La reserva se ha
acabado. Las medias palabras y las confidencias, también. Nicolas Sarkozy
rompió ayer el voto de silencio que él mismo se había impuesto tras su derrota
en las elecciones presidenciales del 2012 –y que le aconsejaba su condición de
miembro del Consejo Constitucional– con una combativa tribuna en la edición
digital del diario Le Figaro, en la que denuncia las
escuchas judiciales de las que ha sido objeto y se presenta como víctima de una
persecución política.
El ex presidente francés no se anda con paños calientes y
acusa implícitamente al poder socialista y a su sucesor, François Hollande –sin
citarle–, de utilizar métodos propios de la Stasi, la policía política del
régimen comunista de la antigua República Democrática Alemana. “Me pusieron
bajo escucha en septiembre del 2013 (...) no porque dispongan de indicios, sino
porque esperan encontrarlos. Hoy todavía, toda persona que me telefonee debe
saber que será escuchada” –escribe–. “No es un extracto de la maravillosa
película "La vida de los otros", sobre la Alemania del
Este y las actividades de la Stasi. No se trata de la actuación de algún
dictador en el mundo contra sus opositores. Se trata de Francia”.
Las escuchas telefónicas a Nicolas Sarkozy fueron decididas
por los jueces de instrucción del caso Gadafi, que investigan sobre la presunta
financiación ilegal de su campaña electoral en las presidenciales del 2007 por
el antiguo régimen libio. Durante estos meses, nada han encontrado al respecto,
pero sí interceptaron varias conversaciones entre el ex presidente y su abogado,
Thierry Herzog, de las que se deduce que ambos trataron de influir en la
decisión del Tribunal de Casación para conseguir la invalidez de las agendas de
Sarkozy –la oficial y la personal– mientras estuvo en el Elíseo como elemento
de prueba judicial, para lo que presuntamente contaron con la colaboración de
un magistrado del tribunal, Gilbert Azibert. Las supuestas gestiones no dieron
fruto alguno, pues los jueces decidieron en sentido contrario al pretendido,
pero eso es lo de menos. La nueva fiscalía nacional de delitos financieros se
estrenó con la apertura de una investigación oficial sobre el presunto delito
de tráfico de influencias y violación del secreto de la instrucción.
Sarkozy justifica la ruptura de su silencio por la gravedad
de los hechos del que se dice víctima. “Si lo hago, es porque principios
sagrados de nuestra República son pisoteados con una violencia inédita y una
ausencia de escrúpulos sin precedentes”, escribe el ex presidente, quien
considera vulnerados los derechos al respeto de la vida privada, la
proporcionalidad de la respuesta penal a los hechos investigados y la presunción
de inocencia, a la vez que denuncia el uso de “la calumnia como método de
gobierno” y la “instrumentalización” de la justicia a través de fugas de
información “oportunamente manipuladas” (extractos de estas escuchas han sido
publicados por los diarios Le Monde y Mediapart)
En su alegato, el ex presidente francés insinúa que algunos
jueces de los casos por los que es investigado han actuado movidos por
motivaciones ideológicas o políticas –de uno, destaca su adscripción a un sindicato
de magistrados crítico con su persona, de otro, el hecho de haber firmado un
manifiesto en contra de su política judicial– y, aunque no acusa en ningún
momento directamente al Gobierno socialista ni al presidente François Hollande,
lo de a entender constantemente.
“Los policías no ignoran nada de mis conversaciones íntimas
con mi mujer, mis hijos, mis amigos. Los jueces escuchan las discusiones con
los responsables políticos franceses y extranjeros. Las conversaciones con mi
abogado han sido grabados sin la menor incomodidad”, dice, para asestar
después: “El conjunto es objeto de transcripciones escritas de las que es fácil
imaginar quiénes son los destinatarios”.
Sarkozy pone explícitamente en duda que los ministros de la
Justicia, Christiane Taubira, y del Interior, Manuel Valls; no supieran nada y
no tuvieran información de las escuchas, como han pretendido. “¿De quién se
burlan?”, se exclama. Y concluye con una velada amenaza de retorno: “A todos
aquellos que pudieran temer mi regreso, pueden estar seguros de que la mejor
manera de evitarlo sería que yo pueda vivir mi vida simplemente,
tranquilamente... en el fondo, como un ciudadano 'normal”.
El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, no se quedó corto en
su respuesta a la tribuna de Sarkozy. El jefe del Gobierno acusó al
ex presidente de cometer una “grave falta moral” por poner en duda el honor de
la policía y la justicia, y consideró “insoportable” la comparación entre la
República Francesa y la Alemania del Este. El primer secretario del PS, Harlem
Désir, denunció un “ataque inaudito” contra las instituciones.
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