Toulouse respira aliviada. Y con ella Francia entera. Cercado por la policía en un piso de la ciudad, el peligroso y cruel asesino en serie que en las dos últimas semanas ha sembrado el terror con la muerte de siete personas –cinco de ellas en la matanza de la escuela judía Ozar Hatorah, el lunes– está ya fuera de combate. Se acabó la incertidumbre y la angustia. El terrorista, que al cierre de esta edición seguía atrincherado –armado– tras 20 horas de asedio policial, no derramará más sangre. La pesadilla ha terminado.
Pero la personalidad del presunto terrorista, un joven francés de 23 años de origen argelino y tendencias islamistas radicales, Mohamed Merah, ha instalado en la sociedad francesa una vaga pero no menos punzante inquietud. El temor a que los yihadistas dormidos que menudean en los barrios populares y las banlieues de las ciudades de Francia pasaran un día a la acción y cometieran lo irreparable se ha convertido brutalmente en realidad. Mohamed Merah, que no ha dudado a la hora de asesinar friamente a niños pequeños, no volverá a matar. Pero... ¿qué pasa con el resto?
El ministro del Interior, Claude Guéant, explicó que no rebajaría el nivel de alerta antiterrorista hasta comprobar si Merah era un asesino solitario o actuaba en grupo. Según Guéant, Merah explicó a la policía durante las negociaciones para su rendición que Al Qaeda le propuso en un viaje a Pakistán cometer un atentado suicida pero rehusó y “aceptó una misión general para cometer un atentado en Francia”.
El sospechoso frecuentaba a una quincena de islamistas radicales de Toulouse, próximos a los salafistas, entre los que se encontraba su hermano Abdelkader, detenido también unas horas antes junto a su novia y a la madre de ambos. La policía halló en un coche, cuya presencia fue indicada por el propio terrorista, diversas armas y municiones. Y en una bolsa cedida a una tercera persona, la cámara que el supuesto asesino llevaba adosada al cuerpo para grabar al parecer sus acciones.
Autor presunto del asesinato de un paracaidista en Toulouse el 11 de marzo, de otros dos militares del mismo cuerpo el día 15 en Montauban –donde resultó gravemente herido un tercero–, y de cuatro personas más –un profesor de religión y tres niños de corta edad– en la escuela judía Ozar Hatorah, también en Toulouse, Merah había actuado a intervalos de cuatro días. De ahí el temor a un nuevo atentado y la urgencia por detenerle.
Según explicó ayer tarde en Toulouse el fiscal de París, François Molins –que dirigió la investigación, por tratarse de un asunto de terrorismo–, Merah explicó a los policías que le mantenían cercado que su intención era matar ayer mismo por la mañana a un militar, y atentar en los próximos días contra dos agentes de policía. Sin mostrar ningún arrepentimiento por sus actos, sólo lamentó no haber podido continuar y se vanaglorió de haber “puesto a Francia de rodillas”. Narcisista, la noche del martes no pudo evitar llamar al canal de televisión France 24 para reivindicar sus actos.
La policía, que había movilizado a 200 investigadores, identificó al sospechoso y a su hermano, el lunes por la tarde y el martes consiguió localizar a ambos. A las 23.30 horas del martes, Nicolas Sarkozy dio la autorización final para proceder a la detención y a las 3.20 horas del miércoles, un equipo del grupo de intervención especial de la policía RAID inició la operación en torno al piso que Merah ocupaba en la planta baja del número 17 de la calle Sergent Vigné, en el barrio de la Côte Pavée, una zona residencial popular del este de Toulouse.
Para no frustrar el efecto sorpresa, la policía no evacuó el inmueble –los vecinos permanecieron encerrados en sus casas hasta que pudieron ser desalojados hacia el mediodía de ayer–, pero ello no evitó que el sospechoso detectara el movimiento y se enfrentara a los asaltantes a tiro limpio. Dos policías resultaron heridos leves al intentar derribar la puerta del piso. Varios intentos de asalto posterior fracasaron.
Armado con un kalashnikov y una metralleta Uzi (de origen israelí), Mohamed Merah se atrincheró durante todo el día en su casa, mientras la policía trataba de convencerle de deponer las armas. La orden era terminante: había que cogerle vivo.
A cambio de un teléfono móvil para poder comunicarse, por la mañana el terrorista lanzó al exterior una pistola Colt 45, muy probablemete el arma de calibre 11,43 mm . con la que cometió los asesinatos. En sus conversaciones con los negociadores del RAID que trataban de convencerle de que se entregara, Merah justificó la matanza en la escuela judía como una venganza por la muerte de niños palestinos en Gaza y el asesinato de los militares –curiosamente, los tres de origen magrebí y acaso musulmanes–, como un ataque al ejército por su intervención en Afganistán (los regimientos en los que servían las tres víctimas han formado parte del contingente francés en ese país asiático). También aludió a la ley francesa que prohíbe el velo integral –burka y niqab– en el espacio público.
La primera pista que permitió llegar hasta el sospechoso fue el rastro que dejó en internet al visitar el anuncio colgado en un sitio web por la primera víctima para vender una moto –el soldado asesinado en Toulouse– y que el asesino utilizó para tenderle una trampa. Tras analizar 670 conexiones y estudiar las direcciones IP de los ordenadores desde los que se hicieron, los investigadores dieron con el nombre de la madre de los dos hermanos Merah, ya controlados por los servicios secretos por sus vinculaciones con el islamismo radical.
El círculo se cerró después de que un concesionario Yamaha advirtiera a la policía de la visita a su taller de un individuo interesado en saber dónde estaba el geolocalizador antirrobo porque había desmontado la moto para pintarla. La scooter utilizada por el pistolero era inicialmente negra y luego la repintó de blanco.
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