Más de 5.000 kilómetros ,
y numerosas diferencias, separan a Kíev de Bangui. Pero en ambos casos el
principal riesgo que inquieta a París es el de la división del país. Al igual
que en Ucrania, Francia quiere evitar a toda costa la partición de hecho de la
República Centroafricana en dos facciones. La violencia interreligiosa y la
limpieza étnica –que la intervención militar francesa iniciada el pasado 5 de
diciembre no ha podido evitar– amenaza con dividir a su ex colonia entre un este
musulmán y un oeste cristiano. Y provocar, como consecuencia, una
desestabilización de toda la región.
“Es imperativo evitar la menor tentación de partición”,
advirtió ayer el presidente francés, François Hollande, que –procedente de
Nigera– realizó ayer una nueva visita a Bangui, la segunda que realiza a la
capital centroafricana desde el lanzamiento de la Operación Sangaris. El
Gobierno francés decidió hace diez días reforzar el contingente militar
desplegado en el país elevándolo de 1.600 a 2.000 soldados, ante la imposibilidad
de frenar –pese a contar con el apoyo de casi 6.000 hombres de la fuerza
militar africana (Misma)– el encadenamiento de asesinatos, linchamientos y
violencia de todo tipo del que está siendo víctima fundamentalmente la
población musulmana.
Hollande elogió la actuación de los militares franceses,
subrayando que ha contribuido decisivamente a “evitar miles de muertes”. Pero
si eso es cierto, también lo es que la escasez de efectivos –en un país con una
superficie mayor que la de Francia– ha impedido detener la espiral de la
limpieza étnica. Y los entre 500 y 1.000 soldados que ha prometido la Unión
Europea tampoco servirán para decantar de forma decisiva la situación. Por eso
mismo, el presidente francés presiona al secretario general de la ONU, Ban Ki Moon,
para que ponga en marcha lo antes posible una misión de las Naciones Unidas.
Mientras, el Parlamento francés aprobó mayoritariamente esta semana –por 428
votos a favor por 14 en contra y 21 abstenciones– la prolongación de la
operación.
El origen de la crisis actual en la República Centroafricana
está en el golpe de Estado que dieron en marzo del 2013, hace casi un año, los
rebeldes de la Seleka –mayoritariamente musulmanes–, que derribó al régimen del
presidente François Bozizé. Las violencias perpetradas durante meses sobre la
población por los miembros de la Seleka empujaron a la comunidad cristiana a
constituir milicias de autodefensa –las Antibalaka (anti-machetes), que ahora
que han cambiado las tornas dan rienda suelta a su ansia de venganza. Los
musulmanes han huido de Bangui y buscan refugio en el este del país –donde la
Seleka mantiene el control– y otros países del entorno,
La llegada de refuerzos ha de permitir a las fuerzas
francesas –que hasta ahora sólo han sufrido tres bajas mortales– salir de la
capital y desplegarse por el resto del país. Pero este nueva misión será mucho
más arriesgada.
Denuncias de abusos sexuales
El ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, ha
ordenado la apertura de una investigación interna sobre los casos de abusos,
agresiones y acoso sexual de los que son víctimas las mujeres militares en el
ejército. Un libro aparecido esta semana –“La guerra invisible”– documenta una
cuarentena de casos, entre los que hay también violaciones.
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