La liga de fútbol francesa
es, más que nunca, una cosa de dos. De dos extranjeros. La tabla de
clasificación de la primera división no deja lugar a dudas: en cabeza, con una
clara ventaja sobre los demás, se destacan el París Saint-Germain (PSG) y el AS
Mónaco, los dos equipos más fuertes y con una plantilla más completa del
campeonato. Las dos principales estrellas –y las mejor pagadas, 807.000 y
1.200.000 euros al mes netos, primas aparte–, Zlatan Ibrahimovic y Falcao,
juegan en sus filas. Para ambos clubes, el dinero no es hoy ningún problema.
Pero en ambos clubes se trata de dinero foráneo: qatarí en el primer caso, ruso
en el segundo.
El primero en llegar a los campos de fútbol franceses fue el
Emirato de Qatar, que en el verano del 2011 se hizo con la propiedad del PSG
–hasta ese momento en manos del fondo de inversiones Colony Capital– a través
de la sociedad Qatar Sport Investments (QSI). Su presidente, Naser Al Jelaifi
–quien al principio no hablaba ni una palabra de francés–, es hoy también el
presidente del club. Los petrodólatres del emirato –que de paso se ha hecho con
una parte del pastel televisivo francés a través del canal BeIn Sport, del
grupo Al Jazira– han permitido al histórico Paris Saint Germain convertirse en
el primer equipo de Francia.
La temporada pasada, tras 19 años en dique seco.
el PSG ganó la Liga por tercera vez en su historia. Y ahora mismo va lanzado
hacia su cuarta victoria, además de tener un pie en los cuartos de final de la
Liga de Campeones tras golear a domicilio al Bayer Leverkusen (0-4) el 18 de
febrero.
Los intereses de Qatar en Francia no se limitan,
sin embargo, al fútbol. El emirato y la familia real qatarí tienen
participaciones en algunas de las principales empresas francesas –France
Télécom, Lagardère, LVMH, Suez Environnement, Total, Veolia, Vinci,
Vivendi...–, y posee inmuebles en los barrios más caros de París.
Pero
el PSG no está solo. A finales del mismo año 2011, un ángel salvador llamó a la
puerta del AS Monaco –en aquel momento, en el último puesto de la segunda
división francesa y a punto de la quiebra– y le abrió las
puertas del cielo. El multimillonario ruso Dimitri Ribolóvlev se hizo con la
propiedad del club, hasta entonces en manos de la Société des Bains de Mer
(SBM) –participada por el Principado–, por un euro simbólico y empezó a
invertir.
Médico de provincias convertido en oligarca gracias a la compra de la
empresa minera Uralkali –que luego fue amablemente empujado a vender por el
régimen–, Ribolóvlev es hoy la 147ª fortuna mundial, según Forbes, que le
tribuye un patrimonio de 6.350 millones de euros. De su mano, el AS Monaco
consiguió el año pasado regresar a la primera división y en su primera
temporada ha conseguido situarse en el segundo puesto del podio, ocho puntos
–eso sí– por detrás de los intratables parisinos.
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