Ségolène Royal y François Hollande cerraron anoche en Rennes (Bretaña), ante 10.000 entusiastas seguidores socialistas, un círculo político y personal. La malograda candidata al Elíseo de 2007 pasó el testigo al candidato de 2012... Podría haber sido una bonita imagen, si no hubiera sido tan cicatera, tan ruin, tan distante. El reencuentro público de la pareja tras su ruptura sentimental hace cinco años había levantado una gran expectación. Demasiada probablemente para el gusto de la actual compañera del presidenciable del PS, la periodista Valérie Trierweiler, sentada en primera fila. Con frialdad y cuatro buenas palabras de rigor se saldó el compromiso.
“Es una forma noble la de hacer también la historia poniendo de lado las ambiciones personales”, enfatizó Ségolène Royal a su auditorio. También tuvo anoche que poner de lado su orgullo. El ejercicio fue seguramente uno de los más duros de su carrera política. Porque una cosa es compartir mitin con un viejo rival –de lo que está lleno el Partido Socialista– y otra muy diferente hacerlo con quien, tras 25 años juntos y cuatro hijos en común, la abandonó por otra, a quien tuvo la indelicadeza de calificar en la prensa rosa como la “mujer de su vida”. Difícil imaginar mayor afrenta.
Royal y Hollande no compartían escenario desde el 29 de marzo de 2007, en un mitin electoral en Limoges, con los papeles cambiados. La ruptura entre ambos no se había consumado, pero era ya un hecho desde hacía tiempo. En su libro Mujer fatal, las periodistas Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin, atribuyeron justamente la candidatura de Royal al Elíseo –que cerró el camino a su entonces compañero– al despecho.
A Royal, sus compañeros de partido no le han ahorrado ningún disgusto. El último se produjo el 22 de enero pasado, en el gran mitin del candidato socialista en Le Bourget, cuando en la mejor tradición estalinista Royal fue totalmente borrada del vídeo que repasaba los principales momentos de la vida del PS. Inelegancia colosal que fue posteriormente corregida. Pero no en el vídeo sobre la vida del candidato.
“Es una mujer increíble”. Najat Vallaud-Belkacem, quien fuera su portavoz en la campaña electoral de 2007 –cargo que repite hoy junto a Hollande– no escatima elogios a la fortaleza, capacidad de encaje y poder de recuperación fuera de lo común de quien hace cinco años fue la gran esperanza de la izquierda.
De su resistencia granítica, Ségolène Royal ha dado amplias muestras. Hace cinco años, cuando cayó derrotada frente a Nicolas Sarkozy. En 2008, cuando Martine Aubry le arrebató por un puñado de votos la primera secretaría del PS. Y el año pasado, tras haber sido eliminada en la primera vuelta de las primarias socialistas para elegir a su nuevo candidato al Elíseo. Con sólo un 7% de los votos –lo que la dejó en un humillante cuarto lugar–, Royal pareció hundirse y, por primera vez, no pudo evitar llorar.
Pero sólo dos días después volvió a levantarse y, haciendo de tripas corazón, pidió el voto para François Hollande, en cuya campaña se ha comprometido sin reservas: en mítines, en el puerta a puerta... En su decisión tuvo un peso decisivo la familia. No lo admitió entonces, pero sí ahora: “Pensé que optar por François era lo mejor para mis hijos”, admitió hace quince días en la revista Gala.
Tanto más cuanto que el mayor de los cuatro, Thomas Hollande, de 28 años, que hace cinco años estuvo a su lado haciendo campaña, se ha integrado esta vez en el equipo electoral de su progenitor. Thomas no quiso viajar ayer a Rennes. No fuera que le preguntaran: ¿A quién quieres más, a tu madre o a tu padre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario