viernes, 29 de abril de 2011

En Marrakech, como en Francia

El atentado contra el café Argana de la plaza Yemaa el Fna es casi como si se hubiera cometido en un café de cualquier población de Francia, hasta este punto Marrakech es una ciudad frecuentada por los franceses. Notables personalidades del mundo de la política, los negocios y el espectáculo tienen allí segundas residencias, y entre los menos pudientes es un habitual destino de fin de semana. La posibilidad de que gran parte de las víctimas mortales del atentado fueran de nacionalidad francesa -al cierre de esta edición se había confirmado la muerte de seis franceses, según la televisión pública marroquí-, empujó a la Fiscalía de París a abrir una investigación oficial. El presidente de la República, Nicolas Sarkozy, se apresuró a condenar el atentado terrorista, que calificó de "odioso, cruel y cobarde" y habló posteriormente por teléfono con el rey de Marruecos, Mohamed VI, a quien transmitió sus condolencias y ofreció la colaboración francesa. La Fiscalía, como en todos los casos en que hay víctimas francesas, ha abierto una información judicial preliminar, y ha encargado la investigación a la Dirección Central de Información Interior (DCRI, en sus siglas francesas) -servicios secretos- y a la Subdirección Antiterrorista (SDAT) Es pronto todavía para saber si el objetivo del atentado eran justamente los turistas extranjeros que frecuentan este café -situado en el centro de la ciudad imperial marroquí- y, entre ellos, particularmente los franceses. Pero en todo caso parece haber cogido desprevenido al Gobierno francés. Francia no tenía en este momento "ningún temor particular respecto a Marruecos", según admitió un consejero del presidente de la República en radio RTL. Si Marruecos no era causa de preocupación, lo cierto es que el Magreb, en general, y la zona desértica del Sahel se han convertido para los franceses en zonas extremadamente peligrosas, después de que hayan sido designados como objetivo por la organización terrorista Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI). Precisamente el miércoles, Al Qaeda difundió un vídeo en que aparecen cuatro de los franceses de la empresa Areva secuestrados el pasado mes de septiembre en una mina de uranio del norte de Níger. Los secuestradores reclaman que Francia retire sus tropas de Afganistán, además de un rescate de 90 millones de euros. Las víctimas francesas de la plaza Yemaa el Fna, a falta de conocer su identidad -sólo parece confirmada la de un matrimonio originario de Marsella-, eran probablemente turistas en vacaciones. En estos momentos, dos de las tres zonas en que -a estos efectos- está dividida Francia se encuentran en plenas vacaciones escolares de primavera. Y Marruecos es un destino turístico típicamente familiar. Un periodista del semanario L'Express que se encontraba casualmente en la plaza, recogió el testimonio de una turista francesa que había viajado a la ciudad con su familia: "Yo estaba con mis hijos cuando he sentido la onda de la explosión", contaba aún bajo el shock . Marrakech es más que un destino de moda en Francia. Insignes personalidades poseen propiedades en la ciudad, como el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn; el filósofo Bernard-Henri Lévy; la propietaria de L'Oréal, Liliane Bettencourt, o -hasta su muerte- Yves Saint-Laurent. Las pasadas Navidades fueron un auténtico pasacalles de políticos de todos los colores: Brice Hortefeux, Hervé Morin, Jean-Christophe Cambadélis, Olivier Dassault... y Nicolas Sarkozy, que pasó unos días junto a su esposa, Carla Bruni, en la residencia real de Jnane Lekbir.

jueves, 28 de abril de 2011

Mitterrand, en el burladero

"Ordenar las estanterías no es fundar una biblioteca”. De esta alambicada manera justificó ayer el ministro francés de Cultura, Frédéric Mitterrand, la inclusión de la tauromaquia en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia como un gesto estrictamente neutro, sin ningún significado en sí mismo. Dicho de otro modo: “La inscripción de la tauromaquia en un simple inventario patrimonial no tiene otro valor que pertenecer a un inventario”. Existe, ergo se constata su existencia. Introducidos por la emperatriz Eugenia de Montijo –esposa de Napoleón III– en 1853, los toros representan hoy una pujante tradición en el sur de Francia y la feria de Nîmes atrae cada año a numerosos e insignes parisinos.
Mitterrand, parapetado en el burladero de la semántica, parece ser, sin embargo, el único en creer en la imparcialidad de tal incorporación a la lista del patrimonio cultural galo. Los colectivos protaurinos y antitaurinos, por razones evidentemente opuestas, consideran por el contrario que la decisión del Ministerio de Cultura –adoptada el pasado día 22 de abril, Viernes Santo– tiene un enorme significado.
A diferencia de lo que podría suceder en España –donde el debate está contaminado por las pasiones y cálculos nacionalistas–, el reconocimiento de la tauromaquia como una tradición cultural no ha desatado en Francia ninguna polémica política. Pro y anti taurinos están representados en todos los partidos y la discusión se centra únicamente en la cuestión de los derechos de los animales. Sólo los colectivos antitaurinos y de defensa de los animales han elevado su voz contra la decisión del Ministerio de Cultura.
Si Frédéric Mitterrand ha salido a defenderse y a justificarse públicamente –“No tengo una simpatía particular por la tauromaquia”, ha dicho– es porque uno de los ataques más virulentos que ha recibido ha venido de uno de sus ídolos cinematográficos: Brigitte Bardot. La ex actriz francesa, presidenta de una fundación en defensa de los animales, le ha tildado de “ministro de la Incultura” y le ha acusado de haber cometido “la mayor gilipollez de su vida”. Acendrado cinéfilo, Mitterrand no se lo ha tomado en cuenta y le reiteró ayer su “simpatía y amistad”, considerando que “sus afirmaciones han excedido su pensamiento".

Vacío al salir de clase

España ha avanzado mucho en los últimos años –había avanzado mucho, antes de los recortes– en la articulación de un sistema de ayudas sociales a la familia, pese a lo cual sigue –seguía– estando en los puestos de cola de los países desarrollados. Así lo pone de manifiesto un informe sobre las políticas de familia elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). España gasta por debajo de la media en este capítulo –el 1,6% del PIB en el 2007, frente al 2,2% de promedio de los 30 países más desarrollados del mundo– y muy por detrás de los Estados más avanzados, como Dinamarca y Francia (3,7%), Reino Unido (3,6%) e Islandia (3,5%)
El enorme esfuerzo realizado en este terreno ha permitido a España, por ejemplo, colocarse por delante entre los países que mayor oferta tienen para el cuidado “formal” de los niños menores de 6 años, que cubre al 66,9% de la población de esa edad –frente a una media del 58,2% en la OCDE–, fruto básicamente de la escolarización a partir de 3 años. El informe advierte, no obstante, que la insuficiencia de la oferta una vez acabado el horario escolar representa un lastre para la conciliación entre vida profesional y familiar, lo que repercute negativamente sobre las mujeres, y obliga a buscar medios alternativos de carácter “informal” para cubrir el vacío horario: según sus cálculos, una cuarta parte de los abuelos españoles se ocupan, así, diariamente de sus nietos.
Los expertos de la OCDE consideran, a nivel general, que las ayudas económicas en dinero líquido a la maternidad –tipo cheque– “pueden tener un efecto positivo temporal en las tasas de natalidad”, pero a su juicio “la inversión en servicios formales de cuidado de los niños como parte del apoyo en su conjunto parece más efectivo”. Los países nórdicos, recuerdan a título de ejemplo, disponen de sistemas organizados de cuidado de los niños fuera del horario escolar hasta que ingresan en la enseñanza secundaria.
“España necesita fortalecer sus políticas para conciliar el trabajo con la familia”, sostiene la OCDE, una organización que sin embargo considera también imprescindible, a nivel general, una estabilización fiscal y ha aplaudido los recortes del gasto aprobados por el Gobierno de Zapatero. En cualquiera de los casos, lo cierto es que en España la conciliación entre trabajo y familia es particularmente ardua, razón por la cual –subraya el informe–, la tasa de fecundidad es de las más bajas de Europa –con sólo 1,4 hijos por mujer– y la tasa de empleo femenino, pese a haberse multiplicado en los últimos quince años, sólo alcanzó en el 2009 el 53,5%, por debajo de la media de la OCDE (59,6%) y muy por detrás de países como Francia (76,6%)
Si la falta de dispositivos de acogida de los niños fuera de las horas lectivas parece un factor fundamental en esta situación, el desigual reparto de las tareas domésticas, no remuneradas, entre hombre y mujeres también lo es: en España, las mujeres dedican un promedio de 5 horas al día, mientras que los hombres no llegan ni a 2. Si esto se reequilibrara, sostiene la OCDE, ello liberaría horas para la dedicación profesional de las mujeres.

miércoles, 27 de abril de 2011

Tunecinos bajo la alfombra

Es un rincón discreto, encajonado entre las vías del ferrocarril y el cinturón Periférico, en la Porte de la Villette, en el norte de París. Un rincón marginal, fronterizo. No es, sin embargo, un lugar desagradable. Es uno de esos pequeños jardines –un square– con columpios para los críos que la ciudad roba de tanto en tanto al asfalto. Hace sol y la temperatura es veraniega. Pero no se oye a los niños. Desde hace semanas, se concentran aquí, y en los alrededores, unos 400 inmigrantes tunecinos en situación precaria, catapultados a Europa desde la isla italiana de Lampedusa. Todos hombres, entre los cuales seis menores de edad, la mayoría procede de la región próxima a Libia.
Unos tienen papeles –el permiso temporal de residencia concedido por el Gobierno de Silvio Berlusconi a más de 20.000 de ellos para sacarse el problema de encima–, otros no, se marcharon antes de hora. Pero poco importa: ninguno es bienvenido. El corazón de París está a sólo veinte minutos en metro de aquí, pero la distancia es la misma que separa a los sueños de la pesadilla.
“¡Brava Italia! ¡Viva Berlusconi!”, exclama Gilani, en la cuarentena –una edad avanzada, comparada con la edad media de los aquí reunidos, muy jóvenes casi todos ellos–, pero lo hace sin entusiasmo. Más que virotear al Cavaliere, Gilani expresa su frustación por la actitud francesa. “Tenemos documentos italianos, pero con ellos no podemos hacer nada”, se lamenta. Gilani es de los pocos que está dispuesto a hablar, y lo hace –entre alguna mirada de reproche– en italiano. Primera sorpresa: aquí, en el square de la Porte de la Villette muy pocos hablan francés o admiten conocerlo, pese a haber estado Túnez bajo dominación francesa durante 75 años, entre 1881 y 1956. El árabe es moneda corriente.
Nabil, veinte años y estudiante de Geología, originario del sur de Túnez, es de los pocos que habla francés y se muestra dispuesto a conversar con los periodistas, bajo la condición de no tomarle ninguna foto. “Es por mi familia, ¿sabe?”. Nabil –¿es Nabil su verdadero nombre?, su vacilación abona la duda– lleva dos meses en París, durmiendo sobre la hierba, al raso, y comiendo lo que un reducido grupo de tunecinos voluntarios, afincados en la ciudad, les proporciona una vez al día. Hoy había pollo. Nabil no tiene papeles, ni demasiada esperanza de conseguirlos. Vino a Francia en busca de trabajo, en busca de un futuro que no encuentra en su país. Pero Francia se lo niega. “Este es el primer país de los Derechos del Hombre, pero de momento no se ven por ningún lado”, dice, expresando a la vez su incomprensión y fatalismo.
Frustración y cansancio son los sentimientos dominantes, hasta el punto de que unos cuantos de los que han encontrado refugio –si así puede decirse– en el square sólo desean ya regresar a Túnez. Aunque para ello haría falta que alguien se preocupara de facilitar y organizar su retorno. También en Mouldi Miladi, tunecino de nacimiento y francés de adopción –aunque no de nacionalidad– que junto con dos amigos se encarga de alimentar a sus compatriotas, poniendo en práctica la tradición hospitalaria de su tierra, cede al desaliento. Nadie más hace lo que él. Ninguna autoridad pública, ninguna ONG –sólo la organización Francia Tierra de Asilo apareció ayer por primera vez– se ha acercado por el square, como si no quisieran mirar lo que hay debajo de la alfombra. “Esto no puede seguir así –exclama–, o se les expulsa o se les acoge, pero no se puede tener a la gente tirada en un jardín, durmiendo en el suelo”. Sin una estructura que le respalde detrás, Miladi no está lejos de tirar la toalla. “Desde hace varias semanas sólo duermo dos o tres horas al día. Estoy cansado”, se queja.
La abogada Samia Maktouf se ha erigido en la voz de quienes nadie escucha y ha hecho de su causa la suya propia. “Esto es indigno de Europa”, clama la letrada, que reclama que se aplique a los tunecinos el mismo trato que se dió en 2001 a los refugiados de los Balcanes y se les conceda un permiso de residencia. “Estos jóvenes son los que han hecho la revolución, pero en lugar de ser recibidos como héroes se les trata en condiciones infrahumanas”, se insurge Maktouf. Los tunecinos de la Porte de la Villete no se se reivindican refugiados, sin embargo. Sólo aspiran a un trabajo. Y sueñan con la libertad.

