"Con el apellido que tenemos, no podríamos hacer otra cosa”, comentó una vez Yann, la mediana de las tres hijas de Jean-Marie Le Pen, una mujer discreta que sin embargo ha participado siempre activamente, aunque en segundo plano, en la vida del Frente Nacional (FN). Apellidarse Le Pen marca como un estigma y, por lo que parece, encauza también el destino. La hija de Yann, Marion Maréchal-Le Pen, no ha escapado a esta ley y, a sus 22 años, se ha convertido en la diputada más joven de la historia de la V República. Y en el símbolo del regreso de la ultraderecha al Parlamento, donde el FN no tenía representación desde 1998.
Con sólo dos diputados de 577, la joven Marion lleva sobre sus espaldas la doble responsabilidad de ostentar el pabellón del FN en la Asamblea Nacional –su compañero de escaño, el abogado Gilbert Collard, no pertenece al partido– y encarnar la continuidad de la saga familiar en el palacio Bourbon. Con Marion, una Le Pen vuelve a sentarse en el Parlamento cincuenta años después de que lo hiciera el patriarca (1956-1962). Como si la vocación política fuera uno de esos rasgos genéticos que se transmiten directamente de abuelos a nietos.
Con sólo dos diputados, es la fuerza del apellido la que consigue multiplicar el impacto de la entrada del FN en la Asamblea Nacional. Pero se trata de un símbolo frágil. La nieta de Jean-Marie Le Pen, que salió elegida por la tercera circuncripción del departamento de Vaucluse, Carpentras, con el 42,1% de los votos, estuvo cerca de quedarse fuera. Si la candidata socialista, Catherine Arkilovitch, se hubiera plegado a las órdenes del PS de retirarse de la segunda vuelta y llamar a votar al candidato de la UMP –Jean-Michel Ferrand, el cacique que reinaba en el lugar desde mediados de los años ochenta–, Marion Maréchal-Le Pen hubiera sido derrotada. Como lo fue su tía y presidenta del FN, Marine Le Pen, en Hénin-Beaumont (Nord-pas de Calais) por sólo 118 votos.
La líder del Frente Nacional ha encajado mal este resultado, que deja a su sobrina como única voz de la familia en el Parlamento. Tanto más cuanto que la benjamina, que aparece con el aura de futura heredera, tiene detrás la amenazante sombra del viejo Le Pen, poco de acuerdo con algunos de los nuevos aires que su hija pretende dar al partido. “No se cambia el nombre de una empresa que funciona”, dijo la joven Marion en su triunfal noche electoral preguntada por el eventual cambio de nombre del FN, utilizando casi idénticas palabras que su abuelo para rechazar una idea que acaricia Marine Le Pen, como ha demostrado con la creación de la marca electoral Reagrupamiento Azul Marino y el uso recurrente del término “marinista” en sustitución de “lepenista”.
Abuelo y nieta parecen uña y carne. Estudiante de Derecho en la Universidad de París (Panthéon-Assas), la incipiente carrera política de la pequeña de los Le Pen ha estado orientada desde el principio por su abuelo. Fue Jean-Marie Le Pen quien le empujó a hacer sus primeras pruebas en las elecciones regionales de 2009 en el departamento de los Yvelines –Île-de-France– y le buscó un destino políticamente asequible en Carpentras para estas elecciones legislativas, venciendo su resistencia inicial. Con ella estaba el viejo león de la extrema derecha –y no con su hija– la noche de la segunda vuelta.
Y hacia él, un hombre “de buena raza”, fueron dirigidas las primeras palabras de la joven diputada electa. “Se ha hecho justicia”, clamó Marion en alusión a “la ofensa hecha en 1990 a Jean-Marie Le Pen”. La nieta del histórico líder ultraderechista se refería a las acusaciones que se lanzaron contra Le Pen y el FN después de que un grupo de activistas de extrema derecha profanara el cementerio judío de Carpentras.
Rubia como todas las mujeres de la familia, Marion Maréchal-Le Pen esconde bajo su falso aire angelical un carácter robusto. Y un discurso, bien trabado y expresado, que no se aparta ni una coma de la línea tradicional del FN. “Desde ahora, el futuro es nuestro”, lanzó la noche de las elecciones. Marine no está sola.
Mélenchon, imputado por injurias
El líder del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que ha mantenido un doble pulso con Marine Le Pen en las elecciones presidenciales y legislativas, fue imputado el jueves por un presunto delito de injurias contra la presidenta del FN. “¿Por qué quiere usted que el pueblo francés sea el único pueblo con ganas de tener a una fascista al frente?”, respondió Mélenchon a un periodista que le preguntó en 2011 por los sondeos que, en aquel momento, colocaban a Le Pen en cabeza de la primera vuelta de las presidenciales. La líder del Frente Nacional le denunció entonces por injurias públicas, pero la decisión de la justicia ha llegado ahora. “Fascista no es una injuria, es una caracterización”, ha replicado el líder izquierdista.
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