miércoles, 5 de marzo de 2014

Un corazón para cinco años

Setenta y cinco días pueden parecer mucho o muy poco. Muy poco sin duda para el paciente, un francés de 76 años aquejado de una insuficiencia cardíaca terminal, a quien el pasado 18 de diciembre fue implantado en el hospital Georges Pompidou de París el primer corazón artificial autónomo y permanente, y que falleció el domingo pasado por causas que todavía no han sido establecidas pero que parecen no tener directamente que ver con el implante. Mucho tiempo y con un resultado claramente positivo, en cambio, para el autor del ingenio, el prestigioso cardiólogo Alain Carpentier, la sociedad francesa Carmat –que lo ha desarrollado en colaboración con el grupo aeronáutico europeo EADS– y el equipo médico que realizó la operación, que ven en ello resultados esperanzadores.

Hasta ahora, los corazones artificiales implantados a los enfermos de insuficiencia cardíaca –una dolencia que padecen 20 millones de personas en Europa y Estados Unidos– eran provisionales, una solución temporal a la espera de un trasplante. El de Carpentier y Carmat, en cambio, es autónomo y con vocación de durar al menos cinco años.

“El corazón artificial ha funcionado perfectamente bien”, declaró ayer el doctor Christian Latrémouille, miembro del equipo encargado de la intervención y seguimiento del paciente. Aunque admitió que la causa precisa del fallecimiento aún no está clara, consideró que el periodo trascurrido desde la implantación –que supera el mes, umbral de rigor en estos casos– y el modo en que ha respondido el ingenio es “muy positivo y prometedor”.

Latrémouille aseguró que el paciente no había sufrido ningún trombo, descartando en principio que la causa de la muerte estuviera en el corazón artificial, “Era un hombre de edad avanzada y con un organismo muy fatigado”, afirmó, sin querer especular sobre la causa determinante del deceso. Hasta que éste se produjo, todos los indicadores eran positivos, por más que la recuperación fuera lenta. El hombre había podido levantarse de la cama, permanecer sentado en un sillón y caminar unos pasos, además de conversar y de comer él solo. En la misma línea, el doctor Yves Juillière, presidente de la Sociedad Francesa de Cardiología, calificó el resultado de “incontestablemente positivo”.

La empresa Carmat elogió en un comunicado el “coraje” del paciente, que aceptó ser el primero en experimentar este nuevo mecanismo, y expresó su determinación de proseguir los ensayos clínicos. Tras este primer caso, hay otros cuatro pacientes en estado terminal listos para realizar nuevas implantaciones. En el caso del fallecido, como de los otros, no podía beneficiarse de un trasplante convencional por haber superado la edad límite, que en Francia es de 65 años.

Esta primera fase de pruebas busca comprobar la seguridad de la prótesis, mientras que en una segunda fase –con veinte pacientes– se testarán otros aspectos cualitativos y de eficacia. Carmat advirtió ayer que es prematuro sacar conclusiones y que no hará público ningún resultado hasta no tener el análisis global de todos los datos.

No todo el mundo puede acceder al corazón artificial desarrollado por Carpentier y Carmat, y no sólo por su elevado precio (160.000 euros). Su peso, de 900 gramos, es tres veces superior al de un corazón humano, por lo que sólo las personas corpulentas –más hombres (70%) que mujeres (25%)– tienen capacidad torácica suficiente.

Una de las novedades más destacadas de este corazón artificial radica en que las cavidades interiores están recubiertas por un tejido biológico, lo que permite evitar –a diferencia de lo que sucede con las superficies artificiales– la creación de coágulos. Y ahorrarse, en consecuencia, los tratamientos con anticoagulantes, que siempre comportan un riesgo de hemorragia.


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