Nada se mueve en el horizonte. Nada de forma significativa como para amenazar en este momento la carrera hacia el Elíseo de François Hollande, que a dos días de la votación de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas mantiene una amplia ventaja sobre Nicolas Sarkozy. Y aún la consolida. Nada está definitivamente escrito, pero la situación es extremadamente difícil para el presidente francés, que malogró la noche del miércoles –en el cara a cara en televisión– la última gran oportunidad de demoler al candidato socialista e invertir la tendencia.
Las primeras impresiones al término del debate, negativas para el presidente de la República, fueron ayer ampliamente corroboradas por dos sondeos diferentes. Para la mayoría de los franceses, el candidato socialista resultó globalmente mas convincente que su adversario: 45% a 41% según un sondeo de LH2, una diferencia aún mayor –42% a 34%– según una encuesta de Ifop. Para Hollande, acusado de debilidad e incompetencia, era una prueba de fuego. La superó de largo. La gente ya le ve como presidente.
Los ciudadanos franceses encuestados no dejan de estimar las cualidades de Sarkozy, su dinamismo, su estatura presidencial, su competencia, su audacia... Pero parecen más sensibles a los rasgos de la personalidad de Hollande, percibido como más tranquilizador, serio, cercano a sus preocupaciones, digno de confianza y capaz de unir a los franceses.
Si al presidente francés le ven más convincente en materia de política internacional y europea, de contención del gasto y reducción de la deuda, de control de la inmigración, el candidato socialista lo es en lo que parecen ser los temas que más inquietan a los ciudadanos: el paro, el poder adquisitivo, la educación, la lucha contra las desigualdades sociales.
El debate habrá podido reforzado la borrosa imagen de Hollande, pero no parece que haya tenido o vaya a tener un impacto sensible sobre las intenciones de voto. En ambos sondeos, el candidat socialista mantiene una sólida ventaja sobre el presidente francés: 53% a 47%, seis puntos de distancia. Lo mismo que veinticuatro horas antes. Como si de por medio no hubiera habido cerca de tres horas de debate ante casi 18 millones de telespectadores.
Los estudios de opinión siguen ofreciendo dos datos fundamentales para comprender por qué Sarkozy es incapaz de remontar la distancia que le separa de Hollande. Por un lado, si la mayoría de los 6,4 millones de votantes de la ultraderecha se decanta por el presidente saliente –un 50%, según coinciden en calcular los dos sondeos citados–, un nada desdeñable 22% se dice inclinado a votar por el socialista, a pesar de todos los guiños y aproximaciones que Sarkozy ha hecho estas dos últimas semanas a sus temas de predilección para seducirles.
En el campo del centro, la situación es aún peor para el jefe del Estado: sólo el 31% de los 3,2 millones de votantes del Movimiento Demócrata se decantan por él, mientras que un 39% lo hacen por el aspirante socialista.
“Para ganar, Sarkozy precisa reunir tres condiciones: captar la gran mayoría de los votos del Frente Nacional, avanzar a su rival entre los electores del centro y recibir el grueso del apoyo de los nuevos votantes de la segunda vuelta”, razonaba ayer el politólogo Dominique Reynié, director de la Fundación para la Innovación Política (Fondapol). Y añadía: “Lograrlo sería una hazaña”.
El centro vota Hollande
Más que una hazaña, un verdadero milagro necesitará Nicolas Sarkozy después del contundente pronunciamiento público efectuado ayer por el líder del Movimiento Demócrata (MoDem). Al igual que la presidenta del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, François Bayrou no dio consigna de voto a sus seguidores. Pero a diferencia de la líder de la etxrema derecha –que anunció su voto en blanco–, el líder centrista desveló su intención de votar por el socialista Hollande. Otras figuras de su partido se le habían avanzado durante la jornada.
El anuncio de François Bayrou, que en 2007 eludió decantarse por Nicolas Sarkozy o Ségolène Royal, rompió ayer su vocación de equidistancia. Y algo todavía más trascendente y de incalculadas consecuencias a medio plazo: por primera vez rompió el anclaje histórico del centro político a la derecha, alineándose explícitamente con la izquierda.
Todo el ardor y el empeño puestos por Sarkozy en los últimos días en tratar de seducir a los votantes de extrema derecha le han acabado pasando una cara factura por el centro. “Esta carrera en pos de la extrema derecha choca con nuestros valores, esta obsesión por la inmigración conduce al enfrentamiento entre franceses, esta obsesión por las fronteras lleva a la negación del proyecto europeo”, justificó Bayrou, quien censuró la “línea violenta” tomada por el presidente. “No quiero votar en blanco. En estas circunstancias, la indecisión es imposible”, concluyó.
Sarkozy y Hollande avanzaron ayer en cierto modo el cierre de sus campañas con sus dos últimos grandes mítines: en Toulon (Costa Azul) el primero y en Toulouse, el segundo. En el mitin de la UMP, un grupo de seguidores airados increparon y lanzaron botellas a algunos periodistas. Hoy, los dos candidatos protagonizarán sus últimos actos de campaña, respectivamente, en la Vendée y en el Périgord. Después, sólo quedará esperar.
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