Partido de
protesta o partido de gobierno. Hasta ahora, el Frente Nacional (FN), la
principal fuerza de la extrema derecha en Francia, sólo ha sido lo primero. Con
su éxito en la primera vuelta de las elecciones municipales, que podría
consolidarse parcialmente el próximo domingo, el partido de Marine Le Pen
tendrá la oportunidad –y el reto– de demostrar que también es capaz de asumir
responsabilidades y gobernar. Esta es la ambición personal de la presidenta del
FN, que desde que tomó las riendas del partido, hace tres años, se propuso
salir del papel vociferante en que la había mantenido su padre, Jean-Marie Le
Pen, y situarse como tercera fuerza política de Francia. Y lo ha conseguido.
Con la presentación de candidaturas en 597 municipios de más
de 1.000 habitantes –una minucia comparado con los 36.000 que existen, pero
cinco veces más que en el 2008–, el FN ha logrado dos elecciones directas en la
primera vuelta y el pase a la segunda vuelta en 328 poblaciones, un resultado
histórico. “Estamos en situación de alcanzar el objetivo de tener un millar de
cargos electos”, señaló con satisfacción Marine Le Pen desde el cuartel general
de su partido en Nanterre. O lo que es lo mismo, asentar su implantación en el
territorio.
Si el FN obtuvo el domingo sólo el 4,6% de los votos
emitidos en el conjunto del país –debido a su limitada presencia–, el
porcentaje fue en realidad considerablemente mayor –una media del 16,5%– allí
donde efectivamente se presentó. Un apoyo que enlaza con la línea ascendente
iniciada en las elecciones presidenciales y legislativas del 2012 y que
vaticina –así lo espera Le Pen, que espera un efecto de “bola de nieve”– en las
europeas de mayo.
El FN ha confirmado su fortaleza en sus feudos tradicionales
del Norte y del arco mediterráneo –que son también los más afectados por la
crisis y el desempleo–, pero ha extendido asimismo sus tentáculos en otras
zonas, fundamentalmente en el Oeste y el Centro. Sus mejores resultados se han
concentrado en las ciudades medias, de entre 10.000 y 50.000 habitantes. Pero
su presencia se ha reforzado asimismo en núcleos como Estrasburgo, Lille y
Lyon. Por no hablar de Marsella, donde su candidato quedó en segundo lugar,
desplazando al socialista Patrick Menucci.
“La implantación local era esencial para las futuras
elecciones”, afirmó Le Pen, quien consideró que los resultados del domingo
corroboran que se han producido “cambios esenciales en el electorado” y que el
mapa político ha empezado a cambiar en Francia de forma irreversible: “Es el
fin de la bipolarización”, sentenció la líder del FN, quien aseguró haber
recibido también abundantes votos de los “franceses de la inmigración”. “El
Frente Nacional es el único partido que aporta esperanza, la única fuerza capaz
de reagrupar a todos los franceses”, proclamó.
La pujanza del FN y su presencia en la segunda vuelta en un
buen número de municipios ha colocado a las otras dos grandes fuerzas, la Unión
por un Movimiento Popular (UMP) y el Partido Socialista (PS) en una difícil
tesitura. Determinados a frenar como sea la elección de alcaldes del FN en la
segunda vuelta, los socialistas han forzado la retirada de sus propios
candidatos en Perpiñán, Fréjus y Saint-Gilles, para evitar que la dispersión
del voto permita el triunfo del Frente Nacional. El candidato de Béziers no
quiso renunciar y el PS le retiró su investidura. La UMP no ha aplicado la
misma política, pero sí retiró a su vez su apoyo a los candidatos independientes
de derecha de Villeneuve-Saint-Georges y de L’Hôpital por pactar con el FN.
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