domingo, 23 de marzo de 2014

Entre la abstención y la ultraderecha

François Hollande se enfrenta este domingo, primera vuelta de las elecciones municipales en Francia, a su primer gran test nacional desde su elección como presidente de la República, en mayo del 2012. Sus perspectivas no son precisamente muy brillantes. Los socialistas franceses temen, con razón, un importante voto de castigo, a la vista de la persistencia de la crisis, la bajísima popularidad del presidente –del 17% al 20%– y la desconfianza general hacia la clase política. El daño será mayor o menor en función de la abstención, que todos los auscultadores de la opinión prevén muy elevada. Junto a la caída de la participación, la otra gran incógnita es el incremento –previsible, pero difícilmente evaluable– del apoyo a la extrema derecha.

Si en algo coinciden todos los institutos de opinión es en que la abstención –que no ha parado de subir desde los años ochenta– va a batir en esta ocasión el récord del 2008, cuando llegó al 33,5%. Esta vez puede rondar el 38% o alcanzar incluso el 40%. Todo indica que, de nuevo, será particularmente acusada en las grandes ciudades y que dañará sobre todo al Partido Socialista (PS)

Los diversos sondeos sobre la intención de voto a nivel nacional dejan a los socialistas –con entre el 20% y el 23% de los sufragios– por detrás de la derecha, incluso si se le suman sus aliados ecologistas y del Frente de Izquierdas. Aunque este previsible retroceso puede verse parcialmente compensado con su victoria en algunas grandes ciudades, particularmente en París –donde Anne Hidalgo parte con ventaja respecto a la candidata de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), Nathalie Kosciusko-Morizet–, Lyon o Toulouse.

La situación, sin embargo, no es tampoco muy halagüeña para el partido de Nicolas Sarkozy, que por sí solo apenas obtendría más sufragios que el PS: un par de sondeos le atribuyen un 22% y sólo un tercero le concede hasta el 35%. La ventaja de la derecha, sumados los centristas y los independientes, sería clara pero en principio no aplastante. Si esto es así, es en parte por su propia culpa –escándalos, luchas intestinas– y en parte porque el ascenso de la extrema derecha pesca justamente en sus caladeros.

El Frente Nacional (FN), enfundado en los hábitos del Rassemblement Bleu Marine –que juega con el nombre del color y de la presidenta del partido, Marine Le Pen–, puede dar la campanada. Salvo una encuesta de CSA para Le Figaro, que le deja con un modesto 6%, las demás le sitúan alrededor del 11-12% e incluso el 17%, una cota sólo vista hasta ahora en las elecciones presidenciales. Sin embargo, que semejante resultado pueda traducirse en una importante implantación municipal es menos probable.

Porque si los sondeos captan las grandes corrientes electorales en el conjunto del país, la presencia real del FN a nivel local es aún pequeña. Los frentistas han logrado en esta ocasión un récord, al presentar 595 listas en poblaciones de más de 1.000 habitantes. Pero eso representa apenas el 6,1% de los municipios de este tamaño. Por otro lado, aunque el Frente Nacional logre forzar un número importante de triangulares en la segunda vuelta –esto es, enfrentamientos a tres bandas con el PS y la UMP–, en la mayoría de los casos será barrido. Algunos municipios simbólicos pueden caer en sus manos, pero difícilmente pasará de ahí.

Otra cosa serán las elecciones europeas del próximo mes de mayo, donde el FN no está condicionado ni por las circunstancias locales ni por su escasa implantación. Es aquí donde la extrema derecha podría realmente provocar un seísmo y quedar –como algunos estudios vaticinan– como el primer partido de Francia.


Llamamiento anti Frente Nacional

El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, lanzó el viernes un llamamiento a todos los partidos “republicanos” para hacer frente común y evitar la elección de alcaldes del Frente Nacional (FN). Fiel a su tradición y salvo excepciones, el PS piensa llamar a votar a la UMP en la segunda vuelta allí donde sea necesario para impedir el triunfo de la ultraderecha. La UMP, en cambio, mantiene su línea de ambigüedad para no hurtarse a los votantes del FN.




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