A excepción del robo –el asesino no se entretuvo en recoger los billetes que los soldados de Montauban acababan de sacar de un cajero automático– o la acción indiscriminada de un loco –antes de disparar contra los militares, apartó a una mujer que se interponía en su camino–, todas las demás hipótesis son contempladas por los investigadores: desde una venganza o un ajuste de cuentas –el arma utilizada era de uso corriente entre los asesinos profesionales en el mundo del crimen– hasta un ataque de móvil racista o un atentado terrorista.
“No lo creo, no lo deseo”, respondió el ministro de Defensa, Gérard Longuet, cuando se le preguntó por la posibilidad de que se tratara de dos atentados contra el Ejército francés, algo que no se veía en Francia desde los atentados del grupo de extrema izquierda Acción Directa a mediados de los años ochenta. Pero subrayó que “no hay que excluir ninguna pista”. La demostración de que no se trata de una hipótesis desdeñable es que agentes de la Subdirección antiterrorista (SDAT) de la policía se han incorporado a la investigación.
Se da la circunstancia de que las dos unidades en las que servían los tres soldados muertos –así como el herido– han participado en el contingente militar francés desplegado en Afganistán: el 17º Regimiento de ingenieros paracaidistas (RGP) y el 1er Regimiento Logístico Paracaidista (RTP), cuyos acuartelamientose se encuentran distantes entre sí poco más de 50 kilómetros .
El móvil racista tampoco ha sido descartado, dada la identidad de las víctimas. Los dos paracaidistas muertos en Montauban –Mohamed Legouad, de 26 años, y Abel Chenoulf, de 24–, así como el asesinado el domingo en Toulouse –Imad Ibn-Ziaten, de 30–, son de origen magrebí, mientras que el herido –Loïc Lieber, de 28 años– es negro de origen antillano. Alcanzado de lleno en la médula espinal, el estado de Lieber es extremadamente grave y si sobrevive quedará paralítico.
Como precaución, el Ministerio de Defensa reforzó ayer las medidas de seguridad en los centros militares de la región y ordenó a los soldados que no salgan a la calle en uniforme. Los tres paracaidistas tiroteados en Montauban llevaban su uniforme reglametario. No así el asesinado en Toulouse, que iba de paisano. Según algunas fuentes, este último –que había puesto un anuncio para vender su moto en el que citaba su condición de militar– podría haber sido conducido a una trampa por su asesino. En los dos casos, el pistolero iba a bordo de una potente scooter, una Yamaha T-Max, de gran cilindrada.
Diecisiete balas, ni una sola perdida
El atacante de los tres soldados de Montauban demostró una gran profesionalidad, actuando en todo momento –según los testigos– con gran calma y frialdad. La policía recogió del suelo un total de 17 casquillos y un cargador –de 15 balas– vacío. “No hubo ninguna bala perdida”, subrayó la alcaldesa de la población, Brigitte Barèges. El pistolero disparó a sus víctimas en la cabeza.
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