viernes, 23 de marzo de 2012

Golpe de efecto de Sarkozy

Revestido con los hábitos de jefe del Estado, dirigiéndose solemnemente a toda la nación por televisión desde el palacio del Elíseo, Nicolas Sarkozy anunció la adopción inmediata de nuevas medidas contra las redes del terrorismo islamista, en respuesta a la cadena de atentados cometidos por un joven yihadista francés en Toulouse. Era un mensaje institucional. Pero pareció el primer acto de campaña del presidente francés tras la tregua electoral que él mismo se impuso el lunes a raíz de la tragedia de la escuela judía Ozar Hatorah. Con el Parlamento suspendido, ningún proyecto de ley puede ser examinado ni aprobado hasta después de las elecciones presidenciales, lo que de facto convierte las nuevas propuestas del presidente en una mera promesa electoral.

Sarkozy anunció su intención de castigar penalmente la consulta reiterada por internet de sitios web que hagan apología del terrorismo o inciten al odio y la violencia, así como todo viaje a países extranjeros para seguir un adoctrinamiento en ideologías que conduzcan al terrorismo. También la apología misma del terrorismo será constitutiva de un delito en el Código Penal. El presidente francés pidió asimismo al ministro de Justicia la elaboración de un informe sobre la propagación de las ideologías extremistas en las prisiones.

La efectividad de tales medidas fue rápidamente puesta en cuestión por expertos de todos los ámbitos. La iniciativa acaso más espectacular y controvertida –la de perseguir la consulta de sitios islamistas por internet– tiene una escasa viabilidad, tanto técnica como jurídicamente, según coincidieron en señalar profesores de Derecho, especialistas de la policía o expertos en internet. Tanto da. Como otras veces, lo que verdaderamente importa es el “efecto anuncio”.

Sarkozy recuperó estas propuestas en el primer mitin –éste explícitamente electoral– que protagonizó por la noche en Estrasburgo y en el que aprovechó para atacar subrepticiamente a la izquierda. “Buscar una explicación al gesto de ese fanático, ese monstruo –dijo en alusión a Mohamed Merah–, dejar entrever la míinima comprensión o, peor, buscar la mínima excusa, sería una falta moral”. Y añadió: “Cuestionar la sociedad, señalar con el dedo a Francia, la política, las instituciones, no es digno”.

En los dos últimos días, la UMP y algunos de sus altavoces mediáticos ha lanzado a sus arietes para descalificar al candidato socialista, François Hollande, y al PS acusándole de todos los pecados posibles. En el caso que nos ocupa, de caer en el “angelidsmo” en materia de seguridad, de ceder ante las presiones “comunitaristas” de tipo confesional y de estigmatizar a Nicolas Sarkozy por su actitud de firmeza frente al desafío islamista y ante los problemas derivados de la inmigración extranjera. El giro de los acontecimientos –al descubrirse que el asesino de Toulouse era un yihadista y no un neonazi– da una nueva oportunidad a Sarkozy de explotar su imagen de intransigencia frente a la supuesta debilidad de su rival.

Populares y socialistas se enzarzaron asimismo ayer en una penosa disputa en la que ambos se acusaron mutuamente de haber aprovechado estos días de crisis para proseguir la campaña electoral de tapadillo. Hollande reaundó ayer formalmente la suya con un mitin en Aurillac.

Los sucesos de Toulouse parecen haber reforzado –al menos por el momento– la posición de Sarkozy, a quien un sondeo otorga una ventaja de dos puntos sobre Hollande en la primera vuelta. Las cosas, sin embargo, no han cambiado sustancialmente cara a la segunda vuelta, en la que el presidente aparece siempre como derrotado. Falta, sin embargo, todavía un mes de campaña para la primera vuelta y puede pasar de todo. Habrá que ver hasta qué punto el problema del terrorismo y el islamismo pasa al primer plano del debate y las preocupaciones de los franceses.


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