sábado, 18 de enero de 2014

La infidelidad pasa factura

Por mal que vayan las cosas, siempre pueden empeorar. Eso ha empezado a sucederle al presidente francés, François Hollande, cuya imagen entre los ciudadanos ha sufrido una súbita degradación tras revelarse su infidelidad amorosa con la actriz Julie Gayet. Con un nivel de popularidad inusualmente bajo –sólo un 20% de los franceses muestra confianza en él. algo inédito en la V República–, Hollande ve ahora cómo el juicio de sus conciudadanos, no ya sobre su competencia como presidente sino sobre sus cualidades humanas, empeora.

Un sondeo realizado tras las revelaciones de la revista Closer por el instituto Ifop para el diario digital Atlantico (ver gráfico adjunto) constata un retroceso claro
en todos los frentes, pero especialmente en el personal. La caída es moderada en atributos políticos, donde ya estaba mal valorado, pero es particularmente acusada en las cualidades humanas, como la simpatía (-7 puntos) y la sinceridad (-14 puntos). Es todavía pronto para sacar conclusiones, la evolución de la opinión pública sin duda variará mucho en función de la forma en que el presidente de la República resuelva este asunto, pero es ya un primer indicador de que el desapego de los franceses todavía puede subir algunos peldaños.

Hasta el momento, Hollande ha tratado de contener la crisis, en la medida de lo posible, dentro del marco estricto de la esfera privada. En la conferencia de prensa del martes en el Elíseo, aún viéndose obligado a contestar algunas preguntas sobre la cuestión, consiguió que su agitada vida sentimental no contaminara la sesión y que prevalecieran los contenidos políticos, por otra parte de gran calado. Desde entonces, ha proseguido su actividad presidencial como si nada, absolutamente nada, hubiera sucedido. Ninguna coma de la agenda del Elíseo ha sido movida de su lugar, ninguna cita anulada.

Pero este papel de seriedad y sobriedad, que tanto le aleja de las efusiones públicas de un Nicolas Sarkozy, puede acabar jugándole una mala pasada. Los franceses quieren que el presidente se ocupe de los asuntos del Estado, naturalmente, pero a la vez quieren a alguien humano. Y Hollande está transmitiendo la imagen de una persona fría, distante e indiferente. El hecho de no ir a visitar a su compañera, Valérie Trierweiler –la engañada, la ultrajada, la víctima de esta historia–, en su lecho del hospital ha sido mal comprendido por la opinión pública. Cuando el Elíseo se dio cuenta, trató a la desesperada de argumentar que los médicos lo habían desaconsejado, pero el mismo jueves por la noche, el presidente acudió finalmente a la Pitié-Salpetrière, donde la primera dama está ingresada desde el viernes de la semana pasada y donde aún seguirá algunos días. Al parecer, su estado de fatiga y su tensión, muy baja, le impiden incluso levantarse normalmente.

El estado de salud de Trierweiler es el principal obstáculo para la resolución de la crisis, que es en primer lugar sentimental, personal, pero después política. Hollande ha dado suficientes señales hasta el momento como para pensar que el escenario que se dibuja es el de la ruptura de la pareja, lo que obligará a Trierweiler a abandonar el Elíseo. En todo caso, el presidente no puede dilatar indefinidamente la situación, pues como él mismo admitió públicamente, debe clarificar este asunto antes de su viaje de Estado a Estados Unidos el 11 de febrero próximo. Los servicios de protocolo de la Casa Blanca esperan para poder cerrar la agenda.

Algunos colaboradores del presidente francés le aconsejan que aproveche la ocasión para abrir una nueva etapa en su quinquenato y asumir una presidencia totalmente en solitario, en tanto que presidente “soltero”, independientemente de cuál sea la evolución de su vida sentimental. Soltero, de hecho, ya lo es, siempre lo ha sido. La cuestión sería amortizar de alguna manera el puesto de “primera dama”, que no está constitucionalmente previsto.

Mientras tanto, nuevas revelaciones van ampliando el alcance de la relación sentimental que Hollande mantiene desde hace tiempo con Julie Gayet. La revista Closer, que destapó el affaire hace una semana –con fotos incluidas– sostenía en su número de ayer que la relación amorosa del presidente y la actriz empezó en realidad hace dos años, antes por tanto de que Hollande llegara al Elíseo, cuando Gayet se incorporó a su campaña. Desde entonces, siempre según Closer, la pareja habría alternado rupturas y reconciliaciones. Sus encuentros clandestinos no se habrían limitado al ya célebre apartamento del número 20 de la rue du Cirque –a dos pasos del Elíseo–, sino que habrían tenido como escenario el domicilio y el despacho profesional de la actriz, otro apartamento prestado en el oeste de la ciudad, la casa de Hollande en Mougins (Costa Azul) y su feudo electoral de Tulle (Corrèze)...

Desde que su relación saliera a la luz, Julie Gayet permanece callada y oculta. El lunes debía participar en la proyección de la última película que ha producido, Les étoiles (Las estrellas), pero anuló finalmente su presencia. Aunque no ha hecho declaraciones públicas, la actriz ha desmentido personalmente a radio Europe 1 –según ha informado la propia emisora– que esté embarazada, un rumor difundido por un bloguero francés a través de Twiter y reproducido sin más por algunos medios de comunicación anglosajones.



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