jueves, 31 de marzo de 2011

Cristianos, musulmanes y judíos amonestan a Sarkozy

El debate sobre el islam se ha convertido para Nicolas Sarkozy en una trampa de difícil salida. Rechazada por los musulmanes, censurada por la oposición, criticada por numerosos intelectuales y mal vista por una parte de su propia familia política –que esta semana le apresuraba a dar marcha atrás–, la iniciativa recibió ayer el tiro de gracia. La Conferencia de Responsables de Culto en Francia –una organización nacida el pasado otoño que reagrupa a los máximos dirigentes de las tres iglesias cristianas, el islam, el judaísmo y el budismo– publicó una tribuna en el diario católico La Croix en la que, con palabras mesuradas pero de significado inequívoco, cuestiona abiertamente la oportunidad de un debate de tales características en un momento preelectoral como el actual. pues a su juicio podría “suscitar confusiones que no pueden ser sino perjudiciales”.
Los firmantes de la declaración –entre los que se encuentran el presidente de la conferencia episcopal francesa, el cardenal André Vingt-Trois; el Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim, y el presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán, Mohamed Moussaoui– expresan su total adhesión al principio de laicidad consagrado en la ley de 1905. “La laicidad es uno de los pilares de nuestro pacto republicano, uno de los soportes de nuestra democracia, uno de los fundamentos de nuestra voluntad de convivencia. Cuidémonos de no dilapidar esta conquista”, dicen. Pero cuestionan la oportunidad y la forma de abrir ahora un debate. “¿Hace falta, en el contexto actual, un debate sobre la laicidad?”, se preguntan los representantes religiosos, que recuerdan que en los últimos años ha habido ya numerosos debates sobre la laicidad, que han desembocado en informes y grupos de trabajo, dando así a entender que probablemente es innecesario. Y añaden aún otra pregunta: “Un partido político, por mayoritario que sea, ¿es la instancia adecuada para conducirlo en solitario?”. Tras aludir a las crisis “política, económica, financiera y moral” que sacuden hoy a la sociedad, preconizan implícitamente la anulación del debate: “No añadamos confusión al periodo confuso que atravesamos”, aconsejan con cautela.
La tribuna de las seis grandes confesiones de Francia se añade a un sinfín de declaraciones y peticiones surgidas en las últimas semanas en contra de una iniciativa que amenaza con presentar al islam como un problema y atizar las divisiones sociales. Un grupo de políticos, intelectuales y artistas firmó la semana pasada un manifiesto pidiendo la retirada del debate, lo mismo que han hecho los principales dirigentes musulmanes franceses. Militantes musulmanes de la UMP, el partido gubernamental, han roto públicamente sus carnets de afiliado y destacados miembros del partido y el Gobierno, como el ministro François Baroin, titular de Presupuesto y Portavoz del Ejecutivo, han propugnado directamente dar marcha atrás. De momento, sin ningún éxito.
Nicolas Sarkozy reiteró el lunes, cuando aún estaba fresca la derrota de las elecciones cantonales, su determinación de celebrar el controvertido debate, previsto para el próximo día 5. Y ayer, su principal ariete, el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, lo volvió a repetir, relativizando la tribuna de los religiosos.
Sarkozy y Copé ya pueden insistir en su presunta buena fe, que nadie les cree. El debate, formalmente reconducido al tema de la laicididad, siempre tuvo en realidad –y sigue teniendo– como objeto el islam en Francia. Y su repentina aparición en el discurso político de la UMP –tras el fallido debate de la identidad nacional y la prohibición del velo integral en el espacio público– se inscribe en la estrategia de Sarkozy de disputar el electorado popular a la extrema derecha.

Una provocadora estrella verde

El colectivo Banlieues Respect y el Consejo de los Demócratas Musulmanes de Francia (CDMF) han tomado la provocadora iniciativa de llamar a los musulmanes franceses a identificarse públicamente con una estrella verde en su indumentaria para expresar así su rechazo al debate organizado por la UMP sobre el islam, que consideran estigmatizador. La idea, cuyo eventual seguimiento es todavía una incógnita, ha generado ya airadas críticas, toda vez que asimila falsamente la situación de los musulmanes hoy en Francia con la persecución de los judíos bajo la ocupación nazi. El presidente del CDMF, Abderramán Dahmane, era hasta hace dos semanas consejero del Elíseo en materia de Integración, hasta que Nicolas Sarkozy le despidió por criticar públicamente la organización del debate.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Un faro en la noche

Acérquense a los muelles del Sena, cerca de la imponente catedral gótica de Notre Dame, y echen un vistazo a los típicos puestos de los bouquinistes (en sentido literal, libreros), esos pequeños bazares genuinamente parisinos donde se entremezclan libros antiguos, revistas ajadas de varias décadas atrás, carteles, grabados, postales… y souvenirs. No tardarán en ver, junto a la inevitable imagen de la torre Eiffel, reproducciones del affiche original del legendario cabaret Le Chat Noir. Obra del pintor modernista Théophile-Alexandre Steinlen, el cartel, mil veces visto, con su gato negro sobre fondo rojo y ocre, está íntimamente asociado a la Belle Époque, ese periodo febril y creativo, lúdico y frívolo que vivió la capital francesa entre dos siglos, de 1890 a 1914, el fecundo oasis de paz y despreocupación que discurrió entre el renacimiento posterior a la guerra franco-prusiana –que trajo la caída del Segundo Imperio y el trauma de La Comuna-, y la hecatombe de la Primera Guerra Mundial.

Le Chat Noir, fundado por el artista Rodolphe Salis en 1881 y cerrado oficialmente en 1897, fue por así decirlo el padre de los mundialmente famosos cabarets de Montmartre, como los célebres Moulin Rouge, Folies Bergère o Mirliton, algunos de ellos todavía en activo y reclamo tradicional de turistas. Su innovador teatro de sombras al son del piano –hasta ese momento, estaba prohibido tocar música en los cafés-, su espíritu bohemio y descocado, el ambiente provocador y gamberro del club de los Hidrópatas (un grupo de estudiantes y poetas, fundado por Émile Goudeau, instalados de forma permanente en el local que abominaban del agua y englutían abundante alcohol), convirtieron al Chat Noir en la principal atracción de la noche  parisina y en visita ineludible de todo aquel que estuviera de paso por la ciudad. Artistas, intelectuales… pero también burgueses provinciales y aristócratas. Entre sus habituales se contaban numerosos artistas, como Alphonse Allais, George Auriol, Caran d’Ache, Paul Verlaine, Guy de Maupassant, Claude Debussy, August Strindberg…

En su primer emplazamiento, el número 84 del boulevard Rochechouart, hay hoy una banal tienda de souvenirs –con el ineludible cartel del gato, naturalmente- y en el segundo, el que mayor fama le dio, el número 12 de la calle dedicada hoy a Victor Massé, una solitaria placa recuerda sus viejas glorias. En su último albergue, el 68 del boulevard de Clichy –a pocos pasos del Moulin Rouge-, subsiste hoy una brasserie-café concert, así como un modesto hotel de dos estrellas, con el mismo nombre, pálido recuerdo de su esplendor pasado. Le Chat Noir, cual Cid de la bohemia, ha sobrevivido sin embargo a su muerte, alzándose a la categoría de icono de aquellos años locos.

El omnipresente cartel del gato negro asalta al turista desprevenido desde que pone el pie en París, una ciudad del siglo XXI enfundada en hábitos del XIX. No se trata sólo del marketing turístico, casi exclusivamente centrado en la Belle Époque y las vanguardias artísticas de fin de siglo. Es la ciudad misma la que parece anclada en aquel periodo dorado en que fue la capital del mundo, como ensimismada en sus glorias pasadas. El París de hoy se parece mucho al París del siglo XIX. Sus edificios, sus monumentos, sus calles, pero también sus referentes simbólicos, retrotraen al pasado. Ésa es probablemente su magia. Ahí radica seguramente su particular encanto.

Montmartre es un buen lugar para empezar ese tentador viaje al pasado. Junto a los cabarets y locales de music-hall, el barrio está estrechamente asociado a los pintores impresionistas que lo poblaron y lo pintaron en la segunda mitad del XIX. Cézanne, Degas, Manet, Pissarro, Renoir, Toulouse-Lautrec, Van Gogh… Sus nombres integran el adn de París, su imagen de marca internacional. Todavía hoy su fuerza es arrolladora. En la bisagra de los años 2010 y 2011, más de un siglo después, el gran acontecimiento cultural del año ha sido la vasta exposición dedicada en el suntuoso Grand Palais al maestro Claude Monet, visitada por cerca de un millón de personas.

Dejen atrás el bullicio de los bulevares de Montmartre y asciendan por sus empinadas calles hacia la cima de la colina. Millones de turistas lo hacen cada año. A falta de original, es imprescindible. Algo de aquel espíritu mundano subsiste hoy, en forma de reflejo desvaído, en la coqueta plaza del Tertre, poblada de pintores de ocasión, muchos de ellos procedentes de países del Este, en busca de colocar su mercancía a las nutridas retahílas de visitantes. ¿Retablo de cartón piedra? ¿parque temático? Algo de artificial tiene, en efecto, este paisaje congelado. Pero, como dijo un amigo la primera vez que lo vio, probablemente era el precio que había que pagar para salvaguardar el lugar.

Una sensación de irrealidad produce también la cercana basílica del Sacré Coeur, edificada a partir de 1875, en un inverosímil estilo romano-bizantino –que Josep Pla calificó de “arquitectura de tumefacciones”-, para purgar los pecados por los que Francia había sido castigada con la guerra, la violencia y la destrucción. Declarada de utilidad pública por una ley de la Asamblea Nacional de julio de 1873, sus promotores buscaban también hacer de la basílica un templo expiatorio de los crímenes anticlericales de La Comuna -ejecución del arzobispo de París, masacres de los dominicos de Arcueil y de los jesuitas de Haxo-, insurrección libertaria que empezó justamente en Montmartre en marzo de 1871 y que fue aplastada a sangre y fuego en mayo de ese año por las tropas versallesas del mariscal Mac-Mahon

Desde las escalinatas de la basílica hay una magnífica vista de París, extendida a sus pies. Al margen de algunas torres extemporáneas de viviendas y oficinas de los años setenta, el perfil de la ciudad es el mismo de hace más de un siglo. Las estrictas normas urbanísticas han permitido preservar la esencia arquitectónica de la ciudad que legó el gran valido del emperador Napoleón III, el controvertido barón Haussmann. Entre 1853 y 1870, el verdugo del Vieux Paris reventó los barrios de estrechas y malolientes callejas de la ciudad antigua para abrir los grandes bulevares, construyó  40.000 nuevos edificios -obligando a uniformizar su altura, nunca mayor que el ancho de la calle-, construyó una moderna red de alcantarillado y plantó decenas de miles de árboles.

Los monumentos y grandes edificios que sobresalen en el horizonte, citas obligadas de toda visita turística a París, fueron edificados en gran número en ese rico y agitado siglo XIX, marcado por las revoluciones, las guerras y los dos imperios de los Bonaparte. El Arco de Triunfo, la avenida de los Campos Elíseos -“La plus belle avenue du monde”, al decir de los parisinos-, el Arco del Carrusel (en el Louvre), la iglesia de la Madeleine, el Palais Bourbon (Asamblea Nacional), el Grand Palais y el Petit Palais -construidos para la exposición de 1900-, las estaciones ferroviarias del Nord, de Lyon y d’Orsay (hoy museo), la Ópera, la Biblioteca Nacional, el Palacio de Justicia, la Bolsa, la Prefectura de Policía, la Columna de la plaza Vendôme, el edificio neorrenacentista del Hôtel de Ville (Ayuntamiento), los cementerios de Père Lachaise y Montparnasse…

… Y la torre Eiffel. Erigida con motivo de la Exposición Universal de 1889 –primer centenario de la Revolución Francesa-, osado monumento a la modernidad y el genio industrial, el artefacto diseñado por el ingeniero Gustave Eiffel fue recibido en su momento con estupefacción y desagrado. En un manifiesto publicado el 14 de febrero de 1887 en el diario Le Temps por una cincuentena de intelectuales y artistas franceses de renombre –Alexandre Dumas hijo, Guy de Maupassant, Charles Garnier, Charles Gounod…- la torre merecía adjetivos tan demoledores como “inútil y monstruosa”, “vertiginosamente ridícula” y causa de “deshonor” para París. El poeta Paul Verlaine la descalificó tildándola de “esqueleto de campanario”. Y hubo quien, desde cierto fundamentalismo católico, opuso el blanco inmaculado del Sacré Coeur de Montmartre, símbolo de fe y espiritualidad, a la oscura y pagana estructura de hierro de esa nueva “Torre de Babel” de evocaciones revolucionarias.

Construida con vocación efímera –debía ser derribada dos décadas después-, la torre Eiffel se salvó de la desaparición gracias al empeño de su autor por darle una utilidad científica, organizando experimentos en materia de comunicaciones radiofónicas. Hoy, no sólo es el monumento de pago más visitado del mundo –siete millones de visitantes al año, 250 millones desde que se abrió al público-, sino que se ha convertido en motivo de inspiración para artistas, diseñadores y hasta creadores de moda. Reproducida en toda suerte de soportes, la torre ha acabado convirtiéndose en el emblema supremo de París, al punto de confundirse con la ciudad misma. Su potente faro rasga hoy la oscuridad nocturna como una metáfora de la Ville Lumière, iluminando la tierra entera. Como subrayando las palabras del poeta decimonónico Téophile Gautier: “Si París se apagara, la noche caería sobre el mundo”.

martes, 29 de marzo de 2011

La derecha francesa, a la greña

La derrota en las elecciones cantonales ha dejado a la derecha francesa hecha un gruyère. Las disensiones en el partido de Nicolas Sarkozy, ya visibles estos últimos meses, se han recrudecido tras el fracaso del domingo, en el que la UMP quedó muy por detrás del Partido Socialista (20,3% frente a 35,7%), víctima de una deserción masiva de sus electores hacia la abstención (55,2%) y la extrema derecha, que de la mano de Marine Le Pen se ha aupado a la categoría de tercera fuerza política (11,6%). Un test desastroso a poco más de un año de las elecciones presidenciales y legislativas del 2012, tanto más cuanto que se añade a la cadena de derrotas de las municipales del 2008 y las regionales del 2010.
La UMP –sobre la que hoy se bromea que no es ni Unión, ni está en Movimiento ni es Popular– es un hervidero de tensiones y el liderazgo del presidente francés parece cada vez más contestado. Lo mismo que la estrategia de derechización aplicada en los últimos meses. La inquietud creciente ante una –cada vez más verosímil– debacle el año que viene hace que algunos barones del partido se cuestionen la idoneidad de que Sarkozy repita como candidato. Ya no es la pérdida del Elíseo lo que más temen algunos, sino el riesgo de ser barridos en el Parlamento un mes después.
Por otro lado, el descarado coqueteo de Sarkozy y sus más fieles escuderos con el discurso de la ultraderecha, en un intento –aparentemente vano– de evitar la sangría de votos hacia el Frente Nacional, ha incomodado a los sectores más moderados del partido y a la familia centrista, cada vez más inclinada a concurrir a las elecciones como una marca separada nucleada alrededor del ex ministro Jean-Louis Borloo, presidente del Partido Radical.
El primero en atacar ayer la estrategia aplicada por Sarkozy desde el verano pasado fue un verdadero primer espada, lo que da idea del grado de descomposición interna de la derecha: el ministro del Presupuesto y Portavoz del Gobierno, François Baroin, instó en unas declaraciones radiofónicas a “regresar a los valores profundamente republicanos” y a “poner fin a todos estos debates”, en inequívoca alusión al debate sobre la laicidad y el islam impulsado por el secretario de la UMP, Jean-François Copé, a iniciativa del Elíseo. Baroin llegó a sugerir incluso la posibilidad de pactar con la izquierda una resolución parlamentaria para cerrar este espinoso asunto, que a su juicio puede dar la sensación de que se pretende “estigmatizar” a una comunidad. El debate de la UMP ha causado consternación y rechazo entre las organizaciones islámicas de Francia.
Baroin, un chiraquista a fin de cuentas, fue curiosamente secundado por un sarkozysta de pura cepa, el ex ministro Christian Estrosi, alcalde de Niza, quien lanzó también una severa puya: “Cuando se quiere abrir un debate cada día, el primero que hay que abrir es sobre cómo poner fin a la máquina de perder”.
Nicolas Sarkozy, que ayer por la mañana reunió a la plana mayor de su partido en el Elíseo, reaccionó con presteza y firmeza para intentar acallar las críticas e imponer la disciplina en sus propias filas. Baroin fue instado a rectificar públicamente sus declaraciones arguyendo un inverosímil “malentendido” –lo que al cierre de esta edición aún no había hecho– y el presidente francés reafirmó su determinación de llevar adelante el debate sobre la laicidad y el islam como estaba previsto. Asimismo lanzó una seria advertencia a quienes “querrían poner en cuestión la unidad” de la mayoría presidencial, dirigiéndose implícitamente a las huestes de Jean-Louis Borloo y los centristas de Hervè Morin.
Sarkozy, sin embargo, va a tener serias dificultades para imponer su autoridad, cada vez más contestada y burlada. Las salidas de pista de Baroin y Estrosi están lejos de ser un fenómeno aislado. Ya durante la campaña de la segunda vuelta de las cantonales, diversas figuras de la derecha –entre ellas el ministro de Defensa y ex primer ministro Alain Juppé y el propio jefe del Gobierno, François Fillon– llamaron a votar “contra” el FN, en abierta contradicción con las consignas abstencionistas de Sarkozy. El caso de Fillon es particularmente llamativo: el primer ministro no deja pasar ocasión –lo ha hecho al hablar del islam, de la inmigración y de la delincuencia– para separarese claramente del giro derechista marcado por el presidente desde el verano pasado, cuando lanzó la campaña de expulsiones masivas de gitanos del Este (roms)
Los propios parlamentarios de la UMP, así en el Senado como en la Asamblea Nacional, se han permitido el lujo de desairar a su otrora idolatrado líder. El motín más sonado se produjo el mes pasado, cuando las dos cámaras del Parlamento tumbaron consecutivamente una medida anunciada a bombo y platillo por Sarkozy en su criticado discurso de Grenoble: la retirada de la nacionalidad francesa a todo aquel ciudadano naturalizado recientemente –menos de 10 años– que atentara contra la vida de un policía.

