Reforzada por el resultado obtenido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas –el mejor jamás alcanzado por el Frente Nacional (FN)–, Marine Le Pen reunió ayer mismo a su equipo para empezar a preparar ya su segundo asalto. Su objetivo inmediato es aprovechar el impulso recibido el domingo, cuando los electores situaron al FN como la tercera fuerza política francesa –con cerca de seis millones y medio de votos, el 17,9%, según los datos definitivos– para intentar entrar en el Parlamento en las elecciones del próximo mes de junio. “Nuestro objetivo son ahora las legislativas, la tercera vuelta”, dijo gráficamente Marine Le Pen a su llegada a la sede del partido en Nanterre, en la periferia oeste de París.
El éxito de la extrema derecha en la primera vuelta del domingo es incontestable. Marine Le Pen, al frente del FN desde hace poco más de un año, ha conseguido en este tiempo lavarle la cara al viejo partido fundado por su padre –del que ha renovado el discurso, introduciendo una dimensión social y republicana– y ha logrado recuperar el terreno perdido a partir de las elecciones presidenciales de 2007, cuando Nicolas Sarkozy mordió en su base electoral y la redujo a un 10,4%. Las elecciones legislativas posteriores acabaron de hundir al FN hasta dejarlo en un escuálido 4,3%.
Marine le Pen, ayudada por la crisis y por el descrédito de Sarkozy entre el electorado obrero y popular –del que se alimenta el FN–, ha conseguido en 2012 llevar de nuevo al Frente Nacional a sus mejores momentos. Pero, en contra de lo que pudiera parecer a primera vista, está lejos de haber roto su techo histórico. Ha crecido, pero no se ha salido de su cauce. No por el momento. El 17,9% logrado por Marine Le Pen el domingo es equivalente –incluso un poco por debajo– al obtenido conjuntamente por su padre, Jean-Marie Le Pen, en la primera vuelta del 2002 (16,9%) y por el candidato disidente del FN Bruno Mégret (2,3%). Y casi idéntico al que el patriarca obtuvo en la segunda vuelta (17,8%) tras eliminar al entonces primer ministro, el socialista Lionel Jospin.
El voto de extrema derecha, por tanto, sigue encuadrado en la que, según el politólogo Gerard Grunberg, constituye su “base electoral estructural”: entre el 15% y el 20%. Las ovejas decarriadas que hace cinco años votaron a Sarkozy han regresado al redil.
La recuperación del FN no ha llegado en un día. En las elecciones regionales de 2010 había vuelto ya al 11,4% y en las cantonales del 2011 se aupó hasta el 15,2%. A lo largo del año pasado, los estudios de opinión empezaron a detectar de forma regular la subida de la espuma frentista, hasta el punto de que a principios de este año algunos sondeos le concedían una intención de voto en las presidenciales del 20%... Si sorpresa –relativa– hubo el domingo fue porque algunas de las últimas encuestas habían aventurado la posibilidad de que Le Pen fuera sobrepasada por el candidato del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon. No fue así, y el líder de la izquierda radical –con el 11,1%– se quedó al final más de seis puntos por detrás.
El triunfo de Marine Le Pen del domingo fue especialmente acusado en sus feudos habituales: las zonas obreras del norte y el este del país, y el sur (en la región de Languedoc-Roussillon). En un departamento, el del Gard –con el 25,5% de los votos– la líder del FN acabó en cabeza, y en otros siete quedó en segundo lugar, bien por delante de Sarkozy, bien por delante del candidato socialista, François Hollande, con más del 20% de los votos: Aisne (26,3%), Aude (23,2%), Córcega del Sur (25,7%), Haute-Marne (25,2%), Meuse (25,8%), Pas de Calais (25,5%) y Vaucluse (27%), donde logró su mejor resultado.
Más allá de las implicaciones políticas que esta penetración electoral podría tener a largo plazo, puede tener también una traducción inmediata en las próximas elecciones legislativas del 10 y el 17 de junio. La dirección del Frente Nacional ha detectado –con los resultados del domingo en la mano– 353 circunscripciones en las que tendría opciones para pasar a la segunda vuelta, bien en duelos a dos, bien en confrontaciones triangulares, lo cual multiplicaría sus posibilidades de lograr algún diputado en la Asamblea Nacional.
Nada está asegurado, sin embargo. El sistema electoral mayoritario –que penaliza a los pequeños partidos– puede cerrarle todas o casi todas las puertas, como le ha sucedido hasta ahora (salvo el corto periodo en que François Mitterrand instauró el sistema proporcional y permitió en 1986 al FN obtener 35 escaños en el palacio Bourbon). Tal como está el sistema, al Frente Nacional podría pasarle lo mismo que al líder centrista François Bayrou, que después de haber obtenido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2007 el 18,6% de los votos, pinchó en las legislativas y tuvo que conformarse con sólo tres diputados entre 577. Una gota de agua en el océano.
La esperanza –y la estrategia– de Marine Le Pen pasa por una derrota de Nicolas Sarkozy en la segunda vuelta de las presidenciales, el próximo 6 de mayo, lo que a su juicio podría llevar a la Unión por un Movimiento Popular (UMP) a la descomposición, si no a la explosión, a causa de las guerras internas. Éste es el escenario querido y buscado por Marine Le Pen, que sueña con construir una “nueva derecha” articulada alrededor del FN y se imagina –ella misma lo dijo y con estas mismas palabras la noche del domingo– como la “única oposición” a una izquierda, necesariamente gobernante, a la que descalificó por “liberal y laxista”. A la líder del FN le interesa la victoria de Hollande, aunque no pueda confesarlo abiertamente.
Le Pen se ha reservado la última palabra para la tradicional concentración ultraderechista del 1 de Mayo en París (en homenaje a Juana de Arco), momento en que desvelará sus intenciones cara a la segunda vuelta. Tras haber desacreditado duramente a Sarkozy y Hollande por igual durante la campaña, y a la vista de la división de sus votantes, Marine Le Pen no puede –aunque quisiera– pedir el voto para uno de los dos contendientes.
Toda la incógnita, si merece tal nombre, es si dejará libertad de voto a sus seguidores, llamará a la abstención –como hizo el FN hace cinco años– o sugerirá el voto en blanco, como proponía ayer su padre. “El único problema –dijo riendo– es que por el momento el voto en blanco se contabiliza como nulo, cuando los nulos son los que salen elegidos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario