Lo primero, lo esencial, lo más urgente que debería resolver el Consejo Europeo que se inicia hoy en Bruselas es, a juicio de Francia, cerrar el nuevo Pacto por el Crecimiento caro a François Hollande y adoptar medidas inmediatas para estabilizar el sistema financiero europeo, abriendo la puerta –como reclama España– a que los fondos europeos puedan capitalizar directamente a los bancos en dificultades sin agravar el problema de la deuda de los Estados.
Todo lo demás –la integración política, el establecimiento de nuevos instrumentos de solidaridad financiera y mecanismos de control presupuestario– no es para hoy ni para mañana. Incluidas las euro-obligaciones. Es “muy importante” empezar a discutir sobre ello y fijar una hoja de ruta a diez años vista, razonan en el Elíseo, pero no cabe esperar un big bang ahora y aquí.
Hollande, para quien el documento presentado por el presidente de la UE, Herman van Rompuy, es un buen punto de partida, propugna avanzar en este terreno por etapas y de forma pragmática. Fuertemente divididos en 2005 sobre el proyecto de Constitución europea, los franceses no están preparados todavía para asumir un salto federal. Por más que el camino que entre hoy y mañana se tomará en Bruselas conduzca inevitablemente.
El presidente francés, que hace siete años se pilló los dedos en el referéndum del “no”, quiere evitar un debate en el que se hable abiertamente de “unión federal” y “cesión de soberanía”. El método de progresar por etapas, como propugna París, permite sortear este escollo y “avanzar más rápidamente”.
François Hollande, que había amenazado con no ratificar el Tratado de Disciplina Presupuestaria pactado por su antecesor, Nicolas Sarkozy, si no se complementaba con medidas concretas para estimular el relanzamiento económico, da una gran importancia a la aprobación de un Pacto por el Crecimiento, el gran triunfo que puede presentar ante los franceses.
A falta de un acuerdo a 27, las líneas fundamentales de este Pacto –que prevé movilizar entre 120.000 y 130.000 millones de euros en inversiones– fueron pactadas en la cumbre de Roma de la semana pasada con la canciller alemana, Angela Merkel; el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. El asunto encarrilado, faltará ver qué fórmula jurídica adoptará, pero todo indica que satisfará las condiciones de París. “Vamos en la buena dirección”, señalaron ayer fuentes del Elíseo.
En el capítulo del sistema financiero, donde París propugna la creación de una unión bancaria, con reglas comunes y un supervisor único, franceses y alemanes se han aproximado también considerablemente. Por contra, las polémicas euro-obligaciones, que causan sarpullidos en Alemania, han dejado de ser para Francia una prioridad. La mutualización de la deuda llegará más adelante, de la mano de un control reforzado sobre los presupuestos nacionales
De nuevo, la pareja
Siguiendo el guión de siempre, el toque final al menú de la cumbre europea de Bruselas se cocinó anoche en los fogones de París y Berlín. El presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, se reunieron en el Elíseo para tratar de superar sus últimas diferencias cara al crucial Consejo Europeo que empieza hoy. Antes de empezar la reunión –una cena de trabajo–, los dos mandatarios subrayaron los “progresos” conseguidos en las discusiones de los últimos días, enmascarados a veces por las declaraciones más o menos altisonantes de unos y de otros, y abogaron por la profundicación de la unión económica, monetaria y política de Europa. Tanto el presidente francés como la canciller alemana hicieron un esfuerzo de convergencia, ni que fuera retórica, al abogar por una Europa también más solidaria. Hollande puso en la misma balanza “integración y solidaridad”, cuidándose de añadir un matiz agradable para los oídos alemanes: “Tanta integración somo sea necesaria y tanta solidaridad como sea posible”. Merkel se unió al coro añadiendo: “Necesitamos una Europa que funcione y cuyos miembros se ayuden unos a otros”. La respuesta, hoy.
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