lunes, 30 de abril de 2012

El nacimiento del 'marinismo'

El viejo diablo está todavía ahí, en un rincón, observando, vigilando, aconsejando... Pero cada día que pasa está un poco más apartado, un poco más disminuido. A sus 83 años, el fundador del Frente Nacional (FN), Jean-Marie Le Pen, asiste en segunda fila a la transfiguración de su partido a manos de su hija y heredera, Marine. Moderna, joven –43 años–, dinámica y combativa, la nueva presidenta del FN, reforzada por su histórico éxito en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas –6,4 millones de votos, el 17,9%–, se dispone a fundar una “nueva derecha” sobre los cimientos del viejo Frente. Pero el edificio lo quiere totalmente nuevo. Por lo menos, la fachada.

Para ello, Marine Le Pen ha roto en parte con el pasado ostensiblemente cavernícola del FN, moderado algunas de sus aristas, ocultado los viejos tics de la extrema derecha. El giro empezó hace ya un año, cuando tomó las riendas del partido, e introdujo un mayor acento social en un discurso hasta entonces monopolizado por la inmigración y la seguridad.

La estrategia de Marine Le Pen, reforzada por la legitimación indirecta que le ha dado Nicolas Sarkozy al aproximarse a su terreno y retomar algunas de sus ideas, fue avalada por el voto del 22 de abril. Su voz ha sido escuchada en las clases populares, en las zonas obreras y rurales.

El próximo paso, ineludible, es matar simbólicamente al padre. Y Marine Le Pen, que cuando habla de su progenitor le designa por el apellid, ha empezado a romper ya el cordón umbilical. Sin anuncios ni grandes alharacas, destilando la idea como en una lluvia fina pero persistente, Marine Le Pen ha empezado a transformar a los históricos “lepenistas” en “marinistas”. ¡El rey Le Pen ha muerto! Viva el rey! El nuevo lenguaje de la líder del FN no debe ser muy del gusto del fundador, ni desde el punto de vista personal ni desde el punto de vista político. Porque de la misma forma que el “marinismo” está enterrando hoy el “lepenismo”, también el Frente Nacional podría cambiar de nombre a medio plazo. “Se funda un nuevo partido cuando uno ha quebrado, no cuando uno tiene éxito”, advirtió Jean-Marie Le Pen el día 23.

La idea de un cambio de nombre no se concretará a corto plazo, pero avanza soterradamente. Louis Aliot, vicepresidente del FN y compañero sentimental de Marine Le Pen, registró el pasado mes de enero el nombre de Alliance pour un rassemblement national (Alianza para un reagrupamiento nacional). De momento, y para hacer boca, las nuevas huestes “marinistas” podrían acudir a las elecciones legislativas de junio bajo el título de Rassemblement bleu Marine (Regrupamiento azul Marine), un juego de palabras que evoca el eslogan utilizado en las presidenciales: Vague bleue Marine (Ola azul Marine)

Las elecciones a la Asamblea Nacional, el 10 y 17 de junio próximos, serán la verdadera prueba de fuego de Marine Le Pen. El sistema mayoritario, que penaliza a los pequeños partidos, podría arruinar su impulso, como le sucedió en 2007 al centrista François Bayrou. A no ser que la penetración “marinista” logre hacer pasar a la segunda vuelta a buena parte de sus candidatos –lo que sería posible en 353 de las 577 circunscricpiones si se repitieran los resultados del 22 de abril–. En tal caso, la elección sería enormemente difícil, pero no lo sería hacer caer a un centenar de diputados de la derecha. Un tal seísmo sometería a la UMP a una grave crisis y abriría un nuevo periodo de luchas intestinas. Esa es la apuesta de Marine Le Pen


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