La crisis
personal y sentimental que atraviesa François Hollande, camino de convertirse
poco menos que en un asunto de Estado, es ya un hecho reconocido, aunque su
solución y desenlace son todavía inciertos. El presidente francés admitió ayer
por primera vez de forma pública la existencia de una grave crisis en la pareja
que forma con la periodista Valérie Trierweiler, pero se negó en redondo a
abordar las implicaciones de esta crisis, particularmente lo que concierne al
estatus político de la primera dama. “No es el lugar ni el momento”, dijo
tajante a la pregunta de un periodista en la multitudinaria conferencia de
prensa celebrada ayer tarde en el Elíseo. “Todo el mundo, en su vida personal,
puede atravesar adversidades. Es nuestro caso. Son momentos dolorosos. Pero
tengo un principio: los asuntos privados se tratan en privado”, afirmó zanjando
así la cuestión.
Como era de prever, Hollande tuvo que afrontar esta espinosa
cuestión a la primera pregunta. Pero él se mantuvo fiel a su línea de conducta
y sólo respondió lo inevitable. Y aún menos. El presidente francés no aclaró si
su compañera sentimental –hospitalizada desde el viernes, una vez supo de la
relación amorosa de François Hollande con la actriz Julie Gayet–, sigue siendo
la primera dama de Francia. Aunque prometió clarificarlo antes del viaje
oficial a Estados Unidos que tiene programado en el mes de febrero. Respecto a
su estado de salud fue más que escueto: “Reposa”.
El affaire sentimental entre Hollande
y Gayet, objeto de rumores insistentes en París desde hace meses –hasta el
punto de que la actriz se vio obligada a desmentirlo ya en marzo del año
pasado–, fue desvelado al público el pasado viernes por la revista del corazón Closer, que ofreció una serie de fotos de los dos
amantes entrando y saliendo del edificio donde durante meses mantuvieron sus
citas clandestinas.
La pareja se encontraba en un apartamento del número 20 de
la rue du Cirque, a dos pasos del Elíseo, alquilado por una amiga de Gayet, la
también actriz Emmanuelle Hauck, cuyo ex marido y cuyo ex compañero sentimental
–condenado por la justicia el primero, asesinado el segundo– tenían
vinculaciones con la mafia corsa. En sus idas y venidas, Hollande se desplazaba
en la parte de atrás de un scooter, conducido por un agente de la seguridad
presidencial, mientras un segundo guardaespaldas vigilaba los alrededores. Este
mínimo dispositivo de seguridad no impidió que el fotógrafo Sébastien Valiela,
el mismo paparazzo que en 1994 hizo la foto de la hija
secreta de François Mitterrand –Mazarine–, pudiera tomar las imágenes desde el
edificio de enfrente sin que nadie reparara en él.
La cuestión de la seguridad del presidente ha suscitado, por
todo ello, serios interrogantes en la clase política. François Hollande intentó
ayer quitar toda importancia al asunto asegurando que en ningún momento su
seguridad había estado en peligro en sus citas secretas (a las que solamente
aludió de forma implícita). “Vaya donde vaya, mi seguridad está garantizada, ya
sea en mis desplazamientos oficiales como en los que hago a título privado,
donde el dispositivo es menos fuerte”, afirmó, sin que lograra mostrarse en
este terreno muy convincente.
Hollande se confesó ayer encolerizado por la publicación de
sus amoríos clandestinos –“Mi indignación es total”, dijo–, subrayando que de
esta forma se ha violado gravemente su derecho a la intimidad. Pero descartó
actuar judicialmente contra la revista para no aprovechar –dijo– la situación
de privilegio que le ofrece la ley al estar protegido por la inmunidad de que
goza el jefe del Estado. Del mismo modo, se negó a endurecer la ley contra los
atentados a la vida privada: “No estoy a favor de las leyes de circunstancias,
y menos aún de las leyes a medida”, argumentó.
La hasta ahora compañera sentimental de Hollande y primera
dama de Francia, Valérie Trierweiler, se enteró de la infidelidad por boca del
propio presidente, que le confesó todo la noche del jueves, ante la inminencia
de la publicación de la información de Closer.
Trierweiler, que según sus amigos hasta ese momento había preferido no creer en
los rumores, sufrió un fuerte choque emocional y el viernes por la tarde fue
ingresada en un hospital. Los médicos le prescribieron reposo y, según la
versión oficial de su gabinete, ayer aún seguía hospitalizada. Esta circunstancia
ha dejado en suspenso la resolución de la crisis sentimental de la pareja y, lo
que tiene un mayor alcance político, la clarificación de si Valérie Trierweiler
sigue siendo la primera dama y, en consecuencia, puede seguir representado a
Francia. Su próxima cita es, en teoría, el 11 de febrero en una cena en la Casa
Blanca con el matrimonio Obama.
La crisis ha hecho que responsables políticos de todo el
arco parlamentario, incluido el Partido Socialista, hayan planteado la
necesidad de o bien regular el estatuto de la primera dama –que no está
constitucionalmente reconocido– o bien suprimirlo. Hollande se manifestó por
mantener esta figura, pero con una doble condición: que haya una “total
transparencia” sobre los recursos públicos destinados a la primera dama y que
el presupuesto sea lo más reducido posible”.
Cerca de 600 periodistas
El Salón de Fiestas del Elíseo estaba ayer lleno a rebosar
por la presencia de entre 500 y 600 periodistas de todo el mundo, más interesados
que nunca en la tercera conferencia de prensa semestral del presidente francés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario