Después de las
gesticulaciones, el diálogo –un diálogo frágil y, por ahora, incompleto– ha
empezado a abrirse paso en la crisis de Ucrania. Los máximos responsables de la
diplomacia occidental y rusa se sentaron ayer en París, por primera vez cara a
cara, para tratar de desenredar la madeja y encontrar una salida negociada al
conflicto. La vía que parece dibujarse consistiría, de algún modo, en retrasar
el reloj al 21 de febrero y recuperar lo esencial del acuerdo alcanzado en
aquel momento entre el presidente Víktor Yanukovich y la oposición. Y que la
toma del poder por los insurrectos dejó en papel mojado.
A la salida de la última de las numerosas reuniones que se
mantuvieron en la capital francesa, ya entrada la noche, el ministro de Asuntos
Exteriores ruso, Serguei Lavrov, lanzó un mensaje positivo: “Nos hemos puesto
de acuerdo para proseguir las discusiones en los próximos días a fin de ayudar
a estabilizar, normalizar y superar la crisis”, afirmó. “Por primera vez se ha
podido avanzar”, juzgó por su parte el jefe del Quai d’Orsay, Laurent Fabius.
La agenda diplomática brinda en ocasiones oportunidades
inesperadas. La celebración de una reunión del Grupo Internacional de Apoyo al
Líbano permitió reunir ayer en la capital francesa a Serguei Lavrov, con el
secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y los responsables de la
diplomacia de Francia, Laurent Fabius; Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y el
Reino Unido, William Hague, así como la alta representante de la Unión Europea,
Catherine Ashton. Una oportunidad de oro que todas las partes decidieron
aprovechar.
El presidente francés, François Hollande, facilitó una
primera reunión, en torno a un café, en los jardines del palacio del Elíseo,
que siguió posteriormente con un mano a mano entre Kerry y Lavrov, y una nueva
reunión multilateral en el Quai d’Orsay. Paralelamente, la canciller alemana,
Angela Merkel, hablaba telefónicamente con el presidente ruso, Vladimir Putin.
En todo momento, los países occidentales presionaron al jefe de la diplomacia
rusa para que aceptara reunirse con el ministro de Exteriores ucranio, Andrii
Dechtchitsa, pero Serguei Lavrov se negó en redondo, argumentando que Moscú no
reconoce a las nuevas autoridades. Ambos coincidieron anoche en el Quai
d’Orsay, pero en despachos separados, sin que pudiera vencerse la negativa
rusa.
Lavrov avanzó que la vía para una solución podría ser el
acuerdo apadrinado por los europeos el 21 de febrero. Sobre la base de este acuerdo, franceses y
alemanes pusieron ayer sobre la mesa una nueva propuesta, que pasaría por la
constitución de un gobierno de unidad, el retorno de las tropas rusas a sus
bases, el desarme y neutralización de las milicias y grupos paramilitares, la
aplicación de la Constitución del 2004, el restablecimiento del ruso como lengua
oficial y la celebración de elecciones presidenciales anticipadas el 25 de
mayo.
Antes de su reunión en París, Lavrov acusó en Madrid a
Estados Unidos y la Unión Europea de alentar e intentar aprovechar el conflicto
entre Rusia y Ucrania, ocasionado a su juicio por un “asalto al poder” que no
debe tolerarse. Porque, dijo, “los malos ejemplos son muy contagiosos”. Al
término de su visita oficial a España y tras reunirse con su homólogo español,
José Manuel García-Margallo, el canciller ruso insistió en atribuir a las
autoridades de la región autónoma de Crimea una capacidad decisoria y
responsabilidades plenas, informa Fernando García.
Por otro lado, la estrategia de elevar la presón
diplomática sobre Moscú se trasladó ayer a la OTAN. La reunión de los aliados
con el representante ruso se saldó con la decisión de suspender no sólo los
contactos técnicos sino también la que iba a ser su primera operación militar
conjunta, la protección del buque estadounidense Cape Ray, encargado de
neutralizar las armas químicas del régimen de Damasco, informa Beatriz Navarro. La Alianza Atlántica, anunció su secretario general Anders
Fogh Rasmussen, también decidió revisar toda su relación con Rusia y, al mismo
tiempo, estrechar sus lazos con Ucrania. Ya se planea realizar entrenamientos y
ejercicios conjuntos. "Estas decisiones contienen un mensaje claro: las
acciones de Rusia tienen consecuencias", resumió Rasmussen.
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