La transición política nunca habrá sido tan fulgurante en Francia como con Nicolas Sarkozy y François Hollande. Mientras el primero presidía todavía ayer en el Elíseo su último Consejo de Ministros, el segundo empezaba a recibir en París a los primeros líderes europeos para abordar la crisis de la zona euro –agravada por la crisis política en Grecia– y discutir una nueva estrategia para el crecimiento económico, que será objeto de una cumbre europea extraordinaria el 23 de mayo.
François Hollande, cuya elección ha revolucionado Europa, contesta la apuesta exclusiva de Alemania por la austeridad –aplicada hastra ahora con la complicidad de Sarkozy– y pretende reorientar la política actual con la adopción de un pacto por el crecimiento, bajo la amenaza da la no ratificación por Francia del tratado de disciplina presupuestaria.
Al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, que ayer acudió a entrevistarse con Hollande en su despacho provisional de la avenida Ségur, y al primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, que lo hará hoy, el detalle de que el presidente electo aún no haya tomado posesión –lo que hará el día 15– no pareció importarles.
Desde el día 6, todo ha cambiado. Olímpicamente ignorado por los jefes de Gobierno europeos hace unas semanas –empezando por la canciller alemana, Angela Merkel, que rompiendo la tradición se negó a recibirle–, el nuevo presidente francés se ha convertido en unos pocos días en el interlocutor ineludible de la política europea. Alexis Tsipras, el jefe del partido de izquierda griego Syriza, ha pedido también verle.
Que François Hollande haya empezado sus contactos con los representantes de las instancias comunitarias, en lugar de hacerlo con la canciller de Alemania –a la que visitará el día 16– como sería lo lógico si se siguiera la costumbre, tiene una enorme carga simbólica. Y subraya la voluntad declarada del nuevo presidente francés de salir del “duopolio” que ha funcionado estos últimos años en la Unión Europea –la célebre pareja Merkozy– para asociar a las autoridades comunitarias a las iniciativas europeas de París. “Para Hollande, la relación franco-alemana es primordial, pero rechaza un directorio”, insistió el director de su equipo de transición, Pierre Moscovici.
La reunión entre Hollande y Van Rompuy –que después acudió al Elíseo a despedirse de Nicolas Sarkozy– no fue muy larga, algo menos de una hora, pero según el director del equipo de transición del presidente electo fue “extremadamente positiva, profunda y constructiva”. El intercambio entre ambos políticos fue, según Moscovici, “sustancial y directo”. Es decir, sin rodeos.
De acuerdo todo el mundo hoy en Europa en la necesidad de adoptar medidas para relanzar el crecimiento económico, las diferencias son no obstante muy acusadas en cuanto a los medios para llevarlo a cabo. Merkel, con el apoyo del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, defiende la adopción de reformas estructurales, mientras Hollande propone impulsar un vasto plan de inversiones europeo, financiado entre otras vías por la instauración de eurobonos –algo que Berlín rechaza–, así como reforzando el papel del Banco Europeo de Inversiones, reorientando algunos fondos estructurales y aplicando la tasa sobre las transacciones financieras.Pese a los diferentes planteamientos de partida, fuentes del equipo de Hollande consideran factible llegar a un compromiso positivo.
Angela Merkel desde Berlín y la tríada de responsables comunitarios –Van Rompuy, Juncker y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso– fijaron ayer la línea roja que no están dispuestos a traspasar: no habrá renegociación del tratado de disciplina presupuestaria. “Todo el mundo tiene que atenerse a los compromiso adquiridos”, recordó la canciller alemana.
Este extremo no debería, sin embargo, ser un obstáculo. Si es cierto que Hollande ha hablado abundantemente de “renegociar” el tratado, él mismo abrió la puerta en su primera gran conferencia de prensa el 25 de abril a adosarle otro tratado paralelo. En cualquier caso, advirtió, si no hay un cambio, “el tratado actual, tal cual es, no será ratificado".
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