La guerra de Argelia, que cincuenta años después de la independencia todavía atormenta la memoria colectiva de argelinos y franceses, entró ayer por la puerta de atrás en la campaña de las elecciones al Elíseo. Nicolas Sarkozy aludió al conflicto, legitimándolo, con ocasión de un acto electoral en Niza con familias de repatriados de la guerra de Argelia –pieds noirs– y de harkis, los antiguos soldados argelinos encuadrados en el ejército colonial.
“Francia no puede arrepentirse de haber conducido esta guerra”, declaró el presidente francés en una entrevista previa publicada ayer por el diario Nice Matin. “Las operaciones militares llevadas a cabo por Francia en Argelia que, recordémoslo, pertenecía entonces al territorio nacional, fueron entabladas por la República francesa y conducidas bajo la autoridad de gobiernos legítimos y democráticamente elegidos”, añadió. En opinión de Sarkozy, los abusos y las atrocidades –“cometidas por una parte y por la otra”– deben ser condenadas, pero no la guerra en sí.
Contrario a todo acto de arrepentimiento –lo que no es nada nuevo en él–, el presidente y candidato a la reelección reivindicó la necesidad de que Francia “asuma su Historia” en toda su complejidad. Tanto el hecho de haber sido una “potencia colonial” como el de “haber aceptado un proceso de descolonización”. Tanto las víctimas ajenas como las propias. “Los repatriados y los harkis fueron las víctimas de la descolonización”, subrayó Sarkozy, quien recordó que acabada la guerra “se aparcó a los harkis en barracones y se pidió a los pieds-noirs de hacerse olvidar”. “Ahora que el tiempo ha hecho su trabajo, debemos mirar este pasado cara a cara”, añadió.
La guerra de Argelia, que duró siete años y medio –de noviembre de 1954 a julio de 1962–, causó un profundo traume humano, no sólo en Argelia, sino también en Francia. El conflicto, según el historiador Benjamin Stora –uno de los mayores especialistas en el tema–, costó la vida a entre 350.000 y 400.000 argelinos, así como a 30.000 soldados franceses –la mayoría de ellos, de reemplazo–, entre 15.000 y 30.000 harkis y 4.500 pieds-noirs, la inmensa mayoría de los cuales –unos 800.000– tuvieron que abandonar precipitadamente el país y regresar a una patria que en realidad nunca había sido la suya.
Especialmente dramático fue el destino de los harkis, abandonados por los franceses en su retirada y masacrados en masa por las milicias del FLN. Sólo unos pocos lograron saltar a la metrópoli.
Nicolas Sarkozy, como ya hiciera en 2007, fue a buscar ayer a la comunidad harki y pied-noir para rendirles homenaje, transmitirles el reconocimiento de la República y... tratar de recuperar su imagen, maltrecha por el incumplimiento de las promesas de hace cinco años. Acompañado de la secretaria de Estado de Juventud, Jeannette Bougrab –hija de un harki–, Sarkozy reconoció la existencia de una deuda moral con los antiguos soldados argelinos que lucharon del lado francés, víctimas –subrayó– del “abandono” y de la “injusticia”.
“Para que puedan perdonar, la República debe reconocer que hubo una injusticia, que hubo una forma de abandono. Está hecho”, dijo colocándose por un momento el traje de jefe del Estado. Pero sus palabras decepcionaron a los representantes de la comunidad karki, que , desde el 2007 ha esperado en vano un reconocimiento oficial y una traducción en forma de indemnizaciones. Y difícil también, en consecuencia, que Sarkozy pueda recuperar aquí los votos tentados de volar en dirección a Marine Le Pen (FN) y François Hollande (PS)
La intervención de Sarkozy sobre la guerra de Argelia se produce a pocos días del 50º aniversario de la firma de los Acuerdos de Evian, el 19 de marzo de 1962, que establecieron el alto el fuego y abrieron el camino de la independencia de Argelia, proclamada el 5 de julio de ese mismo año. Con las heridas todavía abiertas, cincuenta años después, la posibilidad de organizar actos de conmemoración comunes entre Francia y Argelia es harto improbable. La rconciliación franco-alemana tras la Segunda Guerra Mundial costó menos.
"Temo que muera de tanto trabajar”
Carla Bruni se ha convertido en la principal groupie de Nicolas Sarkozy en esta campaña electoral. hasta el punto de que su entusiasmo empieza a jugarle malas pasadas. Después de calificar de “emocionante y maravilloso” el discurso de su marido en su primer gran mitin, en Marsella, la esposa del presidente francés quedó en evidencia la noche del martes en France 2 cuando, ante las preguntas que asociaban a Sarkozy con los ricos y poderosos, protestó en los pasillos: “¡Pero si nosotros somos gente modesta!”. Bruni rizó el rizo el jueves en un programa de France 5, cuando elogió hasta la desmesura la capacidad de trabajo de su marido. “No para de trabajar. Trabaja todo el tiempo, veinte horas al día. Temo por su salud. Temo que muera”, dijo sin pestañear. Eso sí, pese a sus errores, considera que hasta ahora ha “evitado la pifia magistral”.
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