jueves, 22 de marzo de 2012

Cacería contra reloj

Se trata de una auténtica cacería contra el reloj la que han desencadenado las fuerzas de seguridad francesas para identificar y capturar al asesino en serie de Toulouse antes de que vuelva a cometer un nuevo atentado. Desde el pasado 11 de marzo, el pistolero ha matado a siete personas. Su último ataque, el lunes pasado contra una escuela confesional judía, Ozar Hatorah, de la capital del Midi, causó la muerte de tres niños y un adulto de nacionalidad franco-israelí, una tragedia que ha traumatizado a Francia y horrorizado al mundo entero. Escrupulosamente metódico y de una crueldad sin límite, el asesino ha actuado hasta ahora a intervalos de cuatro días, lo que acrecienta la inquietud general.

Unos 200 investigadores de diversos servicios de la Policía trabajan a destajo, explorando todas las pistas posibles –incluso las más mínimas e inverosímiles–, para tratar de identificar al tirador, que ha dejado hasta ahora muy pocos rastros. Según el canal de televisión M6, se trataría de un hombre de 1,75 m. de altura, blanco y de ojos claros, según habría podido dejar ver el espacio abierto de la visera del casco.

La policía está revisando 7.800 horas de grabaciones de cámaras de vídeovigilancia. Y rastrea asimismo las comunicaciones que recibió por internet el primer soldado asesinado –el domingo 11–, que había puesto un anuncio para vender su moto y que, aparentemente fue el medio utilizado por el asesino para tenderle una trampa. Pero los mensajes son cientos y muchos de ellos fueron enviados desde ciber-cafés.

La pista de los tres paracaidistas expulsados en 2008 del 17º Regimiento de Ingenieros Paracaidistas de Montauban –al que pertenecían dos de los soldados muertos– por actitudes neonazis parece haberse desinflado. Los tres han sido interrogados y esta hipótesis ha pasado a segundo plano. Entre las nuevas pistas que han aparecido, informó Le Figaro, hay una extraña conversación telefónica de una mujer en un tren de Seine-et-Marne el mismo lunes, que según un pasajero habría dicho sollozando: “¡Ahora te metes con una escuela!”.

El fiscal de París, François Molins –que centraliza ahora la dirección de la investigación por tratarse de un asunto calificado de terrorismo–, confirmó ayer las cosas que ya se sabían: en todos los casos, el asesino ha utilizado la misma arma –una pistola Colt 45 de calibre 11,43 mm.–, se ha desplazado con una scooter de gran cilindrada –Yamaha T-MAX 130–, va vestido con un mono negro y un casco que oculta su rostro, y ha matado a todas sus víctimas disparándoles a bocajarro en la cabeza. El fiscal dijo, en cambio, no tener la certeza de que el pistolero llevara adosada al pecho una vídeocámara, con la que presumiblemente habría grabado sus actos. Así lo ha indicado un testigo presencial.

Si no se conoce su identidad, el perfil psicológico del asesino –posiblemente un militar o paramilitar– en cambio se va componiendo poco a poco. Los criminólogos consideran que la policía se enfrenta a alguien extremadamente meticuloso y calculador, tan determinado como cruel, posiblemente narcisista y megalómano, un vengador que cree estar imbuido de una misión. “No se detendrá nunca por sí mismo”, subrayó ayer Stéphane Bourgoin, el principal especialista francés en criminales en serie, en el canal France 2.

Los cuerpos de las cuatro víctimas de la escuela judía –el profesor Jonathan Sandler y sus hijos Gabriel y Arieh, y la niña Myriam Monsonego–, velados el mismo centro, partieron anoche en avión en dirección a Jerusalén, donde hoy se celebrarán los funerales, con presencia del ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé. El presidente Nicolas Sarkozy, así como la práctica totalidad de los candidatos al Elíseo, acudirán hoy por su parte a las exequias por los tres militares asesinados que se celebrarán en Montauban.

La campaña de las elecciones presidenciales sigue virtualmente suspendida, aunque algunos candidatos no han renunciado a proseguir sus actos. Entre ellos, el centrista François Bayrou, quien vinculó la matanza de Toulouse al “clima de intolerancia creciente” y de “estigmatización de los otros” instalado en la sociedad francesa.


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