sábado, 29 de marzo de 2014

París tiene nombre de mujer

París tuvo que esperar más de dos mil años para tener un verdadero alcalde. El cargo lo estrenó Jacques Chirac en 1977. Así que, en cierto modo, la dominación masculina habrá sido relativamente corta. Treinta y siete años después, una mujer se dispone a tomar por primera vez las riendas de la capital francesa. Su nombre es todavía hoy, a veinticuatro horas de la votación decisiva, un misterio. Pero no su género. Dos mujeres, dos mujeres de carácter, se disputan mañana el honor de convertirse en el cuarto alcalde de París: Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz, 1959), por el Partido Socialista (PS), y Nathalie Kosciusko-Morizet (París, 1973), por la Unión por un Movimiento Popular (UMP). A priori, todo las opone. Sin embargo, a veces las apariencias engañan…

Anne Hidalgo y Nathalie Kosciusko-Morizet tienen, ambas, orígenes extranjeros. Lo cual es ya un primer punto en común. Española e hija de españoles la primera –con la doble nacionalidad-, francesa de raíces polacas la segunda –sus ancestros, judíos, emigraron a la capital francesa a finales del siglo XIX-, las dos simbolizan la capacidad integradora de Francia, receptáculo de mil migraciones a lo largo de los siglos.

Sobre  ambas sobrevuela asimismo la imagen mítica de un abuelo luchador y perseguido. Para la socialista, se trata de la memoria de su abuelo paterno, Antonio Hidalgo, republicano exiliado en 1937 y encarcelado tres años por los franquistas a su regreso a España en 1939, una vez acabada la Guerra Civil. “Todo el compromiso de Anne viene de ahí”, explicó una vez su padre, llamado también Antonio, quien se crió en Andalucía, formó su propia familia y regresó a Francia en 1961 en busca de una vida mejor. Electricista, en Lyon encontró trabajo en la empresa Electrifil , donde mantuvo la tradición familiar de compromiso afiliándose al sindicato Fuerza Obrera (FO)

Para la conservadora –suponiendo que este adjetivo le convenga realmente-, su principal referente es también su abuelo paterno, Jacques Kosciusko, miembro de uno de los principales grupos de la Resistencia, el comunista FN-FTP, que bajo el alias de Capitán Devillers codirigió la insurrección de París en agosto de 1944 contra los nazis, cuando las tropas del general Leclerc –con los republicanos españoles en cabeza- se disponían a liberar la capital. Tras la guerra, Jacques Kosciusko fue miembro del gabinete de Léon Blum y director del gabinete civil del presidente de la República Vincent Auriol, ambos socialistas, antes de acabar como embajador. Por la otra rama, su bisabuelo materno, el senador André Morizet, fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Francia (PCF)… El giro a la derecha de la familia lo imprimió su padre, François Kosciusko-Morizet, histórico alcalde de Sèvres por la UMP, recién retirado.

Si los orígenes ideológicos familiares de ambas candidatas a alcaldesa son bastante próximos, su extracción social y su trayectoria personal no pueden ser más diferentes. Anne Hidalgo pertenece a una familia modesta, que se instaló en una cité obrera de la banlieue de Lyon y se abrió camino a base de esfuerzo y estudio. La hoy candidata, segunda de dos hermanas, siempre ha valorado el papel de la escuela republicana como motor de ascenso social. Tras cursar Derecho en la Universidad de Lyon y obtener un master en Ciencias Sociales, Hidalgo –como tantos otros franceses- “subió” a París en busca de realizar su sueño. En 1984 obtuvo un puesto como inspectora de Trabajo y se instaló en la capital, donde diez años después ingresó en el PS. Su experiencia profesional hizo que Martine Aubry la captara, en 1997, como consejera en el Ministerio de Empleo. Eran los tiempos de Lionel Jospin y las 35 horas.

Ese paso resultaría fundamental. De entrada, a nivel personal. Porque Hidalgo, que estaba casada y tenía dos hijos –que ahora tienen 27 y 25 años-, conoció allí a su segundo marido, Jean-Marc Germain –a la sazón, director de gabinete de Aubry-, con quien se casó en el 2004 y tuvo un hijo que hoy tiene 12 años. Su paso por el ministerio la ayudó a dar el salto definitivo a la política, presentándose en el 2001 a las elecciones municipales en París. El triunfo de la izquierda la aupó al cargo de teniente de alcalde con el carismático Bertrand Delanoë, de quien ha sido su mano derecha y su heredera.

Determinada, seria, trabajadora, rigurosa, gran conocedora de la ciudad y del municipio, pero con una imagen más bien roma –“¡Yo soy andaluza y las andaluzas no son aburridas!”, se ha visto obligada a decir para tratar de contrarrestar su evidente falsa de salero-, Hidalgo tiene principalmente en su contra el hecho de encarnar la continuidad.

Nathalie Kosciusko-Morizet es la otra cara de la moneda, y no sólo –o no principalmente- porque sea pelirroja donde su rival es morena, o porque proyecte una imagen chic y glamurosa –tacones vertiginosos incluidos- donde su contrincante se conforma con severos trajes-pantalón y un foulard rosa. Tras su imagen de madonna del Cinquecento, tras su belleza etérea, casi translúcida, se esconde un tiburón dispuesto a destrozar a sus oponentes a dentelladas. Su situación familiar le permitió estudiar en las mejores escuelas. Ingeniera titulada por la selecta Escuela Politécnica –con la que hizo su servicio militar en un buque de la Marina de guerra en Djibuti-, ha pasado por casi todos los escalones de la política: alcaldesa de una pequeña ciudad de banlieue –Longjumeau-, diputada, secretaria de Estado, ministra de Ecología…

Como Anne Hidalgo, y como tantas otras mujeres francesas, Kosciusko-Morizet ha practicado el feminismo con los hechos, compatibilizando su carrera política con la maternidad. Casada con Jean-Pierre Philippe, un ex militantes y ex alcalde socialista, dieciocho años mayor que ella, a quien conoció durante un stage en la embajada de Francia en Varsovia, tiene dos hijos pequeños, de nueve y cinco años.

Conocida por las siglas NKM, la candidata de la derecha se vanagloria –con motivo- de ser una mujer independiente, alejada de camarillas y corrientes. Dentro de su partido se sitúa más bien a la izquierda: con una acendrada sensibilidad ecológica, se ha mostrado partidaria del matrimonio homosexual –lo que le ha valido las iras de las ultracatólicos- y ha combatido ferozmente al Frente Nacional, al que en 2011 dedicó un libro demoledor titulado “El Frente antinacional”. Extremadamente segura de sí misma, este es, al decir de propios y extraños, su principal cualidad. Y su principal defecto.



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