domingo, 29 de abril de 2012

En el filo de la navaja

Como un avezado equilibrista, Nicolas Sarkozy ha atravesado hasta ahora la crisis caminando peligrosamente sobre la cresta de la montaña sin llegar a caer. A la vista de los graves problemas que atraviesan países como España o Italia, la situación de Francia –perdonada, hasta el momento, por los mercados financieros– ofrece un aspecto envidiable. Por lo menos en apariencia: los malabarismos del Gobierno, que ha hecho los recortes presupuestarios mínimos, permitieron cerrar 2011 con dos datos positivos, que contrastan fuertemente con los registrados al otro lado de los Pirineos y de los Alpes: un crecimiento del PIB del 1,7% y un déficit público del 5,2% que harían saltar de alegría a cualquiera.

“Cuando me examino, me inquieto. Cuando me comparo, me tranquilizo”, reza un célebre adagio atribuido a Talleyrand, el astuto y esquinado ministro de Asuntos exteriores de Napoleón. Ésta ha sido hasta ahora la actitud de la clase política francesa y en particular de Nicolas Sarkozy, que ha utilizado abundantemente durante la campaña electoral el recurso a la comparación –sobre todo con España, forzosamente sangrante– para subrayar su acertada gestión de la crisis y vaticinar toda suerte de desgracias si el socialista François Hollande acaba llegando al Elíseo.

La realidad económica de Francia, sin embargo. es bastante más contrastada. Si el crecimiento del PIB ha aguantado y el país ha sorteado por ahora el riesgo de recesión, si el déficit va bajando, no es menos cierto que el resto de indicadores son altamente preocupantes: la deuda pública no para de aumentar –el año pasado alcanzó los 1,7 billones de euros, el 85,8% del PIB–, el paro lleva once meses consecutivos subiendo y ha llegado al inquietante nivel del 10% –con 2,8 millones de desempleados, cifra que se eleva a 4,3 millones si se cuenta a aquellos que han hecho algún trabajo parcial en el último mes–, y el desequilibrio de la balanza comercial registró el año pasado el nivel récord de 69.600 millones.

La aparente calma actual puede ser nada más que la bonanza que precede a la tempestad. Numerosos son los analistas que temen el desencadenamiento de los problemas una vez pasadas las elecciones presidenciales, sea quien sea quien resulte elegido. “La España de Mariano Rajoy prefigura la situación de Francia al día siguiente de la elección presidencial”, alerta el economista Nicolas Baverez, quien vaticina que la deuda pública francesa será el próximo objetivo del ataque de los mercados financieros.

No es el único en pensar de este modo. Pero nada está definitivamente escrito. También se anunciaron mil y una calamidades cuando la agencia Standard & Poor’s degradó la calificación de la deuda francesa el pasado 14 de enero (de AAA a AA+) y sin embargo nada pasó. Por el contrario, el diferencial (<CF21>spread</CF>) entre los tipos de interés de las obligaciones de Estado de Francia y Alemania a largo plazo incluso ha bajado: a finales de marzo se situaba en 112 puntos básicos (esto es, 2,95% frente a 1,83%)

Si las cosas se mantienen como están –por precario que sea el equilibrio– o si se deterioran rápidamente va a depender de las decisiones que en materia de política económica y fiscal adopte el nuevo Gobierno, y si los mercados las consideran suficientes y creíbles. Hasta el momento, las propuestas electorales de Nicolas Sarkozy –que pone más el acento en el recorte del gasto– y de François Hollande –que se inclina más por subir impuestos– convencen a muy pocos. Ambos prometen el retorno al equilibrio presupuestario en 2016, el primero, y en 2017, el segundo. Pero ambos se apoyan en escenarios económicos –1,75% de crecimiento en 2013 y del 2% en 2014– que son de incierto cumplimiento.

Bajo el título de “Francia en la negación”, el semanario The Economist acusó el mes de marzo a Sarkozy y Hollande –a quienes situaba alegremente tumbados en el escenario del cuadro de Manet "Le Déjeuner sur l’herbe"– de negar la realidad y esconder la gravedad de la situación a los electores. Los franceses, sin embargo, no se engañan y saben que tendrán que apretarse el cinturón.


ENTREVISTA a Ulrich Hege, profesor de finanzas en la Escuela internacional de negocios HEC de París

“Los mercados impondrán las reformas”

A partir del 7 de mayo, sea quien sea el presidente, Francia deberá coger el toro por los cuernos. Así piensa el profesor Ulrich Hege, quien juzga la austeridad ineludible.

-¿Puede caer Francia en la situación de España como advierte Nicolas Sarkozy?

- Francia está en riesgo, sin duda. Tiene una deuda superior a la de España y dificultades para reducir su déficit. Quienes especulan contra los títulos obligacionistas podrían atravesar los Pirineos. Pero los riesgos de Francia son relativamente independientes de quién gane las elecciones.

- Por ahora, Francia ha eludido una política drástica de austeridad como la que ha llevado a otros países a la recesión...

- La campaña electoral francesa no ha abordado los grandes retos económicos. Los dos candidatos han dejado creer que todo va más o menos bien. Pero al final Francia se tendrá que disciplinar, como España e Italia. La marcha hacia la austeridad se impone porque no hay alternativa.

- El candidato socialista, François Hollande, pide un plan de relanzamiento europeo...

-  El relanzamiento pasa, antes que nada, por ganar competitividad. La diferencia entre los costes unitarios laborales de Francia y Alemania han crecido un 20% en los últimos 12 años. Hay que ganar competitividad, y ello implica de entrada aligerar la fiscalidad real que pesa sobre la producción. Con unas cargas patronales de entre el 40% y el 50%, Francia es prácticamente el líder mundial en cargas sociales sobre las empresas.

-  Cómo juzga el balance del presidente saliente, Sarkozy?

- Es un poco triste constatar que Sarkozy, que tenía una voluntad de reforma y que recibió un mandato electoral para ello, ha malogrado esta oportunidad. Lo peor no es que Sarkozy no haya hecho las reformas, sino que ha arruinado su legitimidad.

- ¿El próximo presidente lo tendrá, pues, más difícil?

- Es lo que pienso. Ninguno de los dos candidatos ha buscado un mandato electoral para las reformas, los dos lo han eludido por cálculo. Como el electorado no podrá ejercer el papel de árbitro, al final serán los mercados los que impondrán las reformas.

- ¿Cuáles son a su juicio las reformas imprescindibles?

- Lo primero, como ya he dicho, es ganar competitividad. Después, hay que recortar gastos. Comparada con otros países, Francia es muy generosa en el gasto. No hay que cortar en la enseñanza, que es una inversión de futuro, pero hay otras fuentes de ahorro posibles.







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