La derecha
francesa se dispone a arrebatar el poder local a la izquierda, devolviendo así
la afrenta del 2008. La única duda que subsiste, en lo cual sustenta sus magras
esperanzas François Hollande, es la amplitud de la marea azul que se avecina. A
los socialistas les gustaría creer que una movilización de última hora de su
electorado y el efecto distorsionador del Frente Nacional (FN) pueden limitar
los daños en la segunda vuelta de las elecciones municipales, que se celebra
hoy.
En el Partido Socialista (PS) y en el Gobierno presienten,
sin embargo, que van a ser arrasados. La inquietud y la tensión es palpable. El
presidente francés también lo sabe y en los últimos días ha empezado a preparar
su eventual respuesta: un puñado de medidas para tratar de recuperar la
simpatía del electorado popular y una remodelación del Ejecutivo que podría
costarle el cargo al primer ministro, Jean-Marc Ayrault. El jefe del Gobierno,
más impopular aún que el propio Hollande, señalado con el dedo por su falta de
carisma y de nervio, es el cabeza de turco perfecto. El sistema mismo de la V
República lo coloca en una piedra sacrificial. Y su posición, ya muy delicada
tras la bofetada de la primera vuelta, puede convertirse en totalmente
insostenible si esta noche la derrota es mayúscula.
El desarrollo de esta crucial semana entre las dos vueltas
no ha sido precisamente el más positivo para el Ejecutivo. El Consejo
Constitucional tumbó una parte esencial del dispotitivo ideado para tratar de
salvar industrias en peligro de cierre con su cesión a un tercero –una de las
promesas de campaña de Hollande que se va al agua– y las cifras oficiales sobre
el paro correspondientes al mes de febrero han sido desalentadoras. En lugar de
disminuir, el desempleo creció en 31.500 personas, elevando el número de
parados a 3,3 millones. La realidad es dura y ha demostrado completamente infundada
la promesa del presidente de invertir la curva del paro. En lugar de disminuir,
el paro no sólo no se frena, sino que sigue creciendo.
La Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido de
Nicolas Sarkozy, parece no tener más que esperar a recoger los frutos. Los
populares mantienen una total confianza en una victoria aplastante, pero se han
cuidado mucho estos días de todo triunfalismo. Esta táctica, junto a la
sorpresa protagonizada por el FN, ha contribuido sin duda a difuminar el hecho
de que son Jean-François Copé y sus hombres los claros ganadores de estos
comicios. Acaso más por demérito del Gobierno que por merecimiento propio –la
UMP sigue enredada en sus viejas disputas internas y diversos escándalos
judiciales–, pero a la hora de sumar los votos poco importa.
En la primera vuelta, la derecha sacó en los municipios de
más de 1.000 habitantes más de ocho puntos de ventaja a la izquierda: 46,4% a
38,2%. Una distancia que para el PS y sus
aliados es difícilmente recuperable.
Si en la votación del domingo pasado la izquierda perdió, de
una tacada, una treintena de ciudades de más 9.000 habitantes –entre ellas,
Niort (Deus Sèvres), donde gobernaba desde el final de la Segunda Guerra
Mundial–, el golpe podría hoy más que triplicarse. Los analistas calculan que
la pérdida –sobre todo de los socialistas– podría superar el centenar de
municipios. Entre ellos, algunos de los más importantes.
Entre las principales ciudades que podrían caer en manos de
la derecha están Toulouse, Estrasburgo, Reims, Saint-Etienne, Caen, Metz... Una
pérdida general sería una auténtica debacle. Por no hablar de París, donde la
ventaja parece del lado de la candidata socialista, Anne Hidalgo, mano derecha
del alcalde saliente, el popular Bertrand Delanoë.
Los socialistas cuentan aquí con el apoyo de los Verdes, con
quienes han cerrado –una vez más– un pacto de gobierno que les garantiza, a
priori, el apoyo del electorado ecologista. Algo que no han conseguido en
cambio con el Partido de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon. Frente a esto, la
aspirante de la UMP, Nathalie Koscisko-Morizet, que ya se presentó en la
primera vuelta coaligada con los centristas, apenas puede contar con la reserva
de votos de un puñado de candidatos disidentes de la derecha que resultaron
eliminados
Pero nada puede darse por sentado. Los sondeos vaticinaban
prácticamente por una unanimidad la victoria de Hidalgo desde la primera vuelta.
La realidad, en cambio, fue muy diferente. NKM –siglas bajo las que se la
conoce– salió vencedora por una diferencia de casi 8.500 votos (35,6% a 34,4%).
El efecto electoral que puede tener la imagen y la sensibilidad política de
Kosciusko-Morizet, más próxima de los bobós (bohemios
burgueses) de la progresía parisina que de la derecha conservadora tradicional,
es una incógnita. Puede ganar votos por el centro y perderlos por la derecha,
sobre todo entre los sectores ultracatólicos y próximos al FN.
Una parte de la atención de la oponión pública francesa –y
también mundial– estará hoy focalizada en el resultado que obtenga el Frente
Nacional allí donde el domingo pasado acabó en cabeza. Sobre todo en las
ciudades de Aviñón, Perpiñán, Béziers, Fréjus, Saint-Gilles, Forbach... En
estos municipios, el FN ha colocado a algunas de sus figuras más conocidas:
desde el vicepresidente del partido, Louis Aliot, en Perpiñán, hasta Florian
Philippot, el portavoz, en Forbach, pasando por el célebre abogado penalista
Gilbert Collard, en Saint-Gilles, y el controvertido periodista y editorialista
Robert Ménard –ex presidente de Reporteros sin Fronteras (RSF)– en Béziers.
En alguno de estos lugares, el FN conseguirá hacerse con la
alcaldía, como en Hénin-Beaumony y en Orange en la primera vuelta. Pero el
sistema electoral francés –mayoritario, a dos vueltas– y la retirada del PS
para concentrar el voto en el candidato mejor situado con tal de frenar al FN
pueden impedírselo.
Alcaldesa, musulmana y negra
El pueblo de Yèbles (Sena y Marne), de 700 habitantes,
cuenta con una nueva alcaldesa, Marieme Tamata-Varin. De 32 años y origen
mauritano, su condición de mujer musulmana y negra provocó una dura campaña
electoral. Pero que no ha impedido su elección.
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