París tuvo que esperar más de dos mil años para tener un
verdadero alcalde. El cargo lo estrenó Jacques Chirac en 1977. Así que, en
cierto modo, la dominación masculina habrá sido relativamente corta. Treinta y
siete años después, una mujer se dispone a tomar por primera vez las riendas de
la capital francesa. Su nombre es todavía hoy, a veinticuatro horas de la
votación decisiva, un misterio. Pero no su género. Dos mujeres, dos mujeres de
carácter, se disputan mañana el honor de convertirse en el cuarto alcalde de
París: Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz, 1959), por el Partido Socialista
(PS), y Nathalie Kosciusko-Morizet (París, 1973), por la Unión por un
Movimiento Popular (UMP). A priori, todo las opone. Sin embargo, a veces las
apariencias engañan…
Anne Hidalgo y Nathalie Kosciusko-Morizet tienen, ambas,
orígenes extranjeros. Lo cual es ya un primer punto en común. Española e hija
de españoles la primera –con la doble nacionalidad-, francesa de raíces polacas
la segunda –sus ancestros, judíos, emigraron a la capital francesa a finales
del siglo XIX-, las dos simbolizan la capacidad integradora de Francia,
receptáculo de mil migraciones a lo largo de los siglos.
Sobre ambas
sobrevuela asimismo la imagen mítica de un abuelo luchador y perseguido. Para
la socialista, se trata de la memoria de su abuelo paterno, Antonio Hidalgo,
republicano exiliado en 1937 y encarcelado tres años por los franquistas a su
regreso a España en 1939, una vez acabada la Guerra Civil. “Todo el compromiso
de Anne viene de ahí”, explicó una vez su padre, llamado también Antonio, quien
se crió en Andalucía, formó su propia familia y regresó a Francia en 1961 en
busca de una vida mejor. Electricista, en Lyon encontró trabajo en la empresa
Electrifil , donde mantuvo la tradición familiar de compromiso afiliándose al
sindicato Fuerza Obrera (FO)
Para la conservadora –suponiendo que este adjetivo le
convenga realmente-, su principal referente es también su abuelo paterno,
Jacques Kosciusko, miembro de uno de los principales grupos de la Resistencia, el
comunista FN-FTP, que bajo el alias de Capitán Devillers codirigió la
insurrección de París en agosto de 1944 contra los nazis, cuando las tropas del
general Leclerc –con los republicanos españoles en cabeza- se disponían a
liberar la capital. Tras la guerra, Jacques Kosciusko fue miembro del gabinete
de Léon Blum y director del gabinete civil del presidente de la República
Vincent Auriol, ambos socialistas, antes de acabar como embajador. Por la otra
rama, su bisabuelo materno, el senador André Morizet, fue uno de los fundadores
del Partido Comunista de Francia (PCF)… El giro a la derecha de la familia lo
imprimió su padre, François Kosciusko-Morizet, histórico alcalde de Sèvres por
la UMP, recién retirado.
Si los orígenes ideológicos familiares de ambas candidatas a
alcaldesa son bastante próximos, su extracción social y su trayectoria personal
no pueden ser más diferentes. Anne Hidalgo pertenece a una familia modesta, que
se instaló en una cité obrera de la banlieue de Lyon y se abrió
camino a base de esfuerzo y estudio. La hoy candidata, segunda de dos hermanas,
siempre ha valorado el papel de la escuela republicana como motor de ascenso
social. Tras cursar Derecho en la Universidad de Lyon y obtener un master en
Ciencias Sociales, Hidalgo –como tantos otros franceses- “subió” a París en
busca de realizar su sueño. En 1984 obtuvo un puesto como inspectora de Trabajo
y se instaló en la capital, donde diez años después ingresó en el PS. Su
experiencia profesional hizo que Martine Aubry la captara, en 1997, como
consejera en el Ministerio de Empleo. Eran los tiempos de Lionel Jospin y las
35 horas.
Ese paso resultaría fundamental. De entrada, a nivel
personal. Porque Hidalgo, que estaba casada y tenía dos hijos –que ahora tienen
27 y 25 años-, conoció allí a su segundo marido, Jean-Marc Germain –a la sazón,
director de gabinete de Aubry-, con quien se casó en el 2004 y tuvo un hijo que
hoy tiene 12 años. Su paso por el ministerio la ayudó a dar el salto definitivo
a la política, presentándose en el 2001 a las elecciones municipales en París. El
triunfo de la izquierda la aupó al cargo de teniente de alcalde con el
carismático Bertrand Delanoë, de quien ha sido su mano derecha y su heredera.
Determinada, seria, trabajadora, rigurosa, gran conocedora
de la ciudad y del municipio, pero con una imagen más bien roma –“¡Yo soy
andaluza y las andaluzas no son aburridas!”, se ha visto obligada a decir para
tratar de contrarrestar su evidente falsa de salero-, Hidalgo tiene
principalmente en su contra el hecho de encarnar la continuidad.
Nathalie Kosciusko-Morizet es la otra cara de la moneda, y
no sólo –o no principalmente- porque sea pelirroja donde su rival es morena, o
porque proyecte una imagen chic y glamurosa –tacones vertiginosos incluidos-
donde su contrincante se conforma con severos trajes-pantalón y un foulard
rosa. Tras su imagen de madonna del Cinquecento, tras su belleza
etérea, casi translúcida, se esconde un tiburón dispuesto a destrozar a sus
oponentes a dentelladas. Su situación familiar le permitió estudiar en las
mejores escuelas. Ingeniera titulada por la selecta Escuela Politécnica –con la
que hizo su servicio militar en un buque de la Marina de guerra en Djibuti-, ha
pasado por casi todos los escalones de la política: alcaldesa de una pequeña
ciudad de banlieue –Longjumeau-, diputada, secretaria de Estado,
ministra de Ecología…
Como Anne Hidalgo, y como tantas otras mujeres francesas,
Kosciusko-Morizet ha practicado el feminismo con los hechos, compatibilizando su
carrera política con la maternidad. Casada con Jean-Pierre Philippe, un
ex militantes y ex alcalde socialista, dieciocho años mayor que ella, a quien
conoció durante un stage en la embajada de Francia en Varsovia, tiene dos hijos
pequeños, de nueve y cinco años.
Conocida por las siglas NKM, la candidata de la derecha se
vanagloria –con motivo- de ser una mujer independiente, alejada de camarillas y
corrientes. Dentro de su partido se sitúa más bien a la izquierda: con una acendrada
sensibilidad ecológica, se ha mostrado partidaria del matrimonio homosexual –lo
que le ha valido las iras de las ultracatólicos- y ha combatido ferozmente al
Frente Nacional, al que en 2011 dedicó un libro demoledor titulado “El Frente
antinacional”. Extremadamente segura de sí misma, este es, al decir de propios
y extraños, su principal cualidad. Y su principal defecto.
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