lunes, 28 de marzo de 2011

Sarkozy, de derrota en derrota

Si las elecciones cantonales francesas, de las que ayer se celebró la segunda vuelta, resultaran ser un anticipo de las presidenciales del año que viene, el futuro político de Nicolas Sarkozy no podría ser más sombrío.
El partido del presidente francés, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) fue ayer batido en toda regla por el Partido Socialista (PS) con una abrumadora diferencia: 36,4% a 19,1%. La elevadísima abstención –un 55%–, la división del voto conservador –las candidaturas independientes captaron el 10,3% de los sufragios– y la fortaleza demostrada por la extrema derecha explican esta distancia.
El Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen retrocedió ayer en la segunda vuelta –como era de esperar, a causa del voto útil– del 15,2% al 11,4% de los sufragios globales y sólo logró dos victorias locales en Carpentras y Brignoles (Provenza-Alpes-Costa Azul). Pero en aquellos cantones donde estuvo presente no sólo no vio disminuido su apoyo respecto a la primera vuelta, sino que incluso lo reforzó, con resultados de hasta el 40%. “Estamos ante un auténtico voto de adhesión”, se felicitó anoche la presidenta del FN, quien subrayó que “el frente republicano se ha hundido”.
En esta ocasión, el denominado frente republicano sólo ha existido en realidad a medias. Porque si el PS había llamado a votar a la derecha, allí donde hiciera falta, para frenar al FN, la UMP no hizo otro tanto: la consigna de Sarkozy –frente a la que se alzaron en el partido mayoritario algunas voces disidentes– fue la de no votar ni al Frente Nacional ni a la izquierda. Empeñado en recuperar a los votantes de la extrema derecha, que le valieron la victoria en el 2007, el presidente francés busca desesperadamente seducirles a base de derechizar y radicalizar su discurso, aún a riesgo de dar alas a su adversario.
Anoche, algunos dirigentes de la UMP insistían más que nunca en la necesidad de abordar sin tapujos los temores de una parte de la población francesa ante los fenómenos de la inmigración, la inseguridad y la globalización, de seguir jugando –en definitiva– en el terreno de la extrema derecha con un discurso peligrosamente parecido. El problema, para la UMP, es que esta estrategia –abundantemente puesta en práctica en los últimos días por el ministro del Interior, Claude Guéant, mano derecha de Sarkozy – no ha hecho sino alimentar al FN.
Un nuevo sondeo de TNS Sofres confirma hasta qué punto la UMP se está dejando comer el terreno. Según esta encuesta, si las elecciones presidenciales se celebraran hoy, el socialista Dominique Strauss-Kahn sería el vencedor de la primera vuelta (34%) seguido por Marine Le Pen (21%), lo que dejaría a Sarkozy (17%) fuera de carrera.
El mapa político de Francia está en pleno proceso de recomposición. Tras estas elecciones, la tercera fuerza política del país ya no son los verdes de Europa Ecología ni los centristas del Movimiento Demócrata (MoDem), sino el Frente Nacional fundado por Jean-Marie Le Pen, convenientemente modernizado y remozado por su hija.
“El resultado [del FN] demuestra que el voto de protesta no debe ser subestimado ni banalizado. Este partido debe ser combatido y las causas de su audiencia deben ser lúcidamente evaluadas y tratadas”, declaró anoche el primer ministro, François Fillon, que se desmarcó de la línea fijada por Sarkozy y llamó a votar contra el FN en la segunda vuelta. Fillon relativizó asimismo la amplitud de la derrota de la UMP: “La izquierda progresa, pero el retroceso de la mayoría es menos importante de lo previsto”.
El Partido Socialista, aliado en la mayoría de los casos a los verdes, se vio confortado, en cambio, como la única alternativa política real a la UMP. Los socialistas no sólo avanzan en su implantación territorial –al arrebatar a la derecha la mayoría en cuatro departamentos–, sino que afianzan la serie ganadora de las municipales de 2008 y las regionales de 2010.
“Los franceses han abierto hoy la vía del cambio”, proclamó la primera secretaria del PS, Martine Aubry, quien en una implícita advertencia dirigida a los barones de su partido tentados de abrir nuevas luchas intestinas por la designación del candidato al Elíseo –que se decidirá en primarias–, alertó: “Tenemos un deber de victoria”.

domingo, 27 de marzo de 2011

Negocio nuclear

A los responsables del sector nuclear público francés, con la presidenta del gigante atómico Areva, Anne Lauvergeon, a la cabeza, les llovieron toda suerte de críticas y reproches en Francia cuando a finales del 2009 perdieron un suculento contrato para construir cuatro reactores nucleares en Abu Dabi a manos de un consorcio surcoreano dirigido por Kepco (Korean Electric Power Corp), que se lo adjudicó por 20.000 millones de dólares. Al margen de algunos fallos de coordinación a la hora de enfocar la negociación, el problema principal se reveló ser el propio producto: el nuevo reactor nuclear de tercera generación EPR desarrollado por Areva. Más moderno, más potente y más seguro... es también mucho más caro (30.000 millones de dólares fue la oferta francesa). Aparentemente invendible, el EPR, del que se están contruyendo –no sin retrasos y dificultades– dos reactores en Francia (Flamanville) y en Finlandia, puede convertirse ahora sin embargo en la gran baza internacional de Areva en la nueva etapa abierta por el accidente nuclear de la central japonesa de Fukushima.
De entrada, el horizonte que se perfila para la industria nuclear a corto plazo es más bien sombrío. El accidente de Fukushima va a frenar –lo está haciendo ya– numerosos proyectos de nuevas centrales en todo el mundo. La agencia de notación Fitch advertía esta semana que “las actividades internacionales de EDF, GDF-Suez y Areva pueden resultar aún negativamente afectadas por las consecuencias de los acontecimientos en Japón”. Sin embargo, a largo plazo Areva puede estar mejor situada que nadie y aprovechar esa mayor exigencia en materia de seguridad.
“Si hubiera habido reactores EPR en Fukushima, no habría habido fuga radioactiva”, declaró Anne Lauvergeon –Atomic Anne– esta semana en la Asamblea Nacional. ¿Un farol? No tanto, si se piensa que el EPR está dotado con una doble protección de hormigón armado –capaz de resistir el impacto de un avión–, un recinto de confinamiento estanco para las piscinas del combustible usado, cuatro sistemas independientes capaces de refrigerar el reactor cada uno por sí solo de forma autónoma y un receptáculo estanco para recoger el combustible en caso de fusión del núcleo.
Con el drama de Fukushima aún vivo, ya ha quien –seguramente de forma interesada– aventura que Abu Dabi podría revisar la adjudicación del 2009...

miércoles, 23 de marzo de 2011

La amenaza del FN alcanza a Sarkozy

Mientras el presidente francés era vitoreado el domingo en las carreteras de Bengasi por los insurgentes libios al grito de “I love you, Sarkozy”, los franceses le infligían un contundente castigo en las urnas. Con una abstención récord del 55,6%, la primera vuelta de las elecciones cantonales –una cita electoral en principio anodina si no fuera porqure es el último test antes de las presidenciales de mayo del 2012– dio un triunfo claro al Partido Socialista (PS), que obtuvo el 25% de los votos, mientras la gubernamental Unión por un Movimiento Popular (UMP) se desfondaba hasta el 17,1%. Lo peor para el partido de Sarkozy es que la ultraderecha le pisa claramente los talones: el renovado Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen se alzó con el 15,2% de los sufragios. Un resultado inédito para la extrema derecha en unas elecciones cantonales –donde se eligen los representantes de los consejos generales de departamento, una suerte de diputaciones provinciales– y que a 13 meses de las presidenciales arroja serias dudas sobre la estrategia electoral de la UMP.
Que el FN le está comiendo el terreno a la derecha republicana ya no es una hipótesis de los institutos de opinión. Ya no se trata de sondeos, sino de votos contantes y sonantes. Y, a tenor del resultado del domingo, los votantes que auparon a Sarkozy en el 2007 parecen haberse lanzado masivamente a la abstención o girado la vista hacia el nuevo FN, que ha revestido su discurso tradicional con una pátina republicana –en defensa del Estado laico contra la presión islamista– y social en el terreno económico. El acercamiento de Sarkozy y la UMP al discurso de la extrema derecha, en su lucha por esta franja del electorado, ha nutrido más bien a su adversario, al que de algún modo ha legitimado.
El FN consiguió el domingo lo impensable: pasar a la segunda vuelta en 402 cantones, al superar la barrera del 12,5% de los votantes inscritos. Su media del 15,2% en el conjunto del país esconde en realidad un apoyo superior, que se situó en el 19,2% en los cantones donde presentó candidaturas. Sus principales feudos siguen siendo el depauperado norte y la región de Marsella. En muchos lugares, los frentistas superaron el 20% y aún el 30%.
La UMP ha encajado el golpe con graves disensiones. Avalada por Nicolas Sarkozy, la consigna dada ayer por el secretario general del partido, Jean-François Copé, era de dejar libertad a sus electores cara a la segunda vuelta. La UMP ha advertido que en ningún caso apoyará ni pactará con la extrema derecha, pero tampoco quiere alimentar un frente republicano en contra del FN, con el fin de no contrariar a sus electores, que no ha renunciado a intentar seducir. El papel de los votantes de la derecha será esencial en la segunda vuelta del próximo domingo, pues el FN se enfrentará a duelo con el PS en 204 cantones por sólo 89 frente a la UMP. La izquierda se ha conjurado aquí a pedir el voto a los candidatos de la derecha para cerrar el paso al FN. Pero la UMP, en un difícil equilibrio, se resiste a hacer lo mismo a la inversa.
Esta estrategia del “ni-ni”, duramente criticada por los socialistas, ha incomodado a importantes barones de la derecha, que no han dudado en desmarcarse. Empezando por el primer ministro, François Fillon, quien no tuvo reparos en disentir con Sarkozy y llamó a votar “contra” el FN. Lo mismo que el líder del Partido Radical –integrado en la UMP–, el ex ministro Jean-Louis Borloo, que pidió votar a los socialistas allí donde se enfrenten al FN.
Todas las dudas y el desconcierto que atenazan a la UMP tras el resultado de la primera vuelta de las cantonales de este domingo se convierte en unidad y firmeza en el campo de la izquierda. Con una rapidez inusual, los líderes de los principales partidos de la izquierda comparecieron conjuntamente en la misma noche electoral para analizar los resultados y proponer la constitución de un frente republicano contra la extrema derecha en las segunda vuelta del próximo domingo. La primera secretaria del PS, Martine Aubry; la líder de los Verdes, Cécile Duflot, y el secretario general del PCF, Pierre Laurent, reunidos en una barcaza anclada en el Sena, hicieron un llamamiento a la unidad. Aubry acusó a Nicolas Sarkozy de “hundir la República” y dar alas ala ultraderecha. El presidente francés “tiene mucho que ver con el resultado del Frente Nacional”, acusó la líder socialista, quien consideró “muy grave” la estrategia de la UMP.

domingo, 20 de marzo de 2011

El Superagente 86 en Renault

El patinazo es digno del Superagente 86. Pero en Francia nadie se ha reído. Especialmente en el Elíseo, donde todavía no dan crédito al esperpento ofrecido por la cúpula de Renault a cuenta del falso caso de espionaje industrial del que había sido presunta víctima el programa del vehículo eléctrico de la firma francesa, el plan estrella de las próximas décadas.
Después de poner el grito en el cielo, de arrastrar públicamente por el barro el nombre de tres directivos de la empresa –fulminantemente despedidos por alta traición– y de acusar de forma algo menos que velada a China de estar detrás de la conspiración, al final ha resultado que la dirección del principal fabricante automovilístico francés ha sido víctima de un engaño. “Un caso de Bibi Fricotin [en alusión a un popular personaje de cómic infantil, desfacedor de entuertos, de los años veinte], de agente secreto de tercera división”, como lo calificó con despectiva ironía el ministro del Presupuesto y Portavoz del Gobierno, François Baroin, quien consideró “anormal” que una “inmensa empresa” como Renault “haya caído en semejante amateurismo”. Demoledor para la imagen de Renault.
El caso, presentado como de una gravedad sin precedentes, fue aireado directamente por Renault el pasado mes de enero, al anunciar inopinadamente el despido de tres directivos por espionaje industrial: Michel Balthazard, miembro del comité de dirección y supervisor de los anteproyectos industriales de la empresa; su adjunto, Bertrand Rochette, y Mathieu Tenenbaum, director adjunto del programa del vehículo eléctrico, protestaron su inocencia en vano. El Gobierno francés no ocultó su irritación. Para ser que el Estado es el principal accionista de Renault –con el 15% del capital–, la dirección le tuvo totalmente al margen. El enfado, sin embargo, no le llevó a cuestionar la tesis oficial.
El origen del caso fue una denuncia anónima, enviada a diversos miembros de la dirección de Renault en el verano del 2010. La compañía la consideró suficientemente grave como para investigar su veracidad. Pero en vez de ponerla en conocimiento de la Dirección Central de Investigación Interior (DCRI) –contraespionaje–, lo dejó en manos de sus servicios internos de seguridad. Un error que se revelaría fatal.
La investigación oficial abierta después de que Renault destapara el caso –y presentara la lógica denuncia judicial– reveló pronto la inconsistencia de las acusaciones contra los tres directivos despedidos. La dirección de la empresa no disponía de ninguna prueba fehaciente en su contra. Sólo la presunta existencia, a nombre de los tres implicados, de tres cuentas bancarias en Suiza y Liechtenstein a través de las cuales –se suponía– recibían el pago de su hipotética traición. ¿Por cuenta de quién? ¿A cambio de qué información? Se ignoraba.
Para apuro de la dirección de Renault –y alivio de los tres acusados– pronto se descubrió que las citadas cuentas bancarias no habían existido nunca. Todo eran castillos en el aire. Como el caso del ex director de marketing de la empresa Philippe Clogenson, despedido a finales del 2009 por una acusación similar, y cuyo testimonio resultó capital para desenredar al final el ovillo.
¿Y qué se encontró en el corazón de la madeja? Una banal estafa. Así lo explicó el lunes pasado el fiscal jefe de París, Jean-Claude Marin, al dar cuenta de la detención, encarcelamiento y procesamiento del responsable de seguridad de Renault, Dominique Gevrey, quien habría cobrado 310.000 euros de la empresa para pagar a la anónima fuente que suministraba la información –cuya identidad únicamente él decía conocer– y habría pedido 924.000 euros más para obtener las pruebas documentales incriminatorias contras los tres directivos acusados en falso... La investigación sigue abierta, pero el fiscal dio definitivamente por abandonada la pista del espionaje.
El presidente de Renault, Carlos Ghosn, apareció esa misma noche en televisión para pedir excusas públicamente y ofrecer a los directivos represaliados su reingreso en la compañía o una indemnización “a la medida del perjuicio que han sufrido”. “Yo me equivoqué, nosotros nos equivocamos”, admitió Ghosn, quien anunció una auditoría interna sobre el sistema de seguridad de la compañía y ofreció como expiación la renuncia –por su parte y por parte del director general, Patrick Pélata– de la parte variable de sus remuneraciones correspondientes al 2010 y a todo beneficio de las stock-optios en el ejercicio del 2011. A cambio de conservar en su puesto –“por el bien de Renault”– a su número dos.
Es difícil que ello baste al ultrajado Gobierno francés. Los ministros de Economía y de Industria, Christine Lagarde y Eric Besson, advirtieron el jueves que la auditoría prometida por Renault debe dar lugar a “responsabilidades personales”. “Esto no es el fin de esta historia”, remachó Besson.

La ‘otra’ cuenta bancaria en Suiza

La investigación oficial sobre el falso caso de espionaje a Renault ha demostrado que ninguno de los tres directivos inculpados tenía cuentas bancarias en Liechtenstein y Suiza, en contra de lo denunciado por una fuente anónima. Quien al parecer sí la tiene, en la Banque Cantonale Vaudoise (Lausana), es el ex responsable de seguridad de Renault, Dominique Gevrey, quien habría recibido en ella una parte del dinero pagado por la compañía para recompensar las informaciones del anónimo denunciante.



China toma nota de la rectificación

China “ha tomado nota de la aclaración aportada por la compañía francesa”, afirmó lacónicamente la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Jiang Yu, tras las explicaciones del presidente de Renault, Carlos Ghosn, sobre el falso asunto de espionaje. Las acusaciones oficiosas a China por estar presuntamente detrás del espionaje a Renault estuvieron a punto de abrir una crisis diplomática entre China y Francia. El Gobierno chino calificó tales acusaciones de “irresponsables e inaceptables”.

La guerra de Sarko

Salón Napoleón III, palacio del Elíseo, 15.45h de la tarde. Una puerta se abre. En una puesta en escena calcada de la Casa Blanca, una figura avanza desde el fondo en dirección al atril. Nicolas Sarkozy, con paso decidido y andar patizambo, se dirige hacia su encuentro particular con la Historia. París es esta tarde el centro del mundo. Y el presidente francés, el líder indiscutible de la comunidad internacional. Estados Unidos, por una vez, ha preferido un papel de reparto. La hora es grave. Se trata, aunque se diga en voz baja, de entrar en guerra. Mientras habla al mundo, los aviones franceses ya sobrevuelan Libia.
El mejor Sarkozy es el de las crisis. Impulsivo y audaz, rápido y oportunista, es un mediocre capitán en mar llana, pero un comandante extraordinario en plena tempestad. Lo demostró largamente en 2008, cuando aprovechó la inhibición norteamericana –fruto del largo periodo de transición de poderes entre George W. Bush y Barack Obama– y su presidencia semestral de la Unión Europea para ocupar el escenario y autoerigirse en el primer líder mundial. La resolución de la crisis de Georgia, en verano, fue cosa suya. La respuesta coordinada de la comunidad internacional a la crisis financiera del otoño, con la revitalización del G-20, también. Su liderazgo fue ampliamente aplaudido. Dentro y fuera.
La crisis en Libia, en la que Estados Unidos –por razones históricas y políticas– ha preferido quedar en segundo plano, ha dado a Sarkozy una nueva e inesperada oportunidad de auparse a la categoría de líder mundial. Y de restaurar, de paso, a nivel interno una imagen política desastrosa. ¿Quién se acuerda hoy de su pasividad ante las revueltas populatres en Túnez y Egipto? ¿Quién osaría hoy acusar a Sarkozy de aceptar un papel subalterno y seguidista de Estados Unidos en el plano internacional? El presidente francés se ha comportado en la crisis libia como un perfecto gaullista. Francia va por libre. Y cuando puede, a contracorriente.
A poco más de un año de las elecciones presidenciales, Libia puede cambiar el guión de la derrota anunciada de Sarkozy. Pero probablemente, el presidente francés mira mucho más allá.
Salón Napoleón III, palacio del Elíseo. Pocos minutos después de las 16h de la tarde. Antes de recoger sus papeles y dar media vuelta, el presidente francés lanza una última y solemne frase: “Francia está decidida a asumir su papel, su papel ante la Historia”. Y Sarkozy también.

El mundo dice basta a Gadafi

El reloj se paró, a primera hora de la tarde de ayer en París, para Muamar el Gadafi. Una amplia coalición internacional, liderada por Francia y el Reino Unido, con la significativa presencia de la Liga Árabe y cinco países de la región, decidió intervenir militarmente en Libia y frenar por la fuerza de las armas la contraofensiva lanzada por el dictador libio contra los rebeldes que reclaman democracia. El primer y más urgente objetivo: salir en defensa de la población de Bengasi, atacada por las tropas de Gadafi, quien decidió desafiar a las Naciones Unidas incumpliendo la exigencia de un alto el fuego inmediato.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, aglutinador de esta heteróclita coalición, fue el primero en anunciar al mundo desde el Elíseo la intervención militar multinacional. Y francés fue el primer disparo, a las 17.45h., lanzado por un cazabombardero Rafale contra una columna de blindados libios cerca de Bengasi. Británicos y norteamericanos se sumaron después a la ofensiva.
La cumbre relámpago de París, organizada de prisa y corriendo después de que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizara el jueves por la noche el uso de la fuerza contra el régimen de Gadafi, reunió alrededor de la mesa a las Naciones Unidas, dos grandes organizaciones internacionales –Unión Europea y Liga Árabe– y a 18 países, entre los que por primera vez había cinco Estados árabes: Emiratos Árabes Unidos, Iraq, Jordania, Marruecos y Qatar. El aval y compromiso del mundo árabe con la intervención internacional en Libia, aunque parcial y fundamentalmente simbólico, era una condición imprescindible –a juicio de Francia y del Reino Unido– para evitar que la operación pudiera ser presentada como una iniciativa exclusivamente occidental.
Esta preocupación explica el discreto papel que ha decidido ejercer Estados Unidos. Los norteamericanos participaron ayer en las primeras acciones militares, pero políticamente han preferido quedar en segundo plano y dejar que franceses –sobre todo– y británicos asuman el liderazgo político. Al menos, de momento. Del mismo modo, la OTAN –como tal organización– ha quedado completamente fuera.
Al margen de EE.UU. y de Canadá por un lado, y de los países árabes citados por el otro, el resto de la coalición está integrada por Estados europeos, cuyo grado de compromiso es muy desigual. Así, algunos países, como Alemania –que se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad– o Italia, han anunciado que no participarán en las acciones militares. Al revés que España, que ha comprometido media docena de aviones, una fragata y un submarino. La participación de los demás –Bélgica, Dinamarca, Holanda, Grecia, Noruega y Polonia– se mantiene indefinida.
La coalición anti-Gadafi –o, por seguir la denominación oficial, “en apoyo del pueblo libio”– es una coalición a la carta, donde cada cual decide el grado de compromiso que quiere asumir. El comunicado final de la cumbre es, en consecuencia, significativamente ambiguo en lo que concierne a las medidas a adoptar para imponer la aplicación de la resolución 1973 de la ONU: ninguna alusión a la intervención militar consta en el texto consensuado.
La declaración realizada por Sarkozy a la salida de la reunión, en cambio, no dejó ningún asomo de duda. “El coronel Gadafi todavía está a tiempo de evitar lo peor conformándose sin tardanza y sin reserva a las exigencias de la comunidad internacional”, dijo. Lo peor ya ha llegado. 

