A priori, se trata sólo de un susto, sin más consecuencias que unas leves contusiones. Eva Joly, 68 años, candidata al Elíseo de Europa Ecología-Los Verdes, se cayó el domingo por la noche por las escaleras de un cine de París con tan mala fortuna que se golpeó en la cabeza y perdió el conocimiento. La presidenciable ecologista fue hospitalizada de forma preventiva –para someterla a varios exámenes– y se vio obligada a suspender todos los actos de campaña electoral de la jornada del lunes.
Los médicos del hospital Cochin de París le dieron ayer tarde el alta –Joly abandonó el hospital poco antes de las siete de la tarde–, tras comprobar que el accidente no había sido causado por problemas internos. “Las investigaciones cardiovasculares han sido negativas, la caída en consecuencia tuvo probablemente un origen mecánico”, señaló el equipo médico en una nota. Es decir, un traspiés.
De haber sido algo más grave, suficiente como para impedir a Joly continuar con su campaña electoral de forma “duradera”, el Consejo Constitucional estaba facultado para retrasar las elecciones presidenciales, previstas para el 22 de abril y el 6 de mayo, hasta 35 días.
Si no fuera por los hematomas en la cara –que no tienen nada de figurado–, el tropiezo de Eva Joly parecería una cruel metáfora de la trayectoria de los ecologistas en esta campaña electoral, en la que van de traspiés en traspiés y que amenaza con desembocar en una derrota sin paliativos. A veinte días de la primera vuelta, los sondeos otorgan a la candidata de Europa Ecología-Los Verdes un apoyo testimonial del 2% de los votos, una diferencia abismal con el 16,3% logrado de la mano del carismático Daniel Cohn-Bendit en las elecciones europeas de 2009, en que igualaron por primera vez a los socialistas.
Un resultado del 2% sería una tragedia política para los ecologistas, pero también una pesadilla económica, pues un resultado semejante limitaría el reembolso de los gastos electorales por parte del Estado a sólo 800.000 euros (mientras que por encima del 5% la subvención llega hasta 8 millones)
¿Qué ha pasado en tres años para que los verdes caigan en barrena? Prácticamente todo el mundo, así desde fuera como desde dentro, coincide en achacar la mayor parte del problema a la controvertida personalidad de su candidata. Eva Joly, ex juez anticorrupción que saltó a la fama en los años noventa al instruir el caso Elf, cae enormemente antipática. Su manera seca y desabrida de hablar, aderezada con un cortante acento nórdico –nacida en Oslo bajo el nombre de Gro Farseth, adquirió la nacionalidad francesa al casarse con el hijo de la familia donde trabajó como au-pair–, su extrema susceptibilidad y la agresividad con la que trata a sus adversarios políticos le han hurtado la simpatía de la opinión pública, que la juzga con gran severidad.
Sus propios compañeros de filas no se han abstenido en las última semanas de cuestionar su forma de hacer campaña, amagando incluso con proponer la retirada de las elecciones presidenciales.
Como cada domingo, Eva Joly acudió anteanoche, sola, al cine de su barrio, en Montparnasse. La película que eligió fue “38 testigos”, del realizador belga Lucas Belvaux, sobre el asesinato de una mujer visto por 38 testigos que nada hacen, ni nada dicen... Una historia sobre la cobardía.
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