Los militantes de la derecha, con Nicolas Sarkozy a la cabeza, creyeron en el milagro hasta el último momento. La decepción, entre los seguidores del presidente saliente reunidos en la Mutualité de París, estuvo pues a la altura de las expectativas frustradas. Hombre de acción, cuya determinación y coraje nunca nadie ha discutido, Sarkozy no quiso anoche alargar la agonía ni hacer la espera más penosa de los necesario. Pasaban pocos minutos de las 8 de la tarde cuando el presidente caído –tras llamar por teléfono al vencedor– salió a asumir personalmente el fracaso.
“El pueblo francés ha elegido. Es una elección democrática”, arrancó Sarkozy, serio y digno. “François Hollande es el nuevo presidente de Francia y debe ser respetado”, añadió a continuación entre los pitos de los militantes de la UMP, a quienes hizo callar diciendo: “No demos mal ejemplo”. Y a quienes invitó de nuevo , al final de su discurso, a guardar la compostura: “Seamos dignos, seamos patriotas”. “Deseo de todo corazón que François Hollande salga airoso de las pruebas que nos esperan”, dijo.
Pitos profirieron también los seguidores socialistas reunidos en la plaza de la Catedral de Tulle cuando François Hollande envió un “saludo republicano” a Nicolas Sarkozy, quien –dijo- “merece todo nuestro respeto”. La campaña ha sido dura y las espadas seguían anoche en alto.
El presidente saliente, emocionado por las muestras de cariño y aliento de sus seguidores, asumió personalmente “toda la responsabilidad de la derrota”. No he logrado hacer ganar nuestra ideas”, admitió Sarkozy. “No soy un hombre que no asuma sus responsabilidades –insistió ante las protestas del público– habrá que sacar todas las consecuencias”.
Si en las semanas previas a las elecciones Sarkozy había anunciado su total retirada de la vida política en caso de derrota, ayer mantuvo una calculada ambigüedad sobre su futuro político inmediato. “Me dispongo a volver a ser un francés más entre los franceses”, dijo el hasta ayer presidente, quien se cuidó –a diferencia de Lionel Jospin en 2002– de no romper el cordón umbilical con la política. “Yo seguiré siendo uno de vosotros. Comparto vuestras ideas y convicciones, y podéis contar conmigo para seguir defendiéndolas. Pero mi sitio no podrá ser el mismo”, dijo. Y añadió: “Mi compromiso con mi país será ahora diferente”.
La definitiva retirada política de Sarkozy no es en absoluto descartable. Su esposa, Carla Bruni, había también abonado esta idea al asegurar que su marido no es un hombre de medias tintas y que, en caso de salir vencido, se propondría otras metas lejos de la política. El problema –y de ahí probablemente la ambigüedad de anoche– es que una retirada precipitada podría dislocar a la derecha francesa a sólo cinco semanas de la primera vuelta de las elecciones legislativas –el próximo 10 de junio–. En la UMP se quiere creer, al menos oficialmente, en la posibilidad de ganar a los socialistas, lo que abriría la puerta a una cuarta cohabitación. A priori parece improbable. Justamente, la reducción en el año 2000 del mandato presidencial de siete a cinco años, y la convocatoria consecutiva de las elecciones presidenciales y legislativas, buscaba evitar de nuevo la distorsión que supone que el presidente de la República y la mayoría parlamentaria –y por tanto el primer ministro y su Gobierno– sean de partidos adversarios, como entre François Mitterrand y Jacques Chirac (1986-1988), Mitterrand y Édouard Balladur (1993-1995) y Jacques Chirac y Lionel Jospin (1997-2002)
Nicolas Sarkozy forma parte de quienes creen que la posibilidad de ganar las elecciones legislativas no está perdida de antemano. En una reunión con los principales barones de la UMP en el Elíseo, el presidente saliente avanzó que él no dirigirá esta “batalla”, pero instó a sus camaradas a mantener a toda costa la unidad y evitar las divisiones internas.
Ahí radica el principal problema al que se enfrenta el gran partido de la derecha francesa. La unidad no puede ser más precarias en este momento y sólo la proximidad de las elecciones legislativas puede mantener la ficción de la cohesión. La campaña electoral de Sarkozy, violentamente escorada hacia la derecha –hasta el punto de asumir planteamientos e incluso el lenguaje de la extrema derecha–, ha herido a los sectores más moderados, centristas y democristianos del partido, que podrían intentar aprovechar la situación para reequilibrar el peso de las diferentes corrientes y sensibilidades.
A ello se añade una previsible guerra de clanes. La caída del líder máximo e indiscutible abre de golpe la carrera de la sucesión, con vistas a als elecciones presidenciales de 2017. Tres postulantes pueden enfrentarse por asumir el liderazgo: el secretario general de la UMP, Jean-François Copé; el hasta ahora primer ministro François Fillon, y el ministro de Esteriores, Alain Juppé. Una guerra abierta en la UMP es lo que espera la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, que aspira indisimuladamente a construir una “nueva derecha” sobre las cenizas de la antigua.
La satisfacción de Marine Le Pen
Marine Le Pen atribuyó la victoria de Hollande al propio Nicolas Sarkozy, cuya derrota ella misma deseaba, y a todos aquellas figuras de la UMP que han dicho preferir a los socialistas a los lepenistas. La líder del Frente Nacional (FN) anunció su voto en blanco en la segunda vuelta.
El aumento del IVA, publicado in extremis
El decreto con el aumento del tipo general del IVA –del 19,6% al 21,2%–, que debería entrar en vigor a partir del próximo 1 de octubre, fue publicado ayer in extremis, el mismo día de la votación de la segunda vuelta, en el Diario Oficial. La medida, decidida por Nicolas Sarkozy, pretendía financiar a través de este impuesto una parte de la protección social –en concreto, la política familiar– y aligerar las cargas sociales que pesan sobre las empresas. Conocido como “IVA social” o “IVA anti-deslocalizaciones”, su objetivo era reducir los costes laborales y aumentar la competitividad. El decreto lleva fecha del viernes 4 de octubre. François Hollande siempre se ha opuesto a esta medida, que a su juicio penalizaría con el aumento de los precios a las familias más modestas, y prometió abrogarlo.
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