martes, 20 de marzo de 2012

La memoria de Argelia aún sangra

La herida todavía sangra, todavía duele. Cincuenta años después de terminada la guerra y proclamada la independencia de Argelia, que puso fin a 132 años de dominación colonial por parte de Francia, el recuerdo de la sanguinaria y cruel confrontación que durante más de siete años enfrentó a la colonia y la metrópoli aún atormenta a argelinos y franceses, que prefieren desviar la mirada y pasar de puntillas sobre un aniversario que incomoda. La reconciliación está aún muy lejos.

En la memoria de unos y de otros queda el rastro de miles de muertos –400.000 argelinos, 30.000 soldados franceses, entre 15.000 y 30.000 harkis [soldados nativos integrados en el ejército colonial], 4.500 europeos–, y el éxodo de 900.000 pieds-noirs que tuvieron que abandonar precipitadamente Argelia y regresar a una Francia donde muchos no habían puesto los piés jamás.

Hace cincuenta años, el 18 de marzo de 1962, representantes del Gobierno francés y del Frente de Liberación nacional (FLN) argelino firmaron en la ciudad francesa de Evian, después de dos años de largas y difíciles negociaciones, los acuerdos que establecerían oficialmente el alto el fuego –efectivo a partir del día 19– y abrirían el camino a la independencia de Argelia, proclamada definitivamente el 5 de julio.

Nadie, sin embargo, va a conmemorarlo. No en Francia, desde luego, donde el aniversario está teñido por el desgarro del abandono de una tierra que se creyó francesa y el dolor de sus propias víctimas, durante largos años silenciado. “Si el 19 de marzo evoca la alegría del regreso de los militares franceses con sus familias, marca igualmente el comienzo de un drama para los repatriados, forzados al desarraigo, y el inicio de una tragedia para los harkis, masacrados en las semanas que siguieron, en desprecio a los acuerdos de Evian”, argumentó el viernes el secretario de Estado para los Veteranos, Marc Laffineur, para justificar la ausencia de conmemoraciones oficiales.

“Lejos de reconciliar las memorias, el 19 de marzo es una fecha que las divide y reaviva las heridas profundas de una página dolorosa de la historia de Francia”, añadió. Para algunas asociaciones de ex combatientes, que cada año acuden al Arco de Triunfo de París para rendir ese día homenaje a sus muertos, el 19 de marzo marca el fin de la guerra de Argelia. Para otros, es el aniversario de la vergüenza y de la traición.

Después de siete años de una guerra sorda que nunca admitió su nombre –Francia no la reconoció formalmente como tal hasta 1999–, marcada por las atrocidades de todo tipo y el uso institucionalizado de la tortura por las fuerzas militares francesas, el ejército llegó a conseguir a sangre y fuego imponerse a la guerrilla. Francia tenía la victoria militar de su lado cuando el presidente De Gaulle, llamado de nuevo al poder en 1958, persuadido de la imposibilidad de una victoria política, aceptó que los argelinos decidieran su futuro en una referéndum de autodeterminación.

El 19 de marzo de 1962 debía entrar en vigor el alto el fuego. Pero lo que vino fue una nueva espiral de violencia, atizada por los actos terroristas de la Organización del Ejército Secreto (OAS), determinados a defender por la fuerza una Argelia francesa, y las represalias de los milicianos argelinos. El miedo y la incertidumbre acabarían enviando al exilio a cerca de un millón de europeos, franceses en su mayoría, pero también españoles e italianos.

Durante mucho tiempo, Francia no quiso ver ni reconocer el drama de los pieds-noirs, recibidos con menosprecio en la metrópoli, ni asumir su responsabilidad en las matanzas de harkis, desarmados y abandonados cobardemente a su suerte por el ejército en retirada. Roto el muro de silencio, los testimonios de las víctimas propias encuentran estos días un amplio eco en los medios de comunicación franceses. No tanto las victimas argelinas.

Si el aniversario divide aún a los propios franceses, separa más todavía a franceses y argelinos, que cincuenta años después de acabada la guerra –y a diferencia de lo que sucedió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial– son incapaces todavía de mirar juntos al pasado y sentar las bases de una reconciliación como la que sellaron franceses y alemanes. El presidente Nicolas Sarkozy, que en 2007 condenó en Argel el régimen colonial, no sólo nunca ha aceptado la petición argelina de que Francia pida perdón, sino que hace una semana defendió la legitimidad de la guerra: “Francia no puede arrepentirse”, dijo.

En pleno año electoral, tanto en Francia como en Argelia, ambos países han renunciado a organizar una conmemoración conjunta del 50º aniversario del fin de la guerra y sólo se han puesto de acuerdo en atravesar la cita tratando de evitar roces y escaramuzas verbales. A la espera de un De Gaulle y un Adenauer.


Museos para la nostalgia

Dos centros dedicados a salvaguardar el recuerdo de la Argelia francesa, promovidos en el sur de Francia, han creado polémica. Se trata del Centro de Documentación de los Franceses en Argelia, inaugurado en Perpiñán el pasado 29 de enero, y el Museo de la Historia de Francia en Argelia, que debía ver este año la luz en Montpellier y que sufre cierto retraso.

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