jueves, 24 de mayo de 2012

Rajoy y Hollande, convergencia interesada

A rey muerto, rey puesto. Mariano Rajoy y François Hollande retomaron ayer en el palacio del Elíseo el hilo de las relaciones entre España y Francia donde las dejaron José Luis Rodríguez Zapatero y Nicolas Sarkozy antes de que la campaña electoral francesa emborronara el idilio entre Madrid y París: con una total sintonía en materia bilateral y marcadas convergencias en política europea.

Las diferencias ideológicas entre el presidente del Gobierno español y el presidente de la República francesa –hoy invertidas respecto a las que separaban sus antecesores– nunca han sido determinantes en las relaciones hispano-francesas. Y tampoco lo serán ahora. Ni a Madrid ni a París les interesa estar en campos enfrentados en el tablero europeo.

Pese a partir de planteamientos a priori divergentes –Rajoy se ha alineado preferentemente con la política de austeridad de la canciller alemana, Angela Merkel–, ambos mandatarios prefirieron, pocas horas antes de la cumbre informal de Bruselas dedicada a debatir las políticas para estimular el crecimiento económico en Europa, poner por delante lo que les une y dejar en sordina lo que les separa. Si Hollande constató la existencia de “posiciones convergentes” en las “grandes prioridades”, Rajoy subrayó por su parte un “acuerdo muy sustancial” en numerosos planteamientos de la política económica europea.

El ejercicio fue tanto más fácil cuanto que hay detrás una larga herencia de trabajo en común en el seno de la UE. Y que las relaciones bilaterales –en palabras de Hollande– son “excelentes”, como muestra el hecho de que Rajoy haya sido el primer líder extranjero recibido en el Elíseo por el nuevo presidente francés. Hollande reafirmó, por otra parte, el compromiso de Francia de apoyo a España en la lucha antiterrorista. Y ambos dirigentes acordaron celebrar una próxima cumbre –después de tres años en blanco– en el último trimestre de 2012.

Fuentes diplomáticas indicaron que el encuentro, en torno a un almuerzo, transcurrió de forma muy positiva y con buena sintonía. Símbolo del acercamiento entre Madrid y París, Rajoy y Hollande viajaron por la tarde a Bruselas en el mismo tren de alta velocidad Thalys, aunque –eso sí– lo hicieron en vagones distintos.

Aunque con acentos diferentes, ambos dirigentes se manifestaron de acuerdo en la necesidad de sanear las finanzas públicas y reducir los déficit, a la vez que remarcaron la necesidad de complementar esta política con medidas que contribuyan al relanzamiento de la actividad económica. El presidente del Gobierno español apoyó en este sentido la iniciativa del presidente francés de poner en la agenda europea la negociación de un pacto por el crecimiento, por más que ambos no estén necesariamente de acuerdo en las medidas para conseguirlo. Y Hollande apoyó la reclamación de Rajoy de garantizar de forma prioritaria la liquidez del sistema financiero y hacer que el coste de la deuda sea sostenible.

“Europa tiene que dar una respuesta. Porque no podemos vivir mucho tiempo con unos diferenciales tan grandes [en los tipos de interés] a la hora de financiarse”, dijo Rajoy, quien alertó que de lo contrario “las políticas de control del gasto pueden no producir los efectos previstos”. El presidente del Gobierno español pidió al respecto decisiones urgentes y –aunque se cuidó mucho de no pronunciar su nombre, para no importunar a Berlín– sugirió una intervención decidida del Banco Central Europeo. Menos empacho tuvo el presidente francés, quien consideró que el papel del BCE como garante de la liquidez y en el fomento del crecimiento “formará parte de las discusiones en las próximas semanas”.

Rajoy insistió en París, en contra de lo que Hollande había expresado en Camp David, en que la recapitalización de los bancos españoles –que por otra parte no exigirá “una cuantía muy importante”, aventuró– puede ser asumida por España sin ayuda exterior. “El Gobierno no tiene ninguna intención de acudir a ningún fondo de rescate europeo”, afirmó Rajoy, quien añadió que lo importante es “disipar cualquier duda sobre el euro (...) Europa necesita certidumbre”. El presidente francés eludió enmarañarse de nuevo con el caso español y sólo apuntó que “los bancos que los puedan necesitar” deberían poder recapitalizarse, por ejemplo, a través del Fondo Europeo de Estabilidad. El Elíseo se preocupó ayer de remarcar que Francia no tiene ninguna intención de “entrometerse” en los asuntos internos españoles y que en el comentario de Hollande sobre la ayuda europea a los bancos españoles “no había ninguna hostilidad”.

Mariano Rajoy apoyó también la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras –como defiende Francia– para financar inversiones europeas, a condición de que sea adoptada por una mayoría de países y no se repercutan los costes sobre los clientes de las entidades financieras. Tampoco se mostró hostil a la emisión de euro-obligaciones, aunque los enmarcó en un proceso a largo plazo de una mayor integración económica, fiscal y política europea. Hollande, que defiende a ultranza la idea de las euro-obligaciones para financiar las deudas de los Estados –las antiguas o las nuevas– frente al rechazo de Alemania, tampoco la plantea como de aplicación inmediata, pero sí quiere un compromiso.

Las propuestas de Hollande, apoyadas por los socialistas europeos, recibieron ayer la adhesión del secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, en cuya opinión vienen a España “como anillo al dedo”. El líder socialista apostó por que se alumbre una nueva política económica en Europa y defendió una “flexibilización” de los plazos de reducción de los déficit.


Amenaza en el cajón

La amenaza de Francia de no ratificar el tratado de disciplina presupuestaria si no se adopta un pacto por el crecimiento económico sigue vigente, pero ha sido momentáneamente guardada en un cajón. Así lo acordó François Hollande con Angela Merkel y con Herman van Rompuy, con el objetivo de destensar las negociaciones. Así lo confirmaron ayer fuentes del Elíseo, quienes explicaron que el asunto saldrá tarde o temprano. “La cuestión de la ratificación será abordada después, cuando se haya avanzado sobre los instrumentos de la política de crecimiento y su formulación jurídica”, señalaron. En ese momento habrá que ver si el acuerdo puede ser objeto de un tratado o un protocolo paralelo o, como había planteado inicialmente París, obliga a reabrir y “renegociar” el tratado fiscal.






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