Zapatero, frente a la sombra de Iraq

El 20 de marzo de 2003 la España de Aznar se sumó a la guerra de Iraq para acabar con el régimen tiránico de Saddam Hussein. Ocho años menos un día después, exactamente, la España de Zapatero se ha sumado a la intervención militar en Libia contra la dictadura del coronel Muamar el Gadafi. Las circunstancias políticas y legales que rodean ambos casos son radicalmente diferentes, pero la sombra de la azarosa aventura de Iraq planeará inevitablemente sobre la implicación española en Libia. El calendario, desde luego, no ha sido neutral.
El presidente del Gobierno español, que ayer participó en la cumbre que reunió en París a los miembros de la coalición internacional que intervendrá en Libia, justificó el compromiso de España en la operación militar por el incumplimiento de la resolución 1973 de la ONU por parte del régimen de Gadafi y para proteger al pueblo libio. Y rechazó toda analogía con la guerra de Iraq.
“La exigencia de las Naciones Unidas de un alto el fuego no se han cumplido y la comunidad internacional ha de reaccionar en consecuencia”, explicó José Luis Rodríguez Zapatero en una breve comparecencia en la embajada española en la capital francesa. “España asume la responsabilidad de hacer efectiva la resolución de las Naciones Unidas, la responsabilidad de proteger al pueblo libio, la responsabilidad de prestar apoyo humanitario y la responsabilidad de trabajar en favor de sus aspiraciones a la democracia”, dijo. “La resolución consolida –subrayó más tarde– la responsabilidad de proteger a pueblos que sufren agresiones gravísimas e injustificadas”.
La existencia de una resolución de la ONU que autoriza todos los medios –incluido el uso de la fuerza– para defender a la población civil libia “conforme a la legalidad internacional” es, para Zapatero, la diferencia fundamental entre la intervención en Libia y la guerra de Iraq de 2003, conducida por Estados Unidos en contra de la opinión de la comunidad internacional y sin respaldo legal. “Estas circunstancias no se producían en otras situaciones”, argumentó elípticamente.
Zapatero podía haberse extendido más en este punto y remarcar, por ejemplo, que la intervención en Libia –liderada, por cierto, por el principal opositor a la guerra de Iraq, Francia– tiene el apoyo de la Liga Árabe y de cinco países árabes: los Emiratos Árabes Unidos, Iraq, Jordania, Marruecos y Qatar. Una diferencia capital que sólo citó de pasada. El presidente del Gobierno, que comparecerá el martes en el Congreso de los Diputados. remarcó. en cambio, el apoyo expresado por la mayoría de los grupos parlamentarios, que agradeció.
El compromiso militar de España en la operación aliada será de apoyo. Zapatero detalló ayer en París el contingente que las fuerzas armadas españolas desplegarán en la intervención y cuya misión será hacer respetar, por un lado, la zona de exclusión aérea decretada por la ONU y, por otro, el embargo de armas al régimen de Gadafi. Para el primer objetivo serán movilizados cinco aviones –un avión cisterna Boeing 707 y cuatro cazabombarderos F-18, encargados de misiones de patrulla aérea–, que ayer tarde salieron ya en dirección a una base italiana, probablemente la de Sigonella, en Sicilia.
Para el segundo objetivo, con el fin de contribuir al bloqueo naval de Libia, España enviará en los próximos días una fragata F-100, un submarino y un avión de vigilancia marítima. Todos los medios desplegados implicarán la movilización de 450 militares. La ministra de Defensa, Carmen Chacón, presidió a última hora de la tarde de ayer una reunión del Estado Mayor de la Defensa para coordinar el despliegue.
El papel de España en la intervención militar será, en principio, secundario. Los bombardeos y las misiones de ataque al ejército libio –que empezaron ya ayer tarde–, las asumirán principalmente franceses y británicos. La operación, sin embargo, no está exenta de riesgo. Gadafi ha amenazado con poner el Mediterráneo a sangre y fuego. 

sábado, 19 de marzo de 2011

Al borde de la guerra

Todo está militarmente preparado para lanzar los primeros ataques aéreos sobre Libia. Sólo falta amarrar la articulación política de la intervención. Superado el gran escollo del Consejo de Seguridad de la ONU, que dio agónicamente luz verde la noche del jueves a una actuación internacional en socorro de los rebeldes libios gracias fundamentalmente al empeño de Nicolas Sarkozy, el presidente francés ha convocado una cumbre hoy en París para acabar de constituir la coalición internacional que asumirá la responsabilidad de intentar neutralizar a Gadafi. Sarkozy y su principal aliado en esta empresa, el primer ministro británico David Cameron, buscan asegurar el compromiso activo del mayor número posible de países arabes, con el fin de evitar que la intervención militar aparezca a ojos del mundo árabe como una operación exclusivamente occidental.
Esta tarde, a las 13.30h, el presidente francés reunirá en el Elíseo a los máximos responsables de la ONU, la Liga Árabe, la UE y todos aquellos países dispuestos a comprometerse en la coalición para definir el momento y la modalidad de la intervención militar. El cumplimiento y credibilidad del alto el fuego anunciado por Gadafi condicionará sin duda la decisión. Junto a Francia y el Reino Unido, que llevarán el peso de la acción, han anunciado su participación Estados Unidos –aunque su grado de compromiso es aún muy vago–, Bélgica, Canadá, Italia, Noruega y España, que pueden aportar fuerzas de apoyo y/o respaldo logístico. Entre los países árabes sólo Qatar se ha comprometido hasta el momento, aunque en París se espera poder convencer también a los Emiratos Árabes Unidos.
Una de las cuestiones más peliagudas que hay sobre la mesa es la eventual participación de la OTAN. La Alianza Atlántica acordó intensificar los preparativos militares ante una posible intervención pero todavía debe decidir cuál ha de ser su papel. Francia, que dirige la orquesta, no quiere saber nada de la Alianza. “No pensamos que sea una buena señal que la OTAN, en tanto que tal, intervenga en un país árabe”, comentó a este respecto el portavoz del Quai d'Orsay, Bernard Valero.
Todo indica que el peso de la intervención militar recaerá en las fuerzas aéreas francesas y británicas. Francia prevé utilizar su base aérea de Solenzara, en el sur de la isla de Córcega, para lanzar los ataques de sus Rafale, Mirage y Typhoon, y podría desplazar al teatro de operaciones a su buque insignia, el portaaviones Charles de Gaulle –con cuarenta aviones en su cubierta–, actualmente amarrado en la base de Toulon, que siempre se mueve acompañado de un submarino y media docena de buques. Los aviones británicos, Tornado y Typhoon, podrían despegar de alguna de las bases del sur de Italia –que Roma decidió ayer poner a disposición de la coalición–, probablemente la de Sigonella (Sicilia) 
Lastrado por la desastrosa aventura de Tony Blair en la guerra de Iraq, el premier británico, David Cameron, se apresuró ayer a justificar ante la opinión pública la intervención militar en Libia y asegurar que en ningún caso habrá tropas británicas sobre suelo libio. Nicolas Sarkozy, por su parte se dirigirá hoy a la nación –y al mundo entero– al término de la cumbre del Elíseo.
La situación del presidente francés es políticamente muy diferente de la del primer ministro británico. La iniciativa y el empuje demostrado en el caso libio por Sarkozy, erigido inopinadamente en nuevo gendarme del Mediterráneo, ha sido unánimemente aplaudido en Francia y todas las fuerzas políticas, a excepción –bello regalo– del Frente Nacional, apoyan la intervención militar en defensa de los rebeldes.
El bombardeo de un puñado de objetivos estratégicos podría constituir el arranque de la intervanción militar de la coalición internacional en Libia. La neutralización de la aviación de Gadafi, integrada por una veintena de viejos cazas, no parece difícil. El problema, y el riesgo, vendrá cuando haya que atacar en tierra a columnas de vehículos y tropas.

jueves, 17 de marzo de 2011

Atomic Sarko

Francia no está dispuesta a dar ni un paso atrás en su apuesta por la energía nuclear, así se produzca en Japón una catástrofe de dimensiones bíblicas. El mismo día en que el Gobierno francés, por boca de su ministro portavoz, François Baroin, evocaba “el peor de los escenarios posibles” en el accidente de la central nuclear japonesa de Fukushima –esto es, “un impacto superior al de Chernobil”–, Nicolas Sarkozy hacía una declaración solemne en la que reafirmaba su fe en la energía nuclear y descartaba todo replanteamiento de la política energética aplicada en las últimas décadas. Con 19 centrales y 58 reactores nucleares en funcionamiento, que producen el 80% de la electricidad, Francia es la segunda potencia atómica del mundo, al que exporta su tecnología.
El desarrollo de esta potente industria arrancó en los años sesenta bajo el impulso de De Gaulle y se reforzó en los setenta, a raíz de la crisis del petróleo de 1973. Desde entonces, no ha sido puesta en cuestión por ninguno de los grandes partidos franceses, ni de la derecha ni de la izquierda.
“Francia ha hecho la apuesta de la energía nuclear, que constituye un elemento esencial de su independencia energética y de la lucha contra los gases de efecto invernadero”, declaró ayer en el Consejo de Ministros el presidente francés, quien aseguró “seguir convencido hoy de la pertinencia de esa elección”. “Debemos mantener la sangre fría”, añadiría después en un acto público.
Sarkozy subrayó que esta opción es “indisociable” del compromiso de asegurar la máxima seguridad de las instalaciones nucleares y prometió de nuevo –como ya había anunciado su primer minsitro, François Fillon– que el Gobierno procederá a una exhaustiva revisión de los sistemas de seguridad de todas y cada una de las centrales francesas, que tendrá en cuenta las enseñanzas de lo sucedido en Japón. El presidente defendió asimismo la armonización de los sistemas de seguridad a nivel europeo e internacional, y anunció su decisión de abrir un debate en materia energética en el seno del grupo G-20, presidido este año por Francia.
Debate interno también está dispuesto Sarkozy a que lo haya. En este sentido se dice abierto a “escuchar” las propuestas que hagan los diferentes actores para “optimizar” la política energética. Nada, sin embargo, que conduzca a cuestionar la idoneidad de la apuesta nuclear. Y menos aún a someterla a referéndum nacional como reclaman los grupos y partidos ecologistas. “No hay ninguna consulta referendaria que considerar sobre este tema, seamos serios y razonables”, descartó ayer el ministro Baroin.
Los Verdes, aquí, no pueden contar con la complicidad del Partido Socialista, tradicionalmente pro-nuclear. El PS se limitó ayer a pedir en el Parlamento una moratoria en todos aquellos proyectos que comporten un aumento de la capacidad nuclear del país y una revisión –ya aunciada por el Gobierno– de los niveles de seguridad de las centrales.
Francia, que ha enviado equipos de ayuda a Japón para socorrer a las víctimas del terremoto y el tsunami y ha ofrecido asimismo ayuda en materia de seguridad nuclear, ha recomendado a los ciudadanos franceses residentes en el país que se trasladen hacia el sur o regresen a Francia.

La venganza de Gadafi

Nicolas Sarkozy se ha convertido en la bestia negra del régimen de Gadafi. Primer jefe de Estado mundial en reconocer como interlocutor a la oposición libia, el presidente francés urgió ayer de nuevo al Consejo de Seguridad de la ONU a autorizar una intervención militar internacional para frenar al dictador libio, de acuerdo con un nuevo proyecto de resolución apadrinado por Francia, Reino Unido y Líbano. A modo de venganza, el hijo de Gadafi, Saif al Islam, acusó ayer a Sarkozy de haber recibido dibero del régimen de Trípoli para financiar su campaña electoral en las presidenciales del 2007.
El hijo de Gadafi lanzó su acusación –rotundamente desmentida por el Elíseo– en una entrevista televisiva emitida ayer por el canal Euronews, aunque no la justificó con pruebas. “Fuimos nosotros quienes financiamos su campaña. Tenemos las pruebas, los documentos, las cuentas bancarias, las transferencias y estamos dispuestos a revelarlas”, dijo. “Lo primero que pedimos a ese payaso –prosiguió en tono ofensivo– es que devuelva el dinero al pueblo libio”. El martes, en otra entrevista al canal de TV alemán RTL, el coronel Gadafi había atacado al presidente francés de esta guisa: “Sarkozy es amigo mío, pero se ha vuelto loco, tiene una enfermadad psíquica”.
Sarkozy, junto a David Cameron, escribió ayer al Consejo de Seguridad de la ONU instándole a asumir sus responsabilidades. “¡Salvemos juntos al pueblo libio martirizado! El tiempo se cuenta ahora en días, incluso en horas”, urge el presidente francés. La diplomacia francesa, muy activa estos días, ha conseguido no sólo el apoyo sino también el compromiso de algunos países árabes a participar en una acción de fuerza contra Gadafi. París sigue pensando que lo más efectivo sería un bombardeo selectivo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Fukushima se acerca a Chernobil

Conforme pasan las horas, la gravedad del accidente de la central nuclear japonesa de Fukushima va ascendiendo niveles en la escala del horror. La Agencia de Seguridad Nuclear (ASN) francesa fue ayer más allá que las autoridades japonesas y lo situó en el nivel de alerta 6, por encima del atribuido al accidente de la central norteamericana de Three Mile Island (Harrisburg) en 1979 y sólo un nivel por debajo de la catástrofe de la central ucraniana de Chernobil en 1986. Se trata del segundo nivel más grave en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES) que tiene siete. El nivel 6 –“accidente grave”– comporta la liberación al exterior de importantes cantidades de radioactividad.
La agencia francesa no tiene ninguna competencia oficial para declarar el nivel de gravedad del accidente de Fukushima, pero su opinión pone en evidencia a las autoridades japonesas, que lo mantenían ayer invariablemente en el nivel 4, a pesar de la degradación de la situación. Una segunda amonestación llegó desde Viena: el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el japonés Yukiya Amano, calificó de “muy inquietantes” los últimos acontecimientos y pidió a los autoridades niponas una información más completa y rápida de lo que ha sido hasta ahora. “La comunicación tiene que ser reforzada”, dijo Amano, quien no se atrevió a pronosticar la evolución de la situación. “En las próximas horas, la situación se puede agravar o puede mejorar, es difícil decirlo”.
La preocupación expresada por el director de la AIEA se centraba especialmente en el reactor número 2 de la central de Fukushima, cuyo núcleo –afirmó– “podría estar dañado”. Después de las explosiones registradas en los reactores número 1 y número 3 –el sábado y el lunes, respectivamente–, el reactor número 2 sufrió en la madrugada de ayer dos deflagraciones consecutivas –a las 6.10 y las 10.00, hora local–, causando importantes daños.
Es precisamente la evolución en el reactor número 2 la que concentra las mayores preocupaciones. Y la que llevó ayer a la ASN francesa a hablar de nivel 6 de alerta. El director de esta agencia, André-Claude Lacoste, consideró confirmada la “fusión parcial” del núcleo del reactor número 2, así como “la degradación del recinto de confinamiento”, que según sus apreciaciones habría perdido su estanqueidad. Ello explicaría, según la ASN, los elevados niveles de radioactividad medidos junto al reactor.
Los núcleos de los reactores 1 y 3 se habrían fundido asimismo parcialmente, aunque el recinto de confinamiento permanecería íntegro, pese a las explosiones registradas. En cuanto al reactor número 4, parado desde noviembre, ayer sufrió un incendio en la piscina de almacenamiento del combustible usado, lo que habría generado la salida de elementos radioactivos directamente a la atmósfera. En la estructura del edificio aparecieron dos grietas de ocho metros. En los reactores 5 y 6 se ha detectado asimismo un aumento de la temperatura en las piscinas de almacenamiento.
La ASN expresó su preocupación por la integridad física de los trabajadores –una cincuentena– que están operando en la central y manifestó sus dudas sobre su capacidad para mantener a largo plazo las tareas en el lugar.
El ministro japonés de Asuntos Exteriores, Takeaki Matsumoto, que ayer participó en la reunión en París del grupo G-8, confirmó que el incendio en el reactor 4 había provocado la salida de radioactividad en un nivel “dañino para la salud de la población”. El Gobierno japonés, explicó, ha evacuado a los habitantes situados en un radio de 20 kilómetros de la central y hecho un llamamiento a los situados a 30 kilómetros a permanecer en sus casas. “Estamos haciendo todo lo posible por resolver el problema–dijo–. Pido a todos que mantengan la sangre fría”.

lunes, 14 de marzo de 2011

Átomo a la francesa

Prietas las filas, el Gobierno francés se ha apresurado a salir en defensa del modelo energético de Francia –uno de los países más nuclearizados del mundo– y a colmatar cualquier intento de comparar la situación en Japón con la que podría darse en el país en caso de una catástrofe sísmica similar. El ministro de Industria, Eric Besson, se ha multiplicado este fin de semana en los medios de comunicación para transmitir un mensaje tranquilizador, tanto en lo relativo a la gravedad del accidente nuclear en la central de Fukushima –y sus eventuales repercusiones sobre Francia– como en lo concerniente a la seguridad de las centrales nucleares francesas. Los grupos antinucleares y los ecologistas –aunque no los demás partidos de la izquierda, como el PS– han aprovechado la ocasión para reclamar de nuevo el abandono progresivo y organizado de la energía nuclear.
El primer ministro, François Fillon, convocó ayer una reunión extraordinaria en Matignon para analizar la situación creada en Japón y sus posibles efectos en Francia. Alrededor de la mesa estaban el ministro de Industria y los titulares de las carteras de Defensa, Gerard Longuet; Ecología, Nathalie Kosciusko-Morizet; Interior, Claude Guéant; Economía, Christine Lagarde, y Salud, Xavier Bertrand; así como los responsables de los diferentes organismos de control en materia de energía nuclear –ASN, ISN y CEA– y los dirigentes de las dos grandes empresas públicas del sector nuclear –EDF y Areva–.
Ninguna decisión operativa surgió de esta reunión. Y, a diferencia de lo anunciado anteayer por la canciller alemana, Angela Merkel, en ningún momento se planteó la necesidad de revisar las medidas de seguridad vigentes. “Francia, implicada en el desarrollo de la energía nuclear desde hace numerosos años, ha privilegiado siempre el máximo nivel de seguridad en la construcción y explotación de sus instalaciones”, expresó lacónicamente Matignon en un comunicado.
Adalid de la energía nuclear, que gusta de presentar como la solución para combatir la emisión de gases contaminantes y el cambio climático, y para garantizar la independencia energética de Francia –y más allá, de Europa–, Nicolas Sarkozy no es precisamente el más predispuesto a revisar un modelo que ha permitido crear en los últimos decenios un potente sector económico y tecnológico que exporta a todo el mundo. Impulsada por el general De Gaulle a partir de 1958 y reforzada en los años setenta a raíz de la crisis del petróleo, la apuesta por desarrollar la energía nuclear para uso civil ha llevado a Francia a convertirse en una de las grandes potencias atómicas mundiales. Con 58 reactores nucleares en funcionamiento –que generan el 80% de la producción electrica–, Francia sólo es sobrepasada por Estados Unidos.
El Gobierno francés intenta estos días tranquilizar a la población recordando que el riesgo de terremotos es mucho menor en Francia que en Japón –por no hablar de tsunamis– y asegurando que las centrales han sido diseñadas y construidas para resistir seísmos e inundaciones. Según el Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear (IRSN) las zonas de mayor riesgo sísmico se sitúan en los Alpes, los Pirineos, la región montañosa del Jura y la cuenca del Rhin. Dos centrales serían, en este sentido, las más expuestas: Cadarache (Bocas del Ródano) y Fessenheim (Alto Rhin), preparadas para resistir –respectivamente– terremos de una potencia de 5,8 y 6,7 en la escala de Richter, con el epicentro a 7 y 34 kilómetros de distancia.
Mientras Eric Besson se esforzaba ayer en limitar la gravedad del accidente nuclear en Japón –y criticaba ásperamente a los ecologistas por su “catastrofismo”– el Quai d'Orsay aconsejaba a los ciudadanos franceses que, en la medida de lo posjble, abandonaran cautelarmente la región de Tokio. Por si acaso... 

