alimentar indirectamente el protagonismo de Marine Le Pen y de perjudicar a los socialistas, que son de lejos la principal fuerza de la izquierda. “En Hénin-Beaumont no necesitamos un match mediático, sino un diputado de terreno, que viva allí, conozca los problemas y defienda a sus habitantes”, subrayó quejosa la primera secretaria del Partido Socialista (PS), Martine Aubry.

Marine Le Pen, que inicialmente acogió con ironía la candidatura de Mélenchon –“No puede vivir sin mí”, dijo– ha adoptado en las últimas horas una calculada distancia. En la presentación ayer de su propia candidatura, la líder del FN acusó implícitamente a Mélenchon de querer “hacerse el interesante”, remarcó que su rival es el candidato socialista y rechazó convertir la campaña en “un circo mediático”.


Sobriedad en el Elíseo

François Hollande ha dado instrucciones precisas para que la ceremonia de traspaso de poderes que se celebra esta mañana en el Elíseo sea sobria y estrictamente institucional. A la lista de invitados oficiales, el nuevo presidente sólo ha añadido una treintena de invitados personales, entre ellos los ex primeros ministros socialistas –Pierre Mauroy, Laurent Fabius, Michel Rocard, Edith Cresson y Lionel Jospin–, así como la primera secretaria del PS, Martine Aubry. Junto a Hollande estará su compañera, Valérie Trierweiler, pero no sus hijos –a diferencia de lo que hizo Nicolas Sarkozy en 2007–. Así lo confirmó la madre de sus cuatro vástagos, su ex compañera Ségolène Royal, que –ella sí– expresó su deseo de ser invitada... Al acabar el acto, Sarkozy partirá en coche: nada de repetir la amarga experiencia de Valéry Giscard d’Estaing en 1981, que salió a pie y fue abucheado. Tras la comida, el nuevo presidente acudirá a rendir el tradicional homenaje al soldado desconocido. Hollande recorrerá los Campos Elíseos en un nuevo Citroën DS5 híbrido, un guiño ecológico.


Un laboratorio farmacéutico en el banquillo

Jacques Servier, de 90 años, fundador y presidente de Laboratorios Servier, se sentó ayer en el banquillo de los acusados en el Tribunal de Nanterre (periferia de París), en el primer proceso que se sigue contra él y contra su farmacéutica por el caso Mediator. El Mediator, fármaco que en España se comercializó bajo el nombre de Modulator, fue vendido abundantemente en Francia entre 1976 y 2009 –año en que fue retirado– como un medicamento contra la diabetes, cuando en realidad era recetado en regímenes de adelgazamiento como inhibidor del apetito.

La Agencia francesa de seguridad sanitaria y productos de salud calculó en 2010 que los efectos secundarios de este fármaco –causante de graves lesiones en las válvulas cardíacas– pueden haber causado en esos treinta años entre 500 y 1.500 muertes. Unos 600 perjudicados se han constituido en parte civil en la causa, limitada en este caso a un presunto delito de fraude agravado. Sevier es acusado de haber ocultado “deliberadamente” la composición exacta del Mediator, particularmente la naturaleza “anorexígena” de su principio activo, el Benfluorex.

Servier está procesado en otro sumario, instruido en este caso por un juez de París, que incluye además los cargos de homicidio y que alcanza también a la responsabilidad de las autoridades sanitarias de control. Pero ante el temor de que la instrucción se prolongue durante años, los abogados de los perjudicados decidieron iniciar otro procedimiento paralelo –más concreto y limitado– en Nanterre para poder conseguir indemnizaciones más rápidamente. Los defensores de Servier han presentado una impugnación alegando que no puede haber dos causas judiciales por los mismos hechos.

domingo, 13 de mayo de 2012

En lo alto del tobogán

El ascenso ha sido arduo, largo, costoso. Pero es justo ahora, coronada ya la cima, cuando François Hollande va a tener que enfrentarse a los verdaderos problemas. No porque el nuevo presidente francés fuera consciente de ello cuando empezó su ascensión, hace más de un año, el panorama que tiene ante sus ojos es menos vertiginoso. Mañana, Hollande recibirá en el Elíseo los poderes de presidente de la República y se lanzará inmediatamente pendiente abajo. De cómo aborde el descenso va a depender todo el viaje.

“Un quinquenato se juega en su inicio”, constató lúcidamente el histórico dirigente socialista hace escasas semanas. No hace falta ir muy lejos para encontrar un ejemplo sangrante de cómo una presidencia puede arruinarse en un abrir y cerrar de ojos. Nicolas Sarkozy, que pasa sus últimas horas en el Elíseo, empezó a perderla nada más ser elegido, hace cinco años, cuando decidió festejar su triunfo en Fouquet's con sus amigos ricos y pasar unos días de descanso en el yate del multimillonario Vincent Bolloré. Esa primera impresión, ratificada después por sus primeras decisiones en materia de política fiscal, beneficiosas para las clases más pudientes, arrasó su buena imagen, que nunca más se recuperó durante todo el mandato.

Hollande, revestido de su trabajada aura de “hombre normal”, ha dado sus primeros pasos en lo alto del tobogán prestando gran atención a los detalles personales. Pero cuidar el estilo no va a ser suficiente. En las próximas semanas el nuevo presidente va a tener que medir meticulosamente todos sus movimientos, observados con lupa por los franceses, sus socios de la Unión Europea y los mercados financieros.

Lo primero que Hollande va a tener que afrontar –ha empezado a hacerlo ya, aún antes de entrar en funciones– es el agravamiento de la crisis de la zona euro derivado de la inestabilidad política en Grecia, una situación que se superpone –y que complica– su intención de renegociar el tratado europeo de disciplina presupuestaria y añadirle un pacto por el crecimiento económico.

Mañana mismo por la tarde volará hacia Berlín para encontrarse con la canciller alemana, Angela Merkel, más que refractaria a sus planteamientos, y el 23 de mayo, tan sólo ocho días después de haber tomado posesión, le llegará la hora de la verdad en Bruselas, en la cumbre informal convocada por el presidente de la UE, Herman van Rompuy, para abordar la cuestión. Hollande, que ha amenazado con no ratificar el tratado si no se atienden sus demandas, no puede permitirse un fracaso en el que es uno de sus principales compromisos electorales.

Absorbido por la política internacional, el nuevo presidente francés apenas tendrá tiempo de regresar a París que deberá ya partir en dirección a Estados Unidos, donde mantendrá un primer encuentro con el presidente Barack Obama –el día 17 en Washington– y participará en las cumbres del G-8 –el 18 y 19 en Camp David– y de la OTAN –el 20 y 21 en Chicago–. Lejos de ser un trámite, Hollande se propone plantear aquí el adelantamiento a finales de este año de la repatriación de las tropas francesas en Afganistán. Otra promesa electoral que tendrá que conseguir llevar a cabo sin importunarse demasiado con Washington.

En medio de estas idas y venidas, el nuevo presidente francés tendrá que acabar de configurar su Gobierno, al frente del cual podría colocar como primer ministro al jefe de filas del grupo socialista en la Asamblea Nacional, Jean-Marc Ayrault, y marcar el rumbo con un primer paquete de medidas. En la hoja de ruta que él mismo hizo pública el pasado mes de abril, estaban entre otras la reducción de un 30% de los salarios del presidente de la Republica y los miembros del Gobierno; la fijación de un abanico de 1 a 20 entre la remuneración más baja y la más alta en las empresas públicas; el retorno parcial de la edad de jubilación a 60 años, para quienes hayan empezado a trabajar a los 18 años y hayan cotizado 41 anualidades, el aumento de la ayuda escolar de inicio de curso, y el bloqueo, en caso necesario, del precio de los carburantes.

Los primeros gestos políticos del presidente francés estarán forzosamente marcados por la necesidad de amarrar una victoria en las elecciones legislativas del 10 y el 17 de junio, que –a la vista del equilibrio de fuerzas entre el PS y la UMP– no está hoy por hoy asegurada. Y menos aún la mayoría absoluta que precisa para poder gobernar libremente.

Las decisiones más delicadas las ha dejado para después. Se trata de la Ley de programación plurianual de las finanzas públicas, donde tendrá que precisar sus objetivos de reducción del déficit y la forma de alcanzarlos, y la reforma fiscal, que comportará un aumento de los impuestos. Con un déficit del 5,2% y una deuda pública de 1,7 billones de euros (el 85,8% del PIB), Francia camina sobre el filo de la navaja y un mal paso podría arrastrarla a la situación de Italia o España.

El margen de maniobra del nuevo presidente francés es estrecho. Los objetivos económico-financieros de su programa se basan en una previsión de crecimiento económico en 2012 del 1,7%, pero la Comisión Europea la redujo el viernes al 1,3%. También vaticinó que el déficit alcanzará en 2013 el 4,2%, en lugar del 3% comprometido. Hollande, que ha pedido una auditoría sobre el estado de las finanzas públicas al Tribunal de Cuentas, no se hace demasiadas ilusiones.

A falta de saber cuánto, Hollande sabe que no tendrá más remedio que sacar las tijeras y reducir el gasto público, algo sobre lo que apenas ha dicho ni avanzado nada durante la campaña electoral. Hasta ahora, los mercados financieros se han mostrado benevolentes con Francia y los tipos de interés de su deuda –una media del 2,3%– son razonablemente bajos, pero podrían dispararse si cunde la desconfianza. Con más de 90.000 millones de euros pendientes de refinanciar este año –sobre un total de 180.000 previstos–, Hollande no se puede permitir ningún paso en falso.


Una presidencia cercana

Nicolas Sarkozy quiso “desacralizar” el cargo de presidente de la República y se le fue la mano. Los franceses no apreciaron demasiado su forma desenvuelta –rayana a veces en la vulgaridad– de comportarse, tan alejada de la majestuosidad y la distancia casi monárquica de sus predecesores. François Hollande, fiel a su promesa de ejercer el papel de un “presidente normal”, se dispone también a dejar la huella de su propio estilo. Un estilo diferente del de Sarkozy, pero que se pretende también alejado de la grandilocuencia de antaño. Hollande pretende, inspirándose en el modelo escandinavo, ejercer una presidencia cercana a los ciudadanos. Una presidencia más simple, con menos protocolo y menos parafernalia. También con menos agentes de policía alrededor del presidente, quien –como ha podido verse ya esta primera semana– parece decidido a seguir parándose por la calle a hablar con la gente. Esta voluntad, así como la de seguir residiendo en su apartamento del distrito XV de París, en lugar de en el Elíseo, trae de cabeza a los responsables de seguridad. Hollande debería dar una primera muestra de su nuevo estilo en la ceremonia de toma de posesión de mañana, a la que no acudirán ni sus hijos, ni los de su compañera.