miércoles, 13 de junio de 2012

Vodevil en el Elíseo

Por Twitter muere el pez. Estaba escrito que, tarde o temprano, Valérie Trierweiler se enredaría con su impenitente afición a hacer comentarios en caliente en las redes sociales –lo que le había valido ya algún patinazo– y acabaría de bruces en el suelo. Lo que nadie imaginaba es que el batacazo iba a ser tan prematuro y tan violento como el que la nueva primera dama se dio ayer, apenas un mes después de la toma de posesión de François Hollande como presidente de la República.

Trierweiler, que en 2007 provocó la separación de Hollande de su primera compañera y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, se dejó llevar por los celos y lanzó un ataque a través de Twiter contra su adversaria, a riesgo de convertir el Elíseo en escenario de un vodevil a tan sólo cinco días de la segunda vuelta de las elecciones legislativas.

En su texto, Trierweiler no aludió directamente a la ex mujer de Hollande, pero el mensaje no fue por ello menos venenoso: en su tweet la primera dama expresó públicamente su apoyo al rival de Royal en la circunscripción de La Rochelle, el socialista disidente Olivier Falorni, que ha puesto seriamente en peligro su elección el próximo domingo.

Trierweiler no improvisó esta vez. Anunció previamente de su su intención al interesado y eligió además cuidadosamente el día: justo cuando la primera secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, y la líder de Europa Ecología-Los Verdes, Cécile Duflot, se desplazaban a La Rochelle en apoyo de la malograda candidata al Elíseo en 2007.

¿Por qué semejante encarnizamiento? Los observadores políticos creen que Trierweiler, a quien la proximidad de Royal le pone los nervios de punta, no puede soportar la perspectiva de que la ex mujer de su compañero pueda alcanzar –como pretende– la presidencia de la Asamblea Nacional, lo que la colocaría institucionalmente demasiado cerca del presidente...

La falta de elegancia de Trierweiler, que ya vetó la presencia de Royal en el Elíseo el dia de la toma de posesión, fue ayer duramente censurada por algunos políticos. Entre ellos el ecologista Daniel Cohn-Bendit, que la calificó de “indecente”. “Hay que tener la decencia, al menos, de no atacar a la madre de los hijos de su compañero”, añadió el mitico líder de Mayi del 68. El diputado socialista Jean-Louis Bianco, próximo a Royal y figura respetada del PS, mostró su irritación y calificó de “indigno” el comportamiento de Trierweiler, frente a quien puso el contraejemplo de Danielle Mitterrand, “una gran dama”.

En su imprudencia, Valérie Trierweiler hizo algo más que contaminar el debate político con sus querellas personales: lanzó asimismo un desafío público al propio presidente, quien poco antes había comprometido por escrito su apoyo a Ségolène Royal. ¿Fue ese apoyo el que desencadenó la reacción de Trierweiler? ¿O está tan imbuida del modelo de First Lady encarnado por Eleanor Roosevelt que ha decidido dejar su primera marca?

A finales de abril, Trierweiler se había mostrado muy ufana en una entrevista con Femme Actuelle: “François tiene total confianza en mí, ¡salvo en mis tweets! Algunos desearían que yo reaccionara menos en esta red social, pero todo el mundo respeta mi libertad. Yo tengo carácter, no me pueden frenar”, afirmó. En aquel momento, sin embargo, no era todavía primera dama.

Caracterizada por los corrosivos guiñoles de Canal Plus como una sargento que da continuas órdenes a un Hollande presentado como un pobre imbécil, Valérie Trierweiler no podía hacer un peor favor a su compañero ni a sí misma. El presidente evitó ayer a los periodistas en sus actos públicos y un silencio sepulcral reinaba al respecto en el Elíseo. El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, salió a confirmar que Hollande y él mismo apoyan sin reservas a Ségolène Royal.

La derecha se frotaba ayer las manos con el espectáculo. Y la ex ministra Nadine Morano, furiosa sarkozysta, lanzó: “¡Echaréis de menos a Carla!”.[


“Ahora, bésame en la boca”

La escena se produjo la noche del 6 de mayo en la plaza de la Bastilla donde los seguidores socialistas festejaban el triunfo de Hollande. El presidente subió al estrado y se dirigió hacia donde estaba su ex mujer, Ségolène Royal, a quien dio dos cariñosos besos. A su regreso al centro del escenario, Valérie Trierweiler lo cogió por banda y le ordenó: “Ahora, bésame en la boca”. Los espectadores sólo vieron el beso. Pero los especialistas en leer en los labios descifraron después en las imágenes de televisión lo que había dicho. Una forma de marcar el territorio.



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