Europa vuelve a llamar a la puerta de Francia. ¿Su respuesta estará a la altura? Esta es la pregunta que empiezan a hacerse, cada vez en voz más alta, los más europeístas de los franceses, partidarios de tomar la mano que tiende Alemania y avanzar con decisión hacia una Europa federal.
El presidente francés, François Hollande, cuyo europeísmo está fuera de duda –no porque sí formó parte del círculo más próximo a Jacques Delors–, parece decidido a avanzar por ese camino, pero paso a paso, calladamente, por temor a reavivar los demonios antieuropeos arraigados en la sociedad francesa. No está claro que lo consiga: el debate está empezando a tomar cuerpo.
“Tenemos que dejar de pensar que se puede construir una Europa política a hurtadillas, creyendo que a fuerza de transferencias de soberanía invisibles reduciremos los temores de los pueblos al silencio”, escribía ayer el ex primer ministro Dominique de Villepin en una tribuna en Libération, descalificando de esta forma la estrategia de Hollande. “Hoy nuestra soberanía se nos escapa (...), pero no es Europa la que nos priva de ella, sino la mundialización”, sostiene el último jefe de Gobierno de Jacques Chirac, quien añade: “Sólo recuperaremos nuestra soberanía si aprendemos a compartirla”.
No es la única voz en la derecha que se ha alzado en este sentido. El ex ministro de Asuntos Europeos y de Agricultura Bruno Le Maire –otro hombre de Chirac, reciclado en este caso por Nicolas Sarkozy–, tras criticar la “mediocridad” de las proposiciones del actual presidente de la República, ha llamado asimismo a dar el paso y “franquear el río que nos separa de los Estados Unidos de Europa”.
Incluso el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, decidido partidario de una unión bancaria europea, defendía en una entrevista publicada ayer en Le Monde que “es necesario avanzar hacia más federalismo”. A su juicio, sólo se podrá salir de la crisis si “la voluntad de autonomía [de los Estados] se aparta ante la construcción europea”.
Hollande, que tiene marcado a fuego el fracaso del referéndum de 2005 sobre el proyecto de Constitución Europea –que dividió en dos al Partido Socialista–, pretende eludir este debate y hacer el menor ruido posible. Su política es la de avanzar por etapas y eludir peligrosas discusiones sobre conceptos como “Europa federal” o “cesión de soberanía”.
Desde el Gobierno, sólo un ministro, Jérôme de Cahuzac, titular de la cartera de Presupuesto, ha abogado públicamente por una entente para “compartir soberanía” en materia presupuestaria. Pero está lejos de representar una visión unánimemente compartida. En el otro lado de la balanza, Bernard Cazeneuve, ministro de Asuntos Europeos –un hombre muy cercano al euroescéptico titular del Quai d’Orsay, Laurent Fabius–, ha recordado que la soberanía presupuestaria recae en el Parlamento francés... La sombra del “no” acecha.
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