“Somos un poco la bestia negra de España”, subrayó Bixente Lizarazu, más como un conjuro que como un vaticinio, pocos minutos antes del inicio del partido entre Francia y España en el Donbas Arena de Donetsk. El otrora internacional de la selección francesa –la buena, la que ganó el Mundial de 1998–, reconvertido en comentarista estrella del canal de televisión TF1, aludía a la maldición que hasta el sábado pesaba sobre la selección española, incapaz de imponerse a los bleus en la fase final de una competición oficial, como en 1984, 2000 o 2006. Sin embargo, el adverbio utilizado por el ex jugador del Athletic de Bilbao –“un poco”– traicionaba su falta de confianza.
Probablemente la Francia de Laurent Blanc, en fase de reconstruccion tras el fiasco del Mundial de Sudáfrica, no tenía nada que hacer frente a la España triunfal de Vicente del Bosque. Pero su principal problema, su carencia fundamental, no fue técnica, sino moral. A los franceses, desde el seleccionador y los jugadores hasta el último ciudadano, les atenaza la falta de confianza.
Con esa mirada permanentemete melancólica y ese tono fatalista que le caracteriza, Blanc trazó un abismo entre el fútbol de ambas selecciones la víspera misma del partido. “Ojalá supiéramos jugar como ellos”, dijo, tras calificar de “excelente” la trayectoria española. Encontrarse con el campeón de Europa y del Mundo en cuartos de final era el merecido castigo a la penosa actuación de los bleus frente a Suecia, una derrota que disparó la tensión en el vestuario e hizo revivir los fantasmas de Sudáfrica.
Poco convencido de sus posibilidades, Blanc planteó una batalla defensiva, poniendo todo el peso en una suerte de Línea Maginot desplegada atrás para detener los avances españoles, particularmente por la banda izquierda. Pero la vanguardia española la superó con la misma facilidad con que los tanques de Rommel lo hicieron en 1940 en las Ardenas. Al seleccionador francés se le derrumbó todo con el gol de Alonso a los 19 minutos de juego”. “No estaba previsto encajar un gol”, admitió Blanc, pese a lo cual nada cambió en el campo.
Los comentaristas de televisión –mientras el balón todavía rodaba en el césped– y los cronistas deportivos de los diarios franceses que salieron ayer domingo coincidieron en echar en falta en su equipo la cualidad esencial de un campeón: la audacia, el atrevimiento, una cierta dosis de locura incluso, de “folie”... La selección francesa “no supo suscitar la menor emoción, sólo el sentimiento simple de su impotencia constante”, escribía Vincent Duluc en L’Équipe, que abría su portada con el titular “SOS fantasmas”. “¡Qué tristeza!” proclamaba, por su parte, Le Parisien.
Pese a los juicios severos sobre la apuesta estratégica del seleccionador y la prestación de algunos jugadores –en particular Karim Benzema, el ariete, que se ha ido en blanco–, quien más quien menos aceptó la derrota frente a España como algo inevitable. El adjetivo “lógico” fue probablemene el más utilizado ayer para calificar el resultado del encuentro. Tan lógico como el derrumbe del ejército francés hace setenta y dos años frente a las divisiones de Panzer alemanes. Pero eso, De Gaulle ya lo había avisado
Nasri empaña la imagen de los ‘bleus’
La mayoría de los jugadores que protagonizaron el motín de Sudáfrica ya no están en la selección francesa, entre ellos Anelka, quien insultó gravemente al entonces entrenador, Raymond Domenech. Anelka ya no está, pero la imagen de la selección francesa ha vuelto a quedar marcada en esta Eurocopa por el comportamiento chulesco y barriobajero de uno de sus jugadores. En este caso ha sido Samir Nasri, el centrocampista del Manchester, que el sábado se encaró con un periodista de France Presse y le dijo: “Vete a tomar por el culo, vete a joder a tu madre, sucio hijo de puta”. Laurent Blanc calificó de “lamentable” su comportamiento.
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