Colocado por el voto popular en la situación de aspirante, Nicolas Sarkozy se lanzó desde ayer mismo a buscar el cuerpo a cuerpo con el socialista François Hollande, persuadido de que en la confrontación directa, cara a cara, tiene todas las de ganar. Con este fin, el presidente francés –que en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebrada el domingo quedó segundo con el 27,2% de los votos– reiteró ayer su demanda de celebrar tres debates televisados con su rival en los quince días que quedan para la celebración de la segunda vuelta el 6 de mayo, en contra de la tradición de celebrar sólo uno.
Cada vez más agresivo, Sarkozy presentó implícitamente al candidato socialista como un cobarde o un hipócrita, en un intento de forzarle a aceptar estos tres duelos. “François Hollande huye del debate”, dijo el presidente, quien recordó que en las primarias socialistas –“entre camaradas”– su oponente aceptó sin problemas tres debates. “Ahora se trata de debatir ante los franceses, proyecto contra proyecto, personalidad contra personalidad, experiencia contra experiencia”, añadió en tono desabrido.
Ni las invectivas del jefe del Estado ni el coro de acusaciones que –como un eco– salió de las filas del partido gubernamental, la UMP, hicieron mella en François Hollande, quien se mantuvo firme en su negativa a aceptar la demanda de Sarkozy. “¿Por qué tres debates? ¡Por qué no cuatro, o cinco! Como está en mala situación, ahora quiere cambiar las reglas... Es como un mal alumno que ha sacado mala nota y pretende una nueva oportunidad”, respondió. Varias veces a lo largo de la jornada repitió su negativa.
Tanto Nicolas Sarkozy como François Hollande, sin darse descanso, se lanzaron de nuevo a la carretera en busca de amarrar el máximo de votos cara a la confrontación del 6 de mayo. El presidente francés protagonizó un mitin en Saint-Cyr-sur-Loire (Indre-et-Loire), mientras que el candidato socialista hizo doblete en Quimper y Lorient (Bretaña)
Sarkozy, combativo y radical, pronunció un largo discurso casi exclusivamente dirigido a los votantes del Frente Nacional, una parte de los cuales le apoyaron en 2007 y que le son vitales para mantener alguna esperanza de poder ganar las elecciones el día 6. “Quiero dirigirme a los franceses que no pueden más”, afirmó el presidente francés, quien aseguró haberles “escuchado” y haber “comprendido” el “sufrimiento” que expresaba su voto.
Nada realmente nuevo hubo en su discurso, si no es el acento que puso en los temas que preocupan al electorado de la extrema derecha, procedente sobre todo de las clases populares, y que el propio Sarkozy había ya explotado durante la campaña de la primera vuelta: la nación, las fronteras, el trabajo, la protección, la inmigración, Europa –tomada de nuevo como punching-ball... Lo novedoso fue el tono y, sobre todo, la dureza de los ataques contra los socialistas a quienes acusó de “vender a los obreros” del sector nuclear, de querer “dar el derecho de voto a los extranjeros” y de pretender “una regularización masiva de simpapeles”. Sarkozy sacó incluso a relucir el caso del ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), descabalgado de la carrera presidencial tras ser acusado de violación: “No aceptaré ninguna lección de moral, especialmente de quienes querían a Dominique Strauss-Kahn como presidente”, tronó.
Sarkozy necesita imperativamente el apoyo de los electores del FN, que el domingo se alzó con el 17,9% de los votos. Según el politólogo Pascal Perrineau, el presidente necesitaría un trasvase de votos frentistas del 80%, cuando los sondeos le vaticinan menos del 50%. Por otro lado, más se escora a la derecha, más votos centristas y moderados pierde. Ayer, un grupo de 45 cargos electos del Movimiento Demócrata llamaron a votar a Hollande. Pero no todo es unanimidad: un grupo de senadores centristas se inclinó por Sarkozy.
Hollande, confirmado como favorito con el 28,6% de los votos, también manifestó su disposición –actitud poco habitual en la izquierda– a “escuchar” a quienes han votado al FN por un sentimiento de “cólera”. Su tono fue, sin embargo, muy diferente. El candidato socialista advirtió que no enfrentará a unos contra otros y que trabajará por la unidad de los franceses.
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