martes, 26 de abril de 2011

La huella de la nueva Rusia en París

Lo primero que hizo el zar Alejandro I al entrar victorioso en París el 31 de marzo de 1814 al frente de sus cosacos, tras la derrota de Napoleón, fue colocar a la ciudad bajo su protección personal, salvándola así de la violencia y la destrucción de los vencedores. Y ganándose para siempre el reconocimiento de los parisinos. El último zar en visitar la ciudad, Nicolás II, calurosamente vitoreado por la población, lo hizo en son de paz para poner en 1896 la primera piedra del hermoso puente de Alejandro III, en honor de su padre y símbolo de la alianza franco-rusa. Más de un siglo después, Rusia se dispone a dejar una nueva impronta en el corazón de París, a la vez política, espiritual, cultural y arquitectónica, con la construcción de una monumental iglesia ortodoxa rusa a orillas del río Sena y a pocos pasos de la torre Eiffel.
Un arquitecto español afincado desde hace años en Francia, Manuel Núñez-Yanowski, ha sido el ganador del concurso internacional de proyectos convocado por los Gobiernos ruso y francés para llevar adelante el proyecto. Él ha sido el elegido para asumir el delicado encargo de incardinar el templo, forzosamente vinculado a la estética barroca de las iglesias ortodoxas rusas, en el racional París del barón Haussmann. “Es un proyecto muy emblemático para Rusia y para Francia” –subraya el autor–, tanto por su significado como por su emplazamiento. Ubicado en el corazón de la ciudad, la construcción del templo será –según las palabras de Núñez-Yanowski– algo asimilable al “aterrizaje de un ovni ortodoxo y postsoviético en medio de París”. Las tradicionales cúpulas rusas en forma de bulbos, compartiendo el horizonte con la imagen mecánica de la torre Eiffel, tendrán un enorme impacto y cambiarán radicalmente el paisaje parisino de la rive gauche.
El proyecto de construcción de una nueva iglesia ortodoxa rusa en París fue planteado formalmente por primera vez en el 2007, durante la visita del entonces patriarca de Moscú, Alexis II, a Francia y recibió la luz verde política en un encuentro que los presidentes ruso y francés, Dimitri Medvedev y Nicolas Sarkozy, mantuvieron en un aparte de la cumbre climática de Copenhague en diciembre del 2009. Pocos meses después, el Estado francés adjudicó al Kremlin por 70 millones de euros la venta de un viejo edificio de Méteo-France –codiciado también por Arabia Saudí– estratégicamente situado frente al Pont de l’Alma, a 200 metros del flamente Museo del Quai Branly diseñado por Jean Nouvel.
El interés ruso por el edificio de Méteo-France –que se trasladará a una nueva sede en la banlieue de París el año que viene– inquietó durante un tiempo a la Dirección Central de Información Interior (DCRI) –los servicios secretos franceses–, puesto que al lado del templo se levanta el Palais de l’Alma, antiguas caballerizas de Napoleón III que albergan hoy diversos servicios y apartamentos vinculados a la Presidencia de la República.
Aquí será donde se levante, en 2014, la nueva iglesia ortodoxa rusa, cuya primera misión –una misión de Estado– será intentar atraer a la diáspora rusa a la ortodoxia de Moscú: por razones históricas, la única iglesia ortodoxa rusa de la capital francesa –la catedral de Saint-Alexandre-Nevsky, consagrada en 1861 en una discreta calle del distrito VIII, la rue Daru, no lejos de L’Étoile– está bajo la obediencia del patriarcado de Constantinopla.
Un total de 109 proyectos fueron presentados al concurso convocado por los gobiernos de Rusia y Francia, de los que tras varias cribas fueron elegidos tres finalistas: el equipo de arquitectos integrado por el estudio francés Sade –dirigido por Manuel Núñez-Yanowski– y el ruso Arch Group; el arquitecto francés Frédéric Borel, y la asociación del también francés Jean-Michel Wilmotte con el taller ruso Mosproekt 2. El jurado, compuesto por representantes de los dos gobiernos así como del Ayuntamiento de París, decidió finalmente el pasado 17 de marzo adjudicar la obra, con un presupuesto de 34,5 millones de euros, al equipo de Núñez-Yanowski. La obra, que debería arrancar en el 2012, será ejectuada por la sociedad Nexity.
El proyecto de Núñez-Yanowski prevé erigir un templo respetuoso con los cánones tradicionales –rematado por cinco cúpulas doradas–, aunque cubierto por una especie de velo de cristal, metáfora del “manto de la Vírgen”, que le otorga una dimensión contemporánea, tal como exigía la principal condición del concurso: la combinación de tradición y modernidad. “Creo que era la única respuesta correcta. La iglesia, en tanto que símbolo puro, no podía enfrentarse a una arquitectura de autor; no podía haber otra arquitectura que la del templo ortodoxo”, explica Núñez-Yanowski. La iglesia estará situada en el centro de un gran jardín romántico, visible desde la calle y abierto el público, en el que el autor quiere recrear el espíritu del magnífico jardín –explosivo de color ahora en primavera– que el pintor impresionista Claude Monet cultivó en su casa de campo de Giverny. Este jardín, que ascenderá lateralmente en sucesivas terrazas, servirá para cubrir –esto es, ocultar– el edificio administrativo anexo al templo, que albergará las oficinas, una residencia para popes y seminaristas, un centro cultural y servicios diversos, como un restaurante.
El velo mariano de cristal descenderá desde las cúpulas de la iglesia para cubrir el conjunto, que estará asimismo rodeado por una alta verja transparente, una vidriera de 200 metros de perímetro que recordará en cierto modo la que cierra el cercano Museo del Quai Branly y que servirá como soporte cultural, una especie de “dazibao interactivo”, según Nuñez-Yanowski, en alusión a los carteles manuscritos que los chinos pegan en los muros. “Será la vitrina ortodoxa más grande del mundo y estará en París”, subraya. Un escaparate de la nueva Rusia. Ni Alejandro I ni Nicolás II podían haber imaginado nada mejor.

Un barcelonés nacido en Samarkanda

Nacido en Samarkanda (Uzbekistán) en 1942, Manuel Núñez-Yanowski, Manolo, vió la luz para la arquitectura en Barcelona, ciudad donde estudió y empezó su carrera profesional. Socio de Ricard Bofill entre 1962 y 1978, fue uno de los fundadores del Taller de Arquitectura, que dejó para buscar nuevos horizontes en Bélgica y, despúes, en Francia, donde ha realizado numerosas obras. Entre las más destacadas se cuenta el complejo de viviendas de Les Arènes de Picasso en Noisy-le-Grand (1984) –todo un barrio con 540 viviendas y varios centros escolares–, además de diversos edificios en París. Aunque su presencia en Barcelona ha sido proporcionalmente menor, Núñez-Yanowski ha dejado su huella con edificios notables, como la sede de la escuela ESADE (1992) y la nueva sede del Teatre Lliure en el palacio de la Agricultura de Montjuïc (1996), una obra esta última que le volvió a vincular temporalmente a uno de sus amores de juventud, el teatro. Desde 1991 trabaja asociado a Miriam Teitelbaum, con la que fundó el estudio Sade (Society of Architects and Developers), donde combina la elaboración de proyectos arquitectónicos con la planificación urbanística. Sade ha realizado diversos proyectos en Rusia (Kaliningrado, San Petersburgo, Moscú...), por lo que no es un equipo desconocido para el Kremlin. Núñez-Yanowski se inscribe en la línea modernista de Gaudí, con un gusto por lo barroco.

sábado, 23 de abril de 2011

Cinco cadáveres bajo la terraza

Xavier Dupont de Ligonnès, de 50 años, es un hombre ordenado y meticuloso. Antes de abandonar repentinamente su domicilio, en la ciudad francesa de Nantes, el pasado 12 de abril, canceló una cuenta bancaria, avisó a los centros de enseñanza donde estaban escolarizados sus hijos para comunicar su baja debida a un traslado profesional urgente, vació la ropa de todos los armarios de la casa –aunque no el lavaplatos–, cerró todas las persianas y colocó en el buzón un cartel dirigido el cartero: “El correo debe ser devuelto al remitente”. Sólo que en la casa dejó algo más: en una fosa cavada bajo la terraza del jardín, yacían los cadáveres de su esposa, Agnès, de 48 años, vigilante en una escuela privada católica, y de sus hijos Arthur (21 años), Thomas (18), Anne (16) y Benoît (13), así como de los dos perros labradores de la familia.
La policía hizo el macabro descubrimiento el Jueves Santo, tras entrar en el domicilio en busca de alguna pista que explicara la misteriosa e inopinada desaparición de la familia. La autopsia ha revelado que todos ellos –incluidos los canes– fueron asesinados con un arma de fuego, al parecer una carabina que Dupont había heredado hace poco de su padre y para la que había adquirido proyectiles en marzo. El crimen fue perpetrado supuestamente mientras las víctimas dormían y en la misma casa. Todos los cadáveres presentaban varios impactos de bala en la cabeza. “Fue una ejecución metódica”, explicó ayer el fiscal de Nantes, Xavier Ronsin.
Dupont de Ligonnès, a quien las fuerzas de seguridad siguen la pista, había dado a algunos conocidos en los días previos a su desaparición vagas y delirantes explicaciones sobre su inminente mudanza: que si había encontrado un empleo en Australia, que si trabajaba para los servicios secretos estadounidenses y se disponía a desaparecer del mapa gracias a un programa de protección de testigos... Dedicado al parecer profesionalmente a la venta de espacios publicitarios –nadie lo sabe a ciencia cierta–, Dupont de Ligonnès estaría supuestamente comido por las deudas. La vida de la familia, profundamente católica y discreta, no ofrece pistas para comprender lo sucedido.
La investigación ha permitido establecer que Dupont de Ligonnès durmió la noche del 12 al 13 de abril en un hotel de Pontet (Vaucluse), cerca de la costa mediterránea, 900 kilómetros al sur de Nantes, donde sacó 30 euros de un cajero. Del 14 al 15 de abril pasó la noche en otro hotel, en Roquebrune-sur-Argens (Var), a 200 kilómetros del primero en dirección hacia la frontera italiana. La policía encontró allí su coche, un Citroën C5. Después, nada.

