lunes, 13 de enero de 2014

Seísmo sentimental en el Elíseo

El Elíseo tiembla. La revelación periodística de que el presidente francés, François Hollande, de 59 años, mantiene desde hace meses una relación amorosa clandestina con la actriz Julie Gayet, de 41, ha provocado un auténtico seísmo en su pareja y amenaza con desestabilizarle políticamente en un momento ya de por sí enormemente delicado para él.

Enterada al parecer de su infidelidad por la información y las imágenes publicadas el viernes por la revista Closer, su compañera sentimental, Valérie Trierweiler, de 48 años, tuvo que ser hospitalizada esa misma tarde a causa de una depresión nerviosa, consecuencia del “choque emocional” –en palabras del Elíseo– sufrido a causa de la revelación, según confirmó ayer la presidencia de la República. La primera dama francesa, a la que se le han practicado diversos exámenes médicos y se le ha recomendado reposo, podría ser dada de alta hoy mismo, indicó su gabinete.

El viernes, François Hollande reaccionó –a título personal, no como presidente– reclamando respeto a su vida privada y amenazando con perseguir judicialmente a la revista Closer. Pero en ningún momento desmintió la información. Es más, en las primeras horas algunos colaboradores del presidente aventuraban que el Elíseo iba a “clarificar” de forma relativamente rápida la situación de la pareja presidencial. Una forma indirecta de sugerir probablemente una separación.

La situación es tanto más delicada cuanto que Hollande y Trierweiller no están casados, ni tienen hijos en común. Ni siquiera están vinculados por un documento de unión civil, llamado en Francia Pacto Civil de Solidaridad (Pacs). Si la situación legal de Trierweiler como primera dama –una condición de hecho, que no de derecho– era ya de por sí precaria, ahora se ha vuelto prácticamente insostenible. Y ya han aparecido algunas voces políticas –la de la presidenta del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, la primera– en cuestionar la obligación del Estado de seguir sufragando los gastos de funcionamiento y de representación de la mujer de Hollande, malévolamente comparada con las “favoritas” de los monarcas franceses.

Si el presidente tenía –como parece– la intención de zanjar el asunto rápidamente, la hospitalización de Valérie Trierweiler ha tirado por los suelos esta estrategia, que buscaba resolver el problema antes de la importante y multitudinaria conferencia de prensa que el presidente francés debe ofrecer mañana martes en el Elíseo ante los medios de comunicación de todo el mundo.

La cita del 14 de enero, cuidadosamente preparada por Hollande y su equipo debía marcar no sólo la apertura política del año, sino también el inicio de una campaña de reconquista de la opinión pública. Convertido en el presidente más impopular de la historia de la V República –el nivel de confianza que suscita entre los franceses ronda un pírrico 20%–, la conferencia de prensa debía servir para relanzar la imagen del presidente y plantear los principales ejes de su política para los próximos meses, en la que se adivina un giro importante en materia de política económica.

Ahora, este objetivo ha quedado completamente arruinado, pues es imposible que sus problemas sentimentales no acaben empañándolo todo. Incluso la prensa francesa, que en un primer momento se resistió a informar sobre la aventura amorosa del presidente alegando que es un asunto privado, se decidió a entrar en materia, admitiendo las implicaciones políticas del affaire.

En un principio, la relación amorosa de Hollande con Julie Gayet –con quien se veía a escondidas en un apartamento cercano al Elíseo, relajando considerablemente las medidas de seguridad– no ha tenido ningún impacto perceptible en la opinión pública. La mayoría de los franceses son muy tolerantes en los temas sentimentales y, según puso de manifiesto un sondeo publicado por Le Journal du Dimanche (ver infográfico), los ciudadanos no parecen por ahora muy preocupados.

François Hollande no debería fiarse, sin embargo, de la benevolencia de los franceses, a la vista de la desafortunada experiencia de su antecesor en el Elíseo. La situación de ambos guarda llamativos paralelismos. También en vísperas de una multitudinaria conferencia de prensa en el Elíseo, el 8 de enero del 2008, trascendió la relación amorosa de Nicolas Sarkozy –ya separado en aquel momento de su esposa Cécilia– con la cantante Carla Bruni. El entonces presidente francés cometió un gravísimo error de comunicación al exhibir públicamente su romance –“Ustedes lo han comprendido, lo de Carla va en serio”, dijo con sonrisa de enamorado– mientras daba la impresión de desentenderse de sus promesas electorales: “¿Qué quieren que haga por el poder adquisitivo si las cajas del Estado están vacías?”, contestó incómodo. La reacción química de ambas frases desencadenó una deflagración política que tendría para él consecuencias catastróficas.


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