sábado, 30 de junio de 2012

La "reorientación" de Europa

François Hollande era ayer un hombre satisfecho. Todos los objetivos con los que había acudido el jueves a la cumbre de Bruselas fueron alcanzados. Buen jugador, el presidente francés evitó sin embargo la tentación de atribuirse ningún éxito –“Es Europa la que ha ganado y la zona euro, la que ha salido reforzada”, dijo– y desechó toda interpretación que pudiera presentar a la canciller alemana, Angela Merkel, como la derrotada. Hollande sabe que la partida es larga, que sólo se ha jugado una mano y que Berlín es un socio ineludible. Pero no se resistió a dar simbólicamente por enterrado el monopolio de la austeridad que caracterizó la etapa Merkozy: “Europa ha sido reorientada como convenía”.

El conjunto de decisiones adoptadas por el Consejo Europeo, y en particular la relativa al Pacto por el Crecimiento –que para París era fundamental–, permitieron a Hollande dar ayer por culminada la “renegociación” del tratado de disciplina presupuestaria que había puesto como condición durante la campaña de las elecciones presidenciales francesas. En consecuencia, anunció su decisión de levantar su veto y someter próximamente el tratado a la ratificación del Parlamento francés. Aunque no de forma aislada, sino formando parte de un paquete global europeo: Pacto por el Crecimiento, tasa sobre las transacciones financieras e unión bancaria. No será, pues, un trámite inmediato: “La ratificación se hará rápidamente una vez dispongamos de todos los texos legislativos”, matizó.

Para el presidente francés, cuyas principales prioridades eran hacer aprobar el Pacto por el Crecimiento –un compromiso electoral- y frenar la sangría de la deuda en Italia y España –que podría acabar propagándose a Francia-, el desenlace de la cumbre cumplió todas las expectativas. A juicio de Hollande, el plan de inversiones de 120.000 millones de euros que la UE prevé movilizar para contribuir a relanzar la actividad económica permite salir a Europa del estrecho camino de la austeridad, mientras que el nuevo papel del Mecanismo Europeo de Estabilidad lo convierte en un instrumento “rápido, eficaz, flexible y disuasivo”, que debería bastar para poner fin a la pesadilla de la deuda que atormenta a los países del Sur de Europa y desestabiliza a la zona euro.

Tan interesado en provocar un giro en la política europea frente a la crisis como en reequilibrar la pareja franco-alemana, la contestación de Hollande a los dictados de Berlin ha trastocado la correlación de fuerzas en la UE y está en el origen, en cierto modo, de la rebelión de Italia y España. El presidente francés eludió hacer un frente común contra Merkel, pero su apoyo no beligerante a Monti y Rajoy fue fundamental.

Además del anuncio de la próxima ratificación del tratado de disciplina presupuestaria, Hollande envió indirectamente una segunda prueba de buena voluntad a Angela Merkel, al anunciar a través de su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, las primeras medidas de recorte del gasto: una reducción para este año del 7% de los gastos de funcionamiento del Gobierno y una estabilización de la plantilla de funcionarios, lo que dado el aumento que se quiere hacer en educación y seguridad obligará al resto de ministerios a reducirla en un 2,5%. Hollande reafirmó asimismo en Bruselas su compromiso de reducir el déficit público al 3% el año que viene –a pesar de que las previsiones de crecimiento deberán revisarse a la baja– y de alcanzar el equilibrio presupuestario en 2017. Eso sí, sigue resistiéndose a incorporar la denominada “regla de oro” a la Constitución, a lo que prefiere una ley de carácter orgánico.

Para el presidente francés, los compromisos alcanzados en Bruselas son fruto de un “nuevo método” de trabajo basado no ya en el diálogo exclusivo entre Francia y Alemania, sino en su ampliación a otros grandes países de la zona euro –Italia y España– y la participación de la presidencia de la UE y la Comisión Europea. “Por eso la discusión ha sido tan larga, pero por eso también hemos llegado tan lejos”, argumentó. Hollande, que rechazó la emergencia de un nuevo equilibrio político en la UE, negó que Francia se haya alineado con los países del sur contra Alemania –aunque algo de eso hay– y prefirió presentar su papel como el de bisagra entre el norte y el sur.

Con todos los euroescépticos franceses en estado previo a la ebullición –la líder del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, denunció ayer lo que calificó de “golpe de Estado europeo”–, Hollande prefirió pasar de puntillas sobre el proceso de integración política que se dibuja en el horizonte. El presidente francés, que para eludir términos incómodos ha acuñado la fórmula de “integración solidaria”, la envió a calendas grecas diciendo: “Sobre el salto federal... no estamos ahí”.



viernes, 29 de junio de 2012

Inyección de dinero, pero escaso

La Unión Europea movilizará alrededor de 120.000 millones de euros –cifra equivalente al 1% del PIB europeo– para financiar inversiones que contribuyan a relanzar la actividad económica. Los representantes de los 27 acordaron anoche dar su luz verde al contenido del llamado Pacto por el Crecimiento propuesto conjuntamente por Alemania. Francia, Italia y España con el aval de la presidencia de la UE y la Comisión Europea. El primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, condicionaron su apoyo al plan -cuyo contenido han compartido desde el primer momento- a que se adoptaran medidas urgentes para estabilizar el problema de la deuda en sus dos países. El acuerdo se cerró ya de madrugada

El Pacto por el Crecimiento es la condición que el presidente francés, François Hollande, había impuesto a sus socios para ratificar el Tratado de Disciplina Presupuestaria impulsado por su antecesor, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, aprobado por el Consejo Europeo el pasado mes de noviembre. El nuevo presidente francés, que no cuestiona la necesidad de una consolidación fiscal, entiende que la mera austeridad no sólo no resolverá la crisis, sino que la agravará, si no está complementada con una política que contribuya a relanzar la débil actividad económica en el continente. “Yo quería una cifra, no una mera declaración”, subrayó ayer a su llegada a Bruselas. La cifra, de hecho, la ató ya en la cumbre a cuatro bandas celebrada la semana pasada en Roma con Merkel, Monti y Rajoy. Pero si Hollande ha sido el catalizador del Pacto por el Crecimiento, el contenido del plan recoge en la práctica casi punto por punto una serie de propuestas en las que había trabajado previamente la Comisión Europea.

Los 120.000 millones de euros previstos procederán de tres fuentes: el Banco Europeo de Inversiones (BEI), cuya recapitalización –a la altura de 10.000 millones– debería permitir obtener en los mercados 60.000 millones para financiar proyectos; los Fondos Estructurales Europeos, de los que se reatribuirán 55.000 millones ahora no utilizados, y una emisión por valor de 4.500 millones de lo que se ha venido en llamar project bonds, una suerte de euro-bonos, garantizados por el presupuesto comunitario, para financiar proyectos de inversión. No confundir, pues, con las euro-obligaciones planteadas para mutualizar la deuda de los Estados.

Francia considera que la mayor parte de estos 120.000 millones debería poder movilizarse rápidamente, aprovechando proyectos ya identificados por Bruselas. Otra cosa es que el volumen de este plan a lo Roosevelt vaya a ser suficiente para revitalizar una economía en estado catatónico. Algo que diversos analistas han puesto en duda. El profesor Paul De Grauwe, de la London School of Economics, aunque favorable al plan, consideró en declaraciones de France Presse que su montante es “bastante limitado” y que la ejecución de los proyectos “llevará tiempo”.

Más allá de sus efectos económicos, para François Hollande, la aprobación del Pacto por el Crecimiento tiene una importancia fundamental desde el punto de vista de la política interior. El presidente francés, en efecto, había hecho de este asunto una prioridad ineludible durante la campaña de las elecciones presidenciales, hasta el punto de amenazar con la no ratificación por parte de Francia del Tratado de disciplina presupuestaria y tensar las relaciones con Angela Merkel.

Uno de sus principales objetivos, público y confeso, era reconstruir con Alemania una relación más equilibrada de lo que fue durante la era Merkozy y ofrecer a la opinión pública francesa la imagen de un presidente firme y determinado. Merkel ha cedido aquí, pero para mejor consolidar su férrea política de austeridad.

Si la eficacia del Pacto por el Crecimiento es dudosa, también lo es que Hollande haya conseguido –o vaya a conseguir– recuperar el peso perdido en la relación bilateral. Mientras Alemania siga siendo el garante financiero último de Europa y Francia –lastrada por su deuda y sus déficits– tenga un pie al borde del mismo abismo en el que se debaten España o Italia, Berlín seguirá imponiendo su ley. Por más que, en aras de la construcción europea, acepte algunos compromisos con su socio preferencial.




Vértigo ante la Europa federal

Europa vuelve a llamar a la puerta de Francia. ¿Su respuesta estará a la altura? Esta es la pregunta que empiezan a hacerse, cada vez en voz más alta, los más europeístas de los franceses, partidarios de tomar la mano que tiende Alemania y avanzar con decisión hacia una Europa federal.

El presidente francés, François Hollande, cuyo europeísmo está fuera de duda –no porque sí formó parte del círculo más próximo a Jacques Delors–, parece decidido a avanzar por ese camino, pero paso a paso, calladamente, por temor a reavivar los demonios antieuropeos arraigados en la sociedad francesa. No está claro que lo consiga: el debate está empezando a tomar cuerpo.

“Tenemos que dejar de pensar que se puede construir una Europa política a hurtadillas, creyendo que a fuerza de transferencias de soberanía invisibles reduciremos los temores de los pueblos al silencio”, escribía ayer el ex primer ministro Dominique de Villepin en una tribuna en Libération, descalificando de esta forma la estrategia de Hollande. “Hoy nuestra soberanía se nos escapa (...), pero no es Europa la que nos priva de ella, sino la mundialización”, sostiene el último jefe de Gobierno de Jacques Chirac, quien añade: “Sólo recuperaremos nuestra soberanía si aprendemos a compartirla”.

No es la única voz en la derecha que se ha alzado en este sentido. El ex ministro de Asuntos Europeos y de Agricultura Bruno Le Maire –otro hombre de Chirac, reciclado en este caso por Nicolas Sarkozy–, tras criticar la “mediocridad” de las proposiciones del actual presidente de la República, ha llamado asimismo a dar el paso y “franquear el río que nos separa de los Estados Unidos de Europa”.

Incluso el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, decidido partidario de una unión bancaria europea, defendía en una entrevista publicada ayer en Le Monde que “es necesario avanzar hacia más federalismo”. A su juicio, sólo se podrá salir de la crisis si “la voluntad de autonomía [de los Estados] se aparta ante la construcción europea”.

Hollande, que tiene marcado a fuego el fracaso del referéndum de 2005 sobre el proyecto de Constitución Europea –que dividió en dos al Partido Socialista–, pretende eludir este debate y hacer el menor ruido posible. Su política es la de avanzar por etapas y eludir peligrosas discusiones sobre conceptos como “Europa federal” o “cesión de soberanía”.

Desde el Gobierno, sólo un ministro, Jérôme de Cahuzac, titular de la cartera de Presupuesto, ha abogado públicamente por una entente para “compartir soberanía” en materia presupuestaria. Pero está lejos de representar una visión unánimemente compartida. En el otro lado de la balanza, Bernard Cazeneuve, ministro de Asuntos Europeos –un hombre muy cercano al euroescéptico titular del Quai d’Orsay, Laurent Fabius–, ha recordado que la soberanía presupuestaria recae en el Parlamento francés... La sombra del “no” acecha.




jueves, 28 de junio de 2012

Francia, a pequeños pasos

Lo primero, lo esencial, lo más urgente que debería resolver el Consejo Europeo que se inicia hoy en Bruselas es, a juicio de Francia, cerrar el nuevo Pacto por el Crecimiento caro a François Hollande y adoptar medidas inmediatas para estabilizar el sistema financiero europeo, abriendo la puerta –como reclama España– a que los fondos europeos puedan capitalizar directamente a los bancos en dificultades sin agravar el problema de la deuda de los Estados.

Todo lo demás –la integración política, el establecimiento de nuevos instrumentos de solidaridad financiera y mecanismos de control presupuestario– no es para hoy ni para mañana. Incluidas las euro-obligaciones. Es “muy importante” empezar a discutir sobre ello y fijar una hoja de ruta a diez años vista, razonan en el Elíseo, pero no cabe esperar un big bang ahora y aquí.

Hollande, para quien el documento presentado por el presidente de la UE, Herman van Rompuy, es un buen punto de partida, propugna avanzar en este terreno por etapas y de forma pragmática. Fuertemente divididos en 2005 sobre el proyecto de Constitución europea, los franceses no están preparados todavía para asumir un salto federal. Por más que el camino que entre hoy y mañana se tomará en Bruselas conduzca inevitablemente.

El presidente francés, que hace siete años se pilló los dedos en el referéndum del “no”, quiere evitar un debate en el que se hable abiertamente de “unión federal” y “cesión de soberanía”. El método de progresar por etapas, como propugna París, permite sortear este escollo y “avanzar más rápidamente”.

François Hollande, que había amenazado con no ratificar el Tratado de Disciplina Presupuestaria pactado por su antecesor, Nicolas Sarkozy, si no se complementaba con medidas concretas para estimular el relanzamiento económico, da una gran importancia a la aprobación de un Pacto por el Crecimiento, el gran triunfo que puede presentar ante los franceses.

A falta de un acuerdo a 27, las líneas fundamentales de este Pacto –que prevé movilizar entre 120.000 y 130.000 millones de euros en inversiones– fueron pactadas en la cumbre de Roma de la semana pasada con la canciller alemana, Angela Merkel; el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. El asunto encarrilado, faltará ver qué fórmula jurídica adoptará, pero todo indica que satisfará las condiciones de París. “Vamos en la buena dirección”, señalaron ayer fuentes del Elíseo.

En el capítulo del sistema financiero, donde París propugna la creación de una unión bancaria, con reglas comunes y un supervisor único, franceses y alemanes se han aproximado también considerablemente. Por contra, las polémicas euro-obligaciones, que causan sarpullidos en Alemania, han dejado de ser para Francia una prioridad. La mutualización de la deuda llegará más adelante, de la mano de un control reforzado sobre los presupuestos nacionales


De nuevo, la pareja

Siguiendo el guión de siempre, el toque final al menú de la cumbre europea de Bruselas se cocinó anoche en los fogones de París y Berlín. El presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, se reunieron en el Elíseo para tratar de superar sus últimas diferencias cara al crucial Consejo Europeo que empieza hoy. Antes de empezar la reunión –una cena de trabajo–, los dos mandatarios subrayaron los “progresos” conseguidos en las discusiones de los últimos días, enmascarados a veces por las declaraciones más o menos altisonantes de unos y de otros, y abogaron por la profundicación de la unión económica, monetaria y política de Europa. Tanto el presidente francés como la canciller alemana hicieron un esfuerzo de convergencia, ni que fuera retórica, al abogar por una Europa también más solidaria. Hollande puso en la misma balanza “integración y solidaridad”, cuidándose de añadir un matiz agradable para los oídos alemanes: “Tanta integración somo sea necesaria y tanta solidaridad como sea posible”. Merkel se unió al coro añadiendo: “Necesitamos una Europa que funcione y cuyos miembros se ayuden unos a otros”. La respuesta, hoy.




lunes, 25 de junio de 2012

La imposible Línea Maginot

“Somos un poco la bestia negra de España”, subrayó Bixente Lizarazu, más como un conjuro que como un vaticinio, pocos minutos antes del inicio del partido entre Francia y España en el Donbas Arena de Donetsk. El otrora internacional de la selección francesa –la buena, la que ganó el Mundial de 1998–, reconvertido en comentarista estrella del canal de televisión TF1, aludía a la maldición que hasta el sábado pesaba sobre la selección española, incapaz de imponerse a los bleus en la fase final de una competición oficial, como en 1984, 2000 o 2006. Sin embargo, el adverbio utilizado por el ex jugador del Athletic de Bilbao –“un poco”– traicionaba su falta de confianza.

Probablemente la Francia de Laurent Blanc, en fase de reconstruccion tras el fiasco del Mundial de Sudáfrica, no tenía nada que hacer frente a la España triunfal de Vicente del Bosque. Pero su principal problema, su carencia fundamental, no fue técnica, sino moral. A los franceses, desde el seleccionador y los jugadores hasta el último ciudadano, les atenaza la falta de confianza.

Con esa mirada permanentemete melancólica y ese tono fatalista que le caracteriza, Blanc trazó un abismo entre el fútbol de ambas selecciones la víspera misma del partido. “Ojalá supiéramos jugar como ellos”, dijo, tras calificar de “excelente” la trayectoria española. Encontrarse con el campeón de Europa y del Mundo en cuartos de final era el merecido castigo a la penosa actuación de los bleus frente a Suecia, una derrota que disparó la tensión en el vestuario e hizo revivir los fantasmas de Sudáfrica.

Poco convencido de sus posibilidades, Blanc planteó una batalla defensiva, poniendo todo el peso en una suerte de Línea Maginot desplegada atrás para detener los avances españoles, particularmente por la banda izquierda. Pero la vanguardia española la superó con la misma facilidad con que los tanques de Rommel lo hicieron en 1940 en las Ardenas. Al seleccionador francés se le derrumbó todo con el gol de Alonso a los 19 minutos de juego”. “No estaba previsto encajar un gol”, admitió Blanc, pese a lo cual nada cambió en el campo.

Los comentaristas de televisión –mientras el balón todavía rodaba en el césped– y los cronistas deportivos de los diarios franceses que salieron ayer domingo coincidieron en echar en falta en su equipo la cualidad esencial de un campeón: la audacia, el atrevimiento, una cierta dosis de locura incluso, de “folie”... La selección francesa “no supo suscitar la menor emoción, sólo el sentimiento simple de su impotencia constante”, escribía Vincent Duluc en L’Équipe, que abría su portada con el titular “SOS fantasmas”. “¡Qué tristeza!” proclamaba, por su parte, Le Parisien.

Pese a los juicios severos sobre la apuesta estratégica del seleccionador y la prestación de algunos jugadores –en particular Karim Benzema, el ariete, que se ha ido en blanco–, quien más quien menos aceptó la derrota frente a España como algo inevitable. El adjetivo “lógico” fue probablemene el más utilizado ayer para calificar el resultado del encuentro. Tan lógico como el derrumbe del ejército francés hace setenta y dos años frente a las divisiones de Panzer alemanes. Pero eso, De Gaulle ya lo había avisado


Nasri empaña la imagen de los ‘bleus’

La mayoría de los jugadores que protagonizaron el motín de Sudáfrica ya no están en la selección francesa, entre ellos Anelka, quien insultó gravemente al entonces entrenador, Raymond Domenech. Anelka ya no está, pero la imagen de la selección francesa ha vuelto a quedar marcada en esta Eurocopa por el comportamiento chulesco y barriobajero de uno de sus jugadores. En este caso ha sido Samir Nasri, el centrocampista del Manchester, que el sábado se encaró con un periodista de France Presse y le dijo: “Vete a tomar por el culo, vete a joder a tu madre, sucio hijo de puta”. Laurent Blanc calificó de “lamentable” su comportamiento.




domingo, 24 de junio de 2012

Compromiso ¿hasta dónde?

No habrá choque de trenes entre París y Berlín. Europa no se lo puede permitir y en ambas riberas del Rhin lo saben. Las escaramuzas verbales de la semana pasada, que elevaron fuertemente la temperatura entre ambas capitales, han dado paso en los últimos días a un clima más apaciguado, con gestos –de una parte y de otra– de distensión y acercamiento. Conscientes de que el Consejo Europeo del 28 y 29 de junio es crucial para el futuro del euro y, más allá, la supervivencia de la Unión, Francia y Alemania trabajan por alcanzar un compromiso. Toda la cuestión es saber si tal compromiso estará realmente a la altura.

¿Será capaz la canciller alemana, Angela Merkel, de flexibilizar su intransigente política económica y aceptar nuevos instrumentos de solidaridad europea? ¿Tendrá el presidente francés, François Hollande, el coraje de dar el paso que le propone Alemania para construir, a cambio, una Europa federal? En estos términos se observa desde Francia la partida de ajedrez que juegan París y Berlín en busca de una salida a la crisis.

Hollande y Merkel hablaron telefónicamente el sábado 16, víspera de la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas, durante algo más de una hora para tratar de sosegar la discusión y acercar posiciones. En contra de lo que parecía sugerir la efervescencia de acusaciones de los días previos, la aproximación parece factible. No hay más que ver el acuerdo alcanzado por Merkel y los socialdemócratas alemanes, que incluye gran parte de las medidas que plantea Hollande para reactivar el crecimiento en Europa, seguido del acuerdo suscrito a cuatro bandas en Roma por Merkel, Hollande, el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy.

Otro de los principales escollos, la instauración de euro-obligaciones para mutualizar la deuda pública de los Estados que defiende París y horroriza a Berlín, prácticamente ha desaparecido. “El sistema de mutualización de la deuda exige una mayor integración política, que es necesaria. Eso tardará sin duda varios años”, declaró el jueves el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, al semanario alemán Die Zeit, en línea con las condiciones que plantea el Gobierno alemán.

Algunas voces en Francia se han alzado inmediatamente contra semejante concesión, acusando al presidente Hollande de haber dado vergonzosamente marcha atrás. “París asume su debilidad en Europa”, valoraba el cronista financiero de La Tribune Romaric Godin. Sin embargo, por debajo de las proclamas públicas, ésta ha sido desde el principio la posición del Gobierno francés.

“Sobre las euro-obligaciones hay prevenciones comprensibles. Es necesario situarlas en un marco más amplio. Necesitamos una visión de la futura unión política y monetaria de la zona euro, de su arquitectura institucional. No podemos seguir navegando sin brújula. Lo que queremos es fijar una perspectiva, establecer una hoja de ruta”, explicaba ya hace un mes –la víspera de la cumbre informal del 24 de mayo en Bruselas–, un alto consejero del Elíseo ante un grupo de corresponsales extranjeros.

Aceptada la condición de entrada de que la mutualización de la deuda exige una mayor integración política, el meollo de la discusión se centra en las condiciones y el ritmo para llegar. Hasta el momento, los alemanes platean una integración federal como condición previa, mientras que los franceses –que sienten horror a las expresiones “federal” o “cesión de soberanía”– proponen ir avanzando paso a paso, en paralelo. En el fondo, la cuestión esencial es hasta dónde está dispuesto a llegar cada cual. Y en particular Francia, cuyos gobiernos siempre se han resistido a dar semejante paso y cuya ciudadanía –como se comprobó en el referéndum de la Constitución europea en 2005– es reticente.

El ex primer ministro socialista Michel Rocard no es muy optimista. Teme que se acabe cerrando la crisis en falso –“Vamos hacia un compromiso mal hecho”, opina– y, utilizando una expresión muy francesa, vaticina años de esfuerzos baldíos: “Vamos a pedalear en el choucroute”.


El memorándum de Hollande

El acuerdo alcanzado por Angela Merkel y el partido socialdemócrata alemán (SPD) para ratificar el tratado europeo de disciplina presupuestaria va en el camino de allanar las difefencias con François Hollande. De entrada, junto a la necesidad de las polítias de consolidación fiscal, el pacto reconoce la necesidad de estimular el crecimiento económico a través de inversiones públicas. Entre las medidas acordadas para movilizar nuevos fondos está la instauración de una tasa sobre las transacciones financieras, el refuerzo de las capacidades del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y la reorientación de los fondos de la Unión Europea para proyectos que fomenten el empleo y la innovación. Todo esto suena muy parecido a lo que el presidente francés plantea en el memorándum que envió al resto de sus socios europeos la semana pasada, en el que junto a las medidas antedichas plantea también la puesta en marcha de los llamados project bonds que defiende Bruselas. En total, París cree posible movilizar rápidamente 120.000 millones de euros para contribuir al relanzamiento económico en el continente. Para el presidente francés, la adición de un pacto por el crecimiento es una condición sine qua non para que Francia ratifique el tratado de disciplina presupuestaria. En su memorándum, Hollande se acerca a la posiciones alemanas, que plantean una integración política y económica, y propone acordar una “hoja de ruta para los próximos diez años” que permitiría “examinar las condiciones de integración, particularmente presupuestaria, y el marco institucionaly político que permita alcanzar ese objetivo”.


A la espera de los recortes

Pasadas las elecciones legislativas, François Hollande deberá coger el toro por los cuernos y adoptar las primeras medidas de austeridad. El Gobierno francés ha decidido esperar a recibir un informe del Tribunal de Cuentas –que no estará listo antes de la cumbre de Bruselas– para aprobar una reforma de los Presupuestos para este año y la ley de programación financiera para el quinquenato. Salvo Educación, Interior y Defensa, el resto de ministerios tendrán previsiblemente que apretarse el cinturón.




sábado, 23 de junio de 2012

De Le Pen a Le Pen

"Con el apellido que tenemos, no podríamos hacer otra cosa”, comentó una vez Yann, la mediana de las tres hijas de Jean-Marie Le Pen, una mujer discreta que sin embargo ha participado siempre activamente, aunque en segundo plano, en la vida del Frente Nacional (FN). Apellidarse Le Pen marca como un estigma y, por lo que parece, encauza también el destino. La hija de Yann, Marion Maréchal-Le Pen, no ha escapado a esta ley y, a sus 22 años, se ha convertido en la diputada más joven de la historia de la V República. Y en el símbolo del regreso de la ultraderecha al Parlamento, donde el FN no tenía representación desde 1998.

Con sólo dos diputados de 577, la joven Marion lleva sobre sus espaldas la doble responsabilidad de ostentar el pabellón del FN en la Asamblea Nacional –su compañero de escaño, el abogado Gilbert Collard, no pertenece al partido– y encarnar la continuidad de la saga familiar en el palacio Bourbon. Con Marion, una Le Pen vuelve a sentarse en el Parlamento cincuenta años después de que lo hiciera el patriarca (1956-1962). Como si la vocación política fuera uno de esos rasgos genéticos que se transmiten directamente de abuelos a nietos.

Con sólo dos diputados, es la fuerza del apellido la que consigue multiplicar el impacto de la entrada del FN en la Asamblea Nacional. Pero se trata de un símbolo frágil. La nieta de Jean-Marie Le Pen, que salió elegida por la tercera circuncripción del departamento de Vaucluse, Carpentras, con el 42,1% de los votos, estuvo cerca de quedarse fuera. Si la candidata socialista, Catherine Arkilovitch, se hubiera plegado a las órdenes del PS de retirarse de la segunda vuelta y llamar a votar al candidato de la UMP –Jean-Michel Ferrand, el cacique que reinaba en el lugar desde mediados de los años ochenta–, Marion Maréchal-Le Pen hubiera sido derrotada. Como lo fue su tía y presidenta del FN, Marine Le Pen, en Hénin-Beaumont (Nord-pas de Calais) por sólo 118 votos.

La líder del Frente Nacional ha encajado mal este resultado, que deja a su sobrina como única voz de la familia en el Parlamento. Tanto más cuanto que la benjamina, que aparece con el aura de futura heredera, tiene detrás la amenazante sombra del viejo Le Pen, poco de acuerdo con algunos de los nuevos aires que su hija pretende dar al partido. “No se cambia el nombre de una empresa que funciona”, dijo la joven Marion en su triunfal noche electoral preguntada por el eventual cambio de nombre del FN, utilizando casi idénticas palabras que su abuelo para rechazar una idea que acaricia Marine Le Pen, como ha demostrado con la creación de la marca electoral Reagrupamiento Azul Marino y el uso recurrente del término “marinista” en sustitución de “lepenista”.

Abuelo y nieta parecen uña y carne. Estudiante de Derecho en la Universidad de París (Panthéon-Assas), la incipiente carrera política de la pequeña de los Le Pen ha estado orientada desde el principio por su abuelo. Fue Jean-Marie Le Pen quien le empujó a hacer sus primeras pruebas en las elecciones regionales de 2009 en el departamento de los Yvelines –Île-de-France– y le buscó un destino políticamente asequible en Carpentras para estas elecciones legislativas, venciendo su resistencia inicial. Con ella estaba el viejo león de la extrema derecha –y no con su hija– la noche de la segunda vuelta.

Y hacia él, un hombre “de buena raza”, fueron dirigidas las primeras palabras de la joven diputada electa. “Se ha hecho justicia”, clamó Marion en alusión a “la ofensa hecha en 1990 a Jean-Marie Le Pen”. La nieta del histórico líder ultraderechista se refería a las acusaciones que se lanzaron contra Le Pen y el FN después de que un grupo de activistas de extrema derecha profanara el cementerio judío de Carpentras.

Rubia como todas las mujeres de la familia, Marion Maréchal-Le Pen esconde bajo su falso aire angelical un carácter robusto. Y un discurso, bien trabado y expresado, que no se aparta ni una coma de la línea tradicional del FN. “Desde ahora, el futuro es nuestro”, lanzó la noche de las elecciones. Marine no está sola. 


Mélenchon, imputado por injurias

El líder del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que ha mantenido un doble pulso con Marine Le Pen en las elecciones presidenciales y legislativas, fue imputado el jueves por un presunto delito de injurias contra la presidenta del FN. “¿Por qué quiere usted que el pueblo francés sea el único pueblo con ganas de tener a una fascista al frente?”, respondió Mélenchon a un periodista que le preguntó en 2011 por los sondeos que, en aquel momento, colocaban a Le Pen en cabeza de la primera vuelta de las presidenciales. La líder del Frente Nacional le denunció entonces por injurias públicas, pero la decisión de la justicia ha llegado ahora. “Fascista no es una injuria, es una caracterización”, ha replicado el líder izquierdista.






jueves, 21 de junio de 2012

Susto en Toulouse

Un individuo, al parecer con las facultades mentales perturbadas, sembró ayer la psicosis en Toulouse al tomar cuatro rehenes en una sucursal bancaria de la ciudad en nombre supuestamente de Al Qaeda. El incidente, que acabó con la detención del secuestrador y la liberación sanos y salvos de los rehenes, hizo revivir por unas horas el trágico mes de marzo pasado, cuando un islamista radical, Mohamed Merah, asesinó a siete personas en Toulouse y sus alrededores antes de ser muerto por la policía. Llamativa concidencia, entre el banco y el piso donde se atrincheró Merah hace tres meses hay apenas 250 metros de distancia...

Todo empezó como un atraco fallido. El asaltente, Fetih Boumaza, de 26 años, entró pasadas las diez de la mañana en la sucursal del banco CIC –del grupo Crédit Mutuel– en el número 72 de la avenida Camille Pujol y exigió la entrega de todo el dinero. A la vista de que nadie le tomaba en serio sacó un arma, efectuó un disparo y tomó como rehenes a las cuatro personas que se encontraban en ese momento en la oficina, entre ellas su director.

Pronto se vio, sin embargo, que el asalto tenía poco de un atraco convencional. El secuestrador, con antecedentes por problemas psiquiátricos, reivindicó su acción en nombre de la organización terrorista internacional Al Qaeda y reclamó la presencia en el lugar de un equipo del RAID, la unidad policial que el 22 de marzo pasado acabó con la vida del terrorista Mohamed Merah cuando intentaba detenerle.

El fiscal de Toulouse, Michel Valet, que se presentó rápidamente en el lugar de los hechos, subrayó que Boumaza había explicado a los agentes que intentaban negociar su rendición que no había actuado movido por el dinero, sino por “convicciones religiosas”. Aunque –según matizaría después– sus reivindicaciones religiosas parecían incoherentes y mal expresadas. “Su acción parece vinculada a sus problemas psicológicos”, aventuró el fiscal.

Terrorista o loco, la policía parece inclinada por esta segunda hipótesis, toda vez que en lugar de relaciones con los círculos islamistas radicales lo que se le conoce es un internamiento en un hospital psiquiátrico en 2007. Su expediente judicial está en blanco.

Consecuencia probable de sus problemas psíquicos, en cualquier caso el asaltante parece haber preparado su golpe con la vista puesta en Mohamed Merah. La fecha elegida para asaltar el banco –casi exactamente un mes después de la operación policial para detemer a Merah– no parece fruto del azar. Tanto más cuanto que la sucursal se encuentra muy cerca del domicilio del terrorista de Toulouse. A dos pasos de la oficina del CIC, literalmente a dos pasos, se concentraban hace tres meses periodistas, fotógrafos y cámaras de todo el mundo para cubrir el asalto del RAID...

Mohamed Merah fue acribillado por la policía el 22 de marzo cuando intentaba eludir el cerco policial. Entre el 11 y el 19, el joven yihadista sembró el terror en Toulouse y su región al asesinar a tres militares franceses de unidades enviadas a Afganistán –un cuarto quedó inválido–, y a un profesor y tres niños de una escuela confensional judía.

Pese a las peticiones del secuestrador, ayer no se presentó el RAID –muy criticado por su actuación en el caso Merah– en el barrio de la Côte Pavée, sino dos unidades del Grupo de Intervención de la Policía Nacional (GIPN) de Burdeos y Marsella. El desenlace fue también muy diferente. El asaltante liberó primero –en un intervalo de una hora– a dos de los rehenes, dos mujeres, a cambio de agua y comida. Los otros dos fueron liberados por la policía, que dio el asalto poco antes de las cinco de la tarde. El secuestrador fue herido un un muslo y una mano.


Denuncia contra el RAID por asesinato

El padre de Mohamed Merah, Mohamed Benalel Merah, residente en Argelia, cumplió el lunes sus amenazas y presentó una denuncia contra los máximos responsables de la Policía Nacional francesa por haber dado presuntamente la orden a de asesinar a su hijo. Los representantes de las víctimas de Merah han acusado al padre de montar una “fábula”.








martes, 19 de junio de 2012

El pecado original de Trierweiler

Nicolas Sarkozy nunca se arrepentirá lo suficiente de haber celebrado su victoria, la noche del 6 de mayo de 2007, en el lujoso restaurante Fouquet’s con un grupo de grandes empresarios y partir inmediatamente después en un crucero por el Mediterráneo en el yate del multimillonario Vincent Bolloré. Sarkozy no lo sabía aún en ese momento, pero con esas dos primeras decisiones arruinó definitivamente su imagen ante los franceses. El cartel de “presidente de los ricos” se le pegó como una segunda piel y, cual un obstinado chiclé en la suela del zapato, no logró despegárselo ya nunca jamás.

Los errores iniciales del ex presidente francés mostraron crudamente hasta qué punto puede resultar decisiva la primera impresión, el arranque de una presidencia. Profundamente consciente de ello, los primeros pasos de su sucesor, François Hollande, una vez en el Elíseo y aún antes, han sido meticulosamente medidos y pensados. Seriedad, prudencia, sobriedad, austeridad –una actitud adaptada a los tiempos de crisis-, son la marca del nuevo presidente francés, que ha puesto en práctica una estrategia concienzudamente planificada. Sin una sola falta. Sin un solo paso en falso…

La fuerza de lo irracional, sin embargo, puede malograr en un instante el trabajo de meses. El famoso y polémico mensaje colgado en Tweeter por su impetuosa compañera, Valérie Trierweiler, en apoyo del rival de su ex mujer, Ségolène Royal, en las recientes elecciones legislativas ha manchado un expediente hasta ese momento inmaculado.

¿Hasta el punto de arruinar la imagen del presidente? Es pronto para saberlo. Pero de entrada, el tuit de la nueva primera dama –cuya autenticidad, en contra de lo que algunos pretenden ahora, fue confirmada personalmente por ella misma y reconfirmada por su portavoz de prensa en el Elíseo- ha logrado arrastrar a Hollande a un terreno que él mismo había criticado a su antecesor: la omnipresencia pública de su pareja –Cécilia al principio, Carla después- y la confusión permanente entre vida pública y privada.

El primer gran pecado de Valérie Trierweiler como primera dama ha sido precisamente ese: destrozar en un solo día todo el trabajo de François Hollande por separarse de la imagen de su antecesor. Y aún peor: al contradecir públicamente la opinión del presidente de la República, que había apoyado oficialmente a Royal de su puño y letra, ha reforzado indirectamente el estigma que le presenta como un hombre débil y blando, incapaz de imponer su autoridad. Lo último que necesitaba Flanby era aparecer ante la opinión pública como un calzonazos. Los sangrantes chistes que los guiñoles de Canal Plus están haciendo a raíz del affaire son en este sentido devastadores…

La polémica ha abierto un interesante debate sobre el derecho de la primera dama a ejercer la libertad de expresión –como cualquier otro ciudadano- y a contradecir públicamente al presidente. Algo que no se discute tanto como su sentido de la oportunidad. A fin de cuentas, Trierweiler no es la primera first lady en ejercer la insumisión política. Ahí está el ejemplo de Danielle Mitterrand, con su apoyo a la dictadura castrista. O el más lejano de Eleanor Roosevelt, que Trierweiler puso recientemente como modelo en su primer artículo para Paris Match desde el Elíseo.

Pero no es Eleanor Roosevelt quien quiere. Y no es lo mismo criticar en aras de la defensa de los derechos humanos la grave decisión tomada por el presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt en 1942 de internar en campos de concentración a todos los ciudadanos japoneses residentes en suelo norteamericano durante la guerra, como hizo su esposa, que librarse a un triste ajuste de cuentas personal con la ex mujer de su compañero…

La estruendosa intervención de Trierweiler en plena campaña electoral en contra de Segolène Royal no tiene nada de política. Quizá no sea fruto de los celos – “Hablar de celos es idiota”, ha declarado después la autora del tuit-, pero sí es fruto de la profunda aversión personal que la primera dama siente hacia la ex mujer y madre de los cuatro hijos del presidente, de la que ha dado ya repetidas muestras. El controvertido tuit no habría sido, en realidad, más que una venganza airada tras conocer el apoyo que su compañero había dado a la candidatura de su ex en La Rochelle cara a la segunda vuelta. “Vas a ver de lo que soy capaz”, le amenazó al parecer al presidente esa misma mañana, según ha contado uno de los amigos de Trierweiler a Le Point.

Dando rienda suelta a su cólera, la primera dama francesa se ha tirado piedras encima de su propio tejado. Se ha indispuesto con su compañero y con los hijos de éste -que según fuentes próximas al presidente están absolutamente indignados-; ha dañado su propia imagen personal -ensañarse con la mujer a la que una ha robado el marido no es muy enaltecedor- y ha logrado que ahora Hollande se sienta forzado a buscarle una salida política a su ex mujer, privada de su acta de diputada y de la prometida presidencia de la Asamblea Nacional. Ségolène Royal no ha sido derrotada a causa de Trierweiler. Nadie en su sano juicio ha pretendido nunca tal cosa y menos que nadie la propia afectada. La que fuera candidata socialista al Elíseo en 2007 estaba sentenciada desde el momento en que quedó atrapada por la pinza formada por un sector del PS local y la derecha. Hollande podía haberla dejado caer, pero tras el patinazo de su compañera ya no puede.

El peor perjuicio que se ha autoinfligido Trierweiler atañe a su propia condición de primera dama, un rol constitucionalmente inexistente y de contornos inestables pero del que si algo se exige es prudencia y discreción. Trierweiler no ha hecho gala de una cosa ni de otra. Lo que ha tenido como consecuencia colateral que se cuestione abiertamente su intención de compatibilizar su nueva condición con el ejercicio de su profesión de periodista. “Yo necesito seguir ganándome la vida, tengo tres hijos a mi cargo [de su segundo matrimonio]”, ha argumentado legítimamente. ¿Por qué no debería poder seguir trabajando si la función de primera dama no está ni reconocida ni retribuida?

Si la actividad profesional de Trierweiler es percibida como un problema no es porque sí. Nadie gritó escándalo porque Carla Bruni, tras casarse con Sarkozy, siguiera cantando y editando discos. Pero Valérie Trierweiler no es cantante, sino periodista. Y la independencia del periodismo exige una sana –y no siempre respetada- distancia respecto del poder que la primera dama no está en condiciones de garantizar. Ahora bien, hay que admitir que si eso es cierto, también lo es que en esa crítica hay cierta dosis de hipocresía. Porque vamos a ver: ¿hizo acaso Trierweiler gala de mucha independencia cuando, siendo la periodista encargada de cubrir la información del Partido Socialista para Paris Match, se lió con el entonces primer secretario del partido y hoy presidente? ¿alguien la importunó por ello? ¿dejó de escribir por ese motivo? No.

Hay razones del corazón que la razón no entiende, cierto. Y sería injusto cargar contra Trierweiler por haberse enamorado de Hollande. Pero el caso de la hoy primera dama está lejos de ser una anécdota aislada. Es más bien un síntoma de la peligrosa consanguinidad que se da en Francia entre la prensa y el poder. No hay más que repasar la –impresionante- lista de mujeres periodistas que han acabado emparejadas con políticos para comprobarlo. Ahí están Anne Sinclair (con Dominique Strauss-Kahn), Christine Ockrent (con Bernard Kouchner), Isabelle Legrand-Bodin (con Alain Juppé), Béatrice Schönberg (con Jean-Louis Borloo), Audray Pulvar (con Arnaud Montebourg), Valérie de Senneville (con Michel Sapin), Nathalie Bensahel (con Vincent Peillon). Por no hablar de otras conocidas relaciones -que no fructificaron-, como las de Marie Drucker con François Baroin o Anne Fulda con Nicolas Sarkozy… Aquí hay también un pecado original. Pero en este caso se trata de un pecado colectivo.


La UMP se pregunta por sus errores

La derrota de Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales del 6 de mayo no provocó en la UMP ningún debate interno. Las legislativas estaban demasiado cerca como para abrir en ese momento la caja de los truenos. Pasados los comicios y confirmada la catástrofe –con la pérdida de un centenar de escaños–, ha llegado el momento de abrirla. Diversos barones de la derecha pusieron ayer sobre la mesa la espinosa cuestión de la línea ideológica de la UMP y criticaron abiertamente la estrategia de aproximación a las tesis de la ultraderecha impuesta por Sarkozy y seguida después por el secretario general del partido, Jean-François Copé.

Las voces que se han empezado a alzar son de calado y auguran un vivo debate político –parelelo a la confrontación personal por el liderazgo del partido– cara al congreso que la UMP celebrará el próximo mes de noviembre.

El ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin, referente de una sensibilidad centrista y social, fue el primero en atacar la misma noche electoral, al constatar en una entrevista televisiva que “la deriva derechista ha fracasado”. “En el pasado, nuestra mayoría ha sido un poco hemipléjica, la parte derecha ha estado más reforzada que el centro”, añadió.

En la misma línea, otro ex primer ministro, Alain Juppé, consideró en una entrevista en Le Monde que la UMP debe “clarificar” sus posiciones y sus valores. El que fuera el último ministro de Exteriores de Sarkozy apuntó que las declaraciones de algunas figuras de la UMP identificándose con algunos valores del Frente Nacional –en alusión a la ex ministra Nadine Morano– crean confusión en el electorado de derechas. “Nosotros tenemos una incompatibilidad de valores, de programa y de estrategia con el Frente Nacional”, remachó.

Si Juppé no quiso avanzar sus intenciones sobre la posibilidad de optar a la jefatura de la UMP, sí lo hizo en cambio el ex ministro de Economía, François Baroin, quien amagó con presentarse candidato a la presidencia del partido si no ve reflejadas sus ideas. Baroin se identificó con Juppé al criticar el acercamiento con la ultraderecha. “Cuando uno escucha a algunos decir que se reconocen en los valores del FN y que encuentran a Marine Le Pen simpática, uno se pregunta ¿cuál es el siguiente paso?”. Baroin marca así distancias con Copé, con quien hasta ahora integraba un grupo de jóvenes dirigentes llamados los mosqueteros. Otro rival de Copé, el ex ministro Xavier Bertrand, llamó por su parte a un “profundo replanteamiento”. “Hemos de seguir siendo nosotros mismos”, añadió.

Pero no es Baroin ni Bertrand la principal preocupación de Copé, sino François Fillon, serio aspirante a didirgir la UMP. Elegido en su nueva circunscripción de París, el ex primer ministro abordó sin tapujos la necesidad de un cambio: “Debemos renovarnos, el tiempo de las ilusiones y los eslóganes se ha terminado”, dijo la noche del domingo.

El acusado giro derechista protagonizado por Sarkozy desde mediados de 2011 y redoblado durante la campaña electoral –en la que coqueteó descaradamente con las tesis de la extrema derecha– no le funcionó. Como no ha funcionado en las legislativas la ambigüedad mantenida respecto al FN. Muestra de este callejón sin salida ha sido el estrepitoso fracaso de algunas de las figuras más identificadas con la línea radical del ex presidente –Claude Guéant, Nadine Morano, Valérie Rosso-Debord, Guillaume Peltier, Benjamin Lancar...–, que han quedado fuera del Parlamento. Y lo mismo les ha pasado a los representates de la corrienta más derechista de la UMP, la Derecha Popular, que ha perdido la mitad de sus diputados.


La caída de Ségolène Royal

No había lugar para el milagro ayer en La Rochelle. Emparedada entre la derecha y un sector disidente del socialismo local, Ségolène Royal no podía vencer. Y así se verificó. La malograda candidata del PS al Elíseo en 2007, que buscaba en esta ciudad rebelde –cuna del protestantismo francés– una nueva carrera política en el Parlamento, cayó derrotada, fulminada por un contundente 63% a 37% de los votos, frente al ex socialista Olivier Falorni, quien jugó contra su rival la carta del arraigo local y se erigió en el símbolo de una nueva rebeldía, en este caso contra los dictados de la dirección del Partido Socialista.

Falorni, quien –ironías de la vida– fue un hollandista de primera hora antes de ser excluido del partido por no doblegarse a las instrucciones de Solférino, ha ganado gracias al apoyo decisivo del electorado de la UMP. Privada de un candidato propio en la segunda vuelta, la derecha –encabezada por el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin, un notable de provincias que nunca ha perdonado la intromisión de Royal en “su” región– no ha dejado pasar la oportunidad de cobrarse una pieza de gran valor. Quien en 2004 fuera apodada Zapatera ha acabado igual que su modelo hispánico.

“No me han ahorrado nada”, se lamentó una “decepcionada” Ségolène Royal pocos minutos antes de las ocho de la tarde, evitando así –por imperativo legal– que las radios y las televisiones difundieran en directo sus palabras. Tras atribuir su derrota a la “traición” y a la “colusión de intereses entre una parte del viejo aparato del PS y al aparato de la UMP”, Royal avanzó que no piensa abandonar la política y dijo que se tomará un tiempo para “reflexionar” sobre su futuro, sobre el que hablará con la primera secretaria del partido, Martine Aubry; el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, y el presidente de la República, François Hollande...

El presidente francés es el segundo gran derrotado en La Rochelle, cuyo resultado tiene un acerado doble filo que alcanza el corazón mismo del Elíseo. Hollande, ex compañero sentimental de Royal y padre de sus cuatro hijos, se comprometió personalmente en la campaña de su ex mujer, a la que preveía colocar –de haber sido elegida– como presidenta de la Asamblea Nacional. Ahora tendrá que buscarle un sitio. Y, a diferencia de 2008, no parece que ese sitio pueda ser la jefatura del PS, que Aubry puede dejar vacante en los próximos meses.

Ganadora indirecta del duelo de La Rochelle es teóricamente Valérie Trierweiler, quien en su polémico tuit se comprometió en favor de Falorni. Teóricamente nada más, pues este affaire va a perjudicarle más que beneficiarle. De entrada a nivel personal, pues ha sembrado la discordia entre la primera dama y los hijos del presidente. Y también a nivel público, al reabrir el debate sobre su papel.

Junto a Ségolène Royal, ayer cayó también el otro único superviviente de la quinta del 2007, el presidente del Movimiento Demócrata (MoDem), François Bayrou. El líder centrista, que ha pagado su alineamiento con Hollande en la segunda vuelta de las presidenciales, fue derrotado en su feudo de los Pirineos Atlánticos frente a la competencia paralela del PS y la UMP. “Hemos perdido una batalla”, admitió, mientras advertía que los franceses se darán cuenta de que tenía razón: “La realidad se impondrá”.

Victoria del PS, regreso del FN

François Hollande sigue los pasos de François Mitterrand. Al igual que el histórico dirigente socialista, en el que pretende inspirarse, el presidente francés consiguió ayer una aplastante mayoría absoluta en la Asamblea Nacional que le permitirá gobernar sin ninguna atadura ni hipoteca de ningún tipo. La abstención, que a un nivel del 44% batió un récord histórico, jugó contra la derecha.

Con 314 diputados estimados en la cámara baja (de 577), el Partido Socialista francés no había obtenido un resultado tan amplio desde 1981. Mayoritario también en el Senado, en los gobiernos regionales (21 de 22) y la mayor parte de departamentos y de grandes ciudades, el triunfo de ayer le otorga un poder casi absoluto.

El único tropiezo relevante de los socialistas fue la –cantada– derrota en La Rochelle de Ségolène Royal, víctima de una alianza de circunstancias entre la derecha y una parte del PS local. Tambien cayó el ex ministro Jack Lang, fruto de una operación de castigo del Frente Nacional. Pero ninguno de estos accidentes aislados empañaron la satisfacción global en las filas socialistas.

“Con este resultado, el Gobierno podrá actuar con eficacia”, se felicitó anoche el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, quien advirtió que la tarea que hay por delante es “inmensa”. “Nada será fácil”, advirtió. En las próximas semanas, el Ejecutivo deberá aprobar la revisión del Presupuesto de 2012 y la ley de programación de finanzas del quinquenato, que se traducirá con toda seguridad en medidas de recorte del gasto que hasta ahora se han mantenido en una calculada sombra. Con un crecimiento económico débil, cercano al estancamiento, un paro que ha alcanzado el listón el 10% y una crisis en la zona euro a la que no se ve el final, el panorama es realmente complicado.

Por fortuna para él, Hollande no necesitará hacer equilibrios ni con el radical Frente de Izquierda –10 diputados– ni con sus socios de Europa Ecología-Los Verdes, que merced al acuerdo electoral con el PS han logrado 17 diputados y podrán tener grupo parlamentario propio.

La segunda noticia de la jornada fue el regreso de la extrema derecha al Parlamento francés, donde no ocupaba ningún escaño desde 1998. El renovado Frente Nacional de Marine Le Pen obtuvo ayer dos diputados –entre ellos la nieta del fundador, Marion Maréchal-Le Pen–, al que se añade un tercer diputado ex frentista de la Liga del Sur. Una representación escasa que no responde a su respaldo electoral (13,6% en la primera vuelta) y que es resultado del sistema mayoritario. Su máxima representación –35 escaños– la obtuvo en 1986, único periodo de la V República en el que merced a Mitterrand se aplicó el sistema electoral proporcional.

Marine Le Pen, oficialmente satisfecha de haber “roto el cerrojo”, no pudo sin embargo evitar la amargura de haberse quedado fuera del Parlamento por muy poco. La líder del FN, que cayó derrotada en Hénin-Beaumont frente al candidato socialista, Philippe Kemel, por cien votos, exigió un nuevo recuento y denunció con irritación un sistema que calificó de “antidemocrático”.

El FN, aún en fase ascedente, parece lejos por el momento de inquietar al gran partido de la derecha. La UMP pagó ayer las consecuencias lógicas de la derrota de Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales, al ver reducida su representación a 229 diputados, lo que le costó el escaño a varios ex ministros, entre ellos Michèle Alliot-Marie y Claude Guéant. Pero su papel como partido hegemónico de la derecha no parece peligrar, a menos que se desencadene una guerra fratricida por le sucesión de Sarkozy, en el congreso previsto el próximo otoño. El secretario general de la UMP, Jean-François Copé, llamó ayer a mantener la unidad.

El Movimiento Demócrata (MoDem) se salva apenas, bajando de tres a dos diputados, pero pierde a su líder, François Bayrou, que se queda sin escaño. El futuro del centro político no puede estar más comprometido.


Cambios en el Gobierno

El primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, presentará mañana formalmente la dimisión de su Gobierno al presidente de la República, François Hollande, para que éste pueda decidir los ajustes que se impongan a la vista de los resultados de las elecciones legislativas. La recomposición del Ejecutivo podría quedar lista el próximo jueves. En principio, Hollande no está obligado a hacer ningún cambio. Ninguno de los 25 ministros que concurrían a las elecciones han perdido, ni siquiera Marie-Arlette Carlotti (bouches-du-Rhône), que estaba en la situación más delicada. Ninguno de ellos, por tanto, causará baja automática. Tampoco necesita Hollande pactar con nadie ni dar carteras a cambio. Sin embargo, todo indica que se realizará algún ajuste. Fuentes socialistas hablan de reparar algún “error de casting”, y tampoco se descarta que pueda incorporarse algún ministro comunista.



El plan económico de Hollande para Europa

Un plan de inversiones por valor de 120.000 millones de euros para reactivar la adormecida economía europea es la receta keynesiana que propone François Hollande en su propuesta de Pacto por el Crecimiento en Europa. Así consta en el memorándum que el presidente francés envió el pasado jueves a sus homólogos europeos y cuyo contenido reveló ayer el Journal du Dimanche. La principal novedad del documento, de 11 páginas, es la cuantificación del esfuerzo inversor europeo, que a juicio de París debería centrarse en el desarrollo de las nuevas tecnologías –redes inteligentes, economía digital, nanotecnologías, biotecnologías, nuevos materiales–, energías renovables y eficacia energética de las nuevas construcciones, transportes y redes de suministro de agua.

La propuesta francesa considera que las medidas para relanzar el crecimiento económico –de “efecto rápido”, se subraya en el documento– deberían ser decididas en el Consejo Europeo del 28 y 29 de junio y concretarse de aquí a final de año. La mayor parte de los 120.000 millones previstos debería asimismo movilizarse en los próximos meses. La propuesta, que no detalla objetivos en materia de resultados, plantea asimismo la adopción de medidas de fomento de l empleo.

Las fuentes de financiación de estos 120.000 millones son ya conocidas, pues Hollande ya las había expuesto con antelación: el reaprovechamiento de los fondos estructurales inutilizados (55.000 millones), el reforzamiento del capital del Banco Europeo de Inversiones para financiar proyetos europeos en infraestructuras (10.000 millones, que le permitirían levantar en el mercado financiero 60.000 millones) y la creación de los denominados project bonds (4.500 millones), en línea con lo propuesto por la Comisión Europea. Hollande propone asimismo establecer una tasa sobre las transacciones financieras y cuya recaudación serviría básicamente para reforzar el presupuesto de Bruselas.

El documento del presidente francés elude, en cambio, el planteamiento de reformas estructurales tales como la del mercado de trabajo o la liberalización de determinados sectores económicos como propone Alemania.

La propuesta que más irrita en Berlín, la creación de eurobonos para mutualizar la deuda de los Estados de la zona euro, París no la plantea para ahora mismo, pero sí reclama la fijación de una hoja de ruta con etapas detalladas en los próximos diez años. Alemania no rechaza llegar a tal mutualización, pero al final de un largo camino que exigirá importantes cesiones de soberanía en materia económica y presupuestaria por parte de los países involucrados, algo que en Francia no levanta entusiasmo pero se ve inevitable.

François Hollande y la canciller alemana, Angela Merkel, mantuvieron el sábado una entrevista telefónica para tratar de rebajar la tensión que se había instalado entre ambas capitales a lo largo de esta última semana. Al parecer, al menos eso se logró. El Elíseo calificó de “constructiva y fructífera” la conversación.



domingo, 17 de junio de 2012

Hollande, sin hipotecas

François Hollande tendrá las manos libres para gobernar. Los últimos sondeos sobre la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas, que se celebran hoy, sitúan a los socialistas a un paso de lograr la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, lo que liberará al presidente francés de la hipoteca de la extrema izquierda. Una mayoría insuficiente, con un Partido Socialista necesitado de los votos del radicalizado Frente de Izquierda en el Parlamento, era el peor escenario posible para el Elíseo, que hubiera debido enfrentarse a grandes dificultades para llevar a término sus planes en materia de política económica y europea. Ese riesgo parece hoy descartado.

Para Hollande, en el contexto de la crisis, contar con un Parlamento afín es crucial. El presidente francés, que hasta ahora sólo ha hablado de gastar y ha mantenido una brumosa ambigüedad sobre sus planes en materia de reducción del gasto público, deberá a partir de mañana salir del armario y hablar con claridad. Y lo que tenga que decir seguramente no va a gustar. Su programa electoral ya implicaba una determinada dosis –no concretada– de austeridad, pero el empeoramiento de la situación –las previsiones de crecimiento económico están hoy lejos del 0,5% previsto inicialmente por el equipo de Hollande para este año y del 1,7% para el año que viene– obligará a aumentar el alcance de los recortes. La salvación de la zona euro exigirá asimismo hacer concesiones de soberanía en aras de un compromiso con la canciller alemana, Angela Merkel, con quien las relaciones pasan por un momento extremadamente delicado y tenso. Para navegar en medio de toda esta tempestad, el presidente necesita una mayoría confortable.

Los sondeos indican que, con toda probabilidad, así será. La mayoría de las encuestas –las de BVA, Ipsos, TNS-Sofres y Opinion Way– atribuyen a los socialistas un mínimo de 295-303 escaños, claramente por encima del umbral de la mayoría absoluta, que está fijada en 289. Sólo dos institutos de opinión –Harris y CSA– le dan por debajo de esta cifra, pero por muy poco: 287. En el peor de los casos, pues, al PS le bastaría con el apoyo de Europa Ecología-Los Verdes, que podría obtener entre 11 y 20 diputados. En tal supuesto, Hollande no se enfrentaría a ninguna dificultad especial, pues los ecologistas tienen un acuerdo programático y electoral con los socialistas, y están presentes ya en el Gobierno.

La coalición Frente de Izquierda del airado Jean-Luc Mélenchon –con entre 8 y 13 escaños– quedaría lejos de los 19 que tienen hoy los comunistas y sus aliados y sufriría así un nuevo correctivo, después de la decepción de la elección presidencial –en la que quedó en cuarto lugar–, el modesto resultado de la primera vuelta de las legislativas –6,9%– y el fracaso del duelo con la líder del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, en Hénin-Beaumont. El Frente de Izquierda no tendría peso específico suficiente para condicionar al Gobierno.

El triunfo socialista no representará, a priori, un descalabro para la derecha. La UMP, junto con sus aliados del Nuevo Centro y el Partido Radical, podría obtener de 202 a 263 escaños. Un resultado que aleja todo riesgo de desintegración, pero que en cualquier caso puede dejar fuera del Palacio Bourbon hasta a un centenar de diputados de la derecha.

La gran incógnita de la votación de hoy, más allá del futuro incierto de algunas personalidades políticas –desde Ségolène Royal a François Bayrou–, es el resultado que puede obtener la ultraderecha, que podría abrirle de nuevo las puertas del Parlamento. El FN entró por primera vez en la Asamblea Nacional en 1986 –gracias al sistema proprocional adoptado por decisión de François Mitterrand–, lo que le permitió conseguir 35 escaños. De vuelta al sistema mayoritario, en 1997 un candidato del FN –Jean-Marie Le Chevallier, a la sazón alcalde de Toulon– consiguió otra vez un acta de diputado, pero las irregularidades en la financiación de su campaña llevaron a la justicia a invalidar su elección en 1998.

Desde entonces, ningún militante del FN ha vuelto a sentarse en el hemiciclo. Esto podría cambiar hoy. Los sondeos calculan que los frentistas podrían obtener hasta un máximo de cinco escaños. En tal caso, la victoria del FN tendría mucho de un triunfo familiar, pues las dos candidatas mejor situadas para resultar elegidas son Marine Le Pen y su sobrina, Marion Maréchal-Le Pen .


El incierto efecto de un tuit

La polémica sobre el tuit de Valérie Trierweiler había desaparecido ayer ya totalmente de las pantallas. El acceso de fiebre provocado por el comentario de la primera dama en Tweeter contra Ségolène Royal habrá durado cuatro días... Pero puede reaparecer más pronto o más tarde. Todo dependerá del resultado que obtenga hoy la ex mujer de François Hollande en la circunscripción de La Rochelle, donde sus posibilidades son en principio remotas. Si cae derrotada, estará tentada de ajustar cuentas con quienes han alentado a su rival. Si, por el contrario, se salva in extremis, cabrá preguntarse hasta qué punto el affaire del tuit puede haber acabado por contribuir paradójicamente a su victoria. Pero más allá de todo ello, sólo el tiempo dirá en qué medida este asunto puede haber dañado la imagen de un Hollande aparentemente incapaz de imponer la paz entre su mujer y su ex mujer. Nicolas Sarkozy obtuvo una aplastante mayoría absoluta en 2007, sin que la fiesta de Fouquet’s o el viaje en el yate de Bolloré le afectaran. La factura, sin embargo, vino más tarde.






sábado, 16 de junio de 2012

Los últimos de la quinta de 2007

La política francesa se ha demostrado altamente combustible. Retirados, amortizados, vencidos... la práctica totalidad de los 12 candidatos que concurrieron a las elecciones presidenciales de hace cinco años, con Nicolas Sarkozy a la cabeza, han desaparecido casi por completo del mapa político. Sólo dos de entre ellos, Ségolène Royal y François Bayrou, sobreviven todavía a duras penas. Pero su combate por mantenerse en el escenario parece abocado al fracaso. Su probable derrota mañana, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, les cerrará la puerta de la Asamblea Nacional y borrará definitivamente del mapa a la quinta del 2007.

Si la caída de Nicolas Sarkozy ha sido abrupta y repentina, no ha pasado lo mismo con su principal rival de hace cinco años. A la malograda candidata socialista al Elíseo, los 16,8 millones de votos recibidos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales le ayudaron a consolidarse como una de las primeras figuras del Partido Socialista, pero la imposibilidad de traducir aquel éxito en un poder político tangible en el seno de su partido la fue aislando progresivamente, mientras se erosionaba de forma lenta pero constante su respaldo popular.

Consciente de su debilidad interna, Royal intentó el asalto a la jefatura del PS en el congreso de Reims en noviembre de 2008. Pero fracasó. Su derrota frente a Martine Aubry por un puñado de votos –ásperamente contestada en medio de acusaciones de pucherazo– selló de algún modo su destino. Progresivamente abandonada por sus aliados, cada vez más sola, Ségolène Royal consiguió en 2010 salir reelegida presidenta de la región de Poitou-Charentes –su último reducto–, pero resultó vencida de forma humillante –con el 7% de los votos– en las primarias para designar al candidato al Elíseo en 2012.

El rescate político de Royal, a quien François Hollande –presidente y padre de sus cuatro hijos– había prometido la presidencia de la Asamblea Nacional, pasaba por regresar a la cámara baja. Descartada la idea de recuperar su antiguo feudo de Deux Sèvres, donde ella había promovido a Delphine Batto –actual ministra delegada de Justicia–, el PS la catapultó a La Rochelle. La jugada, sin embargo, ha salido mal.

La resistencia de uno de los dirigentes locales del PS, Olivier Farloni –apoyado por una parte del aparato–, lo ha trastocado todo. Royal acabó en cabeza en la primera vuelta (32%) muy poco por delante del socialista disidente (28,9%). Y el hecho de que sólo hayan pasado los dos a la segunda vuelta –la candidata de la UMP quedó fuera– prácticamente la ha sentenciado. Los sondeos indican que la derecha votará mañana masivamente por Farloni.

El centrista François Bayrou, a quien Royal intentó seducir hace cinco años ofreciéndole le jefatura del Gobierno en caso de ganar las elecciones presidenciales, no se encuentra en mejor situación en su circunscripción de Pau (Pirineos Atlánticos), donde con el 23,6% de los votos quedó muy por detrás de la candidata socialista (34,9%) y muy poco por delante del candidato de la UMP (21,7%). El líder del Movimiento Demócrata (MoDem), que en las presidenciales de 2007 obtuvo 6,8 millones de votos, vio enseguida reducida su influencia en las legislativas de ese año, donde su partido –víctima del sistema mayoritario unipersonal a dos vueltas– sólo obtuvo tres diputados.

Bayrou se cavó la tumba definitivamente el pasado mayo al pedir el voto para Hollande. Una decisión que su electorado no entendió y que llevó a la UMP a presentar un candidato en su contra en su feudo. Los socialistas en cambio no han hecho el menor gesto de agradecimiento y han mantenido a su candidata. La elección “triangular” de mañana es, para Bayrou, mortal de necesidad.


Sarkozy pierde la inmunidad

Desde la medianoche de ayer, Nicolas Sarkozy es ante la justicia un ciudadano como cualquier otro. Un mes después de haber abandonado el Elíseo, el ex presidente francés ha perdido la inmunidad penal que protege al jefe del Estado durante su mandato. A priori, pues, desde este momento la justicia podría convocarle para declarar como testigo en alguno de los asuntos que le implican directa o indirectamente. Uno de los más destacados es el caso Bettencourt, en el que los jueces investigan la presunta financiación ilegal de la campaña electoral de Sarkozy en las presidenciales de 2007 por parte de la principal accionista de L’Oréal. En otro caso, el affaire Karachi, Sarkozy aparece indirectamente citado en la posible financiación ilegal de la campaña de Édouard Balladur en 1995 a través de retrocomisiones por la venta de submarinos a Pakistán.



viernes, 15 de junio de 2012

La respuesta de Ségolène

El nuevo folletín del Elíseo, una historia pública de celos y fobias en la cúpula del Estado entre la mujer actual y la ex mujer del presidente de la República, se ha incrustado definitivamente en el debate de la campaña electoral francesa pese a los desesperados intentos de los dirigentes socialistas por apagar la polémica. A tres días de la seguna vuelta de las legislativas, la ex compañera de François Hollande y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, en una situación electoralmente desesperada, abrió un nuevo capítulo del culebrón ayer al reaccionar directamente al ataque de la primera dama, Valérie Trierweiler, a quien reclamó respeto.

En un mitin que protagonizó la noche del miércoles en La Rochelle, la circunscripción por la que se presenta a diputada, Royal aludió por primera vez al mensaje enviado por Trierweiler a través de Tweeter en el que ésta expresaba su apoyo a su rival, el candidato socialista disidente Olivier Falorni. “Yo puedo encajar los golpes. No es fácil, a veces es demasiado. Hay golpes incomprensibles, inimaginables, violentos”, afirmó Royal ante su auditorio, antes de confesarse “herida”. “Yo no soy un robot”, dijo. Y, de forma genérica, pero implícitamente dirigida a la mujer que rompió su pareja con Hollande, reclamó respeto: “Pido respeto para una mujer política, respeto para una madre de familia cuyos hijos escuchan lo que se dice”.

No fue vana tal alusión. Por los hijos, y sólo por ellos, Segolène Royal aceptó en noviembre del año pasado apoyar a Hollande en la campaña interna de las primarias socialistas para ser designado candidato al Elíseo. Y los hijos no podrán comprender y aceptar ahora que la nueva mujer de su padre –contradicendo el apoyo que, en contrapartida, le ha prestado el presidente a su madre– cometa ahora semejente traición. “Pido ser respetada, como debe ser respetado el apoyo político que me aporta el presidente de la República en tanto que única candidata de la mayoría presidencial”, remachó en Libération.

La malograda candidata socialista al Elíseo en 2007 frente a Nicolas Sarkozy, que también fracasó en su pulso con Martine Aubry en 2009 por hacerse con la jefatura del Partido Socialista, se enfrenta ahora a una nueva prueba crucial ante las urnas. Su desembarco en La Rochelle ha sido mal recibido por una parte del PS local, hasta el punto de formar una candidatura alternativa en su contra. Apoyado por la derecha, que ve una oportunidad de oro de desembarazarse de Royal y de empañar la previsible victoria socialista del domingo en el conjunto de Francia, Falorni es dado victorioso por los sondeos. De confirmarse, Royal vería frustrada su aspiración de regresar a la Asamblea Nacional y de optar a la presidencia de la cámara.

En su lucha por ganar la elección, Royal ha decidido explotar, en la recta final de la campaña, el recurso a presentarse como víctima. Y doblemente víctima: de los celos de Trierweiler, por un lado, y de una oscura conspiración política que uniría a la derecha local con sectores jospinistas de su partido, de otro. “Yo soy la mujer que quiere abatir una parte del viejo aparato político, esos machos que nunca han soportado que una mujer sea candidata a la presidencia de la República”, ha dicho, mientras denuncia una “operación de deshonor” en su contra y habla de “estafa política” y de “traición”. Royal pronuncia estas palabras aludiendo a Olivier Falorni –que ha calificado de “igual a Sarkoy”–, pero el eco parece alcanzar más allá.

El patinazo de Trierweiler suscitó ayer nuevas tomas de posición en el seno del PS. La primera secretaria del partido, Martine Aubry, consideró que la primera dama “debería ser mas discreta”. Y algo parecido sostuvo también el ministro de Trabajo, Michel Sapin, un íntimo del presidente...


“Vas a ver de lo que soy capaz”

Valérie Trierweiler ya puede negar todo trasfondo personal en su mensaje de apoyo al rival de Ségolène Royal en La Rochelle, que nadie le cree. Nadie le cree porque de su aversión y sus celos hacia la ex mujer de su compañero y presidente ha dado ya repetidas muestras. Y porque las circunstancias que desencadenaron el polémico tuit que la primera dama escribió el martes, que poco a poco empiezan a conocerse, corroboran la primera impresión. Abundando en lo que ya han explicado otros medios, la cronista política de Le Point Anna Cabana confirma que Trierweiler se enfureció tras conocer que Hollande había decidido –sin avisarle– escibir unas breves palabras de apoyo a Royal cara a la segunda vuelta de las elecciones. Un gesto que el presidete francés no ha tenido con ningún otro candidato socialista. Según el relato de Cabana, que cita como fuente a una persona cercana a la primera dama, Trierweiler se habría encarado con su compañero y le habría espetado: “Has tomado posición en favor de Royal sin decírmelo. Vas a ver de lo que soy capaz”.