La reivindicación de la nación, la vigencia de las fronteras... Un discurso declaradamente nacionalista, que sin embargo no se admite como tal, se ha situado en el centro del debate electoral en Francia a menos de una semana para la crucial votación de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el domingo 6 de mayo, en la que el rumbo del país y de Europa entera están en juego.
En situación extremadamente delicada a la vista de los sondeos –que le vaticinan de forma unánime una clara derrota–, Nicolas Sarkozy parece decidido en este último tramo de campaña a jugar fuertemente la carta del orgullo nacional y el espíritu de resistencia e irredentismo de los franceses, fieramente hostiles a la mundialización, con la reivindicación de las fronteras, a la vez signo identitario y muralla de protección. Frente a la concepción del presidente francés, el candidato socialista, François Hollande –en situación de favorito–, opone un patriotismo abierto y europeísta que trascienda las fronteras.
Nicolas Sarkozy, en un mitin en el Parque de Exposiciones de Toulouse ante varios miles de personas –seguido en directo por alrededor de 60.000 simpatizantes en seis ciudades–, y François Hollande, ante una multitud de alrededor de 20.000 seguidores en el pabellón deportivo de Bercy, en París, abordaron cada uno desde una visión diferente la cuestión de la nación. Curiosamente, los dos partieron de una idéntica condena del nacionalismo –una ideología de la que se abomina en la mayor parte de Europa desde la Segunda Guerra Mundial–, para lo que utilizaron casi idénticas palabras. Las mismas que gustaba de repetir el ex presidente Jacques Chirac, del que ambos podrían considerarse –por razones bien diferentes– herederos políticos: “El patriotismo es el amor de lo propio, el nacionalismo es el odio de los otros”.
El elogio de la nación y la identidad nacional –francesa, por supuesto–, junto con la defensa de las fronteras como pilar de la nación, constituyeron el eje del discurso pronunciado por Sarkozy, que, necesitado de los votos de los 6,4 millones de electores del Frente Nacional, sigue moviéndose en el terreno donde acostumbra a jugar la extrema derecha.
El presidente francés llamó a sus conciudadanos a estar “orgullosos de ser francés” y a defender el “espíritu nacional”. “No hay que dejar que Francia se diluya en la mundialización”, exclamó Sarkozy, quien reivindicó la vigencia de las fronteras como baluarte para proteger la propia identidad. Fronteras geográficas “respetadas y defendidas” –contra la inmigración incontrolada, contra la competencia comercial desleal–, pero también “morales” y “culturales”. “Sin fronteras no hay nación, no hay Estado, no hay República. Sin fronteras no hay política ni libertad”, afirmó, mientras acusaba al “sistema mediático” de confundir “el sentimiento nacional, que es muy respetable, con el nacionalismo, que es una ideología profundamente peligrosa”. “Cuando se niega la importancia de la nación, se abre la puerta a la ley de las comunidades y de las tribus”, añadió.
Reiteradamente acusado de adoptar el lenguaje, e incluso las ideas, de la extrema derecha, Sarkozy se presentó nuevamente como víctima de los “estalinistas del siglo XXI”, a la vez que rechazaba “la izquierda insoportable que pretende dar lecciones”.
El candidato de la izquierda hablaba a esa misma hora en París. François Hollande rechazó el “nacionalismo y el soberanismo”, y opuso a los planteamientos de Sarkozy un “patriotismo” que trascienda la nación. “El patroitismo es servir una causa que es más grande que nosotros, es lo que nos pemite ir más allá de nosotros mismos, ir más allá de nuestras fronteras”, dijo el candidato socialista, quien añadió: “El patriotismo es amarse a sí mismo para amar a los otros, no tener miedo de nada, no temer nada en la competición mundial, en la Europa que se está construyendo”.
En un discurso que terminó con un bis –cual si fuera un cantante–, Hollande reprochó al presidente francés, al que en repetidas ocasiones designó como “el otro”, la forma en que está conduciendo la campaña electoral de la segunda vuelta, las “mentiras” a repetición que lanza para denigrarle y las posturas extremistas que está adoptando para intentar seducir a los votantes del Frente Nacional. Algo que, subrayó, él no está dispuesto a hacer. “Yo quiero reconquistar a los hombres y mujeres encolerizados que se abandonan, sí y cien veces sí; pero prometer y comprometerse, no, mil veces no”, afirmó el candidato socialista, quien añadió: “Yo quiero dirigirme a lo que hay de mejor en cada uno de nosotros, no a sentimientos mediocres”.
Hollande insistió varias veces en remarcar la diferencia de estilo con su adversario, advirtiendo que la forma de realizar una campaña prefigura la forma de gobernar una vez en la presidencia. “Yo quiero una presidencia digna y ejemplar”, afirmó el presidenciable socialista, quien llamó a sus seguidores a mantenerse en esta línea”. “Quiero que merezcamos la victoria. No quiero una victoria a cualquier precio”, dijo.
François Hollande quiere aprovechar el sesgo tomado por la campaña del presidente francés, fuertemente derechizada, para salir del cauce de la izquietrda y presntarse como un candidato aglutinador, capaz de reagrupar no sólo a su propio campo, sino también al centro político y a todos aquellos que defienden –frente a la extrema derecha– los valores republicanos. Ayer en Bercy, estaban presentes la candidata y la secretaria general de Los Verdes, Eva Joly y Cécile Duflot, y también el ex ministro chiraquista Jean-Jacques Aillagon.
Hollande y Sarkozy, que ayer mantuvieron un duelo a distancia, se enfrentarán en un debate cara a cara –el único– el miércoles por la noche en televisión.
España, para lo bueno y para lo malo
Sarkozy volvió a poner ayer el ejemplo de España para subrayar la situación en que se encuentra el país tras “siete años de gobierno socialista” por “no haber querido hacer ningún esfuerzo” . Hollande le reprochó que tras haber “elogiado” largamente a “su amigo Zapatero” lo utilice como referencia negativa.