jueves, 10 de marzo de 2011

Azul 'Marine"

Un fuerte vendaval azota desde hace varios días la política francesa. Su nombre es Marine, Marine Le Pen. Y el temporal, a un año de las elecciones presidenciales, amenaza con causar graves daños. La nueva presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), con su renovada imagen y sus viejas recetas, ha conseguido llevar el debate político a su terreno y ha empezado a escalar de forma vertiginosa en los sondeos de opinión. Algunos avezados analistas, como el veterano Alain Duhamel, ya lo habían vaticinado cuando la hija del furibundo fundador del FN, Jean-Marie Le Pen, tomó el relevo de su padre el pasado mes de enero: “Es igual de dura, pero más temible”, dijo. Ha empezado a demostrarlo.
El empuje del nuevo Frente Nacional, que ha sustituido sus antiguos tics antisemitas por una doble ofensiva contra la inmigración y el islam –hábilmente teñida de defensa del Estado laico–, ha desbordado a los grandes partidos de la derecha y la izquierda, que no saben cómo responder. “Desde hace unos días, la extrema derecha fija el calendario mediático y político. Ya es hora de que esto acabe”, declaró ayer el primer ministro, François Fillon, en una tumultuosa sesión de preguntas al Gobierno de la Asamblea Nacional. Pretendía ser un reproche a la izquierda, a la vez que una implícita autocrítica. Pero sonó a una confesión de impotencia.
Un polémico y discutido sondeo, elaborado por el instituto Harris Interactive para Le Parisien-Aujourd'hui en France, ha venido esta semana a acabar de destrozar los nervios de unos y otros. La encuesta, realizada en dos oleadas, atribuye a Marine Le Pen una teórica intención de voto en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de entre el 23% y el 24%, lo que la colocaría sorpresivamente en cabeza y aseguraría su pase a la segunda vuelta. Los socialistas, según este sondeo, quedarían probablemente descabalgados salvo si presentan como candidato al director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn. En tal caso, sería el actual presidente francés, Nicolas Sarkozy, el eliminado.
La solvencia de este sondeo ha sido abiertamente puesta en cuestión. Pero ha provocado un escalofrío en el espinazo de la UMP y el PS. La posibilidad de que pueda producirse un nuevo 21 de abril del 2002 –cuando el socialista Lionel Jospin, a la sazón primer ministro, fue derrotado por Jean-Marie Le Pen– se ha convertido de repente en una amenaza real. Toda vez que puede repetirse el mismo problema de atomización del voto. Un riesgo para la izquierda de nuevo. Pero, esta vez, para la derecha también.
El partido de Nicolas Sarkozy es el primero en no saber cómo responder a semejante ofensiva. La UMP va dando bandazos entre el ataque frontal y el más puro seguidismo. El presidente francés, muy preocupado por los votos que se le están yendo hacia el Frente Nacional –y que había hecho suyos en las presidenciales del 2007– es el primero en desorientar a su electorado. Un día anuncia la apertura de un arriesgado debate sobre el papel del islam en la República –aderezado con comentarios del tipo “yo no quiero minaretes en Francia”– y el otro accede, presionado por sus aliados centristas, a renunciar a una de sus iniciativas más radicales: la retirada de la nacionalidad francesa a quien atente contra un policía. Su eficacia práctica era nula, pero su fuerza simbólica enorme. Sarkozy lo anunció a bombo y platillo el verano pasado, uniendo conceptualmente criminalidad y extranjeros: quien atentara contra la vida de un policía perdería la nacionalidad francesa si la hubiera adquirido menos de 10 años antes. Frente a la oposición de los centristas y con el fin de no dividir a su propio campo, ha decidido dar marcha atrás.
El partido, lógicamente, está sometido al mismo estado de esquizofrenia, entre quienes critican abiertamente la aproximación a las tesis del FN –como el diputado Bernard Debré, que ha expresado su “miedo” por la situación– y quienes las abrazan, como la parlamentaria Chantal Brunel, que anteayer abogaba por “devolver a los barcos” a los inmigrantes clandestinos procedentes del Magreb.
En medio de toda esta agitación, la cota de popularidad de Nicolas Sarkozy sigue descendiendo con pertinaz constancia. La confianza de los franceses en su presidente es la más baja desde su elección en 2007 –entre el 22% y el 32% según los diferentes barómetros–, para inquietud creciente de sus partidarios.
No es, sin embargo, la UMP la única que tiene motivos de preocupación. Si el enorme desgaste de Sarkozy parece estar alimentando a la extrema derecha, apenas le aprovecha al PS, pese a ser el principal partido de la oposición, como constatan los sondeos con similar perseverancia. Los socialistas, difuminados por la ausencia de un candidato claro y una propuesta política definida, se muestran incapaces de seducir al electorado popular. Justo donde el FN está pescando.
“La ola azul marino” (La vague bleue marine), como reza el eslogan genérico del FN para las elecciones cantonales de los próximos 20 y 27 de marzo, jugando implícitamente con el nombre de pila de la líder del partido. puede convertirse en un tsunami.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El banquillo puede esperar

Quien desee ver a Jacques Chirac en el banquillo tendrá que esperar. Tres meses al menos. Un día después de abierto el proceso, el tribunal que debe juzgar al ex presidente francés y a otros nueve acusados por el caso de los denominados “empleos ficticios” de la alcaldía de París decidió ayer suspender la vista al menos hasta el 20 de junio, a causa de la cuestión prioritaria de constitucionalidad presentada por el abogado de uno de los procesados.
La demanda deberá ser examinada ahora por el Tribunal de Casación –que dispone de tres meses para hacerlo– y, si considera que tiene fundamento, enviarla al Consejo Constitucional, que puede emplear otros tres meses en dictaminar. En tal caso, el Consejo deberá prescindir en sus debates de dos de sus más insignes miembros: el propio Jacques Chirac –que forma parte en su calidad de ex presidente de la República y que ha suspendido temporalmente su participación– y el presidente del organismo, Jean-Louis Debré, pues uno de los juzgados es su hermano François.
Este nuevo problema jurídico no debería impedir, sólo retrasar, el juicio a Chirac, salvo que de aquí a entonces surja algún nuevo obstáculo. Los abogados del ex presidente francés, de 78 años, no han utilizado hasta ahora esta carta, pero las recientes informaciones sobre sus problemas de salud podrían haber contribuido a preparar el terreno.
Formalmente, Chirac no sólo está dispuesto a responder ante el tribunal, sino que tiene “ganas” –según aseguró ayer uno de sus abogados, Georges Kiejman– de que el juicio se celebre. En la confianza, naturalmente, de ser absuelto. La ausencia de una acusación de peso juega a su favor.
La fiscalía, que pidió el archivo de la causa por juzgar que no había indicios de delito, ha renunciado a ejercer la acusación. Lo mismo que el Ayuntamiento de París, principal perjudicado y hasta el pasado agosto principal acusación particular, que decidió retirarse tras llegar a un acuerdo con la UMP y el propio Chirac por el cual percibirá 2,2 millones de euros como compensación por los perjuicios sufridos.
El caso de los “empleos ficticios” alude a un presunto sistema de financiación irregular del partido de Chirac –el RPR, antecedente de la UMP– durante su etapa como alcalde de París consistente en pagar sueldos municipales a personalidades del partido o familiares por funciones inexistentes. Un grupo de asociaciones anticorrupción se ha personado en la causa para cubrir el vacío dejado por el Ayuntamiento de París, pero los abogados de Chirac contestan su legitimidad.
El ex presidente francés no está detrás de la demanda que ha forzado la suspensión del juicio –como subrayó ayer el máximo responsable de su defensa, Jean Veil–, sino uno de sus antiguos directores de gabinete, Rémy Chardon. El origen del problema es la fusión, en la misma causa, de dos sumarios diferentes: uno instruido por un juzgado de París y el otro por un juzgado de Nanterre. El abogado de Chardon reivindica, en contra de la jurisprudencia vigente, que en el primero de los casos el delito ha prescrito. Y este es el asunto que deberá dilucidarse ahora. Ello no afecta sin embargo al caso de Nanterre, que ya fue juzgado –y por el que en 2004 fue condenado el actual ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé– y del que sólo queda como acusado Chirac. Su condición de presidente había impedido hasta ahora juzgarle.

martes, 8 de marzo de 2011

El juicio que puede hacer 'pitchsssss'

Ya lo dijo Jacques Chirac en el 2000 al referirse a las acusaciones de corrupción de que era objeto su gestión al frente de la alcaldía de París: “Todo esto va a hacer pitchsssss”. Después de una larga instrucción y una más larga espera, a causa de la inmunidad penal que protege al jefe del Estado durante el ejercicio de su cargo, el juicio al ex presidente francés por uno de esos casos –el de los llamados “empleos ficticios”– va camino de desinflarse.
La vista empezó ayer sin la presencia de Chirac, excusado debido a su edad –78 años– y su estado de salud de acudir a la primera jornada, destinada únicamente a los asuntos procedimentales. El ex presidente francés, que no tiene intención de acudir al tribunal antes del miércoles, podría no llegar a sentarse en el banquillo. Una cuestión prioritaria de constitucionalidad –sobre la prescripción del delito– presentada ayer por la defensa de uno de los 10 acusados podría acabar obligando a suspender sine die el proceso. El tribunal lo decidirá hoy.
Acusado de malversación de fondos públicos, Chirac será el primer presidente de la V República en ser juzgado. Una circunstancia que incomoda a numerosos políticos a derecha e izquierda –que creen que todo esto llega demasiado tarde–, pero no a los ciudadanos de a pie, el 71% de los cuales considera normal que el juicio se celebre. En caso de ser declarado culpable, Chirac se enfrenta a una posible pena de hasta 10 años de cárcel, 150.000 euros de multa e inhabilitación.
Chirac, sin embargo, no tendrá enfrente acusadores de peso. El fiscal jefe, Jean-Claude Marin, ha renunciado a la acusación, tras haber solicitado el archivo de la causa por entender que no había delito. El Ayuntamiento de París, que se presentaba como acusación particular, se ha retirado también después de que el alcalde, el socialista Bertrand Delanoë, firmara un acuerdo por el cual la UMP y el propio Chirac devolverán a las arcas municipales 2,2 millones de euros por el perjuicio sufrido. Sólo un grupo de asociaciones anticorrupción se ha presentado a última hora para cubrir este vacío, lo que la defensa de Chirac contesta.
El caso de los “empleos ficticios” de la alcaldía –que reúne en realidad dos casos idénticos instruidos originalmente por dos juzgados diferentes, en París y en Nanterre– alude al supuesto sistema de financiación ilegal organizado por el entonces principal partido de la derecha, el RPR –antecedente de la actual UMP–, consistente en contratar falsamente como empleados o comisionados del Ayuntamiento de París a personas del partido, que cobraban un sueldo municipal sin ejercer en realidad ninguna función. Los 28 casos de empleos ficticios incluidos en el sumario se produjeron mientras Chirac era alcalde de París (1977-1995) y a la vez presidente del RPR.
Cuando la justicia abrió el caso, en 1999, chocó con la inmunidad que protegía a Chirac en tanto que presidente de La República, por lo que su procesamiento tuvo que esperar a que, en 2007, abandonara el Elíseo. Nada protegió, sin embargo, al ex primer ministro y actual ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, quien en el momento de los hechos era teniente de alcalde de finanzas y secretario general del RPR, y que en 2004 fue condenado a 14 meses de prisión –con suspensión condicional de la pena– y un año de inelegibilidad. Juppé se retiró temporalmente de la política y dejó la presidencia de la recién nacida UMP, abriendo así el camino a la toma del poder del partido por Nicolas Sarkozy.
Junto a Chirac, se sientan en el banquillo otras nueve personas, presuntos cómplices o beneficiarios del sistema de los empleos ficticios. Entre ellos están dos antiguos directores de gabinete de Chirac, Michel Roussin y Rémy Chardon, así como un nieto del general De Gaulle, Jean de Gaulle, y François Debré, hermano del presidente del Consejo Constitucional, Jean-Louis Debré.

sábado, 5 de marzo de 2011

El último desfile

Una gravedad impropia, completamente extranjera al mundo de la moda, una vaga tristeza, como de fin de época, ensombrecieron la presentación ayer, en el Museo Rodin de París, de la nueva colección prêt-à-porter de Dior para la temporada otoño-invierno. Era el último desfile de John Galliano, el excéntrico y –hasta ayer mismo– mundialmente venerado director artístico de la casa, despedido sin miramientos por haber proferido injurias de corte antisemita. El último desfile de un rey ausente, a quien Dior –accionista mayoritario, con el 90%– había forzado antes a anular el desfile de su marca personal, previsto para mañana.
Ninguna concesión a la ligeraza ni a la frivolidad hubo en la puesta en escena del desfile de Dior, desertado por las celebridades que habitualmente se agolpaban en las primeras filas. Sólo la top model Natalia Vodianova, a fin de cuentas alguien del mundillo, se atrevió a acercarse a aquel mausoleo y expresar su tristeza, Sin sonrisas, con el semblante serio, las modelos presentaron sobriamente la colección. Nada de pasillos después, nada de vítores y copas de champán. Nada había que celebrar y el backstage permaneció cerrado a cal y canto.
En ese estado de excepción, el presidente de Dior –cosa totalmente excepcional– salió al escenario antes de empezar el desfile para leer un comunicado de la casa de moda. “El hecho de que el nombre de Dior haya podido mezclarse, por medio de su diseñador, por brillante que sea, con afirmaciones intolerables nos resulta muy doloroso”, leyó Sidney Toledano, que aludía a las expresiones antisemitas y racistas lanzadas por Galliano, ebrio, en varios altercados recientes.
“Tales palabras son inaceptables, en nombre de nuestro deber de memoria, en nombre de todas las víctimas del Holocausto, en nombre del respeto a todos los pueblos, en nombre de la dignidad humana”, afirmó Toledano, quien –él mismo de origen judío sefardí– recordó que una hermana del fundador, Christian Dior, fue deportada al campo de concentración nazi de Buchenwald.
La caída fulgurante de John Galliano se gestó el jueves de la semana pasada, cuando en un incidente con una pareja en la terraza de un café del Marais el modisto –bajo los efectos del alcohol– lanzó presuntamente los insultos de “sucia judía” y “jodido hijo de puta asiático”. La pareja presentó una demanda, a la que enseguida se añadió otra por otro altercado similar. Pese a que Galliano se declaró inocente, el fiscal decidió enviarlo a juicio ante el Tribunal Correcional de París, que probablemente celebrará la vista antes del próximo verano. La dirección de Dior decidió en un primer momento suspender cautelarmente a su director artístico, pero la difusión por internet de un vídeo en que el diseñador alababa a Hitler y la exterminación de los judíos precipitó su despido.
Ayer, al final del desfile –en el que los asiduos creyeron ver la “sustancia” del estilo que Galliano ha inoculado en los últimos quince años en Dior, pero sin su “alma”– no fue la estrella, siempre sorprendente y extravagente, quien salió a saludar al público, sino una cuarentena de humildes batas blancas: los artesanos del taller de confección, artistas habitualmente anónimos expuestos excepcionalmente a la luz.
Una imagen resumió el momento: Igor Dewe, un performer habitual de los salones de moda, se plantó embutido en pieles en medio de la calle con una escueta pancarta de adiós. “The king is gone”. El rey se ha ido...

Espía como puedas

El supuesto caso de espionaje industrial del que habría sido víctima el programa del vehículo eléctrico de Renault podría no haber existido nunca. Un gran bulo, un engaño, una estafa incluso –todo, menos espionaje– sería la causa de que tres veteranos directivos de la firma fueran fulminantemente despedidos, acusados de la peor de las traiciones, y que estuviera a punto de desencadenarse un conflicto diplomático entre Francia y China, a quien se acusó de estar detrás de la presunta conspiración. La investigación de la Dirección Central de Información Interior (DCRI) lo más sólido que ha encontrado hasta ahora es menos que polvo: nada.
Renault, aún sin dar definitivamente por enterrada la posibilidad de un caso de espionale, admitió ayer abiertamente que la “hipótesis” de que la compañía haya sido víctima de una manipulación es más que verosímil. De confirmarse, ello tendría un efecto devastador sobre la dirección.
El director general de Renautl y número dos de Carlos Ghosn, Patrick Pélata, explicó la situación el lunes al primer ministro francés, François Fillon, y al ministro de Industria, Eric Besson. Y ayer lo hizo públicamente en una entrevista en Le Figaro, donde aseguró que en caso de confirmarse la existencia de una manipulación, los tres directivos despedidos serían reintegrados en la empresa y la dirección asumiría sus responsabilidades: “Si no hay caso de espionaje, asumiremos todas las consecuencias hasta el más alto nivel de la empresa, esto es, hasta mí”, dijo Pélata, ofreciendo implícitamente su dimisión y salvando al presidente.
El Gobierno francés, que ya se sintió ninguneado cuando estalló el caso –nadie le previno, pese a ser el Estado el principal accionista de Renault– se apresuró ayer a tomar nota de la disposición de Pélata a dimitir. La ministra de Economía, Christine Lagarde, subrayó que, evidentemente, si se demuestra que no hubo espionaje, pedirá “responsabilidades”.
El caso se inició con una denuncia anónima, enviada a la dirección a finales del pasado verano. Renault decidió en aquel momento –y ese fue su “gran error”, según han subrayado expertos en inteligencia industrial– encargar una investigación interna, en vez de ponerlo en conocimiento de la DCRI. Como resultado de esa investigación, que ahora podría revelarse fraudulenta, la empresa creyó confirmadas sus sospechas y en enero pasado despidió a tres directivos: Michel Balthazard, miembro del comité de dirección; Bertrand Rochette, su adjunto, y Matthieu Tenenbaum, director adjunto del programa del vehículo eléctrico. Los tres han defendido siempre su inocencia y han presentado una demanda por denuncia calumniosa.
El único indicio del supuesto espionaje, aportado por la investigación interna de Renault a partir de la denuncia anónima, sería la existencia de varias cuentas bancarias en Liechtenstein y Suiza a través de las cuales los tres directivos sospechosos cobrarían supuestos sobornos a cambio de pasar información a la competencia. La investigación de la DCRI ha revelado que no existe ninguna de las cuentas bancarias citadas en Suiza y –a falta de la confirmación oficial– podría pasar otro tanto con la de Liechtenstein. La identidad del denunciante anónimo no ha sido hasta ahora desvelada. Y las motivaciones que le movieron, todavía menos.