Turbadora coincidencia

En su búsqueda del rastro de Xavier Dupont de Ligonnès, los investigadores de la policía han topado con una coincidencia turbadora. La presencia del presunto asesino de Nantes en Roquebrune-sur-Argens, en el departamento del Var, donde pernoctó la noche del 14 al 15 de abril, coincide con la fecha de la desaparición –el 15 de abril– de Colette Deromme, una madre de familia divorciada de 50 años, domiciliada en el pueblo de Lorgues, a sólo 30 kilómetros de distancia. Ese día, Colette Deromme, no acudió a su puesto de trabajo en un supermercado ni a recoger a su hija a la salida del instituto. Se da la circunstancia que la familia Dupont de Ligonnès, que había cambiado varias veces de domicilio en los últimos años, había residido justamente en Lorgues hasta el año 2003, antes de mudarse a la costa atlántica. El fiscal de la República de Nantes, Xavier Ronsin, señaló ayer que por el momento sólo se puede hablar de “coincidencia”, sin que haya ningún elemento concreto que permita vincular ambos casos.

jueves, 21 de abril de 2011

Un paso más en Libia

Francia e Italia se sumaron ayer al Reino Unido al anunciar el envío a Bengasi de consejeros militares para asesorar, instruir y mejorar la coordinación con las fuerzas insurgentes libias. La iniciativa de Londres, París y Roma, que refuerza –ni que sea simbólicamente– la implicación occidental contra el régimen del coronel Muamar El Gadafi, responde a la creciente presión de los rebeldes para que la OTAN les saque del atolladero militar en el que se encuentran sus fuerzas, sometidas a un fuerte castigo en la ciudad de Misrata –asediada y bombardeada violentamente por los gadafistas– e incapaces de decantar el desarrollo de la guerra en su favor. Los países occidentales hacen sin embargo, por ahora, oidos sordos a los cantos de sirena que les incitan a desplegar tropas de tierra en Libia, una eventualidad que por lo demás está explícitamente vetada por la resolución 1973 de las Naciones Unidas.
El presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT) libio, Mustafá Abdeljalil, viajó ayer a París para pedir al presidente francés, Nicolas Sarkozy, una mayor implicación militar occidental y una acción urgente en socorro de Misrata, donde –remarcó– “la situación es muy grave”. Abdeljalil, que se comprometió ante Sarkozy a instaurar en Libia un Estado democrático, no llegó a pedir, según el Elíseo, el envío de tropas terrestres occidentales.
Quien sí lo hizo fue uno de los jefes de las fuerzas rebeldes en Misrata, Abdalá Abdoullati, que reclamó el envío de soldados británicos y franceses a Libia por “razones humanitarias”. “Antes habíamos pedido que no hubiera ninguna interferencia extranjera, pero eso era antes de que Gadafi utilizara granadas Grad [de fragmentación] y aviones; ahora se trata de una cuestión de vida o muerte”, se justificó.
Como ya hiciera el primer ministro británico, David Cameron, el presidente francés se negó ayer en redondo a enviar tropas a suelo libio, posibilidad contra la que el ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, se declaró abiertamente “hostil”. Nicolas Sarkozy, en cambio, se comprometió ante su interlocutor a intensificar los ataques aéreos contras las fuerzas gadafistas y a enviar a Bengasi un equipo de consejeros militares –que no llegarán a una decena, según el ministro Portavoz del Gobierno, François Baroin– con la misión de realizar labores de enlace y mejorar la coordinación. Londres había anunciado la víspera el envío de una decena de oficiales, con el fin de asesorar a los jefes militares de la rebelión, y Roma comunicó asimismo poco después que pondrá diez instructores militares a disposición del Consejo Nacional de Transición.
El presidente estadounidense, Barack Obama, expresó ayer a través del portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, su apoyo al envío de asesores militares a Bengasi por parte de sus aliados europeos, aunque reafirmando de nuevo la política de Washington de “no enviar tropas norteamericanas sobre el terreno”. Ni tropas, ni aviones... Después de haber intervenido activamente en las tres primeras semanas en los bombardeos sobre Libia, la fuerza aérea estadounidense se limita ahora a realizar misiones de apoyo. La OTAN, en línea con lo prometido por Sarkozy al presidente del CNT libio, ha intensificado sus ataques en las últimas horas contra las posiciones de las fuerzas gadafistas –al sudoeste de Trípoli y al oeste de Ajdabiya, según la TV gubernamental y los rebeldes, respectivamente-. Pero este esfuerzo recae fundamentalmente en franceses y británicos
El envío de consejeros militares a Libia, aún en número limitado, ha empezado a levantar las suspicacias de quienes ven en ello un peligroso primer paso que podría conducir finalmente a una intervención militar directa en tierra. A fin de cuentas, recuerdan, la implicación norteamericana en Vietnam empezó así, con el envío de asesores militares. Algunos expertos señalan que los países occidentales ya tienen, de hecho, militares sobre el terreno. Jean-Dominique Merchet, especialista militar del semanario francés Marianne y autor del blog Secret Défense, explica que Francia ya tiene en Bengasi una “célula militar” integrada por una decena de militares de operaciones especiales. Otras fuentes aluden a la presencia de comandos del SAS británicos, desplegados para apoyar las operaciones aéreas.
Más allá del gesto político que representa enviar asesores militares a Bengasi, la efectividad de esta medida es asimisma puesta en cuestión. Su presencia ¿puede cambiar el signo de la guerra? Nada menos seguro. El problema fundamental reside en que, mientras las experimentadas tropas de Gadafi se han adaptado a la situación para eludir los ataquesa aéreos de los aliados –desplazándose en vehículos convencionales, confundiéndose con la población–, los rebeldes no constituyen realmente una fuerza militar.

martes, 19 de abril de 2011

El tren de la discordia


El cierre temporal de una frontera entre países de la Unión Europea es totalmente legal. Así lo consideró ayer la Comisión Europea, que avaló de este modo la decisión de París de bloquear el pasado domingo durante algo más de seis horas el tráfico ferroviario entre Italia y Francia, en el puesto fronterizo de Ventimiglia-Menton, para impedir la entrada del llamado tren de la dignidad, lleno de inmigrantes tunecinos y activistas pro derechos humanos y antirracistas de ambos países. La decantación de Bruselas representa, a nivel general, un espaldarazo a la política del Gobierno francés de extremar los controles fronterizos con su vecino transalpino para frenar la entrada masiva de inmigrantes tunecinos. Y es un desaire para el Ejecutivo italiano, que había protestado públicamente –aunque no oficialmente– por lo que consideró una vulneración, por parte francesa, del Tratado de Schengen, que garantiza la libre circulación entre los países miembros.
La comisaria europea de Asuntos Interiores, Cecilia Malmström, afirmó que Francia había justificado el cierre de la conexión ferroviaria franco-italiana por “razones de orden público” y de forma “muy temporal”, y avanzó con cautela que “aparentemente tenía el derecho” de hacerlo. La Comisión no se ha pronunciado todavía formalmente sobre la decisión, que París comunicó ayer por carta a Bruselas, pero un portavoz juzgó que el cierre fronterizo del domingo no había ido “más allá de lo estrictamente necesario”. “Los países miembros pueden hacer ese tipo de controles fronterizos en situaciones extraordinarias”, agregó.
La decisión de interrumpir el tráfico ferroviario durante unas horas buscaba impedir la entrada en Francia del tren de la dignidad, que a juicio de París representaba una “manifestación ilegal” y presentaba “riesgos de alteración manifiesta del orden público”. La maniobra perseguía más evitar una acción de protesta en suelo francés que impedir propiamente la entrada de los inmigrantes, como lo demuestra el hecho de que algunos de ellos –los que pudieron reunir los requisitos legales– pasaron ayer la frontera sin ningún problema.
“Aplicamos en la letra y el espíritu los acuerdos de Schengen”, recalcó desde Bucarest el ministro francés del Interior, Claude Guéant. La “letra” establece que los inmigrantes de terceros países con un permiso de residencia temporal concedido por un país miembro de la UE pueden viajar a otro país miembro siempre que cumplan una serie de requisitos: disponer del citado permiso, tener un pasaporte en regla y poder justificar los recursos suficientes –31 euros diarios si disponen de alojamiento, 62 en caso contrario– para permanecer en el país, para lo que están autorizados solamente por tres meses.
París ha reforzado los controles fronterizos con Italia y aplica a rajatabla los principios anteriores –devolviendo, por tanto, a los inmigrantes que no cumplan los requisitos–, desde que el Gobierno italiano decidió unilateralmente hace diez días conceder permisos de estancia temporal –de seis meses– a unos 20.000 inmirantes irregulares procedentes del Norte de África, básicamente tunecinos, desembarcados masivamente en la isla de Lampedusa en las últimas semanas. La mayoría de ellos, alegó Roma –que alivió de este modo la presión interna–, habían expresado su deseso de viajar a Francia.
La crisis de los inmigrantes de Lampedusa ha tensado las relaciones entre París y Roma, y ha puesto en evidencia la falta de una política europea común al respecto, como ayer remarcó el ministr italiano del Interior, Roberto Maroni: “Pedimos la ayuda y solidaridad de Europa y la respuesta fue que era un asunto italiano. No es ésta la Europa que queremos”, manifestó ayer.
La regularización extraordinaria decidida por Roma fue la respuesta a la inhibición europea ante el problema. No sólo de Bruselas, sino también de los demás países socios. Francia –cuyo Gobierno ha reforzado la mano dura en la política de inmigración– y Alemania han mantenido desde el principio que Italia debe arreglar el problema por su cuenta, subrayando que –a diferencia de Malta, por ejemplo–, tiene la capacidad para hacerlo. Guéant insistió ayer de nuevo, aludiendo a los acuerdos de Schengen, en que son los primeros receptores los obligados a gestionar el problema. A ojos de Bruselas, los inmigrantes tunecinos no pueden ser considerados refugiados.
Tras la espuma inicial –el ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini, habló de una “sombra” en las relaciones bilaterales–, ayer París y Roma intentaron rebajar la tensión, a una semana de la próxima cumbre franco-italiana. “La situación se ha aclarado y el problema se ha resuelto”, expresó un portavoz italiano de Exteriores, que aseguró que ambos países trabajan “constructivamente” para encontrar una solución al problema.

No sólo los inmigrantes

La cumbre franco-italiana prevista el 26 de abril en Roma tendrá como tema estrella el problema de la inmigración. Pero no únicamente. Las cuestions empresariales –compra de Bulgari por LVHM, aumento de la presencia de Lactalis en Parmalat...– son otro foco de tensiones entre ambos lados de los Alpes.


sábado, 9 de abril de 2011

La UMP se rompe por el centro

El centro se va, se esfuma. Cansados de la deriva derechista de los últimos meses, los centristas abandonan la mayoría presidencial de Nicolas Sarkozy, cuya figura política va camino de reducirse ideológicamente al campo de la derecha más conservadora. El ex ministro Jean-Louis Borloo, antiguo número dos del Gobierno –que a punto estuvo en noviembre pasado de ser nombrado primer ministro–, anunció anteanoche su decisión de dejar la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y volar en solitario.
Borloo no se marcha solo, sino con todo el Partido Radical que preside –que en 2002 contribuyó a constituir la UMP, la unión de las derechas–, y con la voluntad de organizar una gran confederación de centroderecha capaz de concurrir de forma independiente a las elecciones. Incluidas las presidenciales del año que viene.
No es el único que pretende disputar este espacio político. Si Borloo es capaz de arrastrar consigo al Nuevo Centro de Hervé Morin –una de las formaciones en que se escindió la histórica UDF de Giscard d’Estaing–, más difícil tiene atraerse al Movimiento Demócrata (MoDem) de François Bayrou o a la República Solidaria del ex primer ministro Dominique de Villepin, que en los próximos días puede anunciar su propia candidatura al Elíseo.
En todo caso, Borloo ha dejado claro su intención de que esta nueva confederación de centro presente un candidato propio en las elecciones presidenciales del 2012 –él mismo, u otro– que represente una “alternativa a la UMP y al PS”. Por más que teóricamente Borloo se quiera inscribir en la actual mayoría, algo ha empezado a romperse y puede ser definitivo si un candidato centrista se enfrenta a Sarkozy.
Tanto si todas las fuerzas centristas se unen como si presentan una constelación de candidaturas ello sólo puede ir en detrimento de Sarkozy, a quien la fragmentación del voto puede llevar a sucumbir en la primera vuelta, como vaticinan las encuestas.
El primer ministro, François Fillon, alertó ayer contra la división y dirigiéndose a los centristas, advirtió: “A nadie interesa cortar la mayoría en rebanadas”.
La radicalización derechista protagonizada por el presidente francés en el último año, en pos de los votos populares que se le van a la extrema derecha, está por ver que dé el resultado perseguido. De momento, el discurso anti-islámico y anti-inmigración orquestado por el Elíseo está logrando más bien lo contrario: alimentar al Frente Nacional de Marine Le Pen, como se ha visto en las elecciones cantonales. De dudosa eficacia, el medicamento autoadministrado por Sarkozy para asegurarse la reelección en el 2012 tiene además, como demuestra la fuga de los centristas, terribles efectos secundarios.
La ex secretaria de Estado, y actual embajadora de Francia ante la Unesco, Rama Yade, que en 2007 simbolizó –junto a Rachida Dati– la voluntad de Sarkozy de incorporar a miembros de las minorías a puestos de responsabilidad en el Gobierno, ha anunciado también su decisión de abandonar el partido gubernamental y seguir los pasos de Borloo. La marcha de la rebelde Rama Yade, una de las figuras políticas más populares de Francia, tiene un enorme significado. Y no sólo ideológico. Quiere decir que ha intuido que Sarkozy va camino de estrellarse.

viernes, 8 de abril de 2011

Viaje de ida y vuelta

Una ola de frío glacial amenaza las relaciones franco-italianas, ya relativamente degradadas en los últimos tiempos por contenciosos diversos –intervención militar en Libia, caso Lactalis-Parmalat–, a causa ahora de la presión migratoria procedente del norte de África. La decisión del Gobierno italiano, oficializada ayer por el ministro del Interior, Roberto Maroni, de conceder permisos temporales de residencia a un número indeterminado de los más de 25.000 inmigrantes norteafricanos desembarcados en la isla de Lampedusa en las últimas semanas, ha sentado francamente mal en París, que se prepara para una entrada masiva en Francia de inmigrantes tunecinos –francófonos, no hay que olvidarlo– gracias a la libertad de circulación en el espacio Schengen. El propio Maroni justificó ayer en el Parlamento italiano esta decisión alegando que la mayor parte de los inmigrantes habían expresado su intención de reunirse con familiares “en Francia y otros países europeos”.
El ministro francés del Interior, Claude Guéant, que se reunirá hoy con su homólogo italiano para preparar la próxima cumbre bilateral, prevista para el 26 de abril en Roma, abordará esta cuestión, en la que ambos países quieren implicar al conjunto de la Unión Europea. Mientras tanto, sin embargo, París ha recibido la iniciativa italiana como un gesto inamistoso y se dispone a devolverlo con la misma moneda. En otras palabras, repatriando a Italia a la mayor parte de inmigrantes norteafricanos posible.
El Gobierno francés ha decidido reforzar los controles fronterizos con Italia y ha advertido que devolverá a este país a todos aquellos inmigrantes que, pese a contar con un permiso temporal de residencia, no cumplan todos y cada uno de los requisitos previstos en la legislación comunitaria. “Si no reúnen estas condiciones, Francia tiene todo el derecho de devolverlos a Italia, y eso es lo que hará”, aseguró ayer Claude Guéant. Marino, por su parte, lamentó el “comportamiento hostil” del Gobierno francés.
La amenaza de Guéant es todo menos una bravuconada. El Ministerio del Interior francés envió al miércoles a todas las prefecturas una circular urgente en la que se dan instrucciones precisas sobre cómo actuar ante la previsible avalancha de inmingrantes tunecinos procedentes de Italia en suelo francés. La circular, cuyo contenido fue desvelado por el diario Le Figaro, recuerda que los inmigrantes de terceros países con un permiso de residencia en un Estado miembro del espacio Schengen sólo pueden permanecer en Francia durante un plazo de tres meses y siempre que cumplan otros cuatro requisitos.
Los inmigrantes deberán disponer de un permiso de residencia válido y reconocido como tal a nivel europeo –esto es, en este caso, uno de los modelos oficialmente notificados por Italia a la Comisión Europea–; aportar un documento de viaje –pasaporte– en vigor y reconocido por Francia, en el que debe figurar un sello con la fecha de entrada en el país; justificar recursos suficientes para su estancia en el país –a razón de 31 euros diarios por persona en caso de disponer de un alojamiento, o 62 euros en caso contrario–, y finalmente, no representar una amenaza para el orden público. “En consecuencia, es conveniente verificar si estas cinco condiciones se cumplen. En todos los demás casos, bajo reserva de un examen individual de la situación, los extranjeros concernidos son devueltos al Estado miembro de procedencia”, concluye la circular enviada a los prefectos, firmada por el director de gabinete del ministro del Interior, Stéphane Bouillon.
Blandiendo estas mismas condiciones, el Gobierno francés justificó el verano pasado la campaña sistemática de expulsión de gitanos de húngaros y rumanos (roms) a sus países de origen. Y se trataba de ciudadanos comunitarios. El objetivo, con los inmigrantes tunecinos y norteafricanos procedentes de Lampedusa, no es otro: expulsar al máximo número posible. Lo que implica, dado de que dispondrán de un permiso temporal de residencia concedido en Italia, devolverlos a la frontera italiana.
La concesión de estos permisos temporales de residencia por parte del Gobierno italiano –una forma de aliviar la presión facilitando su salida del país hacia el interior de Europa– sólo concierne a los inmigrantes ya desembarcados. El acuerdo entre Roma y las nuevas autoridades tunecinas prevé que los que lleguen a partir de ahora serán repatriados.

jueves, 7 de abril de 2011

El túnel subterráneo de la 'Françafrique'

Un túnel subterráneo. En él se resume simbólicamente toda la particular y oscura significación de la Françafrique, esa tela de araña de relaciones e intereses, algunos evidentes y muchos otros ocultos, que une a Francia con sus antiguas colonias africanas. El túnel en cuestión, antaño secreto, comunica directamente el palacio del presidente de Costa de Marfil con la residencia del embajador de Francia, situada casi pared contra pared (o jardín con jardín), en el acomodado barrio de Cocody, en Abiyán, la capital económica del país. Lo mandó construir el primer presidente de la independencia, Félix Houphonët-Boigny, jefe del Estado entre 1960 y 1993, a modo de cordón umbilical con la antigua metrópoli. Ex diputado en la Asamblea Nacional francesa y ex ministro con el jefe de Gobierno socialista Guy Mollet durante la IV República, el padre de la independencia ivoriana era un fervoroso profrancés. Su sucesor, Henri Bédié (1993-1999), mucho más tibio, decidió cerrar este curioso canal que lo ligaba a la época colonial y ordenó tapiar el túnel. Así había permanecido hasta esta semana... Acogotado por las tropas de su rival, Alassane Ouattara, en el palacio presidencial, Laurent Gbagbo, decidió derribar el tabique y reabrir el túnel. A través de él se coló al martes su ministro de Exteriores, Alcide Djedje, para negociar con el embajador francés, Jean-Marc Simon, un alto el fuego. El túnel puede acabar siendo la última vía de escape del presidente caído. 

miércoles, 6 de abril de 2011

Bombas en el nombre del "padre"

Abril de 1941. Pilotos de la Francia Libre integrados en la RAF británica participan a bordo de aviones Hurricane en la encarnizada defensa de Tobruk, en la costa libia, acosada por las fuerzas germano-italianas comandadas por el general Rommel, El Zorro del Desierto. Entre los pilotos de la Fuerza Aérea de la Francia Libre (FAFL) que intervienen en el norte de África, agrupados en la Escuadrilla de Caza nº 1 –más tarde rebautizada como Grupo de Caza n º 1 Alsacia–, está un joven teniente corso, Albert Preziosi, que un año antes se había unido al general De Gaulle en Londres, indignado por la rápida capitulación francesa ante las tropas nazis.
Marzo-Abril de 2011. Setenta años después de la Guerra del Desierto –un episodio fundamental de la Segunda Guerra Mundial–, los utramodernos cazabombarderos franceses Rafale y Mirage patrullan la costa este de Libia, donde en los primeros días de la ofensiva internacional atacaron a las columnas de blindados del coronel Muamar el Gadafi en defensa de los insurrectos de Bengasi.
Los cazas franceses, ahora bajo la coordinación militar de la OTAN, despegan de una base aérea militar situada en el sur de la isla de Córcega, cerca del pueblo costero de Solenzara, llamada “Capitán Albert Preziosi” en honor del aviador corso. Esta azarosa coincidencia, este curioso guiño de la Historia, ha resucitado una vieja –y todavía más asombrosa– leyenda corsa según la cual el apuesto oficial de la Francia Libre que da nombre a la base de Solenzara sería además el padre natural del coronel Gadafi...
Esta creencia, evidentemente nunca probada –aunque tampoco definitivamente desahuciada–, se fundamenta en una cierta semejanza física entre ambos, pero sobre todo en la misteriosa peripecia que Albert Preziosi protagonizó a principios de los años cuarenta en Libia durante la Segunda Guerra Mundial.
Según la historia que sus antiguos compañeros de armas contaron en su momento –la idea de una eventual paternidad de Gadafi fue aireada en los años setenta por la extrema derecha francesa para desacreditar a los nacionalistas corsos, atribuyéndoles conexiones con el régimen libio–, Preziosi se estrelló con su avión en el desierto de Libia, donde fue socorrido por una tribu de beduinos. Hay quien dice que se trataba de la tribu Senoussi, la misma a la que pertenece Gadafi.
Desaparecido durante más de un mes, al regresar a su base el propio Preziosi habría explicado haber tenido relaciones con una joven de la tribu, de las que –según se sabría más tarde– habría nacido un hijo. Hay quien sitúa el accidente del piloto corso en 1941, lo que cuadraría con la fecha de nacimiento de Gadafi, el 7 de junio de 1942. Otros hablan justamente de 1942, lo que invalidría tal hipótesis, a no ser –como los más osados aventuran– que el líder libio, que en los años setenta introdujo un cambio de calendario, hubiera nacido más tarde.
Nada hay en los archivos militares franceses que apuntale esta historia. En el pueblo natal de Preziosi, Vezzani, ni se lo creen ni se lo dejan de creer, orgullosos en cualquier caso de las hazañas de su héroe local. Todo se sostiene, bien que precariamente, en un puñado de coincidencias. El parecido, la concordancia de fechas... y los testimonios de sus camaradas, que pese a todas sus contradicciones, estaban de acuerdo en señalar que, en efecto, Preziosi tuvo un hijo en Libia.
Cuentan, aunque se trata de testigos indirectos, que en 1943 Albert Preziosi le pidió al comandante Joseph Pouliquen, cofundador del Grupo de Caza Normandía-Niemen –en el que éste se había integrado–, que si le pasaba algo, entregara una carta al hijo que había tenido en Libia. Pocas semanas después, en julio de ese año, Preziosi moría en la batalla de Kursk, en el frente ruso. De la carta nunca más se supo.

