François Hollande, presidente electo de Francia, se ha cuidado hasta ahora de hacer todo lo contrario de lo que hizo su antecesor, Nicolas Sarkozy, hace cinco años (y que tan caro le costó en términos de imagen). Pero en una cosa no va a tener más remedio que seguir sus pasos: el nuevo presidente, que el próximo martes asumirá oficialmente sus funciones en el palacio del Elíseo, viajará esa misma tarde a Berlín para reunirse por primera vez con la canciller de Alemania, Angela Merkel, como hizo Sarkozy en 2007. El socialista ha decidido finalmente adelantar el encuentro –previsto en un principio para el día siguiente– y afrontar cuanto antes un cara a cara que amenaza con desarrollarse en un clima de fuerte tensión.
Angela Merkel no ha perdido ocasión en los últimos días de redoblar su presión, amonestando al futuro inquilino del Elíseo y marcándole el camino. La canciller ha rechazado de plano la posibilidad de renegociar el tratado europeo de disciplina presupuestaria como pretende Hollande y se ha negado en redondo a abordar un plan para estimular el crecimiento económico a través del déficit. “Un crecimiento a crédito nos llevaría al principio de la crisis. No lo queremos. No lo haremos”, reafirmó ayer en el Bundestag. Y para tensar un poco más la cuerda censuró, de paso, la intención del nuevo presidente francés de adelantar la retirada de las tropas francesas en Afganistán a finales de este año.
François Hollande ha jugado hasta ahora con sus cartas preferidas: la serenidad y la paciencia. El presidente electo se ha guardado de responder a Merkel. Y mientras tanto, decidido a escapar de la tenaza en la que acabó atrapado Nicolas Sarkozy –abducido por Merkozy–, ha empezado a buscar una alianza con Bruselas. Si el lunes recibió en su cuartel general de la avenida Ségur de París al presidente de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, ayer hizo lo propio con Jean- Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo, con quien conversó durante más de una hora. La reunión fue “franca y amistosa”, según la calificó el director del equipo de transición del presidente electo, Pierre Moscovici.
La posición de Hollande, un hombre pragmático y proclive al compromiso, no debería impedir encontrar un terreno de acuerdo con Angela Merkel. Pero el pulso inicial puede ser particularmente duro. El nuevo presidente francés se juega mucho y no puede permitirse el lujo de salir de la cancillería con el rabo entre las piernas. “Existe el riesgo de ir a un choque con Merkel”, se inquietó ayer el ex primer ministro socialista Michel Rocard, quien en una entrevista radiofónica dijo temer que la postura francesa sea recibida como un “símbolo de pelea, cuando la regla de comportamiento en Europa es el compromiso progresivo”.
Antes de llegar a un compromiso, sin embargo, Hollande necesita “reequilibrar” las relaciones entre Berlín y París, para no quedar prisionero de lo que el ex ministro de Asuntos Exteriores Hubert Vedrine califica de “política seguidista” de Nicolas Sarkozy. “François Hollande es perfectamente consciente de que, para reorientar la política económica en Europa y de entrada en la zona euro, necesita conseguir el reequilibrio de las relaciones con Alemania, en el nivel político y económico, pero ante todo en el psicológico”, dijo en Libération.
Por otra parte, el primer ministro, François Fillon, presentó ayer formalmente su dimisión y la de su Gobierno al presidente Nicolas Sarkozy, que sigue en ejercicio hasta el traspaso de poderes fijado para el martes 15. A diferencia de Dominique de Villepin con Jacques Chirac en 2007, Fillon no acudió personalmente al Elíseo, sino que envió su carta a través de un motorista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario