Rafael Nadal se comió ayer a David Ferrer. Lo devoró en una exhalación. Lo deglutió sin masticar. Sobre la pista del estadio Philippe Chatrier de París no quedaron ni las migas. El esperado duelo español en las semifinales de Roland Garros, que se preveía un pulso de poder a poder entre el número dos del mundo y la gran revelación del torneo, acabó convirtiéndose en una cacería: con un depredador y una presa.
Empujado por un apetito insaciable, a Rafael Nadal le bastaron –nuevamente– tres sets para auparse a su séptima final en París, adonde habrá llegado tras una carrera fulgurante con seis partidos sin perder una sola manga. En la pista central de Roland Garros se encontrará mañana por primera vez con el serbio Novak Djokovic –el número uno–, a quien ha ganado en sus dos últimos enfrentamientos sobre tierre batida en las finales de los torneos de Roma y Montecarlo.
David Ferrer, Ferru, sólo pudo resistir durante una hora y 46 minutos la fuerza arrolladora de Nadal. Intratable, inconmesurable, el mallorquín se impuso por un humillante 2-6, 2-6 y 1-6, un marcador impropio de una semifinal.
“Rafa ha sido superior en todo momento, ha sido mucho mejor que yo. Empezamos igual, pero él enseguida pasó a jugar mejor y más agresivo. Y yo ya no pude frenarle”. Con estas palabras, satisfecho por lo conseguido –llegar a la semifinal es ya de por sí un éxito– pero un punto triste, David Ferrer admitió sin ambages la derrota. Número 6 del ránking mundial, con un tenis unánimemente aplaudido, el jugador alicantino no buscó excusas ni en la lluvia –que interrumpió el partido durante una hora– ni en el viento.
La inicial igualdad duró apenas unos minutos. Ferrer tuvo su primera –y única– oportunidad nada mas empezado el primer set. Con un 2-1 favorable en el marcador, el alicantino tuvo dos pelotas de break que le hubieran permitido escaparse. Pero Nadal las salvó de forma magistral. A partir de ahí, Ferrer se atrancó y el mallorquín no perdonó: siete veces rompió el servicio a su rival, sin que éste pudiera evitarlo ni –aún menos– devolverle el golpe. Hasta cuatro veces Nadal le dejó un juego en blanco. La diferencia de puntos obtenidos –83 a 48– muestra hasta qué punto el encuentro fue desequilibrado.
Tocado por la gracia, Nadal logró incluso devolver una dificilísima pelota desde el suelo –tras resbalar en su avance hacia la red– y ganar el punto. Para desmoralizar a cualquiera. El campeón español le quitó después importancia: “Sólo es cuestión de caerse en el momento adecuado”, dijo sin ironía. “No digo que fuera fácil –añadió–, pero no perdí en ningún momento de vista la pelota, que me llegó a buena altura”.
Rafa Nadal, aunque humilde y contenido como siempre –“No creo en la perfección”, dijo desdeñando los halagos desmesurados–, se mostró satisfecho de su trayectoria en el torneo, mucho más sólida que la del año pasado. “Este ha sido mi mejor partido. Tengo la sensación de estar en continua progresión, mejorando cada día”, afirmó tras el match, lo que atribuyó al trabajo: “Los resultados no han caído del cielo”. Ilusionado con su pase a la final –“No se llega a la final sin ilusión”, remarcó– se mostró cauto. “Este año estoy jugando mejor que el año pasado, pero eso no quiere decir que no pueda perder el domingo”, advirtió.
Su eterno rival, el suizo Roger Federer –quien sólo ha logrado ganar una vez en París, en 2009, cuando Nadal fue eliminado en octavos de final–, no consiguió repetir ayer la hazaña del año pasado y cayó en la otra semifinal ante Novak Djokovic en tres sets por el resultado 6-4, 7-5 y 6-3. Ganador en Wimbledon y los abiertos de Estados Unidos y Australia, es la primera vez que el serbio llega a la final en Roland Garros, donde el año pasado fue frenado precisamente por Federer. Djokovic ha hecho un torneo irregular –estuvo a punto de ser elminado en cuartos– y aunque ayer demostró su fortaleza y maestría, asume de buena gana su condición de aspirante: “Rafa ha estado impresionante, él es el favorito de la final”, declaró.
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