Coto al islam

El partido de Nicolas Sarkozy, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), puso ayer finalmente letra a la música emitida en las últimas semanas desde el Elíseo sobre la necesidad de acotar la práctica del islam en Francia. El polémico debate sobre el islam lanzado por el presidente francés el pasado mes de febrero –luego reconvertido formalmente en debate sobre la laicidad– culminó ayer con el alumbramiento por parte de la UMP de una batería de 26 propuestas para reforzar el principio de la laicidad –instaurado por la ley de 1905– frente a las crecientes presiones de los integrismos religiosos. Y en particular, de los fundamentalistas islámicos.
La principal propuesta del partido gubernamental, que en las próximas semanas presentará en el Parlamento un proyecto de resolución a este respecto, es hacer una compilación, probablemente en forma de Código, de todas las disposiciones sobre la laicidad y la libertad de culto, y reforzarla con algunas medidas legales adicionales.
Entre las propuestas que puso sobre la mesa el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, está la prohibición general de alegar una creencia religiosa para sustraerse al cumplimiento de las reglas comunes. Por ejemplo, rechazar la asistencia de un médico a causa de su sexo o su supuesta confesión. O negarse, en la escuela, a seguir los cursos de educación física y educación cívica. La ley, según la propuesta, extenderá la prohibición de exhibir signos o vestimentas de carécter religioso a los “colaboradores ocasionales” de los servicios públicos, lo que apunta a los padres acompañantes en las salidas escolares. Lo mismo valdrá para el personal de los centros privados –clínicas y guarderías– que prestan un servicio de interés general.
La voluntad del partido gubernamental es también reforzar la idea general de que los servicios públicos no tienen la obligación de adaptarse ni al calendario de fiestas ni a las prescripciones alimentarias religiosas, aunque admite la posibilidad de “arreglos” en cada caso. En las cantinas públicas, por ejemplo, no se servirá carne sacrificada según el rito halal, pero se ofrecerá a cambio un menú vegetariano. Las empresas privadas estarán habilitadas asimismo para regular, en su reglamento interior, estos extremos. Las celebraciones religiosas no tradicionales en la calle –como el rezo– deberá comunicarse previamente a la autoridad.
La mayor parte de estas propuestas, que por otra parte pueden encontrar un amplio consenso, ya está recogidas de un modo u otro en la legislación y sólo exigen aplicación. Salvo la idea de elaborar un Código de la Laicidad, y alguna cuestión puntual, apenas hay nada nuevo, lo que no ha hecho sino reforzar la impresión de que detrás de la iniciativa había un objetivo político-electoral: intentar amarrar al electorado popular tentado por el discurso radical de la extrema derecha.
El debate, pese a estar formalmente centrado en la laicidad, se ha focalizado en realidad en el islam, como han puesto de manifiesto las continuas y pertinaces declaraciones de miembros del partido y del Gobierno –ayer mismo volvió a insistir en ello el ministro del Interior, Claude Guéant, quien se quejó del “problema” que supone el “crecimiento del número de fieles” del islam–, lo que ha generado el rechazo general de la comunidad musulmana, que se siente estigmatizada, y el recelo de las demás confesiones, incluidos los católicos y los judíos. 

Imanes y mezquitas

La propuesta de la UMP pretende generalizar la formación universitaria de los imanes, algo que hoy sólo se produce en Estrasburgo –Alsacia y Lorena están exentas por razones históricas de la ley de laicidad– y en la Universidad Católica. También se quiere revisar el sistema de protección social de los ministros de culto y analizar la manera de que no tengan ningún tipo de subordinación a un Estado extranjero. La financiación exterior de centros de culto se controlará a través de una fundación nacional, y se facilitará su construcción mediante cesiones enfitéuticas –derecho de usufructo de terrenos públicos por 99 años mediante el pago de un canon mínimo y con opción de compra final–. También se autorizarán sectores propios en los cementerios

martes, 5 de abril de 2011

Secretos en el fondo del océano

Dos motores, una parte del fuselaje, el tren de aterrizaje... La mayor parte de los restos del avión de Air France AF 447, que se estrelló en el Atlántico el 1 de junio del 2009 cuando volaba entre Río de Janeiro y París –causando la muerte de sus 228 ocupantes–, han sido hallados en el fondo del océano, a 3.900 metros de profundida, después de casi dos años de búsqueda infructuosa. La posibilidad de que las denominadas cajas negras se encuentren entre los restos es altamente factible, pero por el momento sigue siendo una incógnita. En caso de que se localicen tampoco es evidente que su estado permita explotar la información que contienen (datos técnicos del vuelo y las conversaciones de los pilotos), pues podrían haber resultado dañadas por el impacto en el momento de estrellarse el avión o no haber resistido la presión submarina. Entre los restos del avión se han encontrado asimismo un número indeterminado de cadáveres (una cincuentena ya fueron hallados a a la deriva, y recuperados, en los días posteriores al accidente)
Los restos del avión –y los cadáveres– podrían empezar a ser sacados a la superficie dentro de tres o cuatro semanas, según indicó ayer la ministra de Ecología y Transportes, Nathalie Kosciusko-Morizet, que recibió en Le Bourget a una representación de las familias de las víctimas. La asociación francesa acogió con reservas la noticia –“Es un problema espinoso, traumatizante, puede haber un debate entre les familias que quieran recuperar los cuerpos y quienes prefieran dejarlos en el fondo del océano”, apuntó su vicepresidente, Robert Soulas–, mientras que la asociación brasileña la celebró: “Vamos a poder enterrarles”, subrayó su presidente, Nelson Marinho.
El objetivo prioritario del Bureau d’Enquêtes et d’Analyses (BEA) –que conduce la investigación– es antes que nada intentar localizar y recuperar las cajas negras, único medio de comprender qué pasó el 1 de junio del 2009. La justicia francesa ha procesado a Air France y a Airbus, fabricante del avión –un A-330–, por su posible responsabilidad en el accidente, que la instrucción atribuye supuestamente al fallo de las sondas Pitot, que miden la velocidad del avión y cuya inutilización desconectó diversos automatismos del aparato. Según esta hipotesis, los pilotos podrían haber perdido el control por exceso o falta de velocidad. El BEA, sin embargo, siempre ha sostenido que este fallo no puede explicar por sí solo el accidente.
El estado de los restos encontrados confirma que el aparato no se desintegró en el aire, sino que se fracturó al impactar sobre el océano. Los restos han sido hallados a 3.900 metros de profundidad, sobre una llanura abisal arenosa, en un área limitada de 600 por 200 metros, y sólo unos cuantos kilómetros al norte del punto de la última posición conocida del avión. El BEA mantiene por ahora en secreto la localización exacta por precaución.
El hallazgo se ha producido diez días después de iniciada la cuarta campaña de búsqueda organizada por Francia, el pasado 25 de marzo. La operación ha costado ya 21,6 millones de euros.

domingo, 3 de abril de 2011

Arenas movedizas

"Nicolas Sarkozy está metido en arenas movedizas. Si se mueve, se hunde. Si no se mueve, también”. Producto del gracejo de Marine Le Pen –que ha heredado de su sulfuroso padre tanto el extremismo como un agudo sentido de la ironía–, la comparación describe con fatal exactitud la situación del presidente francés. Haga lo que haga, hable o calle, su impopularidad crónica no parece tener remedio. Los franceses, que le votaron masivamente en 2007, dejaron hace tiempo de creer en él.
Visto desde el exterior, y comparado con lo que está pasando en otros lugares, podría parecer inverosímil. Francia, donde el intervencionismo del Estado y el peso del sector público es uno de los mayores de Europa, es uno de los países que mejor ha resistido a la crisis, como celebró el muy liberal The Economist en una insólita portada publicada en mayo del 2009 en la que situaba a Sarkozy en lo alto del podio europeo, como campeón del otrora vilipendiado modelo económico continental.
El empleo en Francia empezó a recuperarse, aunque modestamente, ya el año pasado, en que se crearon entre 120.000 y 160.000 puestos de trabajo –una tercera parte de los perdidos en los dos años precedentes–. Y el índice de paro retrocedió ligeramente, en 0,3 puntos, hasta situarse al final del 2010 en el 9,2% (9,6% si se incluyen los territorios de ultramar), un nivel todavía demasiado alto, pero que se aproxima al que había hace una década y que está a años luz del de España.
El pulso económico, aunque más débil que el alemán, hace meses que abandonó la zona roja. El crecimiento económico se situó el año pasado en el 1,5%, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee), y el Gobierno cree posible alcanzar este año el 2%. En los dos primeros meses del año, la producción industrial apunta al alza (+1,5%), lo mismo que el consumo interno (+0,9%). Las finanzas públicas, por su parte, mejoran a un ritmo por encima de lo previsto: el año pasado se cerró con un déficit público del 7% del PIB, inferior al del año anterior (7,5%) y todavía más bajo que el previsto inicialmente en los Presupuestos del Estado (el 8,2%)
Francia ha aguantado el tirón, además, sin imponer grandes sacrificios. Cierto, se ha retrasado la edad legal de jubilación (¡de 60 a 62 años!) y el Gobierno ha tomado una serie de medidas para reducir el gasto público, entre ellas la amortización de una de cada dos plazas de funcionarios que se jubilan. Los sindicatos llevan tiempo denunciando la progresiva precarización de los servicios públicos. Pero no se ha suprimido aquí apenas ninguna de las numerosas ayudas sociales con que el Estado protege a sus ciudadanos. Mientras en España o en el Reino Unido se ha cortado por lo sano, Francia sigue adelante –casi– como si nada hubiera pasado. Y a cada periodo de vacaciones escolares –y son muchos a lo largo del año– los franceses se lanzan sobre las autopistas y el TGV para irse a la costa o a la montaña como en los mejores tiempos.
A nivel internacional, el febril activismo de Nicolas Sarkozy ha vuelto a colocar a Francia entre el puñado de países que deciden, lo cual ha tenido un cierto efecto de linimento sobre el maltrecho orgullo francés. Si la crisis de Libia ha dejado a Berlín fuera de juego, París la ha aprovechado a fondo para tomar la iniciativa y asumir, junto a Londres, el liderazgo de la intervención militar contra el régimen de Muamar el Gadafi. Es como una reedición del Sarkozy de 2008, cuando aprovechando la presidencia semestral de la UE y la ausencia temporal de Estados Unidos –George W. Bush ya se estaba yendo, mientras que Barack Obama aún no había llegado–, tomó las riendas de la respuesta internacional a la crisis financiera.
Nada de todo esto, sin embargo, absolutamente nada, ha suavizado la áspera mirada que los franceses dirigen al presidente de la República. En la segunda vuelta de las elecciones cantonales del pasado domingo –unos comicios de carácter local, pero con valor de test cara a las presidenciales del 2012–, los franceses infligieron un humillante castigo al partido de Sarkozy, una Unión por un Movimiento Popular (UMP) que lleva tiempo dando bandazos y que se arriesga a perder el voto moderado del centro por disputar el apoyo del electorado popular a la extrema derecha. La derrota de la UMP, que se añade a los fracasos de las municipales de 2008 y las regionales de 2010, ha dado alas al Partido Socialista y ha alimentado al ultraderechista Frente Nacional.
Los sondeos de intención de voto que han aparecido después sobre las presidenciales del año que viene son terroríficos para Sarkozy: todos vaticinan la victoria del candidato socialista, sea quien sea, y la descalificación del presidente francés en la primera vuelta a manos del FN, como le sucedió al ex primer ministro socialista Lionel Jospin en 2002.
La sociedad francesa está descontenta, lleva años así. El clamoroso no en el referéndum que en 2005 tumbó el proyecto de Constitución europea fue la expresión de un profundo malestar, de un arraigado pesimismo, que está lejos de haberse disipado. La elección presidencial del 2007 levantó una gran esperanza en el país. Pero un año después ya se había esfumado. Sarkozy ha defraudado a los franceses. El modo hipertrofiado y desenvuelto de ejercer el cargo, con continuas interferencias de su vida privada; la familiaridad con los ricos y poderosos –traducida en una política fiscal percibida como injusta–, la sucesión inagotable de anuncios y promesas sin resultados tangibles, la deriva populista, en fin, de los últimos meses han arruinado por completo su imagen.

viernes, 1 de abril de 2011

El duelo de los ex

Arrieros de la política son, los dos. Y en el camino de la ambición han acabado por encontrarse. François Hollande, ex primer secretario del Partido Socialista francés, anunció ayer oficialmente su intención de concurrir a las primarias de su partido para encabezar la candidatura socialista al Elíseo en las elecciones presidenciales del 2012, lo que le aboca irremediablemente –a no ser que alguien se retire a media carrera– a disputarse la nominación con su ex mujer y madre de sus hijos, la ex presidenciable socialista Ségolène Royal, que en el 2007 fue derrotada por Nicolas Sarkozy. El duelo de los ex, no por esperado será menos electrizante. Y complicará sobremanera el camino de los otros dos grandes aspirantes a candidato: el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn –el favorito de los sondeos–, y la primera secretaria del PS, Martine Aubry.
El François Hollande que se presentó ayer en su feudo local de Tulle, en Corrèze –¡las tierras de Jacques Chirac!–, es un hombre nuevo, un hombre que ha roto las cadenas. A sus 56 años, Hollande ha renovado completamente su imagen –ha adelgazado diez kilos, se ha teñido el pelo de negro– y se ha desembarazado de todas las constricciones que se había autoimpuesto en el pasado. Un hombre doblemente libre.
Libre de la jefatura del PS, que ocupó entre 1997 y 2008, y desde la que se dedicó básicamente a componer entre las diferentes corrientes del partido para salvaguardar su unidad, aún a costa de desvanecer su propia personalidad política. Libre también de la alargada sombra de su ex compañera de casi treinta años –Ségolène Royal, con quien tiene cuatro hijos en común–, a quien en 2007 cedió de mala gana el paso en su malograda carrera por hacerse con la presidencia de la República. Hoy, François Hollande expone abiertamente su ambición política –lo que tantas veces se había prohibido antes– y exhibe sin sonrojo su relación sentimental con la periodista Valérie Trier-weiler, a quien no ha tenido empacho de calificar en la prensa rosa como “la mujer de (su) vida”.
Las posibilidades de François Hollande de ganar la nominación en las primarias socialistas son inciertas. Pero, desde luego, no se trata de un figurante. A diferencia de otros aspirantes minoritarios ya declarados, como Manuel Valls –que ha empezado a amagar con la retirada– y Arnaud Montebourg, la candidatura de Hollande puede resultar peligrosísima para los barones del PS. El ex primer secretario lleva meses trabajando sin descanso, apareciendo constantemente en los medios de comunicación y pateándose Francia de arriba a abajo. El resultado es que su valoración por la opinión pública va subiendo enteros y los sondeos vaticinan que podría vencer –él también– al presidente saliente, el cada vez más tambaleante Sarkozy.
El ascenso de Hollande tiene su reverso de la medalla en la práctica desaparición política y mediática de Ségolène Royal, que después de su anuncio de candidatura –el pasado diciembre– parece haberse perdido por incógnitos meandros. No es la primera vez, sin embargo. Y si algo ha demostrado Royal es que su determinación y su capacidad de resurrección son igualadas por pocos.
Con un discurso reformista y una imagen de seriedad a toda prueba, François Hollande es un político bien visto por el electorado de centro-derecha, como Strauss-Kahn, pero también por los votantes tradicionales de izquierda, lo que no es del todo así en el caso del director del FMI.
Dominique Strauss-Kahn es, hoy por hoy, la principal garantía de victoria del PS en las presidenciales del año que viene. Pero para plantarse frente a Sarkozy antes ha de salvar el escollo de las primarias, que deben celebrarse en octubre y serán abiertas a todos los simpatizantes de la izquierda. Su cargo en el FMI le ha obligado –o permitido– mantener silencio hasta ahora, para desesperación de sus partidarios... Y de Martine Aubry. Coartada por su puesto y condicionada por el pacto que alcanzó en su día con DSK, por el cual éste apoyó su elección al frente del partido a cambio de su respaldo en la carrera presidencial, la primera secretaria del PS también espera.