Por mal que
vayan las cosas, siempre pueden empeorar. Eso ha empezado a sucederle al
presidente francés, François Hollande, cuya imagen entre los ciudadanos ha
sufrido una súbita degradación tras revelarse su infidelidad amorosa con la
actriz Julie Gayet. Con un nivel de popularidad inusualmente bajo –sólo un 20%
de los franceses muestra confianza en él. algo inédito en la V República–,
Hollande ve ahora cómo el juicio de sus conciudadanos, no ya sobre su
competencia como presidente sino sobre sus cualidades humanas, empeora.
Un sondeo realizado tras las revelaciones de la revista Closer por el instituto Ifop para el diario digital Atlantico (ver gráfico adjunto) constata un retroceso
claro
en todos los frentes, pero especialmente en el personal. La caída es moderada
en atributos políticos, donde ya estaba mal valorado, pero es particularmente
acusada en las cualidades humanas, como la simpatía (-7 puntos) y la sinceridad
(-14 puntos). Es todavía pronto para sacar conclusiones, la evolución de la
opinión pública sin duda variará mucho en función de la forma en que el
presidente de la República resuelva este asunto, pero es ya un primer indicador
de que el desapego de los franceses todavía puede subir algunos peldaños.
Hasta el momento, Hollande ha tratado de contener la crisis,
en la medida de lo posible, dentro del marco estricto de la esfera privada. En
la conferencia de prensa del martes en el Elíseo, aún viéndose obligado a
contestar algunas preguntas sobre la cuestión, consiguió que su agitada vida
sentimental no contaminara la sesión y que prevalecieran los contenidos
políticos, por otra parte de gran calado. Desde entonces, ha proseguido su
actividad presidencial como si nada, absolutamente nada, hubiera sucedido.
Ninguna coma de la agenda del Elíseo ha sido movida de su lugar, ninguna cita
anulada.
Pero este papel de seriedad y sobriedad, que tanto le aleja
de las efusiones públicas de un Nicolas Sarkozy, puede acabar jugándole una
mala pasada. Los franceses quieren que el presidente se ocupe de los asuntos
del Estado, naturalmente, pero a la vez quieren a alguien humano. Y Hollande
está transmitiendo la imagen de una persona fría, distante e indiferente. El
hecho de no ir a visitar a su compañera, Valérie Trierweiler –la engañada, la
ultrajada, la víctima de esta historia–, en su lecho del hospital ha sido mal
comprendido por la opinión pública. Cuando el Elíseo se dio cuenta, trató a la
desesperada de argumentar que los médicos lo habían desaconsejado, pero el
mismo jueves por la noche, el presidente acudió finalmente a la
Pitié-Salpetrière, donde la primera dama está ingresada desde el viernes de la
semana pasada y donde aún seguirá algunos días. Al parecer, su estado de fatiga
y su tensión, muy baja, le impiden incluso levantarse normalmente.
El estado de salud de Trierweiler es el principal obstáculo
para la resolución de la crisis, que es en primer lugar sentimental, personal,
pero después política. Hollande ha dado suficientes señales hasta el momento
como para pensar que el escenario que se dibuja es el de la ruptura de la
pareja, lo que obligará a Trierweiler a abandonar el Elíseo. En todo caso, el
presidente no puede dilatar indefinidamente la situación, pues como él mismo
admitió públicamente, debe clarificar este asunto antes de su viaje de Estado a
Estados Unidos el 11 de febrero próximo. Los servicios de protocolo de la Casa
Blanca esperan para poder cerrar la agenda.
Algunos colaboradores del presidente francés le aconsejan
que aproveche la ocasión para abrir una nueva etapa en su quinquenato y asumir una
presidencia totalmente en solitario, en tanto que presidente “soltero”,
independientemente de cuál sea la evolución de su vida sentimental. Soltero, de
hecho, ya lo es, siempre lo ha sido. La cuestión sería amortizar de alguna
manera el puesto de “primera dama”, que no está constitucionalmente previsto.
Mientras tanto, nuevas revelaciones van ampliando el alcance
de la relación sentimental que Hollande mantiene desde hace tiempo con Julie
Gayet. La revista Closer, que destapó el affaire hace una semana –con fotos incluidas– sostenía
en su número de ayer que la relación amorosa del presidente y la actriz empezó
en realidad hace dos años, antes por tanto de que Hollande llegara al Elíseo,
cuando Gayet se incorporó a su campaña. Desde entonces, siempre según Closer, la pareja habría alternado rupturas y
reconciliaciones. Sus encuentros clandestinos no se habrían limitado al ya
célebre apartamento del número 20 de la rue du Cirque –a dos pasos del Elíseo–,
sino que habrían tenido como escenario el domicilio y el despacho profesional
de la actriz, otro apartamento prestado en el oeste de la ciudad, la casa de
Hollande en Mougins (Costa Azul) y su feudo electoral de Tulle (Corrèze)...
Desde que su relación saliera a la luz, Julie Gayet
permanece callada y oculta. El lunes debía participar en la proyección de la
última película que ha producido, Les étoiles (Las
estrellas), pero anuló finalmente su presencia. Aunque no ha hecho
declaraciones públicas, la actriz ha desmentido personalmente a radio Europe 1
–según ha informado la propia emisora– que esté embarazada, un rumor difundido
por un bloguero francés a través de Twiter y reproducido sin más por algunos
medios de comunicación anglosajones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario