domingo, 30 de junio de 2013

La iglesia de los pleitos

Para el arquitecto español Manuel Núñez-Yanowsky, de 70 años, el proyecto de la nueva iglesia ortodoxa rusa de París, apadrinada por el Kremlin y el Elíseo, y situada en uno de los lugares más emblemáticos y visibles de la capital francesa, a orillas del Sena, estaba llamado a ser la espectacular culminación de su carrera. Estaba… Porque por en medio se cruzó la política y el cambio de presidente de la República, en mayo del 2012, comportó la suspensión de su proyecto y su apartamiento de la obra. Ahora, Núñez-Yanowsky ha presentado tres denuncias paralelas contra la Federación de Rusia –y el arquitecto que oficiosamente le ha sustituido, Jean-Michel Wilmotte–, la ministra francesa de Cultura, Aurélie Filippetti, y el alcalde de París, Bertrand Delanoë.

“No tenían derecho a rescindir mi contrato como lo hicieron, estoy convencido de que aquí hay algo personal y quiero saber qué”, sostiene Núñez Yanowsky. “No es un problema de dinero –precisa–, sino de humillación personal y profesional. Lo único que quiero es ser reintegrado en el proyecto”. Afincado en París desde hace años, Núñez-Yanowsky fue socio de Ricard Bofill en los años sesenta y setenta, y entre sus obras más conocidas en España está la sede del Teatre Lliure en Montjuïc (del año 1996)

El arquitecto español, asociado con el estudio ruso Arch Group, ganó en marzo del año 2011 el concurso internacional convocado para erigir una nueva y gran iglesia ortodoxa en París, un proyecto pactado por Nicolas Sarkozy y Vladimir Putin, políticamente interesado en tratar de devolver a los ortodoxos rusos afincados en Francia a la órbita del patriarcado de Moscú. En la actualidad, la única iglesia ortodoxa rusa de París –Saint Alexandre Nevsky– depende del patriarcado de Contastinopla.

El emplazamiento escogido fue una antigua finca propiedad del Estado francés que había albergado la sede de Méteo France –vendida a Rusia por 70 millones de euros– junto al Pont de l’Alma, cerca de la torre Eiffel.

El proyecto de Núñez-Yanowsky combinaba la arquitectura tradicional de este tipo de templos con una visión contemporánea –la parte más espectacular era una gran cubierta de cristal que descendía de las cinco cúpulas doradas en forma de bulbo– y recibió en su momento el acuerdo de casi todas las instancias implicadas, empezando por el entonces ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand. Sólo el alcalde de París, el socialista Bertrand Delanoë, expresó su disgusto. Pero entonces no gobernaban los suyos.

Todo fue bien hasta que, en las elecciones del 2012, François Hollande llegó al Elíseo. De repente, todo fueron problemas. Y quienes antes aplaudieron el proyecto, empezaron a encontrarle pegas. En otoño del año pasado, el arquitecto jefe de Bâtiments de France, Jean-Marc Blanchecotte –quien antes se había manifestado favorable–, y la directora de asuntos culturales de Île-de-France, Muriel Genthon, emitieron sendos informes negativos. Ante el cambio del Gobierno francés, los rusos retiraron en noviembre la solicitud del permiso de obras y en marzo rescindieron el contrato de Núñez-Yanowsky.

Por imposición del Elíseo, un nuevo arquitecto –Jean-Michel Wilmotte, que quedó segundo en el concurso– ha sido encargado de elaborar un nuevo proyecto, sin que en ningún momento se haya dado la oportunidad al arquitecto español de corregir los teóricos problemas del suyo. Para Núñez-Yanowsky, no hay ninguna duda de que se han orquestado falsos argumentos para anular, de facto, el resultado del concurso por desacuerdos estéticos.

La prueba es que en una reunión de trabajo que Núñez-Yanowsky y otros implicados en el proyecto mantuvieron en la embajada rusa en París el 16 de octubre pasado, el embajador, Alexandre Orlov, habría asegurado que los propios funcionarios implicados le habían confesado que el Ministero de Cultura les había dado instrucciones para hacer los informes negativos. La socia de Núñez-Yanowsky, Miriam Teitelbaum, grabó la conversación en su teléfono móvil y ahora esta grabación –integrada por dos secuencias de 16 y 27 minutos– será presentada como prueba.

El abogado del arquitecto español, Louis Fauquet, fundamenta en esta conversación la demanda contra la ministra de Cultura, Aurélie Filippeti, a quien acusa del delito de abuso de autoridad. La demanda contra Bertrand Delanoë –a quien se reclaman diez millones de euros de indemnización– le acusa de haber utilizado el peso de su cargo y haber maniobrado entre bambalinas para alterar el resultado de un concurso legal en el que, sin embargo, el Ayuntamiento participó como miembro del jurado. A la Federación de Rusia se la demanda –sin petición de dinero de por medio– por la ruptura del contrato.

Un portavoz de la alcaldía de París juzgó que la denuncia contra Delanoë es “totalmente inaceptable”, por cuanto el municipio no tenía en este caso ningún poder decisorio, sino “meramente consultivo”. Ni el Ministerio de Cultura ni le embajada rusa respondieron a la petición de información de este diario. 



Incombustible Ségolène Royal

"Yo formo parte del paisaje político"

Como una roca firme en medio del temporal. Así es Segolène Royal. Cien veces caerá a tierra y cien veces se levantará, desafiando al derrotismo y a la autoconmiseración. A sus 59 años, juvenil y radiante como nunca –algo que las mujeres se atreven a decirle en la cara y los hombres callan por pudor–, la malograda candidata socialista al Elíseo en el 2007 vuelve a estar en pie, dispuesta a ocupar un lugar visible en la escena y demostrar su libertad de espíritu. “Yo formo parte del paisaje político”, afirma, desmintiendo –y retando a la vez– a aquellos que han pretendido enterrarla.

Ségolène Royal ha sobrevivido a todo: a la derrota frente a Nicolas Sarkozy y a la ruptura de la pareja que formaba con François Hollande en el 2007, a su fraudulento descabalgamiento en la lucha por la jefatura del Partido Socialista en el 2008, a su fracaso en las primarias del PS en el 2011, a su humillante descalabro –con tuit de su rival sentimental de propina– en las elecciones legislativas del 2012... “La vida enseña que un fracaso es la apertura de otra posibilidad”, dice. Y se dice.

Ségolène Royal ha querido explicar y transmitir en un libro –Cette belle idée du courage ("Esta bella idea del coraje")– las fuentes que han inspirado su determinación y combatividad legendarias, de Nelson Mandela a Stéphane Hessel, de Juana de Arco a Franklin D. Roosevelt. La promoción del libro la está llevando estas semanas por los platós de televisión y de radio, y fue el objeto de un reciente almuerzo con un grupo de corresponsales europeos. Elegante y sobria, guapa y delgada –apenas prueba el vino y rechaza el postre–, parece de nuevo dispuesta al combate.

“La campaña (del 2012) fue dura, muy dura”, rememora un año después, aparentemente rehecha. “Yo ya veía que no era el momento, pero no tenía derecho a abandonar el campo de batalla –argumenta–, no podía dejar que me presentaran como un accidente de la historia, no podía permitir que me utilizaran como ejemplo para decirles a las mujeres, a las chicas: ‘quédate en tu lugar, ya ves lo que pasa si no lo haces”.

Rebelde e independiente, Ségolène Royal no lo ha hecho nunca, lo de quedarse en el supuesto lugar que tenía asignado, empezando por el papel de ama de casa biencasada que le tenía reservado su padre militar. En su lugar, y a fuerza de tesón, construyó una sólida carrera política que a punto estuvo de llevarla a las puertas del Elíseo. “Lo que he vivido entre el 2007 y el 2012 ha sido enorme..., pero rechazo situarme de nuevo en esa lógica. No guardo rencor, ni lamento nada, pero he tomado mucha distancia”, explica. Sin alejarse por ello de la política: “Estoy en otra dimensión. No reclamo nada. No necesito a nadie, no dependo de nadie –sostiene–. Yo observo y conservo mi libertad de palabra”.

Observa, enjuicia y habla. Desde su doble atalaya de la presidencia de la región Poitou-Charentes y la vicepresidencia del nuevo Banco Público de Inversiones (BPI) –donde ya ha censurado los sueldos de los directivos y el lujo de ciertos despachos–, Royal no se abstiene de criticar la acción del Gobierno y del hoy presidente y padre de sus cuatro hijos. Así sea por la forma de gobernar –“Hay que plantear un horizonte y las etapas para alcanzarlo”–, la estrategia de la tensión con Alemania –“No hay que fragilizar esta relación”– o el modo de abordar la aprobación de matrimonio homosexual –“Es mejor conducir los espíritus poco a poco”–.

“A menudo hay un problema de método. Este es un país demasiado centralizado, se hacen las cosas de arriba a abajo”, constata. Y advierte a sus compañeros de filas: “Si la gente no es protagonista del cambio, refunfuñará”.



sábado, 29 de junio de 2013

Caso Tapie, estafa al Estado

Los jueces que instruyen el denominado caso Tapie, sobre un supuesto pasteleo entre el empresario Bernard Tapie y el poder político para asegurarse una jugosa indemnización en el litigio que le enfrentaba al Estado francés por la venta de Adidas en los años noventa, van poco a poco reconstituyendo el puzzle y estrechando el cerco de los implicados en el affaire. Ayer, después de 96 horas –cuatro días, con sus cuatro noches– detenido para ser interrogado por agentes de la brigada financiera de la policía, el hombre de negocios fue imputado por estafa en banda organizada.

El origen del litigio se remonta a principios de los años noventa, cuando el controvertido empresario, hoy de 70 años, encargó a su banco, el Crédit Lyonnais –que en la época estaba nacionalizado–, la búsqueda de un comprador para la empresa de artículos deportivos Adidas, entonces de su propiedad. El banco acabó comprando directamente la empresa y revendiéndola después por un precio notablemente superior. Sintiéndose estafado, Tapie inició un largo y complejo litigio contra el Estado que acabó finalmente en el 2008 con una decisión favorable al empresario por parte de un tribunal arbitral privado, que le otorgó una indemnización de 403 millones de euros.

Bernard Tapie, que ha tenido numerosas vidas –cantante, vendedor, animador de televisión, presidente del club de fútbol Olympique de Marseille, empresario de éxito, ministro de las Ciudades con François Mitterrand, actor...–, aprovechó este dinero para regresar a los negocios, de los que había salido completamente arruinado. El año pasado se hizo con la mitad del grupo de prensa Hersant y tomó el control del diario marsellés La Provence.

Los jueces sospechan que la decisión de atribuir la resolución del litigio a un tribunal arbitral privado –y no seguir el cauce natural de la justicia ordinaria– perseguía favorecer a Bernard Tapie, quien había demostrado una gran proximidad con el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy (el empresario, que apoyó a este último en su campaña electoral, visitó en una veintena de ocasiones el Elíseo entre el 2007 y el 2010, según han confirmado las agendas oficiales de la presidencia de la República). Y que el arbitraje en sí mismo fue trucado. Especialmente controvertido es el papel representado por uno de los tres árbitros del tribunal, el ex magistrado Pierre Estoup, verdadero urdidor de la sentencia y de quien se sospecha que tiene vínculos con el empresario.

El nuevo Gobierno, a través del Consorcio de Realización (CDR) –organismo estatal encargado de gestionar los pasivos del Crédit Lyonnais previos a su reprivatización–, presentó ayer un recurso contra el arbitraje.

Bernard Tapie es la cuarta persona imputada en este caso, después del citado Pierre Estoup; de Jean-François Rocchi, expresidente del CDR, y de Stéphane Richard, ex director de gabinete de la ministra de Economía de la época, Christine Lagarde, y actual presidente del grupo Orange. Lagarde, actual directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), conserva por el momento el estatus de testigo asistido.


El fiscal exculpa al ex presidente en el caso Bettencourt

El fiscal de Burdeos ha solicitado el archivo de la causa contra el ex presidente francés, Nicolas Sarkozy, y su ex ministro del Presupuesto, Eric Woërth, en el llamado caso Bettencourt. Ambos fueron imputados por los jueces instructores por un presunto delito de abuso de debilidad, al considerar que pudieron aprovechar el estado de demencia senil de la heredera del grupo L’Oréal, Liliane Bettencourt, de 90 años, para sacarle dinero con el que financiar la campaña electoral de las presidenciales del 2007. El fiscal exculpa asimismo al empresario Stéphane Courbit y al abogado Pascal Wilhelm, pero en cambio pide que sean enviados a juicio el ex administrador de la multimillonaria, Patrice de Maistre, y el fotógrafo François-Marie Banier, amigo de la anciana y beneficiario de millonarios regalos. La decisión está en manos de los jueces.


viernes, 28 de junio de 2013

Compra de votos y asesinatos frustrados

El 29 de enero de 2013, Rachid Toumi, de 33 años, era tiroteado con un fusil en Corbeil-Essones –una ciudad de 40.000 habitantes de la banlieue sur de París– mientras se encontraba en el interior de su vehículo. Herido en un hombro, escapó por poco a la muerte. Tres semanas después, el 19 de febrero, Fatah H., de 32 años, boxeador aficionado, recibía a su vez tres balas del calibre 38 en pleno centro de la misma ciudad. Herido de gravedad, perdió la movilidad de un brazo.

La policía francesa investiga la posible vinculación de ambos intentos de asesinato con un sistema de compra de votos presuntamente montado en beneficio del prohombre político local, el senador de la UMP Serge Dassault, presidente del grupo aeronáutico Dassault y propietario de Le Figaro. El Senado examinará el 3 de julio si retira la inmunidad parlamentaria a Dassault –que, con una fortuna estimada en 9.900 millones de euros, es el quinto hombre más rico de Francia–, a quien la justicia desea interrogar en el marco de la información judicial abierta el pasado mes de marzo por la fiscalía de París sobre los presuntos delitos de compra de votos, corrupción, blanqueamiento y desvío de fondos públicos en las elecciones del 2008, 2009 y 2010 en Corbeil.

Formalmente, los dos intentos de homicidio y la compra de votos son objeto de dos investigaciones paralelas, por ahora separadas. Pero la policía tiene serias sospechas de que ambos casos están íntimamente relacionados. Las dos víctimas, según propia confesión, habían participado en el supuesto sistema de compra de votos en uno de los barrios difíciles de la población, Les Tarterets. Y el presunto pistolero, Younès B. –identificado por diversos testigos y actualmente huido–, ocupaba un puesto central en el dispositivo electoral de Dassault –que fue alcalde de la ciudad entre 1995 y el 2009– y su sucesor en la alcaldía y hombre de confianza, Jean-Pierre Bechter.

“Corbeil se ha convertido en un sistema mafioso, el dinero de Dassault lo ha podrido todo”, declaró la primera víctima, Rachid Toumi al diario Le Parisien en una entrevista el 2 de marzo, donde atribuía los ajustes de cuentas a diferencias relacionadas con el dinero para la compra de votos. “Yo siempre he visto gente cobrar dinero por esto”, explicó Toumi, quien aseguró haber recibido la promesa de un préstamo de 100.000 euros a cambio de sus servicios en las elecciones municipales del 2010. Tanto Serge Dassault como Jean-Pierre Bechter lo niegan categóricamente.

La policía detuvo el miércoles al alcalde de Corbeil para ser interrogados sobre este asunto y fue dejado en libertad sin cargos en la medianoche de ayer. Los investigadores registraron el Ayuntamiento, la residencia de Dassault en la población y la sede del holding Dassault en París. La existencia de un sistema de compra de votos fue constatada oficialmente por el Consejo de Estado en el 2009, cuando decidió anular las elecciones municipales del año anterior en Corbeil-Essonnes, desposeer a Serge Dassault de su cargo de alcalde e imponerle una sanción de un año de inelegibilidad. Los nuevos comicios, a los que se presentó en su lugar Jean-Pierre Bechter, fueron asimismo anulados después por otras irregularidades. La elección definitiva del actual alcalde se produjo, a la tercera, a finales del 2010.


El secreto de la elegancia

Entrevista a ILAN CHETRITE, director artístico de Sandro Homme

En el fondo de un patio recoleto y soleado, al que se llega tras franquear un pesado portón y un oscuro pasaje, se alza la sede social de la casa de moda Sandro, en el corazón del viejo París. Ilan Chetrite, de 30 años, hijo de la fundadora de la marca y director artístico de la línea de moda de hombre, tiene su despacho en el primer piso del edificio, un antiguo caserón de barrio del Marais. Es un despacho amplio y luminoso, cálido y desenfadado. Como su ocupante. Elegante y educado, aunque ajeno a todo envaramiento,  Ilan Chetrite hace gala de una extrema amabilidad –él mismo sirve el café, en lugar de pedírselo a su asistente-  y se muestra tal cual es, sin poses.


El espíritu de su madre reina en el lugar. Evelyne Chetrite, encargada de la creación, y su marido, Didier, responsable de la parte comercial, crearon la marca Sandro hace 25 años, conquistando con su estilo, chic y refinado, a las mujeres de todo el mundo. En el 2008, tras acabar sus estudios universitarios, Ilan decidió incorporarse a la empresa familiar y crear una colección de moda masculina siguiendo el mismo espíritu de la marca, de la que es su alter ego. Hoy cuenta con 60 tiendas repartidas por todo el globo.

- Sus padres fundaron la marca Sandro, su bisabuelo era camisero, su tía abuela, costurera… A la vista de la tradición familiar, ¿se sentía usted predestinado a dedicarse el mundo de la moda? ¿o fue un descubrimiento personal?

- Lo propio del destino es que no se puede saber... si lo es o no. Pero efectivamente, encuentro que yo tenía predisposición a trabajar en esto, aunque en principio no me dirigía en absoluto hacia este tipo de oficio. Yo hice estudios principalmente centrados en la economía, sin gran cosa que ver a con la creación. Pero a mi me gusta crear, desde bien pequeño. Me gusta crear, lo que sea. Me produce casi tanto placer crear un traje que un pastel, o cocinar una nueva receta de pasta.

- ¿Qué tipo de creaciones hacía de pequeño?

- Creo que como todos los niños… Dibujaba pequeños personajes imaginarios. Pero nunca fui un buen dibujante.

- A su juicio, en el mundo globalizado de hoy,  una sociedad familiar como Sandro ¿es una desventaja o, por el contrario, es una baza?

- Pienso que es una gran baza. En el mundo de la industria podemos observar que la mayor parte de las sociedades que se mantienen y que son perennes son a menudo sociedades familiares. No sé cuál es la explicación. Quizá es porque se crean vínculos que son más profundos. Esa es mi impresión… Evidentemente, el día a día no es siempre fácil. A veces puede haber divergencias más fuertes que si no fuéramos una sociedad familiar. Yo creo, en todo caso, en el negocio familiar. Creo mucho.

- ¿Usted se entiende bien con su madre, en el día a día?

- Sí, muy bien. Cada uno tiene su campo de acción. Ella se ocupa del estudio de la mujer, yo del del hombre. No hay interacción en nuestro trabajo, tratamos simplemente de tener una línea de imagen y de comunicación común, pero esto viene muy naturalmente, porque nos dirigimos hacia la misma tendencia de moda.

- ¿Qué ha heredado o aprendido usted de su madre, de su forma de trabajar o de crear?

- Creo que he heredado su sentido de ir a contrapié, es decir, del decalage, de evitar las cosas fáciles y de aportar una particularidad, un twist. Pienso que es esto: una suerte de contraste, una forma de manejar los contrastes.

- ¿Y usted? ¿qué aporta usted al espíritu de la marca?

- Me incomoda un poco decirlo, porque esto debería decirlo más bien el cliente. Sin embargo, puedo decir lo que yo he tratado de aportar. Yo busco complacer, simplemente. No se trata de un planteamiento creativo, propiamente hablando, sino de un acto, por decirlo así, de “generosidad” hacia los hombres, que carecían cruelmente de propuestas. Yo he querido proponerles el alter ego de Sandro mujer. Y he querido igualmente, indirectamente, hacer que la marca Sandro mujer adopte una nueva dimensión, pasando de una pequeña marca dirigida exclusivamente a las mujeres a una marca que se dirige a un público, a personas, a grupos de gente, sin distinción de sexo. Y pienso que es necesario para poder expresarse a fondo.

- Usted ha dicho alguna vez que su abuelo ha sido para usted una fuente de inspiración.

- Lo sigue siendo. Mi abuelo tiene ese sentido innato de la elegancia, un sentido que no se puede buscar, que se tiene o no se tiene. Eso se explica de muchas formas. Una simple camiseta sobre un pantalón puede hacer un enorme efecto. Pienso que, en la familia, todos hemos heredado un poco de esto. Ha sido una suerte de inspiración para todos nosotros, porque era importante para él ir bien vestido. Y lo hace con estilo. Podría pensarse que, a partir de una cierta edad, llegaría el momento de parar de pensar en ello, de olvidarse de la elegancia o estilo, y sin embargo, cuando es algo innato, eso te sigue muy, muy lejos. Eso ha sido una fuente de inspiración para mi.

- ¿La elegancia es algo que se puede adquirir?

- La elegancia se puede aprender, pero la clase no. Se pueden tener unas ciertas nociones de elegancia, saber las faltas que no se deben cometer, las reglas que se deben adoptar. Pero de todas las maneras, cuando es algo demasiado estudiado, no funciona. Si uno piensa demasiado, no funciona. Es la mejor manera de equivocarse.

- A su juicio, ¿hay un sentido de la elegancia universal?

- No, no hay un sentido de le elegancia universal. La elegancia es muy subjetiva, es propia de cada uno. No puede definirse, pero existe, simplemente.

- ¿Cuáles son sus otras fuentes de inspiración?

- ¿Para crear? Tengo muchas fuentes de inspiración. De entrada, viajo mucho. Me nutro de los “looks” que veo en Nueva York, en Tokio. Me gusta mucho mirar en la calle, sentarme en la terraza de un bar y mirar a la gente pasar. Pero no daré el golpe diciendo que voy a buscar lana en lo más recóndito de Mongolia y cosas así… Hoy tenemos la mayor videoteca del mundo, que se llama Google, y no sirve de nada decir que uno ha ido a los confines de Alaska para inspirarse de la cultura Inuit… porque lo tenemos todo en Internet. Es siempre interesante ir, naturalmente, pero Google es la mejor biblioteca del mundo. Pero bueno, yo voy mucho a Tokio, Nueva York y Londres…

- ¿Cómo es el hombre Sandro?

- Nunca he logrado realmente llegar a definirlo, pero a fuerza de responder a esta pregunta he acabado por comprender quién es. ¿En qué el estilo francés es diferente del estilo americano, inglés o español? Yo no conseguía ponerle palabras. Creo que Sandro es esto, este effortless chic, ese lado un punto rebelde, de no hacer nunca asociaciones convencionales, de tratar de ir con elegancia contra las convenciones, por los detalles. Y luego es una marca que se quiere moderna, que se mueve con su tiempo, con un cierto equilibrio y un cierto sentido de la estética que no podría explicar. Pienso que en última instancia Sandro soy yo, que cogía la ropa de mi padre, de mi abuelo, y que la combinaba a mi aire. Me gustaba despistar, romper los códigos.

- Usted dijo una vez que el hombre actual incorpora un toque de feminidad…

- El hombre ha devenido cada vez más femenino, cada vez menos acomplejado frente a la moda y en ese sentido se acerca un poco al comportamiento de la mujer. Cada hombre tiene una parte de feminidad en él, lo cual no hace de él menos hombre.

- Eso se muestra cada vez más?

- Eso se muestra cada vez más, en el comportamiento de los hombres en el momento de la compra, en su coquetería. Y luego es un poco como si –quitando toda connotación machista o sexista- la mujer tomara el lugar del hombre y el hombre el de la mujer. Las cosas se han invertido.

- ¿Cuál es el principal mercado de Sandro?

- El centro de nuestra actividad se sitúa en Francia, es en Francia donde tenemos la mayoría de los puntos de venta, donde somos más conocidos. Sin embargo, en el extranjero somos también reconocidos, particularmente en Estados Unidos, donde la gente está apasionada por la marca, contenta de ver llegar esta nueva proposición que aporta alguna cosa. Y en Inglaterra y en España…

- ¿Está satisfecho con su experiencia en España?

- Sí, va muy bien. Es un mercado prometedor para Sandro. Espero que la crisis se acabe pronto y podamos expresarnos aún mejor.



miércoles, 26 de junio de 2013

Reforma laboral a la 'Hollandesa'

“Una cosa son las previsiones y otra la voluntad”. Con estas palabras, François Hollande reiteraba por enésima vez el pasado viernes su objetivo-promesa de invertir a finales de este año la curva del paro en Francia, donde no ha cesado de crecer desde el inicio de la crisis. Inasequible al desaliento y a las cifras, el presidente francés reaccionaba de esta manera a la publicación de la última nota de coyuntura del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee), que vaticinaba que el desempleo, lejos de descender, aumentará todavía a lo largo de todo el 2013 en 113.000 personas, hasta alcanzar a finales de año el 11,1% de la población activa (sumada la metrópoli y los territorios de ultramar), un nivel que no se alcanza desde el año 1996.

No es sólo el Insee quien pinta negras perspectivas para el empleo en Francia. La Comisión Europea, el FMI, la OCDE… todos los observadores internacionales enfrían de forma regular el optimismo oficial del Elíseo. Con un crecimiento nulo o incluso ligeramente negativo en el 2013, por segundo año consecutivo, las perspectivas de que Francia remonte la pendiente del empleo este año son harto improbables.

El último dato oficial del paro en Francia lo sitúa en el 10,6%, una media que, al igual que sucede en otros países, oculta la especial gravedad del problema entre los jóvenes de 15 a 24 años, donde el desempleo roza el 26% y alcanza puntas escalofriantes del 40% y más en los barrios marginales de las banlieues. Más de tres millones de franceses están sin trabajo, una cifra que alcanza los cinco millones si se suman los que mantienen una actividad reducida y buscan empleo a tiempo completo.

¿La culpa es de la crisis? Naturalmente, la culpa es de la crisis. Pero no del todo. Desde el inicio de la crisis, en el 2008, el paro ha aumentado en Francia sólo tres puntos, un impacto más limitado que en el conjunto de los países de la OCDE –debido al gran peso del sector público-, pero que se está revelando asimismo más duradero. El problema es que el desempleo ya era anormalmente elevado en vísperas del estallido.

Hay que decir que Francia, con la fecundidad más dinámica del continente –un aspecto que tiende a olvidarse cuando se hacen comparaciones con otros países europeos-, afronta dificultades suplementarias para reducir el índice de paro. A diferencia de Alemania, por ejemplo, un país confrontado a un preocupante declive demográfico, en Francia cada año se incorporan 150.000 personas nuevas al mercado de trabajo.

Pero el problema de fondo, según coinciden en señalar la mayor parte de los economistas, reside en la rigidez y dualidad del mercado laboral, enormemente protector para quienes tienen un trabajo estable y penalizador para todos los demás, condenados a alternar empleos temporales y precarios con temporadas en el paro.

Durante los llamados Treinta Gloriosos, que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el paro osciló en Francia entre el 3% y el 5%, una proporción que acostumbra a equipararse al pleno empleo. Esa tendencia cambió, sin embargo, en el albor de los años ochenta. Desde entonces, el desempleo nunca ha descendido del 7%, situándose por lo general entre el 8% y el 9%, con puntas como las alcanzadas a mediados de los noventa. El paro masivo se ha convertido en Francia en un problema estructural, que no han conseguido reducir ni la famosa y controvertida implantación de la semana laboral de 35 horas ni otras medidas parciales como los contratos subvencionados por el Estado para jóvenes sin formación –que introdujo Lionel Jospin y ha recuperado François Hollande- o el nuevo contrato-generación, que a base de estímulos fiscales busca asociar la contratación de un joven con el mantenimiento de un sénior.

La cuestión central, la reforma del mercado laboral con el fin de darle una mayor flexibilidad, había sido siempre postergada. Hasta ahora. Porque lo que Nicolas Sarkozy no se atrevió a abordar durante su quinquenato, lo ha hecho Hollande, en línea con el principio nórdico de la “flexiseguridad”. Fiel a su método, el presidente francés propició primero un pacto nacional entre la patronal y la mayoría de los sindicatos –alcanzado el pasado mes de enero, con la oposición de dos centrales, CGT y FO- y después tramitó un proyecto de ley para poner el acuerdo negro sobre blanco.

La llamada Ley de Securización del Empleo, aprobada definitivamente el pasado mes de mayo y avalada por el Consejo Constitucional hace escasos días, abre la posibilidad de que las empresas en dificultades pacten con los sindicatos una reducción temporal de la jornada laboral o de los salarios a cambio de no proceder a despidos –dichos acuerdos no podrán exceder el plazo de dos años-; facilita en caso de crisis la movilidad interna de los asalariados, y simplifica los procedimientos de despido colectivo e individual.

A cambio, los trabajadores obtienen la garantía de que todas las empresas, lo que no era el caso hasta ahora, ofrezcan a sus empleados una cobertura sanitaria complementaria a través de una mutua –el Estado no reembolsa en Francia todos los gastos médicos, a excepción de las personas de rentas más bajas-; una regulación más estricta de los contratos a tiempo parcial para evitar los abusos, y el mantenimiento del derecho al subsidio de paro que no haya sido gastado.

El otro gran reto es la formación de los parados para facilitar su retorno al empleo. Alrededor de medio millón de personas sin trabajo se beneficiaron el año pasado de una formación de este tipo en Francia. Sin embargo, sigue habiendo aquí un grave desajuste entre los contenidos que se proponen y las necesidades reales de las empresas. El propio Hollande admitió la semana pasada que entre 200.000 y 300.000 empleos están vacantes por falta de aspirantes con la formación adecuada. El Gobierno ha prometido aprobar antes de fin de año una profunda reforma de la formación profesional.












martes, 25 de junio de 2013

¡Lento TGV!

La línea férrea de alta velocidad entre Barcelona y París está definitivamente gafada. A los legendarios e inacabables retrasos acumulados en la zona española –ahora que ya está finalmente lista, sigue pendiente de la homologación de los trenes españoles por parte de las autoridades francesas–, se sumará ahora el frenazo en seco a la construcción de la línea entre Perpignan y Montpellier, por donde los trenes seguirán circulando durante décadas por una vía convencional. La nueva línea de alta velocidad, que París se comprometió a tener lista en el horizonte del año 2020, será retrasada finalmente al periodo entre el 2030 y el 2050.

Las razones de este parón son puramente económicas. El ambicioso plan de construcción de nuevas líneas de alta velocidad aprobado en tiempos de Nicolas Sarkozy se ha convertido simplemente en inasumible para las arcas del Estado y de las colectividades territoriales que deben participar en su financiación. No es la línea Perpignan-Montpellier la única que quedará forzosamente aplazada. De hecho, eso mismo pasará con la mayoría de las obras proyectadas, según avanzó ayer el diario Le Figaro, entre ellas la otra línea de conexión con España, entre Burdeos y Hendaya, proyectada igualmente para el 2020.

La comisión gubernamental encargada de elegir los proyectos prioritarios –que dará a conocer definitivamente su informe este jueves– sólo ha mantenido una línea nueva de aquí al año 2030, la Burdeos-Toulouse, junto con algunas obras esenciales en las conexiones de París, Lyon y Marsella. Aplazadas quedan también la línea de Alsacia, una parte de la línea de Normandía, los ramales oeste y sur de la línea Rhin-Ródano, la Marsella-Niza y la Toulouse-Narbona. Es decir, casi todas.

Hasta ahora, todos los preparativos técnicos y administrativos sobre la línea Perpignan-Montpellier –definición del trazado, estudios previos para su declaración de utilidad pública– habían seguido el ritmo adecuado para poder iniciar las obras, valoradas en 5.000 o 6.000 millones de euros, hacia el 2015. “El proyecto estará listo. Si hay algún problema, será de dinero”, había asegurado a este diario el director del proyecto, Édouard Parant. El problema ya está aquí.


viernes, 21 de junio de 2013

Lourdes, bajo el fango

En la inmensa basílica subterránea de Saint-Pie X, la más moderna del santuario francés de Nuestra Señora de Lourdes –construida en 1958, con motivo del centenario de las apariciones de la Virgen– y una de las mayores del mundo, pueden llegar a congregarse entre 20.000 y 25.000 fieles. Ayer cientos de bancos flotaban en su interior sobre un mar de tres metros de agua, ofreciendo una imagen de desolación. La inundación, de una dimensión nunca vista antes, alcanzó al altar y a los órganos del templo.

Los departamentos de los Altos Pirineos y el Alto Garona han sido duramente golpeados en los dos últimos días por las riadas. En Lourdes, el desbordamiento del río Gave de Pau, la tarde del martes, sumergió bajo toneladas de lodo la parte baja de la ciudad y una gran parte del célebre santuario, incluida la gruta donde se dice que la Vírgen se apareció a Bernadette Soubirous en 1858, así como diversas capillas y las piscinas donde se bañan los peregrinos antes de la confesión.

La inundación causada por la crecida del Gave de Pau, que los más viejos del lugar comparan a la que hubo en 1937, obligó a cerrar parcialmente el santuario –sólo la basílica de la Inmaculada Concepción, edificada en 1871 sobre una altura, y la cripta eran ayer accesibles– y se recomendó a los fieles que preveían visitar Lourdes en los próximos días que aplazaran su viaje. Unos 4.000 peregrinos que iban a llegar procedentes de Italia y del norte de Francia fueron invitados a anular su desplazamiento.

La fuerza del agua arrastró troncos de árboles y toto tipo de desechos a su paso, y destrozó el pavimento en numerosos puntos de la zona, así como los pretiles de los puentes. El lodo acumulado alcanzó de media 40 centímetros, aunque en algún lugar superó incluso el metro y medio.

No fue el santuario el único afectado sino también numerosos hoteles, que resultaron asimismo inundados. Algunos de ellos tuvieron que ser desalojados y sus clientes, trasladados a otros establecimientos. Una sesentena de hoteles –sobre los alrededor de 200 con que cuenta la población, segunda ciudad hotelera de Francia tras París– fueron alcanzados por las aguas.

El desastre sumió a Lourdes en un profundo desánimo, toda vez que la población y el santuario apenas empezaban a recuperarse de la inundación sufrida en octubre del año pasado. “La violencia del fenómeno ha sido superior a la del 2012, y los daños también serán superiores”, constató el administrador diocesano del santuario, Thierry Castillo. Los daños sufridos el pasado otoño alcanzaron un valor de cerca de 1,5 millones de euros, pero los actuales podrían sumar varios millones. La diócesis, que ya pidió donativos hace ocho meses, no sabía ayer cómo dirigirse de nuevo a los fieles para pedirles otra vez un esfuerzo de solidaridad.

La inundación, cuyos destrozos tardarán al menos varias semanas –si no meses– en ser reparados, no podía llegar además en peor momento, pues amenaza con afectar gravemente a la temporada turística de verano. El santuario de Lourdes recibe anualmente seis millones de visitantes, muchos de los cuales acuden durante los meses de julio y agosto. En pleno verano, pueden concentrarse diariamente entre 20.000 y 40.000 personas.

El presidente de la República, François Hollande, acompañado por el ministro del Interior, Manuel Valls, visitó a última hora de ayer la población de Lourdes, después de realizar un periplo por la región afectada por las inundaciones. Hollande prometió la movilización del Estado para asistir a los afectados –la semana que viene será aprobada la declaración de zona catastrófica– y en el caso de Lourdes se comprometió a aportar “medios excepcionales” para tratar de salvar la temporada, habilitando incluso instalaciones provisionales para poder acoger a todos los visitantes.

Los temporales y las inundaciones han causado en toda Francia del orden de 500 millones de daños en los cultivos agrícolas. 


Tres muertos por las aguas

Las inundaciones en el sur de Francia han causadi tres víctimas mortales. Dos de ellas perdieron la vida cerca de Lourdes. El martes una mujer septuagenaria murió tras ser arrastrada por las aguas en Pierrefitte-Nestalas. El miércoles, un hombre de 75 años, murió en parecidas circunstancias en Luz-Saint-Sauveur. Finalmente, ayer fue hallado el cuerpo de una mujer en Cauneille (Landas)




jueves, 20 de junio de 2013

Opaca transparencia

La transparencia prometida por François Hollande en su plan de moralización de la vida pública ha empezado a empañarse a las primeras de cambio. La obligación de hacer pública la declaración de patrimonio a la que están obligados los cargos públicos –lo que ya han hecho el presidente de la República y los miembros del Gobierno francés– no alcanzará finalmente a los parlamentarios, cuyos bienes seguirán ocultos bajo espesos y pudorosos cortinajes. Amenazado con una revuelta en toda regla en la Asamblea Nacional, Hollande ha acabado plegándose a las exigencias de sus reservadas señorías.

El artículo relativo a la declaración de patrimonio de los parlamentarios, incluido en el proyecto de ley sobre Transparencia de la vida pública, fue aprobado por los diputados de la Asamblea Nacional el martes por la noche. Previamente, fue totalmente vaciado de su contenido. Los parlamentarios mantendrán la obligación de presentar una declaración sobre sus bienes –algo que ya estaban obligados a hacer por las leyes de 1988 y 1995–, aunque con dos novedades importantes. En primer lugar, en caso de mentir de forma flagrante sobre una parte sustancial de su patrimonio, el parlamentario díscolo podría ser condenado con hasta tres años de cárcel y 45.000 euros de multa (en lugar de la sanción de 30.000 euros prevista en la actualidad)

En segundo lugar, las declaraciones serán formalmente públicas. Públicas, pero en absoluto publicables... La nueva ley establece, en efecto, que las declaraciones serán consultables por los electores en las prefecturas. ¿Cómo, por quién y de qué manera? La letra pequeña de los decretos lo dirá –“Deje que hagan las leyes que yo haré el reglamento”, dijo el conde de Romanones en el siglo XIX– pero es presumible que impondrá nuevas cortapisas. El ministro de Relaciones con el Parlamento, Alain Vidalies, aceptó la petición de la UMP de que la identidad de todo aquel que pida consultar las declaraciones sea convenientemente registrada.

Pero no habrá ninguna posibilidad legal de difundir ni de publicar la información así obtenida, bajo amenaza de una dura sanción penal. El proyecto de ley, tal cual quedó redactado la noche del martes, remite en este caso al artículo 226-1 del Código Penal, que castiga los atentados contra la intimidad y la vida privada con un año de prisión y una multa de 45.000 euros. La transparencia, convertida en opacidad...

La publicidad del patrimonio de los políticos era una de las principales medidas del plan de moralización de la vida pública impulsado por François Hollande para contrarrestar el escándalo causado por la revelación de que el exministro del Presupuesto, Jérôme Cahuzac, había cometido fraude fiscal al mantener en secreto una cuenta en Suiza.

Un pequeño grupo de diputados –10 sobre un total de 577–, pertenecientes a la izquierda y a la derecha, hartos de la ceguera de sus compañeros de hemiciclo ante el progresivo descrédito social de los políticos, han firmado un manifiesto en Le Nouvel Observateur en el que reclaman al resto de parlamentarios que sean lúcidos y aborden una renovación a fondo de la Asamblea Nacional, abandonando viejas prácticas y antiguos privilegios. Entre las medidas que proponen está, justamente, la transparencia sobre el patrimonio de los cargos electos, pero también –lo que sería más oneroso para los bolsillos de los parlamentarios– la abolición del régimen especial de pensiones al que tienen derecho o la supresión de la exoneración fiscal de los fondos de que disponen para los gastos de su cargo Entre los firmantes hay varios diputados socialistas y ecologistas, así como dos exministros de la UMP en la época de Nicolas Sarkozy, Bruno Le Maire y Laurent Wauquiez.




miércoles, 19 de junio de 2013

Sobrevivir con orina y dentífrico

Abu Kurke, etíope de 25 años, tiene la muerte grabada en la retina. Él es uno de los únicos nueve supervivientes de la patera que durante quince días –entre el 26 de marzo y el 10 de abril del 2011– navegó a la deriva frente a las costas de Libia sin que nadie le prestara socorro. Abandonados a su suerte, 63 inmigrantes africanos –entre ellos, veinte mujeres y tres niños– perdieron la vida. Ahora, apoyados por varias organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, Abu Kurke y otro superviviente han presentado sendas denuncias contra los Estados de España y Francia por denegación de auxilio. Buques de guerra de ambos países surcaban aquellos días las aguas de Libia, donde acababa de empezar la intervención militar internacional contra el régimen del coronel Muamar el Gadafi.

La embarcación de los infortunados inmigrantes, que al cabo de una semana se quedaron sin agua ni víveres, lanzó dos mensajes de socorro a través de un móvil vía satélite, que los guardacostas italianos reenviaron a todos los buques en la zona. Durante su trágica deriva, la zodiac en la que intentaban ganar Europa se cruzó con un avión de patrulla francés –que les fotografió y envió la imagen a las autoridades marítimas italianas–, un helicóptero militar –que les lanzó agua y galletas para no regresar nunca más–, un buque de guerra no identificado y dos barcos pesqueros. Nadie hizo nada por rescatarles y poco a poco, uno tras otro, los ocupantes de la patera fueron muriendo. Dos de ellos fallecieron en tierra, después de acabar su viaje embarrancando de nuevo en una playa libia.

“Algunos cayeron al agua arrastrados por el fuerte oleaje, pero la mayoría murieron de sed y de hambre”, explicaba ayer en París Abu Kurke, quien resistió la tentación –fatal– de beber agua de mar, al contrario de lo que hicieron, desesperados, muchos de sus desdichados compañeros de infortunio. “Yo sobreviví bebiendo mi orina, que guardaba en una de las botellas de agua vacías, y comiendo un poco de pasta dentífrica”, añadió.

Nadie conoce a ciencia cierta la nacionalidad del buque militar ni del helicóptero avistados por los náufragos. Pero, a partir de sus testimonios, y de las observaciones de satélite, las organizaciones denunciantes –con la Federación Internacional de ligas de Derechos del Hombre (FIDH) a la cabeza– creen que el navío más cercano a la patera, a unos 44 kilómetros, era la fragata española Méndez Núñez. El portaaviones francés Charles de Gaulle, según sus cálculos, tampoco debía andar muy lejos...

"Se trata de un crimen de guerra, sin ninguna duda”, aseguró el abogado español Gonzalo Boye, que representa a los supervivientes en España. Ayer mismo formalizó la presentación de una querella criminal ante la Audiencia Nacional contra las autoridades militares españolas. Sus colegas franceses han presentado por su parte una demanda con constitución de parte civil, después de que una primera denuncia fuera archivada en el 2012 por la fiscalía. Una demanda similar está ya presentada en Italia y otra lo será pronto en Bélgica.

Asilado en Holanda, donde se ha casado y tenido un hijo, Abu Kurke aspira a que la acción de la justicia pueda evitar una nueva tragedia. Lo que ningún tribunal podrá impedir, sin embargo, es que el horror le siga asaltando cada noche en sus sueños.



martes, 18 de junio de 2013

La ultraderecha se impone por segunda vez al PS

La primera vez pudo parecer un exabrupto aislado. La segunda, ya no. Por dos veces en los últimos tres meses, el Partido Socialista (PS) francés ha sido derrotado por el ultraderechista Frente Nacional (FN) en unas elecciones parciales a la Asamblea Nacional. El 17 de marzo, en la segunda circunscripción del Oise, la candidata socialista quedó cinco puntos por detrás de su rival frontista (21% a 26% de los votos) y quedó eliminada en la primera vuelta. El domingo pasado, la historia se repitió en la tercera circunscripción de Lot-et-Garonne: un joven candidato del FN, de 23 años, descalificó a su vez en la primera vuelta al aspirante del PS, al que venció por 26% a 23,7% de los votos.

Los socialistas han recibido con inquietud esta nueva bofetada, una inquietud creciente pues el PS lleva ya cinco elecciones parciales consecutivas perdidas –con lo que su número de diputados ha bajado otro tanto, hasta 292–. Pero oficialmente se ha querido atribuir el resultado del domingo al desgaste del escándalo provocado por el exministro del Presupuesto Jérôme Cahuzac –obligado a dimitir por fraude fiscal–, toda vez que la elección fue en su antiguo feudo.

Sin embargo, hay una corriente de fondo. El descontento y el malestar causado por la crisis económica, el desengaño ante la acción del presidente François Hollande, el descrédito de la política, están alimentando el apoyo electoral al nuevo Frente Nacional de Marine Le Pen, que gana tanto más peso cuanto que crece también en paralelo la abstención. Los sondeos de las elecciones europeas del 2014 otorgan al FN una expectaiva de voto del 18% al 21%, empatado o por delante del PS.


Ataque xenófobo contra chinos

Seis estudiantes chinos, inscritos desde el pasado mes de marzo en un curso de enología en la zona vitivinícola de Burdeos, fueron víctimas la madrugada del sábado de una agresión xenófoba. Tres jóvenes, en estado de embriaguez, llamaron a la puerta del domicilio de los seis estudiantes, en el pueblo de Hostens, y provocaron un altercado. En un momento dado, los tres individuos entraron por la fuerza en la casa y golpearon a los estudiantes chinos. Una chica resultó seriamente herida en la cara con una botella de champán. Detenidos, el juez les ha imputado por violencia agravada en grupo, con arma y de “carácter xenófobo”. La embajada de China ha reclamado a París que garantice la seguridad de sus ciudadanos.









lunes, 17 de junio de 2013

La patria del mal humor

"Los franceses son italianos malhumorados”, dijo una vez el escritor Jean Cocteau, definiendo con provocadora lucidez uno de los rasgos más arraigados del carácter francés. El mal humor forma parte sustantiva de la identidad nacional, que –en este caso– encuentra su más perfeccionada expresión en el parisino, un ejemplar particularmente desabrido y hosco. Todo aquel que haya visitado alguna vez París como turista –y más aún quien haya residido en la ciudad– se ha encontrado con toda seguridad y en más de una ocasión con malas caras y peores maneras. La mala educación, la brusquedad, la agresividad, son moneda corriente.

“¿Se puede ser amable y francés al mismo tiempo?”. se preguntaba hace poco con ironía en la edición francesa de The Huffington Post el periodista Stanislas Kraland, que firmaba un artículo sobre la Jornada de la Gentileza que impulsa cada año, desde el 2009, la revista Psychologies Magazine. En el artículo, el filósofo Emmanuel Jaffelin –autor del libro "Elogio de la gentileza"– constataba la resistencia de los franceses a asumir este principio de comportamiento: “Es más difícil que en otros países. La culpa es de la Revolución francesa, que inscribió en nuestro ADN un igualitarismo radical. Pensamos que uno se rebaja al dar, cuando dando uno se engrandece”.

La amabilidad, la cordialidad, la fraternidad –tercer principio y el más olvidado de la divisa revolucionaria– tienen poca cabida en el carácter nacional. Probablemente fruto de su pesimismo legendario, el francés es un eterno descontento, un râleur, un gruñón que se queja todo el rato de todo, que expresa su disgusto ostensiblemente y avanza por la vida a empellones, sobre todo al volante.

Buena parte de los franceses, según un sondeo realizado por TNS Sofres en el 2010, ve la amabilidad con desconfianza: el 45% confiesa tener miedo de ser engañado o ser tomado por un imbécil si es más amable. La mayoría reserva asimismo la fraternidad para la familia (73%) y los amigos (63%), con lo que apenas quedan unas migas para los vecinos (36%) y ya no digamos para los desconocidos.

París, tan romántica y elegante, puede ser también una ciudad muy antipática. Situada entre las ciudades mejor valoradas del planeta, la percepción de la capital francesa cae sin embargo en picado cuando se trata de valorar la calidad de la acogida, hasta el punto de que el Ayuntamiento decidió en el 2007 organizar una jornada anual del turismo para convencer a los parisinos de la conveniencia de ser amables con los visitantes... Especialmente los taxistas y los camareros, que parecen seguir a rajatabla lo que Marion Cotillard espetaba en broma a Russell Crowe en la película "Un buen año": “No lo olvide, estamos en Francia, aquí el cliente nunca tiene razón”.

De entre todos los visitantes extranjeros, quienes peor soportan este trato son los japoneses. Herederos de una cultura donde la cortesía es un valor fundamental, muchos japoneses sufren un shock al tratar con los franceses y algunos incluso deben ser repatriados. El cuadro clínico del que son víctimas fue bautizado por el psiquiatra Hiroaki Ota, del hospital Sainte-Anne de la capital francesa, como Síndrome de París.

“El francés es un protestón, un descontento, un crítico insatisfecho, un oponente”, escribía Josep Plan en los años veinte, cuando fue enviado por el diario La Publicitat como corresponsal a París. El escritor ampurdanés, con su afilada agudeza, describía de este modo el trato con los parisinos: “La fraternización es escasa. Todo puede endurecerse. La cortesía es fría y externa, de un rígido mantenimiento de las distancias y las jerarquías”. Casi un siglo después, sigue siendo así.


viernes, 14 de junio de 2013

Catalunya, en la órbita de Francia

“Necesitamos un código europeo, un tribunal de casación europeo, una misma moneda, los mismos pesos y medidas, las mismas leyes; tengo que hacer de todos los pueblos de Europa el mismo pueblo, y de París, la capital del mundo”. Eufórico en vísperas de la campaña de Rusia, que le conduciría definitivamente al desastre, Napoleón expresaba con estas palabras al esquinado Fouché la dimensión de su desmesurada ambición.

Corría el año 1812 y casi toda Europa estaba bajo las botas francesas. Persuadido de pasar a la historia como el liberador de los pueblos europeos, sometidos al oscurantismo por las rancias monarquías del antiguo régimen, adalid de la igualdad de derechos entre todos los hombres –valor de la Revolución francesa que exportó con su Código civil-, el emperador era percibido en realidad por toda Europa como un opresor (¿no fue apodado el ogro?), un tirano que había hecho de la conquista su razón de ser y de la fuerza de las armas, su único argumento. En el cénit de su poder, el Águila no supo ver en el levantamiento del pueblo español en 1808 –inicio de su declive militar-, o en las revueltas populares de Calabria (1806) y del Tirol (1809), a las que seguiría la sublevación de los alemanes en 1813, los signos de una dramática fractura entre sus ensoñaciones megalomaníacas y la realidad.

¿Tenía Napoleón una visión de Europa? ¿un proyecto para el continente? Más allá de la magnificencia de sus proclamas, no parece tan claro. “Napoleón no tenía una visión, sino visiones, actuaba aprovechando las oportunidades que le iban saliendo al paso”. Así lo juzga Emilie Robbe, comisaria de la exposición “Napoleón y Europa” que puede verse –hasta el 14 de julio- en el Museo del Ejército, en París. Junto a curiosas piezas de museo, como el bicornio que el emperador llevó en la batalla de Eylau o la casaca que vestía el almirante Nelson cuando fue herido de muerte en la batalla de Trafalgar, acaso lo más interesante de la exposición sean los mapas… Los mapas de una Europa torturada.

La Europa napoleónica asemeja de entrada un puzzle, hecho de territorios anexionados por Francia e incorporados al imperio, reinos vasallos –formalmente independientes, pero con soberanos pertenecientes a la familia o al círculo de amistades del emperador- y construcciones políticas –como la Confederación del Rhin- concebidas con un fin estratégico, en este caso impedir la unificación de Alemania bajo la égida de Prusia. No hay en este puzzle un diseño previo, sino una suma de iniciativas aisladas, en función del cambiante juego de las alianzas y de las coyunturales internacionales. Pero si se observa en su conjunto, el contorno guarda grandes similitudes con el imperio de Carlomagno…

El año 1812 marca el máximo apogeo del imperio de Napoleón, en el que acabaría integrando lo que hoy constituye el territorio de Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos, así como una parte de Alemania, de Suiza y de Italia. La última anexión se produjo el 26 de enero de ese año: un decreto del emperador desgajó a Catalunya de España y la incorporó a Francia, dividiéndola en cuatro departamentos: Montserrat (Barcelona), Ter (Girona), Segre (Lleida) y Bouches de l’Èbre (Tarragona). Naturalmente, el entonces rey de España, José I –su hermano, impuesto en el trono por deseo de Napoleón-, no encontró nada que objetar. Dos años permaneció Catalunya como provincia francesa, hasta la definitiva retirada de las tropas napoleónicas, el 28 de mayo de 1814, en lo que puede verse como una reedición de la Marca Hispánica (conocida en Francia como “Marche d’Espagne”) creada en el siglo IX por Carlomagno -que sometió a los condados catalanes a la corona francesa- como tapón militar frente a los árabes que dominaban la Península Ibérica.

Paradojas de la política, algunas de las fuerzas que impulsan actualmente el proceso de independencia de Catalunya parecen determinadas a reavivar la vieja querencia francesa por los antiguos condados catalanes del sur con el fin de atraerse una benevolente neutralidad –si no la complicidad- de París en el proceso de secesión de España. ¿Cómo? Ofreciendo situar a la futura Catalunya independiente como un satélite de Francia y asegurando que nadie planteará ninguna reivindicación sobre la Catalunya Nord (apelación, por cierto, espontáneamente asumida por las autoridades francesas del Rosselló). CiU quiere allanar el camino, como explicó Enric Juliana en este diario, reduciendo el rango de la delegación de la Generalitat en Perpinyà y abandonando toda veleidad política en el norte, un gesto que busca enterrar el espantajo de los Països Catalans.

La posición catalana la expresó con encomiable claridad la delegada del Govern de la Generalitat en París, Maryse Olivé, en la clausura del coloquio sobre “Catalunya y el derecho a decidir” celebrado el 7 de junio en Sciences Po. Tras admitir que Francia observa con “aprensión” el proceso de independencia catalán, entre otras cosas por el riesgo de “contagio” para otros territorios (citó Córcega y las posesiones francesas de Ultramar), la delegada descartó implícitamente todo cambio de estatus de los territorios catalanes del norte al afirmar que, en caso de independencia, “Francia y Catalunya tendrían una frontera común y una lengua compartida”, lo cual sólo es posible naturalmente si Perpinyà se queda donde está… Su principal argumento, sin embargo, fue otro. Olivé puso en la balanza el juego de fidelidades: “Francia tiene grandes intereses en Catalunya que no pueden sino reforzarse con la independencia”, prosiguió la delegada, quien a continuación sugirió que “una Catalunya independiente podría entrar en el área de influencia francesa y sería políticamente sensible a las posiciones francesas en la Unión Europea”…

Así pues, la independencia ¿sería al precio de cambiar de tutor en Europa? Si el Timbaler del Bruc hubiera existido alguna vez, hoy se estaría revolviendo en su tumba.




jueves, 13 de junio de 2013

Caso Tapie, estafa en "banda organizada"

Después de cuarenta y ocho horas detenido para ser interrogado por su papel en el caso Tapie –detención que acabó en el hospital debido a la fatiga–, el presidente de la empresa francesa de telecomunicaciones Orange (ex France Télécom), Stéphane Richard, fue imputado por los jueces por un presunto delito de “estafa en banda organizada”. La justicia francesa sospecha que la decisión política de resolver a través de un arbitraje privado –y no por la vía judicial ordinaria– el histórico litigio entre el Estado y Bernard Tapie por la venta de la empresa Adidas en los años noventa escondía un trato de favor hacia el empresario, que se embolsó una indemnización de 403 millones de euros. Stéphane Richard era, en el momento en que se tomó esta decisión –en 2007– director de gabinete de la ministra de Economía, Christine Lagarde, actual directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), que guarda por ahora en este caso la condición de “testigo asistido”.

Stéphane Richard es la segunda persona imputada, después de uno de los tres miembros del tribunal arbitral, Pierre Estoup, sospechoso de haber actuado de forma parcial en este asunto –debido a sus conexiones con el abogado de Bernard Tapie– e inculpado por el mismo delito.

Los cargos contra Estoup y contra Richard, en particular la calificación de “en banda organizada”, hace presagiar nuevos procesamientos en la órbita del Gobierno de la época. Al final del camino está el ex presidente Nicolas Sarkozy, cuya aquiescencia –por lo menos– fue necesaria para decidir la vía del arbitraje y aceptar después el fallo del tribunal arbitral, aún cuando los servicios técnicos del Ministerio de Economía aconsejaban presentar un recurso. Sarkozy y Tapie se reunieron hasta en 18 ocasiones entre los años 2007 y 2010, según han revelado las agendas del ex presidente.

Stéphane Richard conoce bien el caso porque ya era director del gabinete del ministro de Economía cuando el puesto lo ocupaba Jean-Louis Borloo –amigo y abogado durante años de Bernard Tapie–, bajo cuyo mandato al parecer empezó a hablarse del arbitraje, y lo siguió siendo cuando éste fue sustituido por Lagarde. El actual presidente de Orange había afirmado repetidas veces que nunca había recibido ninguna orden, ni siquiera presiones, del Elíseo en este asunto. Sin embargo, en unas declaraciones a Le Canard Enchaîné afirmó haber recibido una “instrucción” del entonces secretario general del Elíseo, Claude Guéant, en una reunión en el año 2007.

El futuro de Richard al frente de Orange está en el alero, por más que su intención es continuar y hoy mismo regresará a su despacho. El gabinete del primer ministro, Jean-Marc Ayrault, señaló al respecto que próximamente habrá una reunión del consejo de administración del grupo –del que el Estado, con un 27%, es el principal accionista– para abordar la cuestión.


miércoles, 12 de junio de 2013

Cerco a Guéant, ex mano derecha de Sarkozy

Durante una década, en el Ministerio del Interior primero y en el Elíseo después, Claude Guéant, de 68 años, fue la mano derecha del ex presidente francés Nicolas Sarkozy antes de devenir él mismo ministro del Interior al final de la pasada legislatura. Hombre en la sombra –aunque progresivamente visible–, más poderoso que el primer ministro, todos los asuntos delicados del Estado pasaban por sus manos. Ahora, algunas de las prácticas de aquellos años han empezado a pasarle factura y la justicia va cerrando el cerco en torno suyo. Rodeado por varios escándalos, detrás de Guéant podría ser el propio Sarkozy el finalmente alcanzado.

La última revelación ha venido de su sucesor en la plaza Beavau, Manuel Valls, quien ha hecho público un informe realizado a petición suya por las inspecciones generales de la Administración y de la Policía Nacional según el cual Claude Guéant percibió, entre el 2002 y el 2004 –mientras fue el director de gabinete de Sarkozy en el Ministerio del Interior–, una prima de 10.000 euros mensuales a cuenta de los fondos reservados de la policía. Ya fuera para él todo el dinero o para repartir con dos o tres de sus colaboradores –como ayer apuntaba de Le Figaro-, el pago de estas primas era ilegal, pues habían sido prohibidas en la etapa de Lionel Jospin, y darían pie a abrir un expediente por fraude fiscal.

Algunos dirigentes de la derecha, ente ellos el exprimer ministro de la época, Jean-Pierre Raffarin, expresaron su sorpresa por la subsistencia de esta práctica. Y dos sindicatos policiales, FO-central y SNCI-Snop, pidieron a Guéant que devuelva el dinero.

La pista sobre la existencia de estas primas ilegales la había dado el propio Guéant para intentar justificar –con unas explicaciones hasrto confusas– los movimientos de dinero en sus cuentas bancarias, puestos al descubierto durante un registro judicial de su domicilio llevado a cabo el pasado mes de febrero. La policía, por orden de la fiscalía, buscaba indicios sobre la presunta financiación irregular de la campaña de Nicolas Sarkozy en el 2007 con dinero procedente del entonces líder libio Muamar el Gadafi.

Los investigadores descubrieron un ingreso de 500.000 euros procedente de Malasia en una cuenta bancaria de Guéant y otro ingreso sospechoso de 25.000 euros procedente de Jordania, así como diversas facturas por valor de más de 20.000 euros pagadas en efectivo. El exministro del Interior atribuyó el primer ingreso a la venta de dos cuadros de su propiedad de un pintor flamenco del siglo XVII –Andries Van Eertvelt, que los expertos consideran mucho más barato– a un abogado malayo, y justificó su elevado poder adquisitivo por el cobro de las citadas primas...

Al margen de los problemas que pueda tener con el fisco por la no declaración de las primas –Valls ha enviado el informe a la justicia–, Guéant está pues en el centro de la investigación judicial sobre la supuesta conexión libia de Sarkozy, abierta después de que un conocido intermediario en operaciones de compra-venta de armas, Ziad Takieddine –con estrechas relaciones en el principal partido de la derecha–, asegurara que el régimen de Gadafi financió la campaña electoral del 2007. Guéant, que en su época de secretario general del Elíseo tuvo un papel primordial en la liberación de las enfermeras búlgaras retenidas en Libia, tenía mucha relación con el entonces director de gabinete de Gadafi y presidente de un fondo de inversión libio, Bachir Saleh.

Guéant también figura en la investigación sobre el caso Bernard Tapie, por su eventual papel en la decisión de resolver el litigio con el empresario por la venta de Adidas en los años noventa a través de un tribunal arbitral, en lo que pudo constituir un presunto trato de favor. Stéphane Richard, presidente de Orange y ex director de gabinete de la entonces ministra de Economía, Christine Lagarde, llevaba ayer más de veinticuatro horas siendo interrogado por este asunto.




lunes, 10 de junio de 2013

Librerías bajo el paraguas del Estado

Cuando en 1997 la célebre librería parisina Le Divan –adquirida por la editorial Gallimard a mediados de los sesenta– decidió mudarse en busca de más espacio y cedió su local de la rue de l'Abbaye, frente a la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, a una selecta tienda de Dior, muchos vieron en ello un mal presagio. Las viejas librerías parecían amenazadas de un ineludible desahucio por las pujantes y poderosas marcas de moda y lujo, las únicas aparentemente capaces de pagar los elevados alquileres de los barrios más encopetados de París. Y sin embargo… quince años más tarde, en mayo del 2012, Dior abandonó su privilegiado emplazamiento y una nueva librería –La Hune, propiedad de Flammarion, que se trasladó desde su antigua sede del cercano boulevard Saint-Germain– ocupó su lugar. Todo un símbolo de la capacidad de resistencia de un sector que en Francia sobrevive apadrinado por el Estado.

Por mucho que les guste a los franceses –que les gusta, y mucho– alardear de la “excepción francesa” en todos los terrenos, especialmente el cultural, lo cierto es que París, como cualquier otra gran ciudad del mundo, sufre la misma presión que las demás con la implantación de las grandes franquicias multinacionales y la amenaza de pérdida de establecimientos comerciales históricos y emblemáticos. La evolución de los Campos Elíseos, donde las grandes enseñas de marcas de ropa van ganando terreno y banalizando su imagen, es un claro exponente de este proceso.

Frente a esto, los ayuntamientos tienen pocos recursos. La ley les permite delimitar áreas de protección para garantizar la diversificación comercial y les otorga el derecho de tanteo y retracto, para evitar determinados traspasos. Sin embargo, la complejidad del proceso hace que se utilice poco. El reciente cierre de un tradicional local de la plaza del Tertre, en Montmartre, Au Pichet du Tertre, y su probable sustitución por una cafetería Starbucks, que levantó una protesta en el barrio, muestra los límites de esta protección.

Las librerías tradicionales, que en París constituyen elementos centrales del paisaje urbano, están especialmente expuestas. Sin embargo, las diversas líneas de ayuda que canaliza el Estado para salvaguardar un sector considerado estratégico ha hecho que muchas de ellas se hayan salvado.

Con una red de más de 2.500 establecimientos, que dan empleo a entre 13.000 y 14.000 personas, las librerías independientes se mantienen en Francia como la columna vertebral del sector editorial. El 41% de las ventas de libros –un total de 450,6 millones de ejemplares en el 2011– sigue pasando por sus manos y los libreros de barrio –algunos, reconvertidos incluso en estrellas televisivas– siguen siendo una institución sólidamente arraigada y algunos éxitos editoriales son directamente atribuibles a su labor. Si las librerías han resistido y siguen resistiendo pese a las dificultades, es gracias en gran medida a la ayuda pública y a un marco legal –como la ley del precio único del libro, aprobada en 1981 a iniciativa del entonces ministro de Cultura, Jack Lang– que limita la competencia de las grandes enseñas y superficies comerciales.
Ninguna de las ayudas y subvenciones previstas para las librerías, por tomar el sector emblemático más protegido, va dirigida directamente a garantizar su emplazamiento histórico, sino al mantenimiento de la actividad. Pero esto parece haber bastado hasta hoy para salvar muchas de ellas.

El Estado francés, a través del Centro Nacional del Libro, ofrece a los libreros varias líneas de ayuda, empezando por préstamos sin interés para abrir, relanzar o retomar una librería independiente, y subvenciones directas adicionales con el fin de constituir o reconstituir un stock de libros. También hay ayudas para crear sitios web colectivos, catálogos, etc.

La situación actual, sin embargo, caracterizada por una mayor competencia de las grandes cadenas comerciales –tipo FNAC– y de la venta de libros a través de internet –fundamentalmente de la multinacional Amazon, acusada por el Sindicato de Librerías de “competencia desleal” por acumular el máximo descuento legal del 5% con la gratuidad de los gastos de envío–, ha conducido al Gobierno a preparar una suerte de plan Marshal para las librerías. La ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, fue la encargada de anunciar la buena nueva durante la celebración de los segundos Encuentros Nacionales de la Librería, los pasados 2 y 3 de junio en Burdeos, con la participación de 750 profesionales del sector.

Una primera parte del plan ya había sido desvelada durante el Salón del Libro, el pasado mes de marzo, y el resto se acabó de presentar en Burdeos. Básicamente, las medidas consisten en la creación de un fondo especial de ayuda a la tesorería de las librerías –con préstamos sin interés– dotado con cinco millones de euros, y de un fondo de ayuda a la transmisión (cuatro millones más), además de un aumento de otros dos millones de las ayudas del Centro Nacional del Libro. Los editores aportarán a su vez siete millones para un fondo complementario. A otro nivel, el Ministerio nombrará un Mediador para velar por el cumplimiento de las normas que regulan el sector –especialmente en internet– y se plantea adoptar nuevas medidas legislativas contra el “dumping” de las grandes multinacionales.


Vivir, morir, nacer

Algunas librerías, por su historia e influencia, han acabado convirtiéndose en una referencia, en un icono.

LA HUNE. Instalada inicialmente en el bulevard Saint-Germain, entre los célebres cafés Flore y Les Deux Magots, esta librería-galería fue lugar de cita predilecto de los surrealistas. Hoy ha rescatado el local de Dior en la rue de l’Abbaye.

DEL DUCA. Reverso de la moneda de La Hune, la librería fundada por Cino del Duca en 1952 en al bulevard de los Italianos, cerró e pasado noviembre debido a sus dificultades económicas.

LA GRIFFE NOIRE. Abierta en Saint-Maur-des-Fossés (al sudeste de París) en 1987, uno de sus fundadores, Gérad Collard, fue el primer librero en aparecer regularmente en televisión para dar consejos avisados sobre las novedades editoriales.





domingo, 9 de junio de 2013

Acoso a los ultras

Las Juventudes Nacionalistas Revolucionarias (JNR), el grupo de extrema derecha algunos de cuyos miembros están implicados en la muerte de un joven estudiante antifascista en París, tiene los días contados como organización. El primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, pidió ayer al ministro del Interior, Manuel Valls, que inicie el procedimiento para la disolución de esta organización y estudie la posibilidad de hacer lo mismo con otros grupúsculos de inspiración neofascista y neonazi que predican el odio racial, el antisemitismo, la xenofobia y la homofobia. El Gobierno pretende aplicar un artículo del Código de Seguridad Interior que procede de una ley de la III República, del 10 de enero de 1936, aprobada contra las ligas de extrema derecha que pretendían dar un golpe de fuerza para derribar el régimen democrático.

La disolución de las JNR difícilmente podrá derivar, sin embargo, de la muerte del estudiante Clément Méric, de 19 años. Militante de la organización Acción Antifascista, el joven falleció el jueves a resultas de las heridas recibidas durante una pelea que enfrentó el miércoles en las proximidades de la Gare de Saint-Lazare a un grupo de ultras y otro de militantes izquierdistas, que se encontraron –según ha confirmado la investigación– de manera fortuita. La fiscalía confirmó además que el altercado fue provocado por Méric y sus compañeros. El líder y fundador de las JNR, Serge Ayoub, negó asimismo que su organización esté implicada como tal en el suceso.

Según una información del canal de radio France Info, los servicios de información habrían reunido, sin embargo, elementos que indicarían que las JNR habían iniciado el proceso de constitución de un “grupo de combate”. Fundadas en 1987, las Juventudes han acabado convirtiéndose en una suerte de servicio de orden del movimiento de extrema derecha Tercera Vía, cuyo discurso y cuyos símbolos –incluido un guerrero romano– han sido tomados prestados del fascismo italiano. Los miembros de las JNR, entre una veintena y una treintena según la policía, van integralmente de negro y vestidos con una indumentaria de tipo paramilitar.

El sociólogo Gaël Brustier, especialista en este tipo de movimientos, explicó ayer en una entrevista televisiva que las JNR “constituyen la franja más radical de la extrema derecha” francesa. “Son muy pocos, pero muy activos”, añadió Brustier.

Mientras tanto, a la vista de las pruebas reunidas hasta el momento, la fiscalía de París ordenó ayer la apertura de una información judicial por “homicidio voluntario”. Así lo confirmó el fiscal jefe, François Molins, para quien no hay apenas ninguna duda de que en la agresión contra Clément Méric hubo “intención de matar”. El joven murió, según ha confirmado la autopsia, a causa de los fuertes golpes recibidos en la cara, está por determinar todavía si con la ayuda de un “puño americano. El fiscal señaló que se habían encontrado dos artilugios de este tipo –considerados por la ley como un arma blanca– en el domicilio del principal sospechoso, Esteban M., de 20 años, un skinhead de origen español –nacido en Cádiz– pero de nacionalidad francesa. El fiscal ha ordenado su encarcelamiento preventivo por “homicidio voluntario”. Otros tres lo han sido por el cargo de violencia en grupo.


sábado, 8 de junio de 2013

¿Quién empezó primero?


El presunto autor del golpe que acabó con la vida del joven estudiante de Sciences Po Clément Méric, de 19 años, muerto el jueves tras una pelea en una calle de París con un grupo de cabezas rapadas de extrema derecha, es de origen español. Así lo han confirmado fuentes policiales, según las cuales el sospechoso, Esteban M., nació hace 20 años en Cádiz, aunque tiene la nacionalidad francesa. El joven, quien ha reconocido haber dado el golpe que tumbó al suelo a la víctima –donde se golpeó la cabeza con un pilón de hierro–, ha alegado que actuó en defensa propia y que nunca tuvo intención de matar.

La autopsia realizada ayer al cadáver de Clément Méric ha aclarado que la causa de la muerte no fue, en contra de lo que parecía, el golpe que se dió en la cabeza al caer, sino uno o varios puñetazos que recibió en la cara. La policía trata de establecer si, como dicen algunos testigos, sus agresores –un segundo joven ha confesado haber golpeado también a la víctima– utilizaron “puños americanos”, un artilugio metálico ofensivo legalmente considerado como un arma blanca y que en Francia está prohibido. Todo ello podría llevar a calificar la muerte del joven estudiante como un “homicidio voluntario”.

Esteban M. fue detenido el mismo jueves, junto a otras tres personas, en un barrio de la población de Saint-Ouen, en la periferia norte de París, y posteriormente tres jóvenes más se presentaron voluntariamente a la policía. Ayer mismo lo hizo un octavo. Al cierre de esta edición, tres de ellos habían sido puestos en libertad.
Varios de los detenidos tienen vinculación con el grupo neonazi Tercera Vía y con su brazo armado, las Juventudes Nacionalistas Revolucionarias (JNR), según fuentes de la investigación. Sin embargo, el líder de esta organización, Serge Ayoub, que ayer tarde declaró como testigo en la comisaría, negó que los implicados en el suceso pertenezcan a su grupo.

Poco a poco, los investigadores han ido reconstituyendo la película de los hechos. Parece confirmado que Clément Méric, militante del grupo de extrema izquierda Acción Antifascista, acudió la tarde del miércoles junto con dos camaradas a un apartamento del barrio de la Gare de Saint-Lazare, en París, para una venta privada de ropa de marca, donde coincidieron fortuitamente con otros tres jóvenes skinheads. Los insultos mutuos empezaron allí.

¿Quién empezó? Si hasta ahora se había dado por supuesto que habían sido los ultras, la investigación parece demostrar más bien lo contrario. Segun varios testigos presenciales, entre ellos uno de los vigilantes del establecimiento, fueron los activistas de izquierda –pertenecientes a un grupo conocido también por buscar la confrontación física con los fachos– quienes empezaron a provocar a sus oponentes. El vigilante habría asegurado, según Le Point, que uno de los miembros del grupo de la víctima estaba muy exaltado e incitaba a sus compañeros a la pelea, mientras que los skinheads habían buscado evitar el enfrentamiento y marcharse discretamente. El diario Libération cita otro testigo que señala al propio Clément Méric como el provocador... En todo caso, todos se encontraron en la calle –los ultras pidieron refuerzos– y perpetraron lo irreparable.


Valls anuncia “disoluciones”

El ministro francés del Interior, Manuel Valls, aseguró ayer en una entrevista radiofónica que algunos grupúsculos violentos de extrema derecha serán “sin duda disueltos”. Sin dar más pistas sobre sus intenciones, el ministro añadió, con todo, que el proceso no será inmediato, sino que se hará con “un poco de tiempo, mucha determinación, y también con método y respeto de los procedimientos”. Manuel Valls deploró el resurgimiento con fuerza de “ideas nauseabundas que nos recuerdan las peores horas de nuestra historia” e insistió en que combatirá con decisión a los grupos que defienden ideas “racistas, antisemitas y homófobas”.