viernes, 21 de diciembre de 2012

Francia-Argelia, o la dificultad de pedir perdón


Francia sometió durante 132 años a Argelia a un sistema de dominación “profundamente injusto y brutal”. “Este sistema tiene un nombre, la colonización, y yo reconozco aquí los sufrimientos que la colonización infligió al pueblo argelino”. Con estas palabras, François Hollande asumió ayer ante los representantes de las dos cámaras del Parlamento argelino la culpa original de Francia en la tumultuosa y trágica historia que comparte con Argelia.

En lo que constituía el punto culminante de su primera visita de Estado a Argelia, el presidente francés aludió –muy someramente– a la sangrienta guerra de independencia, entre 1954 y 1962, y habló del deber de explicar la verdad “sobre la violencia, sobre las injusticias, sobre las masacres, sobre la tortura”. “Nada se construye en la disimulación, en el olvido, y aún menos en la negación. La verdad no daña, repara, la verdad no divide, une”, añadió. Pero sobre algunos de los aspectos mas sombríos de esta verdad –cuya dilucidación atribuyó a los historiadores– pasó de puntillas.

Hollande, como ya había advertido la víspera, no hizo ningún amago de pedir perdón o expresar arrepentimiento en nombre de Francia. Su auditorio, reunido en el Palacio de las Naciones, aplaudió sobriamente, pero sin entusiasmo. “El discurso no ha ocultado ni el pasado ni el futuro”, valoró el ministro argelino de Exteriores, Mourad Medelci. Un juicio poco comprometido... Su contenido no debió satisfacer tampoco a la decena de partidos argelinos que, antes de la visita, habían denunciado “el rechazo de las autoridades francesas de reconocer, excusar o indemnizar, materialmente y moralmente, los crímenes cometidos por la Francia colonial en Argelia”.

Decepción expresó también la viuda de Maurice Audin, joven comunista francés y militante anticolonialista torturado hasta la muerte en 1957 por militares franceses, que juzgó el discurso como “el mínimo del mínimo”.

El discurso, presuntamente “histórico”, de Hollande había generado grandes expectativas. Pero al final quedó lejos de lo esperado. Sus palabras, extremadamente calibradas para no herir la enorme susceptibilidad que existe también en Francia –entre los descendientes de los pied noirs exiliados y de los antiguos combatientes indígenas del ejército colonial, los harkis–, dejaron un cierto sentimiento de déjà vu.

El propio presidente francés lo admitió indirectamente cuando, en la conferencia de prensa del miércoles, inscribió su política de acercamiento y reconciliación hacia Argelia en la “continuidad” de lo que, antes que él, habían intentado sus antecesores, de Jacques Chirac a Nicolas Sarkozy.

En efecto, las palabras pronunciadas por Hollande ayer en el Palacio de las Naciones no eran estrictamente nuevas. En diciembre del 2007, hace justo cinco años, Sarkozy había dicho algo muy parecido, al calificar también el sistema colonial de “profundamente injusto” y reconocer que “se cometieron crímenes terribles”. Como Hollande, su antecesor apeló al trabajo común de los historiadores de ambos países, sentenciando que “para construir un futuro mejor (había) que mirar el pasado cara a cara”.

También Sarkozy, como Chirac en el 2003 y Hollande ahora, habló de abrir un nuevo capítulo en la historia común de ambos países y de la voluntad de construir una asociación bilateral privilegiada. Lo que ayer era el proyecto de un –nonato– tratado de amistad hoy es un documento marco de trabajo. Pero su objetivo es el mismo. Habrá que ver si su futuro es también idéntico.

Es cierto que Sarkozy partía con el lastre de la desafortunada iniciativa de un grupo de parlamentarios de la UMP, en el 2005, de reconocer por ley el “papel positivo” de Francia en el desarrollo de las colonias del Norte de África y de Ultramar. En este sentido, las mismas palabras pronunciadas por Hollande, comprometido desde su juventud con el anticolonialismo –enfrentándose a su padre, un hombre de extrema derecha partidario de la “Argelia francesa”–, suenan más sinceras.

Pero el hecho de que políticos tan diferentes, en ideología y temperamento, como Sarkozy y Hollande se muevan en el mismo registro indica que se ha alcanzado un techo. Ningún presidente francés, ni de derechas ni de izquierdas, pedirá nunca perdón.

Hollande llamó ayer a respetar “todas las memorias”. Una manera de subrayar que Francia tampoco está dispuesta a olvidar a sus propias víctimas. Porque si los más de siete años de guerra causaron unos 400.000 muertos entre la poblacion argelina –la que pagó el mayor tributo–, del otro lado perdieron la vida 30.000 soldados franceses, entre 15.000 y 30.000 harkis (soldados argelinos del ejército colonial) y 4.500 civiles europeos. Y cerca de un millón de franceses de Argelia se vieron forzados a abandonar su tierra y partir a Francia.


La masacre de Setif

“El 8 de mayo de 1945, el mismo día en el que el mundo triunfaba contra la barbarie, Francia faltaba a sus valores universales”. De este modo, rememoró François Hollande la matanza de Setif, un hecho trágico que marcaría definitivamente a sangre y fuego las relaciones entre Argelia y la metrópoli. Aquel día, mientras la Alemania nazi se rendía militarmente a los aliados, la represión de una manifestación nacionalista en Setif derivaría en una masacre. La muerte por la policía francesa de un joven que enarbolaba una bandera argelina desató la venganza de los argelinos, que asesinaron a un centenar de franceses y europeos. La represión posterior fue de una ferocidad inusitada: alrededor de 20.000 argelinos perdieron la vida en los bombardeos aéreos y navales del ejército francés.



Francia refrena su ardor guerrero en Mali


Francia ha aceptado refrenar sus ardores guerreros y explorar la vía de la negociación en la crisis de Mali, tal como Argelia –apoyada en este terreno por Estados Unidos– planteaba. La visita de Estado del presidente francés, François Hollande, a Argelia ha servido en este sentido para alumbrar una nueva “convergencia” de planteamientos con el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika. Hasta ahora, París propugnaba una intervención militar rápida para ayudar a Bamako a recuperar el control del norte del país, ahora en manos de las milicias de Al Qaeda del Magerb Islámico (Aqmi). Para París es esencial, y urgente, evitar que el norte de Mali se convierta en un nuevo Afganistán.

“La situación en el norte de Mali es gravísima. La presencia de grupos terroristas fuertemente armados y con mucho dinero –fruto de la toma de rehenes y de la droga– representa una amenaza para África y para la seguridad de Europa”, valoraba recientemente el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius.

El Consejo de Seguridad de la ONU se disponía la pasada madrugada a votar un proyecto de resolución, presentado por Francia, para autorizar una intervención militar internacional en apoyo del Gobierno maliense. El objetivo es desplegar una fuerza de 3.300 soldados de varios países africanos, con apoyo logístico occidental, para reforzar a las tropas gubernamentales y expulsar a los terroristas del norte.

Hasta ahora, tal iniciativa había sido vista con reticencia por Estados Unidos, Argelia y Mauritania, además de por el propio secretario general de Naciones unidas, Ban Ki-Moon. Sin embargo, según fuentes diplomáticas citadas por la agencia Reuters, Washington habría cerrado un compromiso con París, lo que permitiría la aprobación de la resolución por unanimidad. El nuevo texto no fijaría, al parecer, un calendario preciso para la intervención militar –que en cualquier caso se retrasaría hasta el segundo semestre del 2013– y animaría al Gobierno de Bamako a abrir negociaciones con los grupos rebeldes tuaregs aliados con Al Qaeda, algunos de los cuales han empezado a marcar distancias con los terroristas.

La vía del diálogo es la que siempre ha propugnado Argelia, que mantiene desde hace tiempo relaciones con los rebeldes del norte de Mali, en particular con el grupo denominado Ansar Dine, un organización islamista separatista dirigida por Iyad Ag Ghali, antiguo líder de la rebelión tuareg de los años noventa. Aliado inicialmente a Aqmi, parecería que ahora ha empezado a marcar distancias y estaría dispuesto a negociar con las autoridades malienses. Lo mismo que el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), cuyos representantes mantuvieron el pasado 4 de diciembre un primer encuentro con una delegación gubernamental para abordar la resolución del conflicto.

En el proceso que se abre ahora tendrá un papel fundamental el nuevo enviado especial de la ONU para la zona del Sahel, Romano Prodi, quien desde su nombramiento el pasado mes de octubre ha apostado por agotar todas las vías para evitar la guerra. En opinión de Prodi, es imposible llevar a cabo una intervención militar antes del mes de septiembre del 2013.


jueves, 20 de diciembre de 2012

Francia busca la reconciliación con Argelia

Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy lo intentaron y fracasaron. Ahora le toca el turno a François Hollande. El presidente francés inició ayer su primera visita de Estado a Argelia con el ambicioso objetivo de poner las bases de una reconciliación con la antigua colonia francesa cincuenta años después del final de la guerra de la independencia. Muchos y complicados son los litigios que subsisten entre Francia y Argelia, pero el fundamental sigue siendo la memoria del pasado colonial y la sangre vertida entre 1954 y 1962.

“Hay que decir la verdad sobre el pasado, pero este viaje es para preparar el futuro”, subrayó Hollande en la conferencia de prensa que ofreció ayer tarde tras mantener un almuerzo de trabajo con el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika. “Ha llegado el momento de abrir un nuevo periodo, una nueva era”, añadió, inscribiéndose a este respecto en un proceso de “continuidad” –y no de ruptura– con las iniciativas tomadas por sus predecesores.

Hollande confía en que, esta vez y a diferencia de las anteriores, el esfuerzo pueda coronarse con éxito, gracias por un lado a un “cambio de época” –cincuenta años no pasan en balde– y por otro a un “cambio de método”, más pragmático, en la forma de abordar las relaciones bilaterales. Así, el presidente francés ha preferido abandonar el proyecto del nonato tratado de amistad que Chirac había acordado elaborar con Buteflika en el 2003 y limitarse a una declaración política conjunta acompañada de un documento marco que detallará un programa de cooperación a cinco años vista en el terreno de la defensa, la industria, la agricultura, la educación o la cultura.

Pero Hollande es plenamente consciente de que nada podrá construirse si no se cierra la herida –todavía abierta– entre los dos países. Toda la expectación está centrada pues en la jornada de hoy, llamada a ser crucial. El presidente francés pronunciará a primera hora un importante discurso ante las dos cámaras del Parlamento argelino, ante las que abordará el espinoso legado de la Historia. Y posteriormente acudirá a rendir homenaje al monumento a Maurice Audin, comunista francés y militante anticolonialista muerto en 1957 torturado por los militares franceses.

“Hay que decir la verdad sobre el pasado. La verdad sobre la colonización, sobre la guerra, sobre la memoria. Pero el pasado no debe impedir trabajar porel futuro”, afirmó al respecto Hollande, quien hace dos meses reconoció por primera vez de forma oficial la matanza de manifestantes argelinos en una manifestación en París el 17 de octubre de 1961. El presidente francés admitió la “sangrienta represión” de la policía y rindió homenaje a las víctimas, aunque sin emitir ningún juicio ni mucho menos pedir perdón.

Tampoco lo hará hoy. “No vengo aquí para expresar arrepentimiento o pedir excusas”, aclaró Hollande, cuyas palabras serán calibradas al milímetro. Para los argelinos más exigentes, su gesto puede resultar insuficiente. Pero ir más allá podría generar incomprensión en Francia, donde también subsisten heridas sin cerrar.

El presidente francés, acompañado de Valérie Trierweiler, aterrizó a primera hora de la tarde en Argel al frente de una impresionante delegación de cerca de 200 personas, integrada por nueve ministros y una docena de parlamentarios, una cuarentena de empresarios y diversos escritores y artistas, además de cien periodistas. Su homólogo argelino le recibió con todos los fastos, incluido un desfile en coche descapotable ante miles de personas.

Si Francia da mucha importancia a los acuerdos económicos –Renault debe firmar la construcción de una factoría en Orán–, diversos litigios están también sobre la mesa por resolver: la política francesa de visados o la indemnización a los afectados por las pruebas nucleares en el Sahara, por un lado: la nunca dilucidada matanza de los monjes de Tibéherine en 1996, por el otro.


“Repensar” la Unión por el Mediterráneo

La Unión por el Mediterráneo (UPM), el gran proyecto lanzado en el 2008 por Nicolas Sarkozy, está tan encallado como el “Proceso Barcelona” que pretendía superar. Hollande dijo ayer en argel que la UPM debe ser “repensada”. Mientras tanto, el presidente francés apuesta por centrarse en proyectos concretos en foros más pequeños, como el 5+5.




martes, 18 de diciembre de 2012

La tregua (armada) de la derecha francesa


Veintinueve días después del estallido de la crisis, las dos facciones enfrentadas de la derecha francesa acordaron ayer finalmente una tregua –armada– para poner fin al proceso de descomposición que afecta a la Unión por un Movimiento Popular (UMP), fracturada política e ideológicamente en dos bloques, desde las contestadas elecciones internas del pasado 18 de noviembre para elegir a su presidente.

La solución a la crisis –que no el final de la guerra– pasará por una nueva votación, en septiembre del 2013, para elegir al nuevo presidente del partido. Hasta entonces, Jean-François Copé, oficialmente proclamado vencedor de las elecciones internas –lo cual es contestado por su rival, el ex primer ministro François Fillon, que denunció numerosas irregularidades–, seguirá en el cargo, aunque controlado por una dirección “paritaria”, y se situará “en reserva” durante la campaña. A cambio del compromiso de una nueva votación relativamente cercana y una reforma de los estatutos internos para evitar las disfunciones detectadas en la anterior votación, Fillon se compromete a disolver el grupo disidente –Reagrupamiento-UMP– que había constituido en la Asamblea Nacional con una setentena de fieles, lo que se producirá en enero. Los dos grupos de la derecha, que se disponían hoy a votar en referéndum interno sobre una salida a la crisis –en claro desafío a la dirección del partido–, se reunirán igualmente juntos, pero para validar el acuerdo.

La determinación de la fecha de las nuevas elecciones a la presidencia de la UMP ha costado media docena de reuniones cara a cara entre Copé y Fillon. Al final, la fecha acordada queda relativamente a medio camino entre la que proponía el primero –pasadas las elecciones municipales del 2014– y lo que reclamaba el segundo –la próxima primavera–, aunque más cerca de este último. En todo caso, la elección no quedará circunscrita a los dos spirantes, sino que será abierta a cualquier otro candidato potencial, y estará supervisada por un comité de independientes.

Determinado a mantenerse a toda costa en el cargo hasta después de las elecciones municipales –con el fin de capitalizar una posible victoria electoral de la derecha–, Jean-François Copé es quien finalmente más ha cedido. El contestado presidente de la UMP era también quien más estaba perdiendo políticamente con el enfrentamiento, el que estaba sufriendo un mayor desgaste, tanto a nivel interno como externo.

Los últimos barómetros de los institutos de opinión CSA y TNS-Sofres no dejan lugar a la duda. Mientras François Fillon ha descendido entre 10 y 18 puntos entre los votantes de la UMP, hasta situarse en un nivel de popularidad de entre el 66% y el 70%, Copé cae entre 17 y 21 puntos hasta un escaso 35%-44%. Seguir en esta espiral podía haber acabado siendo letal para quien busca asegurarse la jefatura del partido para optar al Elíseo en las elecciones presidenciales del 2017.

Las ambiciones personales de los dos contendientes y la fractura ideológica que la guerra Copé-Fillon ha evidenciado –entre una UMP populista-identitaria y otra liberal-centrista– hacen prever una reanudación de las hostilidades a corto plazo. Los tambores de guerra han cesado, pero el hacha sigue desenterrada.



viernes, 14 de diciembre de 2012

Éxodo fiscal


A François Hollande se le están marchando los ricos. Ahuyentados por la política fiscal del presidente francés, cuyo máximo exponente es el impuesto del 75% sobre las rentas superiores a un millón de euros, una parte de los contribuyentes más acomodados ha empezado a desertar. Como en 1981, cuando los socialistas alcanzaron por primera vez el Elíseo, con François Mitterrand, en la V República, algunos de quienes tienen la oportunidad y los recursos empiezan a poner tierra de por medio. El volumen de este éxodo se ignora, pero ha empezado a preocupar seriamente al Gobierno, aunque sólo sea por la imagen que el país está trasladando a los inversores extranjeros.

El primer golpe serio, por su repercusión pública, llegó en septiembre con la decisión de Bernard Arnault, el presidente del gigante del lujo LVMH, de solicitar la nacionalidad belga. De momento, no ha trasladado formalmente su residencia a Bélgica, aunque dispone de una propiedad en Uccle, en la banlieue residencial de Bruselas. Ahora ha sido el actor Gérard Depardieu quien ha puesto en venta su mansión de París y ha comprado una casa en el pequeño pueblo belga de Néchin, justo al lado de la frontera con Francia, con el objetivo de instalarse. Otros 2.800 franceses residen allí, entre ellos miembros de algunas familias notables del norte, como los Mulliez (Auchan)

La decisión de Depardieu ha puesto en evidencia un fenómeno que, según abogados y asesores fiscales, está ganando amplitud y ha levantado un vivo debate en Francia. El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, ha calificado de “muy lamentable” el gesto del actor, a quien recriminó implícitamente su actitud: “Pagar un impuesto es un acto de solidaridad, es un acto patriótico”. En el otro lado, el discutido presidente de la UMP, Jean-François Copé, consideró la situación “desoladora” e instó al Gobierno a cambiar una fiscalidad que juzga “confiscatoria”. “Si no –advirtió–, asistiremos a deslocalizaciones de fortunas de forma permanente”.

No es ésta en absoluto la intención del Ejecutivo, para quien no hay nada más justo que pedir un esfuerzo fiscal especial –el tipo del 75% sólo es por dos años– a quienes más tienen. Si en algo está trabajando el Ministerio de Economía no es en un aligeramiento de cargas, sino en el desarrollo a pleno rendimiento de un mecanismo ya aprobado en la etapa de Nicolas Sarkozy –la denominada Exit Tax– para cobrar las plusvalías a quienes se van.

A otro nivel, el presidente del grupo socialista en la Asamblea Nacional, Bruno le Roux, ha anunciado la creación de un grupo de trabajo con el objetivo de proponer medidas para combatir el exilio fiscal. “El problema es bastante grave y puede representar varios miles de millones para nuestro país”, ha valorado. Algunos diputados socialistas, como Yann Galut, han llegado a proponer que se obligue a todos los franceses a pagar la diferencia entre lo que pagan fuera en concepto de impuestos y lo que deberían pagar por el mismo concepto en Francia, bajo la amenaza –en caso contrario– de ser desposeídos de la nacionalidad francesa. Semejante medida, sin embargo, es prácticamente de imposible aplicación –además de inconstitucional–, como su propio promotor ha reconocido. “Fue un gesto de cólera, sólo quería provocar un shock en la opinión pública”, admitió en Le Monde.

Además de Suiza, el destino preferido de los “exiliados fiscales” franceses es Londres y Bruselas, donde disfrutan de una fiscalidad ventajosa y de una comunicación rápida y directa con París en tren de alta velocidad. El primer ministro británico, David Cameron, prometió el pasado mes de julio a los franceses que serían recibidos con una alfombra roja. Ya han empezado a llegar.


Ni Astérix ni Obélix

Los irreductibles galos acaso sigan resistiendo a las legiones de César en un rincón de Bretaña. Pero entre ellos no están ya ni Astérix ni Obélix. El azar y alguna otra cosa más –como su común amistad con el ex presidente Nicolas Sarkozy– ha reunido en el camino del éxodo a los dos actores que interpretaron a los dos héroes imaginados por Goscinny y Uderzo en dos de las películas de la saga: “Astérix y Obélix contra César” y “Astérix y Obélix: Misión Cleopatra”. En principio, los motivos de uno y de otro son diferentes. Christian Clavier, que encarnó al pequeño e inteligente Astérix, anunció el pasado mes de octubre su decisión de trasladarse a vivir a Londres, tanto por motivos profesionales como para huir del “antisarkozysmo” del que dice ser víctima por su amistad con el ex presidente. En ningún caso, precisó, por motivos fiscales. Gérard Depardieu no ha dado, por el momento, ninguna explicación. Pero después de conocerse que había adquirido una casa en Bélgica, ayer trascendió que ha puesto recientemente a la venta el hôtel particulier que posee cerca de Montmartre, una mansión de 1.800 metros cuadrados por la que podría pedir 50 millones de euros.



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Francia aumenta las ayudas sociales


En lugar de recortar, el Gobierno francés se dispone a ampliar los recursos públicos para combatir la pobreza y la exclusión, que han avanzado en Francia –como en toda Europa– a caballo de la crisis. El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, avanzó ayer que el Ejecutivo aprobará el próximo 22 de enero un plan contra la pobreza al que destinará entre 2.000 y 2.500 millones de euros adicionales de aquí al año 2017. Con unos presupuestos para el año que viene que no dejan prácticamente ningún margen, las primeras medidas empezarán a ser efectivas hacia el final del 2013.

Un 14,1% de la población francesa –esto es, 8,5 millones de personas– está por debajo del umbral de la pobreza, según datos del 2010 facilitados por el Observatorio Nacional de la Pobreza, una proporción que hace diez años era del 12,9%. En esta categoría entran todos aquellos ciudadanos que disponen de una renta inferior a entre 964 euros al mes –en el caso de una persona sola– y 2.024 euros –en el caso de una pareja con dos hijos menores de 14 años–. En estos dos últimos años, en que la crisis se ha agravado y el paro ha alcanzado el 10% de la población activa, dicha proproción habrá crecido aún más.

“Mi Gobierno no acepta ni aceptará nunca ni el cinismo ni la estigmatización” de los franceses afectados por problemas de pobreza y exclusión, dijo Ayrault, en una crítica implicita a la derecha que denuncia –como volvió a hacer ayer el presidente del grupo parlamentario de la UMP, Christian Jacob– la instauración de un sistema de “asistanato”. El primer ministro aprovechó la ocasión para censurar también a aquellos que, pese a tener elevadas resntas, “no aceptan un poco de solidaridad y generosidad”. “Los que se exilian en el extranjero no son quienes tienen miedo de convertirse en pobres, sino los que quieren ser aún más ricos”, remachó en alusión al actor Gérard Depardieu, que acaba de trasladar su residencia a Bélgica, a un puevlo situad a un kilómetro escaso de la frontera con Francia, para escapar al aumento de la fiscalidad decidido por el Gobierno socialista. Durante los próximos dos años, la parte de la renta que supere el millón de euros al año será gravada con un impuesto especial con un tipo del 75%.

Una de las medidas más costosas de las anunciadas ayer por Jean-Marc Ayrault es el aumento de la cuantía de la Renta de Solidaridad Activa (RSA), fijada actualmente en 475 euros, que perciben 1,5 millones de personas. El Gobierno promete aumentarla un 10% en los próximos cinco años, al margen de la actualización anual por la inflación, de modo que se acabe situando en el 50% del salario mínimo (fijado actualmente en 1.425,67 euros brutos, alrededor de 1.120 euros netos). El Ejecutivo lanzará asimismo campañas de promoción para aumentar en 800.000 el número de beneficiarios, ante la evidencia de que hasta un 70% de las personas que podrían acogerse a esta ayuda no lo hacen.

La segunda gran medida es la creación –a partir de un dispositivo similar ya existente– de un contrato de inserción laboral destinado a los jóvenes sin empleo ni cualificación. A cambio de seguir una formación, los beneficiarios podrán recibir –durante los periodos de inactividad– una ayuda mensual equivalente al RSA, al que la mayoría de los jóvenes no tienen en la práctica acceso. La medida, que se ensayará antes en 10 zonas piloto, podrá alcanzar al final a unos 100.000 jóvenes.

El plan del Gobierno incluirá asimismo un aumento del techo de ingresos –en la actualidad, de 7.934 euros al año– por debajo del cual se tiene derecho a obtener la gratuidad de la sanidad a través del mecanismo de la CMU (Cobertura de Enfermedad Universal, en su siglas en francés) En cuanto al problema de la vivienda, que afecta a 3,6 millones de franceses –en diveras medidas y condiciones–, Ayrault confirmó el compromiso del Gobierno de consturir 150.000 viviendas sociales anuales durante el quinquenato, y añadió que se crearán asimismo 8.000 nuevas plazas de acogida de urgencia para –a partes iguales– personas sin techo y solicitantes de asilo. Asimismo, se desarrollará la escolarización de los menores de tres años en los barrios difíciles, donde las plazas de guardería deberán cubrirse al menos el 30% de la población infantil de esas edades.


martes, 11 de diciembre de 2012

En defensa de Valérie


François Hollande parece víctima de un sortilegio que le condena a cometer los mismos errores que severamente había reprochado a su antecesor. El hoy presidente francés fue el primero en censurar en su día a Nicolas Sarkozy por mezclar su vida privada con su actividad pública. Y por intervenir a título personal en procedimientos judiciales cuando, en su calidad de jefe del Estado, presidía el Consejo Superior de la Magistratura y –de añadido– gozaba de absoluta impunidad legal. Hollande, en un único gesto, ha cometido ahora las dos faltas que otrora le parecieran tan insoportables. Una vez más, detrás del patinazo –que ha levantado una buena polvareda política en Francia–, está su compañera sentimental, Valérie Trierweiler.

El hecho puede parecer banal, pero deja de serlo cuando se trata del presidente de la República: François Hollande hizo llegar el pasado fin de semana una carta al Tribunal de Gran Instancia de París en la que apoya la demanda por difamación presentada por Valérie Trierweiler contra los autores de su biografía La Frondeuse (La revoltosa), los periodistas ChristopheJakubyszyn –jefe de Política de TF1– y Alix Bouilhaguet –gran reportera de France 2–, a quienes la Primera Dama reclama una indemnización de 80.000 euros y 5.000 euros en concepto de gastos de abogado.

En su misiva, Hollande califica de “fabulaciones” las afirmaciones de los periodistas según las cuales, entre 1994 y 1995, él habría intentado aproximarse al entonces primer ministro Édouard Balladur por mediación de Patrick Devedjian, ambos del RPR de Jacques Chirac. “La invención no puede ser un método en un ensayo político, a menos que se presente como una novela”, argumenta el presidente. Para guardar las formas, la carta, manuscrita, no lleva ningún sello del Elíseo y está remitida desde el domicilio particular de la pareja.

¿Por que tal empeño de Hollande en desmentir, aún a riesgo de colocarse en mala situación, un pasaje tan aparentemente anodino? Porque es el que aporta un barniz político a la revelación más explosiva –y más incómoda– del libro: la supuesta relación sentimental que Valérie Trierweiler habría mantenido con Patrick Devedjian –ex ministro antaño muy próximo a Sarkozy– antes de iniciar su romance con el entonces primer secretario del Partido Socialista. Es este pasaje, y no otro, el que desencadenó la demanda de Trierweiler por difamación.

Para acabarlo de arreglar, el ministro del Interior, Manuel Valls, envió por su parte otra carta al tribunal –ésta con el membrete oficial– en la que desmiente algunas declaraciones que se le atribuyen en la biografía.
La defensa de los dos periodistas gritó escándalo. “La separación de poderes ha sido violada. El presidente de la República es garante de la independencia de la magistratura... Es absolutamente increíble”, comentó a la entrada de la vista el abogado Olivier Pardo. La otra letrada, Florence Bourg, vio en este gesto un intento de “presionar” al tribunal.

La derecha no dejó pasar tampoco la oportunidad de manifestar su “estupefacción”. “Estoy muy, muy sorprendido de ver que un presidente socialista que en el pasado nos había dado muchas lecciones de moral se haya comprometido en un procedimiento judicial”, subrayó el presidente autoproclamado de la UMP, Jean-François Copé.


sábado, 8 de diciembre de 2012

Héroe de acero


Su rostro, esculpido en granito, inunda estos días las pantallas de toda Francia. Y en cuanto aparece, se las come. Hombre atractivo –una “belle gueule”, según unánime opinión–, apasionado y valiente, su arrolladora oratoria y su intensa mirada, empañada a veces por lágrimas de rabia, ha seducido a todo el país. Se llama Édouard Martin, tiene 49 años y es el líder de los trabajadores de la acería de Florange, embarcado en una lucha desigual contra Arcelor-Mittal por la salvación de los dos últimos altos hornos de Lorena. La Francia en crisis, la Francia que sufre, se ha emocionado con él, se ha indignado con él, se ha rebelado con él. La Galia irreductible ha encontrado a su nuevo héroe.

Pero el nuevo Vercingétorix no viene de Auvernia, sino de Andalucía. Édouard Martin nació como Eduardo el 15 de junio de 1963 en Padul, un pueblo granadino al pie de Sierra Nevada. Tenía siete años cuando toda la familia se trasladó a Amnéville, a orillas del Mosela, donde su padre, José, había encontrado trabajo en la industria siderúrgica. Con un CAP (Certificado de Aptitud Profesional) en electromecánica, el joven Édouard buscaba trabajar en el sector del automóvil, pero acabó también en los Altos Hornos de Florange, donde fue contratado en 1981. Nunca se ha arrepentido. “Fue un flechazo. Los grandes bloques de acero enrojecido, el calor, el ruido, el olor, el humo... Es mágico, es algo extraordinario”, explica entregado.

En el último año, Édouard Martin, delegado del sindicato reformista CFDT, ha encarnado el espíritu de resistencia contra la desindustrialización del país. Su combatividad, su activismo, a los que aporta una apabullante telegenia, han conseguido arrastrar hasta la planta de Florange a Nicolas Sarkozy y a François Hollande, obligados a hacer promesas difíciles de cumplir. El actual presidente francés lo acaba de vivir en sus carnes esta semana, cuando Arcelor-Mittal dejó en entredicho un acuerdo con el Gobierno sobre el futuro de los altos hornos, paralizados desde hace más de un año y aparentemente condenados al cierre definitivo.

La decepción y la ira podían leerse este jueves en los labios y en la mirada de Édouard Martin, quien tras un breve instante de flaqueza en el que se le quebró la voz y se le humedecieron los ojos, clamó “traición” y lanzó anatemas contra tirios y troyanos. “Nuestra determinación es tan fuerte como nuestro asco”, dijo, antes de añadir: “Nosotros seremos vuestra desgracia”. Si algo domina con maestría Édouard Martin, más allá de la producción del acero, es el lenguaje televisivo. “Mirando los telediarios comprendí que hacía falta hacer frases claras y muy cortas”, confesó. Una enseñanza que aplica con una pericia poco común.

La hoy ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, diputada del departamento de Mosela, quedó pronto seducida –como todo el mundo– por Édouard Martin, al que un día definió como el working class hero (el héroe de la clase obrera). “Es un tribuno sin par, tiene una fuerza de persuasión y una elocuencia fuera de lo común”, opina. Hasta el punto de haber acariciado la idea de ficharlo para hacer política en las filas del Partido Socialista. Una idea que él, por ahora, descarta.

La salvación de los altos hornos es hoy su único objetivo. Y sus compañeros, como Marc Michel, están dispuestos a “seguirle hasta el fin del mundo”.


viernes, 7 de diciembre de 2012

Hollande tropieza en Florange


“Antes teníamos un enemigo, ahora tenemos dos: Mittal y el Gobierno. Y van a ver, van a ver...”. La voz quebrada por un instante –cuando pronunció la palabra “traición”–, furiosa y determinada después, Édouard Martin, el carismático líder sindical (CFDT) de los altos hornos de de Arcelor-Mittal en Florange (Lorena) interpeló ayer personalmente al presidente francés, François Hollande, y le reprochó haber incumplido sus promesas de campaña sobre la salvación de la acería. “¿Está usted tranquilo con su conciencia?”, le espetó ante las cámaras de televisión lanzando un índice acusador.

La crisis de los altos hornos de Florange, que el viernes pasado parecía resuelta gracias a un acuerdo alcanzado in extremis entre Mittal y el Gobierno –que llegó a esgrimir la amenaza de una nacionalización–, se abrió ayer de nuevo de forma sangrante, volviéndose violentamente en contra de Hollande. De salvador de los altos hornos, el presidente francés ha pasado a ser visto como el enterrador. “Los que se suponía que debían ayudarnos nos están asesinando”, dijo Martin, quien remachó el clavo: “Creíamos haber alcanzado el colmo del cinismo con Nicolas Sarkozy (quien prometió en su día salvar los altos hornos de Grandange, cerrados después por Mittal). Pues bien, aún no habíamos alcanzado el paroxismo”. La CFDT planea una ocupación de los dos altos hornos como protesta... Y para evitar que sea cortado el suministro de gas que les permite permanecer en estado de espera.

La producción de los dos altos hornos lleva varios meses parada, a causa de la caida de la demanda de acero en Europa, y el objetivo de Mittal era acabar cerrándolos, lo que implicaba el despido de 629 trabajadores. El acuerdo con el Gobierno francés, que a los sindicatos ya les supo a poco, no garantizaba la continuidad de los altos hornos, pero debía permitir ganar tiempo. Mittal se comprometió a retirar su plan de despidos y a apostar por el proyecto Ulcos (Ultra Low Carbon diOxide Steelmakig), un programa europeo para probar una nueva tecnología de captación y almacenamiento de CO2 en la producción de acero, única esperanza para la supervivencia de uno de los dos altos hornos.

Este frágil equilibrio saltó ayer por los aires al conocerse que Arcelor-Mittal, en una carta fechada el día 5, comunicó a la Comisión Europea su decisión de retirarse –por “problemas técnicos”– del proyecto Ulcos. Mittal y el Gobierno aseguraron ayer que esta retirada es temporal y que podrá volver a optar a obtener una subvención europea en el segundo semestre del 2013. Para los sindicatos, la palabra de Mittal no tiene valor alguno.


jueves, 6 de diciembre de 2012

El ministro y la cuenta en Suiza


El ministro francés del Presupuesto, Jérôme Cahuzac, uno de los puntales del Gobierno socialista, se encuentra desestabilizado por una oscura acusación de evasión fiscal justo en el momento en que el Parlamento está discutiendo el proyecto de presupuesto para el 2013, que prevé un fuerte aumento de la presión fiscal. El diario digital Mediapart, especializado en temas de investigación, asegura que Cahuzac –adalid de la lucha contra el fraude fiscal– fue titular de una cuenta bancaria no declarada en la Union des Banques Suisses (UBS) en Ginebra. Dicha cuenta habría sido cerrada a principios del 2010 y sustituida por otra cuenta, de la misma entidad financiera, en el paraíso fiscal de Singapur. El ministro ha rechazado con contundencia tales acusaciones – “Jamás he tenido ninguna cuenta bancaria en el extranjero”, aseguró– y anunciado la presentación de una demanda penal.

Mediapart asegura contar con el testimonio de diversos testigos, así como de pruebas documentales, en apoyo de su información. Aunque por el momento no ha difundido ninguna prueba concluyente. Su principal informador parece ser Rémy Garnier, un antiguo agente del fisco que en el 2008 habría enviado un momorándum al respecto a la dirección de la hacienda francesa.

Cahuzac ha desacreditado todas las informaciones aportadas por Garnier, que ha calificado de “puro delirio”. El ministro del Presupuesto ha subrayado que las afirmaciones referentes a sus presuntas propiedades inmobiliarias son también completamente falsas. Mediapart cita, a partir del memorándum, una villa en Marrakech (Marruecos) y una casa en La Baule (costa de Bretaña), mientras que Cahuzac no poseería –según su abogado, Gilles August– nada de todo esto, sino un apartamento en París (en el selecto distrito VII) y una casa en Córcega heredada de sus padres.

Jérôme Cahuzac, que antes de asumir la cartera del Presupuesto había presidido la comisión parlamentaria de Finanzas, es un hombre unánimemente respetado, asi en la izquierda como en la derecha, por su rigor y su seriedad. Nadie había puesto hasta ahora en duda su honestidad. Y, de hecho, la Unión por un movimiento Popular (UMP) reaccionó en general con extrema cautela, cuando no mostró su apoyo al ministro. Así Hervé Mariton, que expresó su “respeto y estima” por Cahuzac, o Benoît Apparu, que calificó las acusaciones de “ridículas”. Sólo Laurent Wauquiez pareció darles crédito.

De 60 años, Cahuzac es una rara avis en la política francesa, a la que se incorporó tardiamente. Nunca ha ocultado haber acumulado una cierta fortuna, fruto de su carrera profesional como cirujano plástico, especializado en implantes capilares.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

La sirena de los miércoles




Su aullido, largo y profundo, rasga el cielo como el lamento de una bestia herida. En su imperativa llamada hay algo de angustioso. Una vaga sensación de sobresalto que retrotrae a los tiempos siniestros en que las bombas caían inmisericordes sobre las ciudades europeas. De Barcelona a Londres, de Leningrado a Dresde. Cada primer miércoles de mes, a mediodía, a lo largo de toda Francia miles de sirenas aúllan al unísono tres veces consecutivas, sin que se vislumbre ninguna amenaza en el horizonte. Sólo con el fin de comprobar que funcionan correctamente… Instaladas en 1940, llevan muchos gritos a sus espaldas. Tantos, que ya nadie les presta atención.

París no fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. Fue una de las pocas grandes ciudades europeas que escapó a la destrucción. Declarada ciudad abierta, los alemanes entraron en la capital francesa el 14 de junio de 1940 atravesando los Campos Elíseos sin pegar ni un solo tiro. El ejército francés, el más numeroso de Europa, había caído derrotado en tan sólo seis semanas. Cuando, cuatro años después, los aliados entraron en París, la encontraron intacta. El general Dietrich von Choltitz, gobernador militar de la ciudad, desobedeció la orden de Hitler de destruirla y prefirió rendirse. La Historia podría haber sido muy diferente. ¿Existiría aún la torre Eiffel?

Todo esto queda ya muy lejos, cada vez más lejos. Los testigos directos de la barbarie que asoló Europa y Asia entre 1939 y 1945 –y antes España, entre 1936 y 1939- han desaparecido prácticamente todos y sus hijos no tardarán muchos años en hacerlo también. La memoria viva se pierde. El recuerdo de la tragedia se va deshilachando lentamente, imperceptiblemente, hasta quedar reducido a la vacuidad de la épica militar o la frialdad de los libros de texto. Por eso es importante que historiadores como los británicos Antony Beevor (“La Segunda Guerra Mundial”) o Paul Preston (“El holocausto español”) desciendan a lo concreto para describir, con toda la crudeza, las atrocidades que sufrieron millones de personas. Para explicar el horror.

Pero no parece ser bastante. En nuestro engreimiento y arrogancia sin fundamento, las nuevas generaciones de europeos nos creemos extrañamente a salvo, como si estuviéramos definitivamente vacunados contra el mal que desangró nuestro continente en la primera mitad del siglo pasado. Y, sin embargo, el mal sigue ahí, dentro de nosotros. Presto a desencadenarse a la menor oportunidad que entre todos le demos.

El aullido de las sirenas está ahí para recordárnoslo.



martes, 4 de diciembre de 2012

De acción humanitaria a fiasco


Tenía que ser una acción heróica, una audaz operación de salvamento de un centenar de niños huérfanos de Darfur (Sudán), asolado por la guerra divil, para buscarles refugio en Francia. Sólo que, en su mesianismo, al fundador de la organización humanitaria Arca de Zoé, Eric Breteau, y a su compañera, Emilie Lelouch, no les importó que los niños no fueran en realidad de Darfur –sino de Chad– y que además tuvieran padres, engañados con premeditación con el señuelo de la escolarización de sus retoños. ¿Qué más daba? ¿Dónde iban a estar mejor que en Francia?

Detenidos en octubre del 2007 cuando se disponían a llevarse clandestinamente a 103 niños chadianos en un avión, juzgados y condenados después a trabajos forzados y finalmente indultados, la mayor parte de los miembros del Arca de Zoé se sientan desde ayer de nuevo en el banquillo para responder ante la justicia francesa de los presuntos delitos de estafa, ejercicio ilícito de la actividad de intermediario para la adopción y ayuda a la entrada irregular de menores extranjeros. A los cabecillas podría caerles una pena de hasta 10 años de cárcel y 750.000 euros de multa.

Más allá de los daños morales infligidos a los niños chadianos y a sus padres por sus presuntos salvadores, entre los perjudicados por el Arca de Zoé hay también 358 familias francesas que se habían comprometido a acoger y a adoptar a los niños, y que habían aportado dinero para financiar la operación de rescate.
“Esperamos que se haga justicia, para poder pasar página”, expresaba en la antesala del juicio una de las perjudicadas, Cécile Hervy, quien expresó con voz apesadumbrada su sufrimiento: “Han arruinado cinco años de nuestra vida”, afirmó. Muy lejos del tribunal de justicia, a más de 4.000 kilómetros, la madre de uno de los niños, Makiné Abderramane Yaya, expresaba su ira a los enviados especiales de iTélé: “Quisieron robar a nuestros niños. No les perdono. Aún hoy, cuando veo a un blanco, me siento intranquila”, explicaba.

Los dos principales inspiradores de lo que parecía una bella acción, devenida un fiasco, Eric Breteau y Emilie Lelouch, no se sientan sin embargo en el banquillo. Instalados –¿exiliados?– en Sudáfrica, donde gestionan una casa de huéspedes y al parecer han fundado una compañía de circo –la actividad profesional original de Lelouch–, la pareja ha hecho saber que no tiene ninguna intención de acercarse por el tribunal ni responder a ninguna pregunta, y han renunciado incluso a que su abogado les represente durante la vista. La letrada, Cécile Lorenzon, defiende su buena fe: “Quizá se equivocaron, pero nunca quisieron hacer daño. Son idealistas que estaban animados por buenas intenciones”, afirmó. Pero, como decía el sabio San Agustín, de buenas intenciones está el infierno empedrado.

Tras una corta deliberación, el tribunal consideró que era posible proseguir el juicio en ausencia de los dos principales inculpados y, por consiguiente, que no era preciso tomar ninguna medida coercitiva para hacerlos comparecer. Las familias afectadas recibieron con enojo y decepción esta decisión, por cuanto aleja toda posibilidad de comprender el por qué de lo sucedido. Los otros cuatro imputados, que –ellos sí– se han presentado ante el tribunal alegan haber ignorado lo que realmente se proponía hacer Eric Breteau, que siempre les aseguró disponer de la autorización e incluso la ayuda de las autoridades francesas. Ya puestos, apeló incluso al padrinazgo de la entonces esposa del presidente francés –y fugaz Primera Dama– Cécilia Sarkozy, quien poco antes se había implicado en la liberación de las enfermeras búlgaras presas en la Libia del coronel Gadafi.

Philippe Van Winkelberg (médico), Alain Péligat (encargado de logística), Agnès Peleran (periodista) y Christophe Letien (miembro de la asociación que actuaba desde Francia) son los cuatro acusados en este juicio. Salvo este último, los otros tres –y los dos ausentes– ya fueron condenados en enero del 2008 por un tribunal de Djamena por intento de secuestro a ocho años de trabajos forzados, que merced al convenio de cooperación judicial existente entre Chad y Francia pudieron cambiar por el cumplimiento de ocho años de cárcel en su propio país. Todos ellos quedaron en libertad tres meses después, tras ser indultados por el presidente chadiano, Idriss Deby.

Condenados –e indultados– también en Chad, otros dos miembros de la misión del Arca de Zoé no han sido inculpados en este nuevo procedimientp. Se trata de la enfermera Nadia Mérimi y del bombero –que actuaba como logista– Dominique Aubry. Este último se ha presentado como parte civil: “Me mintieron. Quiero ser reconocido como una víctima y retaurar mi honor”.


Siete españoles enredados en la telaraña

Los miembros del Arca de Zoé se dirigían en varios vehículos –con 103 niños a bordo– hacia el aeropuerto de Abeché, donde tenían previsto tomar un avión en dirección a Francia, cuando fueron detenidos por las fuerzas de seguridad chadianas. Era el 25 de octubre del 2007. Y en la telaraña acabaron cayendo siete españoles que nada tenían que ver con la operación: se trataba de los tripulantes del avión, un Boeing 757 de la compañía catalana Girjet, contratado por Eric Breteau. La justicia chadiana acabó exculpando a los siete, pero antes de eso, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, consiguió la liberación de las cuatro azafatas, así como de tres periodistas franceses. Sarkozy viajó personalmente a Yamena y llevó a las azafatas españolas en su avión hasta al aeropuerto de Torrejón, antes de seguir hacia París.





Tregua armada


Por primera vez después de quince días de guerra abierta en el seno de la derecha francesa, Jean-François Copé y François Fillon, quienes se disputan la presidencia de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), se sentaron ayer a la misma mesa para tratar de buscar una salida a la crisis. Cara a cara, sin intermediarios. Para llegar finalmente a la conclusión obvia de que hacía falta una negociación directa entre ambos, ha tenido que intervenir el ex presidente francés y ex líder del partido, Nicolas Sarkozy, quien les impuso un ultimátum –que vence hoy– para llegar a un acuerdo, bajo la amenaza de descalificarles públicamente a los dos.

Si la negociación ha sido finalmente posible es porque Jean-François Copé –elegido formalmente presidente de la UMP el día 18, en una votación cuya limpieza el campo de Fillon contesta– ha aceptado la necesidad de repetir la elección, plagada de irregularidades, como única vía para superar la crisis y evitar la escisión del partido. Toda la cuestión ahora es decidir cúando.

El planteamiento de partida de Copé ha sido proponer la celebración de esta nueva votación en el 2014, después de las elecciones municipales previstas para el año que viene. Una intención absolutamente inaceptable para Fillon.

Copé y Fillon se reunieron una primera vez, cerca del mediodía, durante una hora en la Asamblea Nacional. Y volvieron a encontrarse en la cámara baja a última hora de la tarde durante 45 minutos más. El mano a mano proseguirá hoy, según confirmó uno de los lugartenientes del ex primer ministro, Jérôme Chartier, quien –sin dar ninguna pista– se mostró optimista sobre una próxima resolución de la crisis. “Puede aproximarse el fin de la tormenta”, dijo al respecto.

Mientras dure la negociación, François Fillon mantiene como instrumento de presión un grupo sedicioso en el Parlamento (Reagrupamiento-UMP) integrado por 70 diputados afines, Algo que Copé ha calificado de “aventura mortífera”, por cuanto es la antesala de la ruptura. Hoy se dará la circunstancia de que los dos contendientes acudirán, cada uno al frente de sus huestes, a la reunión de la conferencia de presidentes de los grupos parlamentarios de la Asamblea. Fillon insiste en que su grupo será automáticamente disuelto cuando se llegue a un acuerdo sobre la convocatoria de una nueva elección.

La conclusión de un eventual acuerdo entre ambos campos podría formalizarse de forma solemne, según apuntó Le Point, en una reunión con la participación de Sarkozy. Un extremo que podría acarrearle problemas colaterales al ex presidente francés. Su activa intervención en la crisis de su partido, en efecto, ha empezado a atraer la atención del Partido Socialista, que la considera incompatible con el deber de reserva que le impone su condición de miembro activo del Consejo Constitucional. Dos parlamentarios socialistas han apelado a los presidentes de las dos cámaras del Parlamento –la Asamblea Nacional y el Senado– para que a su vez planteen esta cuestión al presidente del Consejo Constitucional, Jean-Louis Debré. Los dos parlamentarios argumentan que la intervención de Sarkozy en la crisis de la UMP, aún sin hacer declaraciones públicas, vulnera su obligación de abstenerse de todo aquello que pueda comprometer su independencia.


domingo, 2 de diciembre de 2012

La nacionalización como arma


La salvación de los altos hornos de Florange, los dos últimos que quedan activos en Lorena, se ha convertido en Francia en una causa nacional, un símbolo de la resistencia de la Galia irreductible frente a las legiones de la mundialización. Y para demostrárselo al invasor, materializado hoy en los rasgos del multimillonario indio Lakshmi Mittal, el presidente francés, François Hollande, le puso el martes sobre la mesa la amenaza de la nacionalización de toda la planta industrial si no retiraba su plan de cierre de los altos hornos o aceptaba la venta a un tercero de la acería. Tres días después, el viernes por la noche, el grupo Arcelor Mittal aceptó un acuerdo con el Gobierno para retirar su plan, anular los 629 despidos previstos y mantener los dos altos hornos en estado de reanudar la producción de acero cuando las condiciones lo permitan.

Que no se trataba de un conflicto laboral o industrial cualquiera lo demuestra el hecho de que el primer ministro en persona, Jean-Marc Ayrault, fuera el encargado de anunciar el acuerdo: “El Gobierno ha demostrado la capacidad de intervención del Estado”, subrayó el jefe del Gobierno, satisfecho de poder demostrar –ni que sea por una vez y por un tiempo– que es posible doblegar a una gran multinacional.
La amenaza de la nacionalización temporal de Florange, esgrimida en un primer momento por el ministro de Regeneración Industrial, Arnaud Montebourg –que llegó a exclamar: “No queremos más a Mittal en Francia”–, provocó incredulidad y no pocas críticas fuera del país. Dentro, la presidenta de la patronal, Medef, Laurance Parisot, la calificó de medida “pura y simplemente escandalosa”, un “chantaje” inadmisible para forzar cambios en las estrategias de las empresas.

Chantaje, elemento de presión... La idea de la nacionalización –planteada como una medida temporal para salvar la acería y asegurar su venta a un tercero– siempre fue contemplada por el Gobierno como una medida de último recurso, con el fin de forzar un arreglo con Arcelor Mittal. En el propio Ejecutivo había disensiones sobre la oportunidad de recurrir a una medida tan extrema.
“La nacionalización, es decir, la expropiación por ‘necesidad pública’, puede ser ciertamente necesaria en circunstancias históricas particulares o para salvaguardar los intereses superiores de la Nación.Pero no es eficaz frente a un problema de mercados para una empresa o frente a un problema de competitividad”, admitió Ayrault, uno de los menos entusiastas con la idea.

El acuerdo entre el Gobierno y Arcelor Mittal salva momentáneamente los altos hornos de Florange, que quedarán en stand-by a la espera de si el proyecto europeo Ulcos sobre captación y almacenaje de CO2 (ver información adjunta) sigue adelante. Pero no permite reanudar la producción de acero, condicionada por la caída de la demanda en Europa a causa de la crisis. Los 629 trabajadores que iban a ser despedidos serán reclasificados en el grupo, que emplea a 20.000 personas en el conjunto del país. Y la empresa invertirá 180 millones de euros en los próximos cinco años en las actividades de la línea fría.

El grupo ArcelorMittal, que calificó ayer el acuerdo de “bueno”y “positivo”, no ve alterada su línea estratégica fundamental, cosistente en privilegiar la producción de productos elaborados, antes que la producción de acero en bruto. En el 2009, tres años después de hacerse con el control de Arcelor, Mittal cerró los altos hornos de la planta de Grandange y despidió a 571 trabajadores.

Los sindicatos, que habían puesto todas sus esperanzas en la nacionalización, en la que veían la oportunidad de deshacerse de Mittal, recibieron el acuerdo como un jarro de agua fría. Para el emblemático líder de la CFDT de Florange, Édouard Martin, tuvo el gusto amargo de la “traición”.


A la espera de Ulcos

El futuro de los dos altos hornos de Florange, parados pero no cerrados, pasa en gran medida por el éxito del proyecto europeo Ulcos (<CF23>Ultra Low Carbon dioxide Steelmaking</CF>), esto es, un programa para producir acero con bajas emisiones de CO2, que incluye un proyecto de captación y almacenamiento de este gas. Uno de los dos altos hornos de Florange debería acoger este proyecto piloto, en el que el Gobierno francés ha comprometido ya 150 millones de euros, una cantidad que está dispuesto a ampliar. Pero para llevar adelante el proyecto hacen falta todavía la aprobación definitiva y la financiación de la Unión Europea.




sábado, 1 de diciembre de 2012

Strauss-Kahn, dispuesto a pagar


Dominique Strauss-Kahn está dispuesto a poner sobre la mesa el dinero que tiene y el que no tiene para cerrar definitivamente el caso de la presunta agresión sexual que cometió el 14 de mayo de 2011 contra la camarera del hotel Sofitel de Nueva York Nafissatou Diallo, que le costó su cargo como director del Fondo Monetario Internacional (FMI) y truncó su carrera hacia el Elíseo. Exculpado por la vía penal por falta de pruebas –la fiscalía tiró la toalla por las contradicciones de la supuesta víctima–, la vía civil sin embargo ha seguido abierta.

Dieciocho meses después, Strauss-Kahn, quien al principio había asegurado que no iba a pagar nada porque era inocente –siempre ha alegado que se trató de una relación “inapropiada” pero consentida–, se dispone a cerrar definitivamente el caso. El ex ministro francés, de 63 años, y la camarera del Sofitel, de 33, estarían a punto de concluir un acuerdo económico, que podría ser firmado el próximo día 7, para zanjar el asunto y evitar un juicio de salida incierta para ambas partes, según informaron a partir de fuentes diferentes los diarios The New York Times y Le Monde.

La magnitud de la indemnización, que el vespertino francés cifró en seis millones de dólares (4,6 millones de euros) no ha sido confirmada –los abogados de Strauss-Kahn la han desmentido– y probablemene no lo sea nunca. Habitualmente, este tipo de acuerdos estipulan severas condiciones de confidencialidad. Pero, según especialistas en el funcionamiento de la justicia estadounidense, a la vista de la gravedad de los hechos en cuestión, será sin duda millonaria.

Citando como fuentes a amigos de Strauss-Kahn, Le Monde cifra la indemnización en 4,6 millones de euros, la mitad de los cuales serían sufragados por Strauss-Kahn vía la petición de un crédito bancario y la otra mitad le serían prestados por su esposa, Anne Sinclair, de la que está separado –aunque no divorciado– desde el pasado mes de junio. Sinclair, directora de la edición francesa de The Huffington Post y heredera de un rico colecionista de arte, ya costeó en el 2011 la caución exigida por la justicia norteamericana –otros seis millones de dólares– para dejar salir a Strauss-Kahn de la prisión de Rikers Island, el alquiler de la casa donde se alojó durante tres meses –a razón de 50.000 dólares, esto es, unos 38.500 euros, al mes– y al equipo de defensores.

Los abogados norteamericanos de Strauss-Kahn, William Taylor y Amit Mehta, desmintieron en un comunicado que existiera un acuerdo entre su cliente y Nafissatou Diallo, y calificaron de “completamente falsas” las cifras apuntadas por Le Monde como indemnización. Sin embargo, confirmaron la existencia de conversaciones para alcanzar un acuerdo amistoso. El juez que preside el tribunal encargado del caso, Douglas McKeon, ha confirmado por su parte que la semana que viene podría haber una sesión en el tribunal sobre el caso. Podría ser para la firma del acuerdo. En el tribunal del Bronx que preside McKeon, el 90% de los litigios civiles se saldan con un pacto.

La detención de Strauss-Kahn por la policía de Nueva York el 14 de mayo del 2011, cuando estaba a punto de despegar hacia París, acusado de violación causó un tremendo seísmo en Francia, pues el entonces director del FMI era el más claro favorito para las presidenciales del 2012.

A partir de este caso, Strauss-Kahn se ha visto envuelto en Francia en otros dos asuntos similares. La escritora y periodista Tristane Banon le acusó a su vez de un presunto intento de violación ocurrido en el 2003. Pero la fiscalía archivó el caso porque al calificar los hechos de agresión sexual –y no de tentativa de violación– el delito había prescrito. Strauss-Kahn se ha librado también de otra acusación de violación en el caso de la red de prostitución del hotel Carlton de Lille, en el que sin embargo está imputado por proxenetismo. El tribunal decidirá sobre su suerte el próximo 19 de diciembre.


Negocio en blanco y negro

Siempre hay avispados que aprovechan cualquier cosa para hacer negocio. Es el caso de los promotores de un sitio web de encuentros mixtos –entre blancos y negros– creado en el 2011 y con una más que curiosa dirección: wwww.nafissatou.fr. El sitio, que reivindica más de 300.000 inscritos, aprovechó ayer para lanzar una nueva campaña de difusión.




viernes, 30 de noviembre de 2012

Un accidente sin culpables

Nadie tuvo la culpa del accidente del Concorde que el 25 de julio del 2000 se estrelló en las cercanías del aeropuerto Charles de Gaulle de París causando 113 muertos. Al menos, así quedará para la justicia francesa, que ayer consideró que no había lugar a ninguna responsabilidad penal. Para sorpresa de todo el mundo, y en contra de la opinión del fiscal, el Tribunal de Apelación de Versalles decidió absolver a la compañía aérea norteamericana Continental y a uno de sus empleados, condenados en primera instancia por el tribunal de Pontoise hace casi dos años. Pese a ello, la sentencia esteblece que cometió una serie de “faltas” por las cuales le condena a pagar una indemnización de un millón de euros a la compañía Air France.

El tribunal constata la concatenación de hechos que condujo al fatal accidente. Todo empezó cuando un avión DC-10 de Continental que había despegado pocos minutos antes por la misma pista perdió en la maniobra una lámina de titanio adosada al fuselaje. Cuando le tocó el turno al Concorde –vuelo AF-4590 de Air France con destino a Nueva York–, el avión supersónico topó con la lámina, lo que provocó el reventón de un neumático del tren de aterrizaje y la perforación e incendio del depósito de combustible, lo que condujo a la pérdida de potencia de sus reactores. Imposibilitado para intentar un aterrizaje de emergencia, el Concorde se estrelló dos minutos después sobre un hotel de carretera en Gonesse, donde perecieron cuatro de las víctimas.

