La tregua electoral mantenida a duras penas en Francia a raíz de la tragedia de Toulouse ha terminado. La unidad mostrada por todas las fuerzas políticas francesas frente a la agresión terrorista ha saltado por los aires. Apenas unas horas después de que el joven yihadista Mohamed Merah –autor del asesinato de siete personas– cayera muerto abatido por la policía, las hostilidades entre los dos principales candidatos al Elíseo, Nicolas Sarkozy y François Hollande, se han reanudado con una rara agresividad. La política antiterrorista, excluida hasta ahora de la lucha política, se ha colocado en el centro de la confrontación electoral.
La maniobra del presidente francés al anunciar sobre la marcha el jueves una nueva batería de medidas para combatir el terrorismo islamista –que no podrá aprobar, puesto que el Parlamento está suspendido hasta las próximas elecciones– perseguía un doble objetivo. De entrada, ganarse a una traumatizada opinión pública haciendo gala de firmeza y determinación. Y a continuación, colocar a la izquierda entre la espada y la pared. Sarkozy sabía perfectamente, cuando realizó su anuncio, que el momento escogido –a la puerta de las elecciones– y el contenido de las medidas propuestas –particularmente la de castigar penalmente la consulta de sitios web yihadistas en internet, cuya validez jurídica ya es contestada– no podían ser aceptadas por los socialistas. Como así ha sucedido.
Nicolas Sarkozy se ha guardado por el momento de atacar frontalmente a su rival, el socialista François Hollande, en este terreno, interesado como está en prolongar todo lo posible su recuperada imagen presidencial por encima de la de candidato. “Las medidas que he anunciado serán las primeras que haré aprobar [tras las elecciones] si los franceses me otorgan su confianza”, dijo ayer durante una visita electoral a Valenciennes, donde añadió comedidamente: “Si hay consenso, ya se verá. En un asunto tan serio, no debe haber la menor sospecha de segunda intención”. Pero si el presidente jugó a la moderación, su guardia pretoriana en la UMP salió al ataque orquestadamente con inusitada violencia.
El ministro Thierry Mariani acusó, así, a los socialistas de ser unos “laxistas” y de “despreciar la seguridad de los franceses”, por rechazar las medidas anunciadas por el presidente francés. Tras reprochar a la izquierda haber votado sistemáticamente contra las reformas de la legislación antiterrorista impulsadas en los últimos cinco años por el Gobierno, concluyó diciendo que para el PS “la seguridad de los franceses no es una prioridad”.
Más insidiosos fueron los ataques lanzados en batería por diversos diputados de la mayoría gubernamental –un equipo de choque dedicado diariamente a tratar de erosionar al candidato socialista–, que multiplicaron sus mensajes metiendo en el mismo saco a François Hollande y a algunos dirigentes del PS –como la primera secretaria, Martine Aubry– con quienes, como el intelectual musulmán Tariq Ramadan, intentan explicar la deriva criminal de Mohamed Merah como el resultado de un determinado orden social que condena a la marginalidad a los jóvenes de origen extranjero en las banlieues francesas. Valérie Rosso-Debord, entre otros, acusó a los socialistas de avalar esta “cultura de la excusa” al criticar el discurso político de Sarkozy como estigmatizador del islam y atacarle por crear un “clima malsano” en el país.
En este ambiente enrarecido, el PS denunció la circulación en internet de una foto de François Hollande, tomada en una visita electoral el 13 de marzo a Bourg-de-Péage (Ródano-Alpes), en la que aparece con un grupo de jóvenes de origen magrebí, y en la que se utiliza el parecido físico de uno de ellos con Mohamed Merah para vincular falsamente al candidato socialista al Elíseo con el terrorista de Toulouse. El PS atribuye la maniobra a la extrema derecha.
La situación creada por la tragedia de Toulouse ha colocado a los socialistas en una difícil tesitura. El 71% de los franceses, según un sondeo de TNS Sofres, considera que Nicolas Sarkozy ha gestionado bien la crisis y ha estado a la altura de lo que se espera del presidente de la República. Difícil, en estas circunstancias, atacarle o resistirse a sus propuestas en materia antiterrorista. Difícil también eludir el debate e intentar hablar del paro y de la crisis económica.
François Hollande ha intentado en todo momento mostrar también una imagen de firmeza contra el terrorismo, asegurando que para la izquierda la seguridad constituye también uno de sus principales preocupaciones. Pero el candidato socialista se distanció de las medidas antiterroristas propuestas por el presidente, llamando a no caer en “la precipitación, la improvisación, la instrumentalización”. El portavoz de su equipo de campaña, Manuel Valls, acusó directamente a Sarkozy de “instrumentalizar” el drama de Toulouse, mientras el diputado Bernard Cazeneuve subrayaba que algunas de las propuestas del presidente ya fueron planteadas por el mismo Sarkozy en 2005 cuando era ministro del Interior, sin que hayan sido nunca adoptadas.
Pese al avance que algunos sondeos otorgan a Sarkozy en intención de voto, otras encuestas –como una de BVA– siguen poniendo por delante de Hollande, por 29,5% a 28%. Cara a la segunda vuelta, el socialista sigue como favorito.
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