"Un beso es un acto que se
comparte con alguien sin saber qué van a hacer de él los azares de la
vida”. Así lo explicaba la actriz Julie Gayet en una entrevista publicada en el
2007 con motivo del lanzamiento de la película de Emmanuel Mouret Un baiser, s’il vous plaît (Un beso, por favor), que
abordaba el espinoso tema de la infidelidad y donde ella representaba un papel secundario.
Con un beso, ese primer acto transgresor de insospechadas
consecuencias, que hace y deshace parejas, empezó más que probablemente la
aventura sentimental de Julie Gayet, de 41 años, con el presidente de la
República, François Hollande, de 59, unido todavía hoy –aunque sin papeles– a
la periodista Valérie Trierweiler. Una historia banal como la vida misma. Si no
fuera porque el protagonista masculino de este romance está al frente del
Estado francés y sus avatares personales acaban teniendo, se quiera o no, efectos
políticos.
François Hollande prometió “clarificar” la situación de su
pareja –y, en consecuencia, de la primera dama de Francia, una figura que
existe aún sin existir legalmente, como las meigas–
antes de su visita de Estado a Washington el próximo 11 de febrero. El país lo
espera. Y, desde luego, también Julie Gayet.
Desde que el semanario Closer reveló
el idilio, el pasado 10 de enero, la actriz mantiene una discreción absoluta.
Ni una declaración, ni un comentario. Todo lo más, la presentación de una
demanda contra la revista del corazón, a la que reclama 54.000 euros por
atentado a su vida privada. Por lo demás, Julie Gayet sigue su vida –casi– como
si nada. Hace una semana, anuló su participación en la última película que ha
producido, Les étoiles (Las estrellas) para no alimentar
el morbo y escapar de la prensa. Pero sigue acudiendo a la oficina de su
productora, Rouge International, en el número 54 de la calle del Faubourg
Saint-Honoré –cerca, muy cerca, del Elíseo–; sale como de costumbre a hacer la
compra por su barrio, en el este de París, donde vive con sus hijos Taddeo y
Ezéchiel, de 15 y 13 años, en un loft en el que –según Paris
Match– no hay televisor pero sí un retrato de Samuel Becket y una imagen
de la Virgen María; queda con sus amigos, y organiza fiestas en su casa para
celebrar el cumpleaños de su hijo menor...
El azar ha querido que, además de una película en cartel
–Les âmes de papier (Las almas de papel)–, la imagen de
Julie Gayet aparezca estos días en una campaña de publicidad de la firma de
prêt-à-porter Bleu Tango, a cuya directora artística, Lou Ripoll, de 24 años,
la actriz, entonces adolescente, cuidó de niña.
“Julie está tranquila, muy segura de sí misma”, comentó días
atrás su ex marido y padre de sus hijos, el guionista argentino Santiago
Amigorena. Pareja actual de otra actriz, Juliette Binoche, Amigorena se
divorció de Gayet en el 2006 tras ocho años de matrimonio. ¿A causa de una
infidelidad? En todo caso, fabuló con ello en su novela Des jours
que je n’ai pas oublié (Días que no he olvidado), publicada en el
2013.
Fuerte y determinada –rasgos que comparte con las otras dos
mujeres de la vida de Hollande, Valérie Trierweiler y Ségolène Royal, dicho sea
de paso–, Julie Gayet acostumbra, en su profesión, a seguir su intuición y no
le importa asumir riesgos. La misma actitud con la que parece conducir su vida
personal. Ella misma ha admitido sentirse convencida de acabar cayendo siempre
de pie. “Como los gatos”, dice.
Nacida el 3 de junio de 1972 en Suresnes, una ciudad de la
periferia oeste de París –de evocaciones históricas para el socialismo
español–, esta fortaleza de carácter, esta seguridad en sí misma, las heredó
de su familia, de origen bretón. Lo mismo que su amplia cultura, su afición por
la filosofía –como un guiño, lleva la letra phi del alfabeto griego, surcando
sobre las olas, tatuada al final de la espalda–, y su compromiso político con
la izquierda.
Su padre, Brice Gayet, prestigioso cirujano y director del
servicio de patología digestiva del Instituto Mutualista Montouris de París
–que fuera asimismo miembro del gabinete de Bernard Kouchner en el Ministerio
de Salud en los años noventa– y su madre, Anne, anticuaria, han frecuentado
tradicionalmente los círculos socialistas. Y para compromiso, el de su abuelo
paterno, Alain Gayet, uno de los Compañeros de la Liberación que se unió al
general De Gaulle en Londres en 1940 para combatir contra los invasores nazis.
De pequeña, Julie Gayet empezó estudios de canto lírico pero
pronto descubrió su vocación de actriz y con 17 años se trasladó a Londres a
estudiar con Jack Waltzer, del Actor’s Studio. Difícilmente clasificable, desde
su debut, a principios de los años noventa, hasta ahora Julie Gayet ha participado
en más de 70 películas, de todo tipo y todo género, rodando con algunos de los
más reputados directores del cine de autor, de Costa-Gavras a Krzysztof
Kieslowski y Agnès Varda. En 1997 fue galardonada con el Premio Romy Schneider
–¡su ídolo!– por su papel en el filme Select Hotel, de
Laurent Bouhnik.
Sencilla, abierta, afable... sus amigos la describen como
una “chica normal”. Nada más indicado, pues, para quien se reivindicaba como el
“presidente normal”. Comprometida en la campaña electoral de Segolène Royal en
el 2007, Julie Gayet se incorporó de forma natural a la de François Hollande a
finales del 2011. Seducida por la personalidad del candidato socialista, la
relación entre ambos traspasó pronto la frontera de lo político y de lo conveniente.
“El amor llega de forma completamente inopinada, cuando uno tiene la cabeza en
otras cosas”, decía en el 2007. Y ya entonces se preguntaba: “¿Cómo controlar
lo incontrolable?”.
Trierweiler quiere salir “con diginidad” de la crisis, dice
su abogada
Valérie
Trierweiler, compañera oficial del presidente francés, quiere salir “con
dignidad” del enredo en el que la ha metido François Hollande al revelarse su
relación sentimental clandestina con la actriz Julie Gayet. Así lo indicó ayer
al diario Le Figaro la letrada Frédérique Giffard.
abogada y amiga de la todavía primera dama, que sigue instalada temporalmente
en la residencia presidencial de La Lanterne (Versalles) para guardar reposo.
Según Giffard, Trierweiler y Hollande están “reflexionando” conjuntamente sobre
la manera de resolver la situación, que según todos los indicios desembocará en
una separación de la pareja.
“Es muy difícil para Valérie Trierweiler permanecer serena
frente a esta presión mediática y política, pero es consciente de que se impone
una clarificación”, añadió Giffard, para quien ni uno ni otro quieren que esta
situación se eternice. En su conferencia de prensa del día 14 en el Elíseo, Hollande
se comprometió públicamente a “clarificar” la situación política de la primera
dama –y por ende, de su pareja– antes del 11 de febrero, fecha en que el
presidente francés debe iniciar una visita de Estado a Washington y donde ambos
son inicialmente esperados en la Casa Blanca.
De acuerdo con la información de Le
Figaro, Hollande y Trierweiler habrían empezado a hablar ya de su
situación el sábado en La Lanterne, antes de que el presidente viajara a
Holanda. Según la abogada de Trierweiler, que tiene tres hijos de un matrimonio
anterior, uno de los asuntos que deben resolverse es su situación material.
Giffard advirtió que en ningún caso, su clienta esté “haciendo comedia” y menos
aún “chantaje”. La compañera de Hollande, con quien no está casada ni ha
firmado ningún papel, dejó parcialmente su trabajo como periodista –en el canal
de televisión D8– para dedicarse a su nuevo papel de primera dama. Y el piso
que ambos comparten en el distrito XV de París es de alquiler. En común, no hay
ni hijos ni patrimonio alguno.