La primera sentencia consideró que había una relación de causa a efecto entre la pérdida de la lámina del DC-10 y el accidente, y por ello condenó a Continental al pago de una multa de 200.000 euros y a uno de sus mecánicos, a 14 meses de cárcel, además de a indemnizar –también con un millón de euros– a Air France. El Tribunal de Apelación de Versalles considera, en cambio, que la pérdida de la lámina de titanio del avión de Continental, si bien es una falta, no constituye en cambio una infracción penal.

El abogado de Continental, Olivier Metzner, celebró ayer la sentencia en la medida en que supone una reparación para la imagen de la compañía. “Este proceso ha estado contaminado por las autoridades francesas”, insistió el letrado, que ya en su momento acusó a Francia de haber “puesto el patriotismo por delante de la justicia” en este asunto. Metzner intentó siempre derivar la responsabilidad sobre Air France y los constructores del Concorde.

Air France también celebró la sentencia, que le exonera también de toda culpa y que –al establecer la responsabilidad civil de Continental– reforzará su demanda en este terreno, que es objeto de una tramitación paralela. Los únicos descontentos fueron las familias de las 113 víctimas. Stéphane Gicquel, secretario general de la Federación nacional de víctimas de accidents colectivos (Fenvac), expresó su “malestar” y “consternación”.




jueves, 29 de noviembre de 2012

La derecha francesa se suicida


Cuando los ecos de la batalla fratricida que enfrenta a Jean-François Copé y François Fillon por el liderazgo de la derecha francesa se hayan extinguido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) asemejará un campo de ruinas. Francia asiste estupefacta e incrédula, minuto a minuto, al violento desgarramiento del gran partido de la derecha, fundado por Jacques Chirac en el 2002 con el fin de superar para siempre las luchas de clanes. Lo que el diario conservador Le Figaro no ha dudado en calificar de “suicidio en directo”. Cuando termine la guerra, que ayer se había reanudado de nuevo tras una equívoca tregua, la UMP habrá dejado en el campo de batalla toda su credibilidad, y deberá iniciar un arduo camino de reconstrucción. Eso en el mejor de los casos. En el peor, se romperá en dos.

En un mes, según pone de relieve un sondeo de TNS Sofres difundido ayer, la mala imagen de la UMP entre los franceses se ha disparado hasta el 62% (+7), mientras la buena ha caído al 27% (-8). Los dos duelistas –como ya han sido rebautizados irónicamente en alusión al obsesivo enfrentamiento de los protagonistas de la película de Ridley Scott– van a salir también desplumados del envite: entre los simpatizantes de la UMP, la popularidad de Fillon ha retrocedido al 70% (-10) y la de Copé al 44% (-17). Ya se lo advirtió el martes el ex presidente francés, Nicolas Sarkozy, cuando logró forzarles a una frágil entente: de seguir así, les recordó, no sólo el partido sufrirá, sino también su propio capital político, y sus opciones de presentarse a las elecciones presidenciales del 2017 se verán arruinadas.

Como si nada. De nada habrán valido las desesperadas gestiones del que fuera primer presidente de la UMP, Alain Juppé, admitido como mediador la semana pasada; de nada las severas admoniciones de Nicolas Sarkozy; ni los dramáticos llamamientos de una cincuentena de parlamentarios no alineados –encabezados por Bruno Le Maire y Nathalie Kosziusko-Morizet– reclamando un arreglo. Copé y Fillon extinguieron ayer la única posibilidad que había sobre la mesa para encontrar una solución, al dar por rota toda negociación sobre la organización de un referéndum interno para decidir si debe repetirse la elección de presidente del partido. ¿Es que queda ya otra opción? La celebrada el pasado día 18, en la que salió oficialmente elegido Copé, no sólo es contestada por Fillon, sino que nadie cree ya que pueda servir para sostener un nuevo liderazgo.

Cincuenta diputados y un centenar de senadores de la UMP reclamaron ayer la convocatoria de una nueva votación. Mientras, desde la base, seis federaciones del Este de Francia se proponen hacer votar a sus militantes una moción en favor de la unidad y contra “la guerra de los jefes”.

El martes por la noche, la solución del referéndum –puesta sobre la mesa por Sarkozy– había sido aceptada por ambos campos. Pero cada cual pretendió imponer al otro condiciones inaceptables. El desencadenante de la ruptura fue la decisión de Fillon de mantener, contra viento y marea, su iniciativa de crear un grupo parlamentario disidente –Reagrupamiento-UMP– en la Asamblea Nacional, integrado por una setentena de sus seguidores. Se trataba de un elemento de presión, una demostración de fuerza para negociar con ventaja las condiciones del referéndum. El propio Fillon había asegurado que el grupo se disolvería en cuanto se llegara a un acuerdo.

Pero para Copé, que más que instalado se ha encastillado en la presidencia de la UMP, el desafío de Fillon era inaceptable. Era “cruzar la línea roja”. Consumado el gesto anteanoche, ayer a primera hora Copé dió por roto el diálogo, para revenir después y fijar un plazo –hasta las 15 horas– para que el grupo fuera disuelto. “No aceptamos ultimátums de nadie”, respondieron los de Fillon. Pasaban quince minutos de las tres de la tarde cuando la número dos de Copé y secretaria general del partido, Michèle Tabarot, emitió la sentencia definitiva: “La negociación se acaba aquí”.

Las próximas veinticuatro o cuarenta y ocho horas van a resultar cruciales. François Fillon deberá decidir hasta dónde lleva su desafío. La consolidación del grupo disidente podría acabar privando a la UMP, ya en situación económica delicada, de una parte de la financiación pública a la que tiene derecho en función del número de diputados. Si el ex primer ministro da ese paso, abriría el camino a la secesión. Pero ¿quién le seguiría? En su propio campo han empezado a aparecer las primeras muestras de incomodidad y desfallecimiento.

La extrema dureza del enfrentamiento entre Jean-François Copé, de 48 años, y François Fillon, de 58, es la propia de una lucha desesperada por hacerse con el control de la UMP como paso previo para intentar el asalto al Elíseo dentro de cuatro años y medio. Pero detrás de esta guerra de personas hay también dos líneas políticas que se enfrentan.

La contestada victoria de Copé, reforzada por el triunfo de la moción La Francia Fuerte, implicaría, caso de consolidarse, la confirmación del giro estratégico dado por Nicolas Sarkozy a partir del 2011. Inspirado por los consejos de uno de sus más controvertidos asesores, Patrick Buisson, un hombre surgido de la extrema derecha, el ex presidente francés viró hacia al populismo identitario, agitando el miedo al islam y la inmigración. Frente a Copé, adalid de esta nueva “derecha desacomplejada”, Fillon representa a una derecha más moderada y liberal, más centrada.



Sin papeles, un poco más de lo mismo


En 1981, con François Mitterrand, y en 1997, con Lionel Jospin, los socialistas franceses abrieron la puerta a una regularización masiva de inmigrantes extranjeros en situación irregular. No sucederá lo mismo en el 2012 con François Hollande. El presidente francés ya lo había advertido durante la campaña electoral y ayer el Consejo de Ministros lo confirmó, al aprobar una circular oficial con las nuevas reglas para regularizar –individualmente, caso por caso– a los simpapeles que demuestren arraigo en Francia.

Los nuevos criterios, que el ministro del Interior, Manuel Valls, calificó de “exigentes y justos”, suavizan algunos de los requisitos vigentes hasta ahora y endurecen otros. Y, sobre todo, clarifican definitivamente las lagunas que existían hasta ahora y establecen las mismas reglas para todo el territorio nacional, en lugar de dejarlas a la interpretación de los prefectos. Pero en lo fundamental mantienen la misma línea restrictiva que en materia de inmigración había aplicado Nicolas Sarkozy en los últimos años. Su objetivo es también el mismo: no sobrepasar la cifra de 30.000 regularizaciones al año. Sólo una parte de los entre 300.000 y 500.000 simpapeles que se calcula que hay en Francia podrán beneficiarse de estas condiciones.

La “firmeza” en el “control de los flujos migratorios” y la “lucha contra la inmigración ilegal” evocada ayer por el Gobierno socialista enlaza directamente con la herencia del ex presidente francés, quien no porque sí tentó en su día a Manuel Valls con asumir la cartera de Interior con él. El ministro, que fue alcalde en la banlieue sur de París –en Evry– y conoce a la perfección las inquietudes de los franceses ante el fenómeno de la inmigración y el problema de la seguridad, siempre ha mantenido un discurso de firmeza en ambos terrenos, que lo ha situado en el ala derecha del Partido Socialista. Pero sus ideas, avaladas por François Hollande, son hoy las del Gobierno.

Si un acento diferente puede percibirse es en la voluntad expresada por el Ejecutivo de abordar el problema de la inmigración con “responsabilidad” pero evitando toda utilización populista –algo de lo que Sarkozy no sabía privarse– y dando un “tratamiento humano” a las situaciones personales más difíciles.
La circular aprobada ayer por el Consejo de Ministros establece como requisito general –salvo alguna excepción– la permanencia en Francia durante al menos cinco años como condición de partida para poder aspirar a obtener un permiso de residencia.

En el caso de los inmigrantes por motivos de trabajo –la mayoría–, deberán demostrar haber trabajado al menos 18 meses en los últimos dos años, o 30 meses en los últimos cinco, y presentar un contrato de trabajo o promesa de empleo. Sólo quienes hayan trabajado en periodos importantes –dos años como mínimo– podrán acogerse al mismo trato si llevan al menos tres años en el país. Con Sarkozy, se pedía también un mínimo de cinco años de permanencia en Francia y 12 meses con el mismo empleador.

Los inmigrantes simpapeles podrán asimismo pedir la regularización si tienen hijos escolarizados desde al menos tres años (incluido el nivel preescolar). Con la derecha, en el 2006, se pedían sólo dos años de residencia y un año de escolarización, pero eso duró poco y luego quedó al albur de la autoridad administrativa. Las asociaciones en defensa de los inmigrantes han criticado las restricciones en este capítulo.
Más suave es, en cambio, la condición que se impone a los cónyuges en situación irregular, a quienes se exige cinco años de presencia en Francia y 18 meses de vida en común (antes eran cinco años), además de demostrar recursos suficientes para vivir. Los jóvenes de 18 años, por su parte, podrán acceder a la regularización si han llegado al país antes de cumplir los 16 (antes la barrera estaba en los 13 años)

El Gobierno anunció la presentación, durante el segundo trimestre del 2013, de un proyecto de ley para instaurar permisos de residencia plurianuales para determinados tipos de inmigrantes regulares. Antes, durante el primer trimestre, se organizará un debate monográfico dedicado al tema de la inmigración en el Parlamento, que a partir de ese momento se repetirá anualmente. Es sí, con voz pero sin voto.



miércoles, 28 de noviembre de 2012

Última salida: volver a votar


Votar para ver si se ha de volver a votar. La idea, apadrinada por Nicolas Sarkozy como último recurso para salvar a la UMP de la explosión, puede parecer la broma de un prestidigitador, pero ha abierto por primera vez una débil luz al final del túnel en que se encuentra atrapada la derecha francesa. El objetivo es que los militantes de la Unión por un Movimiento Popular decidan en referéndum si quieren repetir la votación para elegir al presidente del partido, dado que la celebrada el pasado día 18 es contestada por una de las partes en liza. Esta alambicada fórmula, aceptada en principio por los dos contendientes –Jean-François Copé y François Fillon–, permitiría salvar formalmente la cara del primero dando a la vez satisfacción a las reclamaciones del segundo, que no reconoce la legitimidad de la elección y exigía su repetición.

La intervención de Nicolas Sarkozy fue “determinante”, en palabras de un lugarteniente de Fillon, para romper el bloqueo. Furioso y harto de la guerra fratricida que está desgarrando a la UMP, el ex presidente francés se empleó ayer a fondo para forzar a los dos rivales –a quienes amonestó severamente y amenazó con una descalificación pública– a buscar una salida a la crisis. Sarkozy consiguió que Copé y Fillon se reunieran, cara a cara, durante media hora en la Asamblea Nacional y aceptaran un compromiso.

Jean-François Copé, que se había encastillado en la legitimidad formal de su nombramiento como presidente –confirmada por todas las instancias oficiales del partido– y se negaba a volver a votar, ha tenido al final que ceder y aceptar implícitamente la inevitabilidad de repetir la elección. El referéndum, una argucia para suavizar esta marcha atrás y darle una suerte de cobertura jurídica, se convertirá de hecho en una primera vuelta de esta nueva elección. Y su resultado será capital. Si los militantes votan por volver a votar, Copé quedará desautorizado y más que debilitado.

El punto de inflexión de la crisis fue la decisión de François Fillon, más decidido que nunca a llegar hasta el final, de constituir un grupo parlamentario propio –separado de la UMP– en la Asamblea Nacional. Una medida de presión tan brutal como arriesgada que sitúa al partido en la antesala de la escisión. El equipo de Fillon presentó anoche la documentación oficial ante la Cámara baja, aunque la constitución formal de ese nuevo grupo, rebautizado Reagrupamiento-UMP, no se producirá antes del próximo martes. De aquí a entonces será una espada de Damocles sobre la supervivencia del partido. El ex primer ministro ha logrado reunir a 68 de los 194 diputados de la UMP y hoy podría hacer lo mismo con unos 70 de sus 131 senadores. Ese Fillon prudente y moderado, a quienes algunos de sus camaradas denigraron llamándole Mr. Nobody, ha demostrado una determinación que ha cogido a sus adversarios por sorpresa.

Anoche, ambos campos mantenían su pulso sobre las fechas y las condiciones en que debería celebrarse dicho referéndum. Fillon envió a Copé un memorándum donde urgía a convocar la consulta antes de las vacaciones de Navidad, exigía que la votación –a través de internet– sea controlada por una instancia independiente exterior al partido y, sobre todo, que en el ínterin Copé ceda el mando de la UMP a una dirección colegiada.

Jean-François Copé, que ya había anunciado su intención de seguir ejerciendo como presidente del partido hasta el final de todo el proceso, rechazó tales exigencias. Planteó celebrar la consulta más bien en enero Y reclamó por su parte a François Fillon que renuncie a su intención de fracturar la representación parlamentaria de la UMP. 


Desgaste desigual en la opinión

La mayoría de los franceses (71%) y de los simpatizantes de la UMP (67%) considera conveniente la repetición de la elección del presidente del partido. Según un sondeo de Ifop, Fillon sale mejor librado, pues su popularidad entre los electores de la UMP sólo ha bajado 4 puntos (al 86%), mientras que la de Copé ha caído 21 (al 55%)




martes, 27 de noviembre de 2012

A Sarkozy se le escapa la UMP


Llamado al rescate por Alain Juppé y algunos barones de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), Nicolas Sarkozy intervino ayer entre bambalinas en la crisis de su partido para tratar de mediar entre los dos líderes enfrentados, Jean-François Copé –proclamado presidente– y François Fillon, que contesta frontalmente su elección. Sin aparente éxito. De retorno ayer mismo a París, tras haber viajado a China para pronunciar una conferencia, el expresidente francés almorzó con su antiguo primer ministro y conversó por teléfono con Copé para intentar –sin comprometerse públicamente– buscar una solución. Pero al término de la jornada, el enfrentamiento entre los dos campos era tanto o más violento que al principio.

Jean-François Copé llevó hasta el final su estrategia y consiguió que la Comisión Nacional de Recursos de la UMP –una instancia bajo su control, cuya credibilidad contesta Fillon– ratificara su elección como presidente del partido. Guinda sobre el pastel: su victoria ya no sería por el escaso margen de 98 votos –sobre un total de 150.000 sufragios emitidos–, sino de 992. La comisión tuvo a bien, en efecto, incorporar los votos “olvidados” de ultramar, pero a la vez anuló por presuntas irregularidades las votaciones en varios colegios electorales importantes –en Nueva Caledonia y Alpes Marítimos– en los que Fillon había ganado.
Jean-François Copé, en una breve intervención, dio su victoria por incontestable y la querella interna por terminada. Y, apelando al “perdón”, llamó a todos los militantes del partido –incluido Fillon: a trabajar juntos por la unidad y la “reconstrucción”. Nada que se vea en el horizonte.

El ex primer ministro rechazó de nuevo la proclamada victoria de Copé, que calificó de “golpe de fuerza”, y reiteró su intención de acudir a los tribunales de justicia para impugnar la elección interna de la UMP. Su abogado, François Soureau, confirmó la preparación de un recurso. Fillon envió a la UMP a un ujier para requerir los datos de la elección, a lo que el partido se negó.

Por si faltaran motivos de desconfianza y de tensión, el hasta ahora tesorero de la UMP, Dominique Dord –un hombre próximo a Fillon–, dimitió ayer de su cargo y acusó a Copé de haber utilizado de forma masiva los recursos del partido, económicamente exangüe, en su beneficio exclusivo para financiar su campaña.
El ex primer ministro, que hoy reunirá a sus partidarios para decidir los próximos pasos, podría plantear la creación de un grupo parlamentario aparte, separado de la UMP, anque sin llegar a encabezar una escisión del partido. Una maniobra de estas caractarísticas dejaría a la derecha gravemente tocada en el Parlamento, extremadamente debilitada, además de privarle de parte de los recursos que recibe del Estado.

Entre los dos campos, un grupos de no alineados encabezado por la exministra Nathalie Kosciusko-Morizet, promueve una petición para que se repitan las elecciones internas a presidente de la UMP. “Volver a votar es la mejor solución para evitar la escisión”, argumentó. La iniciativa recogió ayer, en un sólo día, más de 16.000 firmas. La idea parece avanzar, de momento poco a poco. Nicolas Sarkozy, según el diario Le Figaro, se habría mostrado favorable durante su conversacion con Fillon. Y anoche, el director de campaña de este último, Eric Ciotti, también la apoyó. Pero Copé la rechaza de plano.

Mientras la derecha se desangra en esta guerra civil, los partidos fronterizos con la UMP se frotan las manos. En particular la nueva Unión de los Demócratas e Independientes (UDI) del centrista Jean-Louis Borloo. Según fuentes de este partido, en la última semana han recibido nuevas peticiones de adhesión a un ritmo de mil al día. Desde principios de mes, serían ya 14.000. En el otro extremo, la presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, observa con delectación la explosión de un partido cuya ala más a la derecha se propone fagocitar.


Duelos a repetición

La agitada historia de la derecha francesa bajo la V República muestra que la guerra fratricida protagonizada por Jean-François Copé y François Fillon por el control del partido, la UMP, no es nada excepcional. El primer gran enfrentamiento se produjo en 1974 a la muerte de Georges Pompidou, cuando Jacques Chirac sumó sus fuerzas a las de Valéry Giscard d’Estaing –que saldría elegido presidente– para elminar a Jacques Chaban-Delmas. Chirac se enfrentaría posteriormente a Giscard con una gran violencia, hasta el punto de favorecer el triunfo del socialista François Mitterrand en 1981. En 1995 el duelo que desgarró a la derecha fue entre Chirac –que salió triunfante– y Édouard Balladur. El penúltimo capítulo lo protagonizaron en los tribunales Nicolas Sarkozy y Dominique de Villepin.