François Hollande pudo
ser el candidato socialista al Elíseo en el 2007. Pudo haberse
enfrentado a Nicolas Sarkozy cuando éste se encontraba en el momento de su
máxima fuerza. Y pudo haber perdido... Muy probablemente hoy no sería
presidente, sus compañeros del Partido Socialista francés –donde siempre tuvo
importantes adversarios– lo habrían enviado al desván de los trastos
inservibles.
La historia podría haberse escrito de forma muy diferente si
su compañera sentimental de entonces, y madre de sus cuatro hijos, Ségolène
Royal, no se hubiera interpuesto en su camino y se hubiera impuesto como
candidata. Pero lo hizo. ¿Por ambición? Desde luego. Pero también por despecho.
En el caso de François Hollande, las cuestiones privadas –y particularmente,
las sentimentales– han estado desde siempre inextricablemente ligadas a su
carrera política, empujándola unas veces, saboteándola otras. El seísmo
provocado ahora por su relación amorosa clandestina con la actriz Julie Gayet
es sólo el último ejemplo de esta deriva.
En noviembre del 2005, François Hollande salió triunfante
del difícil congreso socialista de Le Mans. El entonces primer secretario del
PS logró evitar la explosión del partido –herido por la fractura del referéndum
de la Constitución Europea– y consolidar su liderazgo interno. Su objetivo eran
las elecciones presidenciales del 2007. Y en esta carrera de fondo, en la que
preveía destaparse en la recta final, los movimientos de Ségolène Royal –que
empezaba a coquetear entonces con su propia candidatura– le servían para
mantener distraídos a sus adversarios. Hollande estaba convencido de que su
compañera le acabaría cediendo el paso.
La propia Ségolène Royal lo repetía a los amigos de la
pareja: “Es el momento de François”. La excandidata socialista a Elíseo
recordaba sin duda cómo su nombramiento como ministra de Medio Ambiente por
François Mitterrand en 1992 cerró las puertas del Gobierno a su compañero...
Desde que se conocieran en los bancos de la Escuela Nacional de Administración
(ENA), ambos habían actuado siempre no sólo como una pareja, sino también como
un equipo. Juntos entraron en el gabinete de Mitterrand en el Elíseo en 1981,
juntos obtuvieron su acta de diputado en 1988...
Hollande, púdico y reservado según sus amigos, tan celoso
hoy de su vida privada, no tuvo empacho en los años noventa en posar con
Ségolène para Paris Match en su domicilio, con sus
hijos, ofreciendo la imagen de una pareja moderna y feliz, en una evidente
operación de promoción política. Siendo ya ministra, en 1992, Royal llegó
incluso a recibir a los periodistas en el hospital donde acababa de dar a luz a
su última hija, Flora. Un reportaje firmado por una tal Valérie Trierweiler...
¡Ah, Valérie! En el otoño del 2005, Hollande ya había
empezado su relación amorosa con la periodista de Paris
Match encargada de cubrir la información de los socialistas
franceses... Y fue justo en ese momento, cuando Ségolène Royal se enteró de la
infidelidad de su compañero, que su decisión de optar a las primarias del PS
para ser candidata al Elíseo se volvió irreversible. ¿Ansia de venganza?
Probablemente, en parte. Pero también, y sobre todo, la conciencia de que ya no
le debía a su hombre ninguna lealtad política. ¿Por qué entonces sacrificar la
propia ambición?
A lo largo del 2006, Ségolène Royal intentó reconquistar al
padre de sus hijos y especuló con la posibilidad de casarse con él. En el 2007,
en plena campaña electoral de las presidenciales, llegó incluso a proponérselo
en público, aprovechando una invitación de un dirigente polinesio para que
contrajeran matrimonio en Tahití. “Sería locamente romántico”, dijo. Algunos de
los adversarios de la candidata presionaron incluso al primer secretario
–“¡Cásate con ella, François!”– para evitar que acabara presentándose.
Pero Hollande estaba ya en otro sitio. No sólo
no se casó, sino que dejó claro que en caso de que su mujer ganara las
elecciones él no iría jamás a vivir al Elíseo... Hollande no tenía ningunas
ganas de ver a su mujer como presidenta de la República y lo cierto es que la
dejó completamente sola durante la campaña, huérfana del apoyo de un partido
que en el fondo la rechazaba. Tras caer frente a Sarkozy en mayo del 2007,
Royal esperó a la noche de las elecciones legislativas del mes de junio, en
plena derrota del PS, para formalizar públicamente la ruptura de la pareja: “Le
he pedido que deje el domicilio y que viva su historia sentimental por su
lado”.
Humillado –expulsado de su casa, señalado como
culpable a la vista de todos–, pero libre, Hollande inició entonces su nueva
vida con Valérie Trierweiler, acabó dejando la dirección del PS e inició su
larga marcha hacia el Elíseo. Vulnerando de nuevo su apego a la discreción, en
el 2010 hizo una declaración de amor pública a su nueva compañera: “Es la mujer
de mi vida”, dijo, faltándole así al respeto a la mujer con la que había vivido
25 años y tenido cuatro hijos. “Valérie lo necesitaba”, se justificó después.
A la todavía primera dama de Francia –con la que Hollande
nunca se ha querido tampoco casar–, la sombra de Ségolène Royal la persiguió
siempre. No en vano, su antigua rival, en tanto que figura importante del PS,
seguía estando cerca de su compañero. Insegura, intentó vetarla en la campaña
electoral de las presidenciales del 2012, donde al menos consiguió borrarla –al
estilo soviético– de un vídeo que retrataba la vida del hoy presidente. Y en un
mitin, para contrarrestar su presencia y subrayar quién era quién, exigió a
Hollande, a la vista de todos, que la besara en la boca... Finalmente, en la
campaña de las legislativas de junio de ese mismo año, lanzó su famoso tuit
apoyando al candidato socialista disidente de La Rochèlle frente a Ségolène
Royal, que perdió su escaño y, de rebote, la presidencia de la Asamblea
Nacional.
La imagen pública de Hollande –ya calificado de blando y
débil– sufrió gravemente por este hecho, al aparecer ante la opinión pública
como incapaz de controlar las querellas entre su mujer y su ex, y emponzoñó
definitivamente las relaciones entre Valérie Trierweiler y los hijos del presidente,
que le retiraron la palabra. La relación de la pareja empezó ahí a degradarse.
Aunque, de estar en lo cierto Closer, el idilio
clandestino de Hollande y Julie Gayet ya había empezado.
Herida y ofendida, Royal hizo en el 2012 un comentario
premonitorio sobre Trierweiler: “Ya lo tiene todo, en lugar de preocuparse por
el pasado, haría bien en preocuparse por la siguiente...”.
Trierweiler abandona el hospital
Ocho días
después de ser ingresada de urgencia, Valérie Trierweiler abandonó ayer tarde
el hospital de la Pitié-Salpétrière de París. Eran alrededor de las 15h30
cuando, a bordo de un vehículo oficial y escoltada por dos motoristas, la
primera dama de Francia dejó el centro y partió con rumbo desconocido. Según la
revista Paris Match, para la que la compañera del
presidente francés sigue trabajando como periodista, Trierweiler debería pasar
ahora unos días des descanso suplementarios en la residencia oficial de La
Lanterne, una finca vinculada a la Presidencia de la República situada en las
lindes del parque del palacio de Versalles.
Valérie Trierweiler fue hospitalizada el pasado día 10 tras
sufrir aparentemente una crisis nerviosa –otras fuentes hablan de una ingestión
excesiva de tranquilizantes–, después de que la revista Closer desvelara públicamente la relación amorosa que
François Hollande mantiene con la actriz Julie Gayet. El presidente no ha
querido hacer ningún comentario sobre su vida privada, únicamente ha reconocido
que su pareja atraviesa por momentos difíciles y “dolorosos”, y en ningún caso
ha desmentido su relación sentimental con Gayet.
François Hollande no se encontraba en París en el momento en
que su todavía compañera dejaba el hospital. El presidente francés, que no ha
cambiado en ningún momento su agenda oficial, se desplazó ayer a Tulle
(Corrèze), su feudo electoral en el centro del país, para cumplir con la
tradición de dirigir a sus ciudadanos sus buenos deseos para el año nuevo (los voeux). Hollande centró su discurso en la reforma
territorial y evitó hablar con el nutrido grupo de periodistas que le seguían.
También limitó al máximo el contacto con la gente de la calle y evitó su
habitual paseo por el mercado de la población.
“Ya es hora de que nuestro presidente tome decisiones sobre
su vida personal y que el debate se cierre, que no haya más rumores y fotos”,
declaró a France Presse Cécile At, propietaria de la Taverne du
Sommelier, un establecimiento que Hollande frecuenta. El presidente anunció en su conferencia de prensa del martes
pasado en el Elíseo que “clarificará” la situación de su pareja antes del
inicio de su viaje de Estado a Estados Unidos, el próximo 11 de febrero, donde
en principio era esperado acompañado.
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