viernes, 14 de marzo de 2014

París, al borde de la asfixia

Hace un año, París estaba cubierta por la nieve. Hoy, está sepultada bajo una espesa capa de polución a causa de unas temperaturas absolutamente anormales. Ayer, el termómetro marcaba en la capital francesa 19 grados y el pasado domingo se disparó a 21,6ºC, algo nunca visto por estas fechas ¡desde 1880! El cielo, aunque difuminado por la neblina de la contaminación, aparecía de nuevo completamente despejado. Y ya lleva así una semana. Los mapas del tiempo de Francia asemejan a los de España en pleno mes de julio: llenos de soles.

Pero este tiempo estival, que ha colgado de la mayoría de los parisinos una sonrisa y llena los parques y las terrazas a la hora del almuerzo, empieza a ser preocupante para la salud. La conjunción de las elevadas temperaturas y la ausencia de vientos ha hecho que la concentración de partículas emitidas por los motores de los coches, sobre todo los diésel –el 61% del parque automovilístico francés–, haya alcanzado niveles inquietantes en las principales aglomeraciones urbanas y en algunos casos haya franqueado el umbral de alerta.

El problema afecta a una tercera parte de las regiones –con especial incidencia en Lyon, Marsella, Lille...–, pero es especialmente grave en París y su región metropolitana, donde viven alrededor de 12 millones de personas. En la capital, la concentración de partículas finas superó ayer los 100 microgramos por metro cúbico de aire, lo que disparó todas las alarmas. Las autoridades, después de una semana dudando –y de hacer oídos sordos a las advertencias de los grupos ecologistas–, reaccionaron finalmente y tomaron una batería de medidas, toda vez que las previsiones indican que el problema se va a prolongar durante el fin de semana.

La medida más radical, adoptada ayer tarde por el Sindicato de Transportes de París –que agrupa al Estado, la región y los ayuntamientos–, ha sido decretar la gratuidad total de los transportes públicos (metro, autobuses y tren regional RER) durante tres días, desde hoy viernes hasta el domingo, ambos incluidos. Horas antes se había avanzado el Ayuntamiento de la capital, ofreciendo gratis –o prácticamente gratis– los servicios públicos de alquiler de bicicletas y de coches eléctricos, Velib’ y Autolib’. Todo con el fin de fomentar que los ciudadanos dejen el coche en casa.

Las medidas disuasorias en este terreno son, sin embargo, muy tímidas. Al margen de desviar los camiones por encima de 3,5 toneladas fuera de París y de reducir la velocidad máxima en las principales arterias metropolitanas –110 km/h en las autopistas, 70 km/h en las carreteras y 60 km/h en el bulevar periférico–, no se ha adoptado ninguna medida restrictiva para el uso del vehículo privado. A fin de cuentas, dentro de nueve días se celebra la primera vuelta de las elecciones municipales... y no es cuestión de violentar la conciencia de los electores.

La prefectura ha recomendado que las personas con problemas respiratorios y los niños menores de seis años no salgan de casa si no es necesario y que se evite el ejercicio físico intenso en el exterior. No todo el mundo está por la labor. A la puerta de la escuela adonde ha acompañado a su vástago, Véronique –calzado deportivo y mallas negras ajustadas– se muestra sorprendida e indrédula: “Así, si voy a correr, ¿me voy a morir antes? ¡Jajajajaja!”. Coqueta, lanza un guiño, da media vuelta y sale corriendo.






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