Con Nicolas Sarkozy no habrá ministros del Frente Nacional, ni pacto alguno en las elecciones legislativas de junio. Embarcado en una intensa campaña de seducción de los votantes de extrema derecha, que le son capitales para aspirar a vencer al socialista François Hollande en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 6 de mayo, el presidente francés marcó ayer distancias con el FN y excluyó toda alianza política o electoral con el partido dirigido por Marine Le Pen. “No habrá acuerdo con el Frente Nacional, no habrá ministros del Frente Nacional”, dijo –subrayando sus palabras– durante una entrevista en radio France Info.
En los últimos días, Sarkozy ha ido tan allá en su cortejo al voto ultra que ha diluido peligrosamente las fronteras ideológicas entre su partido –la Unión por un Movimiento popular (UMP)– y el hasta hace poco tiempo unánimemente denostado Frente Nacional. Una apuesta que busca recuperar a toda costa el máximo posible de los cerca de 6,5 millones de votos –el 17,9%– recibidos por Marine Le Pen en la primera vuelta, y que no parece chocar demasiado al grueso de su propio electorado. Un sondeo del instituto Opinion Way publicado ayer por el diario económico Les Échos muestra que el 64% de los votantes de Sarkozy apoyaría un acuerdo electoral con el FN cara a las elecciones legislativas.
La salida de ayer de Nicolas Sarkozy marcando distancias con el Frente Nacional –no con sus electores, pero sí con su partido– buscaba fundamentalmente poner fin al debate que se ha ido abriendo a trompicones en la UMP sobre las elecciones legislativas y que transmite la nociva idea de que ya está todo perdido y que cada cual empieza a buscar la manera de salvarse individualmente. El posible pase de los candidatos del FN a la segunda vuelta de las legislativas en 353 circunscripciones –factible si se repitieran los resultados del pasado domingo– ha helado el espinazo de un buen número de diputados de la derecha, que temen que la competencia de la extrema derecha provoque una confrontación a tres bandas con la izquierda que acabe costándoles sus escaños. Algunos cargos de la UMP han empezado ya a explorar la posibilidad de pactos de mutuo desestimiento, lo que irrita a los sectores más moderados.
La ex ministra y senadora de la UMP Chantal Jouano ya ha advertido que entre votar por el FN y los socialistas, se decantaría por estos últimos... lo que le valió un durísimo correctivo del primer ministro, François Fillon, que calificó sus afirmaciones de “estúpidas y contraproductivas”. “Hay que rechazar situarse en una hipótesis de derrota”, dijo.
Todo este ambiente, unido a la deriva derechista de la campaña de Sarkozy, puede ser absolutamente suicida para el presidente francés. A medio y largo plazo, porque el objetivo de Marine Le Pen no es otro que construir alrededor del FN una “nueva derecha” sobre las cenizas de la UMP. Y a corto plazo porque una excesiva proximidad puede resultarle letal cara a la segunda vuelta. De ahí también que Sarkozy saliera a marcar las fronteras.
Una perspectiva de alianza con el Frente Nacional podría ser muy difícil de digerir para la parte más moderada de las bases de la UMP –un 35% está en contra– y ahuyentaría a los votantes centristas del candidato del Movimiento Demócrata (MoDem), cuyos 3,2 millones de sufragios le son tan necesarios como los del FN. El líder del MoDem, François Bayrou, que ha enviado sendas cartas a Sarkozy y Hollande con varias preguntas y en función de las respuestas decidirá si pide el voto para alguno de ellos, fue ayer muy crítico con el presidente francés, a quien acusó de “validar” las ideas del FN. “Abordar la cuestión de la inmigración validando la tesis del Frente Nacional y pretendiendo que los desequilibrios de las cuentas sociales son debidas a los inmigrantes supone renegar de medio siglo de política social en Francia. Es renegar del gaullismo, así como de los demócrata-cristianos y de los humanistas”, dijo Bayrou, que consideró “absurdo y ofensivo” comparar a los votantes del Frente Nacional y el MoDem.
El candidato socialista, François Hollande, no ahorró tampoco reproches a Sarkozy, a quien afeó su actuación en la campaña de la segunda vuelta. “El candidato saliente ha empezado una carrera –dice él– detrás de los electores del Frente Nacional, pero también de sus tesis, sus palabras, sus frases”, afirmó Hollande, quien dijo “lamentar” tal actitud y vaticinó que si tiene éxito “se pagará caro”. “Sobre estas bases, ¿qué presidencia habría en los próximos cinco años? Una presidencia de brutalidad, de división, de extremos”, añadió.
Hollande también necesita el apoyo de una parte de los votantes de Marine Le Pen para poder vencer en la segunda vuelta y, por ello, también lleva a cabo su propio cortejo. El candidato socialista visitó el martes uno de los departamentos donde la candidata del FN obtuvo uno de sus mejores resultados, el Aisne, donde hizo un mitin en una fábrica. Frente a los obreros, aseguró haber “escuchado” el mensaje de los votantes de Le Pen, cuyo sufragio calificó de “voto de cólera y voto de cambio”. Pero en su afán de atraerlos hacia sí, Hollande –a diferencia de su rival– no cede ni un ápice en su ideario. Ayer mismo, en una multitudinaria conferencia de prensa en París, el candidato socialista se reafirmó en su proyecto de conceder a los etxranjeros el derecho de voto en las elecciones locales. “No voy a cambiar mis propuestas por el resultado de la primera vuelta –dijo–. Vale más la constancia que la contradicción”.
En un mitin en el Alto Rhin, Nicolas Sarkozy –que ha convertido la inmigración y los extranjeros en su tema casi exclusivo de campaña– atacó duramente a Hollande por este flanco. Dirigiéndose a los electores del Frente Nacional advirtió de una supuesta regularización masiva de simpapeles. Y añadió: “Si no os unís a nosotros, tendréis el derecho de voto para los extranjeros, ¿es eso lo que queréis?”.
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