François
Hollande y el Partido Socialista (PS) francés se esperaban un voto de castigo
en las elecciones municipales, cuya primera vuelta se celebró el pasado
domingo. Pero no tanto. Era evidente que tras casi dos años en el Elíseo, con
el país todavía enmarañado en la crisis y un paro que se resiste a bajar, los
candidatos socialistas iban a pagar de algún modo la falta de resultados del
Gobierno. Los más optimistas confiaban, sin embargo, en que el balance de la
gestión de sus alcaldes amortiguaría el golpe. Pero la amplitud de la sanción
ha superado con mucho sus expectativas y se ha convertido en una verdadera
censura a la política llevada a cabo hasta ahora por el presidente francés. En
una situación ya de por sí difícil –con una impopularidad récord–, Hollande
sale desestabilizado de estos comicios.
La reacción oficial del Elíseo
–ninguna– y del Gobierno –tibia– no ha dejado traslucir hasta ahora la
inquietud creciente en el campo socialista ni han dado a entender que sea su
intención dar un golpe de timón. Por el contrario, la ministra Najat
Vallaud-Balkacem, portavoz del Ejecutivo, señaló que no creía necesario ningún
cambio en la política gubernamental: “Yo creo que lo que dará fuerza a este
Gobierno es mantener el rumbo en las políticas y reformas que ha empezado a
conducir, que ciertamente hasta ahora no han producido todos los frutos”,
afirmó.
Pero detrás de las palabras, las
actitudes son bastante diferentes. Un dato fundamental lo demuestra: Hollande,
que se encontraba en La Haya (Países Bajos) para participar en la cumbre
internacional sobre la seguridad nuclear –y donde tenía previsto seguir hoy–,
precipitó anoche su regreso a París para abordar la situación. La derrota de
los socialistas anteayer puede ser ampliada, o dulcificada, en la segunda
vuelta del domingo que viene. Se trata de una semana fundamental.
Algunos barones socialistas
presionan para que el presidente francés aborde de una vez, pasada la segunda
vuelta, una profunda remodelación del Gobierno que incluya el relevo del primer
ministro, Jean-Marc Ayrault, sin esperar a recibir la puntilla en las
elecciones europeas de mayo,
Los datos oficiales del
Ministerio del Interior demuestran que en las municipales el golpe ha sido más
duro de lo inicialmente calculado: la derecha –esto es, la Unión por un
Movimiento Popular (UMP), junto a los centristas y otros independientes–
obtuvieron el domingo pasado el 46,5% de los votos, mientras que la izquierda
–el Partido Socialista, con sus aliados– se quedaron nueve puntos por detrás,
con el 37,7%. Una diferencia que supera la que la izquierda sacó a la derecha
en el 2008. El retroceso ha sido tanto más acusado cuanto que la abstención,
mucho más alta que lo dicho en los primeros momentos –el 38,7%–, ha mordido
especialmente entre el electorado socialista, decepcionado por la enorme
distancia entre las promesas de la campaña de las presidenciales del 2012 y los
magros resultados obtenidos.
Los socialistas han reculado
prácticamente en todas partes, hasta el punto de que ninguna de sus grandes
figuras ha conseguido esta vez salir elegida desde la primera vuelta. La
sucesora del alcalde Bertrand Delanoë en París, Anne Hidalgo, aunque sigue
siendo favorita, acabó la primera vuelta inesperadamente por detrás de la
candidata conservadora, Nathalie Kosciusko-Morizet, mientras en Marsella, el
candidato socialista, Patrick Menucci, no sólo no ha inquietado al histórico
Jean-Claude Gaudin, sino que incluso ha acabado tercero, por detrás del aspirante
del Frente Nacional, Los alcaldes de Lyon (Gérard Collomb), Dijon (François
Rebsamen) o Lille (Martine Aubry) salieron de la primera vuelta en primer lugar
pero han perdido mucho terreno. Y las alcaldías de Toulouse o Estrasburgo,
arrebatadas a la derecha hace seis años, parecen perdidas.
Pacto entre socialistas y verdes en París
Nathalie
Mosciusko-Morizet, candidata de la UMP a la alcaldía de París dio la sorpresa
la noche del domingo al acabar la primera vuelta en cabeza contra todo
pronóstico. NKM, siglas bajo las que se la conoce, desmintió a los sondeos y
avanzó a su rival –y favorita–, la socialista Anne Hidalgo, por una diferencia
de casi 8.500 votos: 35,6% a 34,4%. Un verdadero golpe para la moral de la
primera teniente de alcalde y mano derecha del alcalde saliente, Bertrand
Delanoë. Pero detrás de esta sorpresa se esconde un serio desequilibrio entre
ambas. Hidalgo se apresuró ayer a cerrar un acuerdo con los ecologistas para
amarrar su victoria en la segunda vuelta del domingo que viene, mientras
trataba –no sin dificultades– de reforzar esta alianza con el Partido de
Izquierda.
Kosciusko-Morizet debería dar la campanada el próximo
domingo para arrebatar la alcaldía de la capital a la izquierda, tal es la
diferencia de peso de los aliados potenciales de ambos campos. La apuesta de la
candidata de la UMP por presentarse de partida aliada a los centristas desde la
primera vuelta puede pasarle factura, pues éstos no podrán aportar votos
suplementarios. Le queda un 6,5% adicional procedente de los candidatos
disidentes de la derecha. Y ya está.
Porque lo que no obtendrá a priori es el apoyo de los
votantes del Frente Nacional, que ha doblado sus votos respecto al 2008 en la
capital y ha obtenido un 6,3%. Si alguna figura de la UMP concita la
animadversión de los frentistas –a quienes ha combatido encarnizadamente, con
un libro de por medio incluso– ésta es Kosciusko-Morizet. Ella, sin embargo,
sigue creyendo. Como ha hecho hasta ahora pese a tener las encuestas en contra.
Más consistente es la apuesta de Anne Hidalgo. La alcaldable
socialista, de origen español, cerró ayer mismo un acuerdo con sus aliados de
Europa Ecología-Los Verdes, con quienes han gobernando los socialistas estos
últimos seis años en París. Un pacto fundamental, por cuanto los verdes
obtuvieron el 8,9% de los votos y ganaron en el distrito II. A cambio de
concurrir juntos en la segunda vuelta, el PS cede a sus aliados 18 consejeros
en el futuro consistorio –el doble que actualmente– y cuatro tenencias de
alcaldía, además del compromiso de aprobar medidas automáticas de urgencia en caso
de episodios excepcionales de contaminación como el que afectó a la ciudad hace
algo más de una semana. Entre estas medidas estaría la gratuidad de los
transportes públicos y la circulación alterna –prohibición de circular a la
mitad de los automóviles, en función de la terminación de su matrícula en par o
impar–, algo que el Gobierno socialista tardó una semana en decidir a pesar de
la presión constante de los ecologistas.
Hidalgo busca también un acuerdo con el Partido de Izquierda
de Jean-Luc Mélenchon, que en esta ocasión concurrió separado de los comunistas
–el PCF pactó ya de entrada con el PS– y que logró el 4,9% de los sufragios.
Las negociaciones, en este caso, iban peor encaminadas, pues los izquierdistas
juzgaban las condiciones un trágala. De todos modos, haga lo que haga la
dirección del partido, es muy probable que sus electores apoyen a Hidalgo,
quien dentro del PS goza de un perfil más a la izquierda que el representado
por el presidente François Hollande.
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